Las redes internacionales de Kast con la derecha conservadora – PARTE II
23.04.2024
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23.04.2024
El grupo «Political Network for Values» es una apuesta iberoamericana ultraconservadora que busca influir en la política de diversos países, tejiendo redes en Europa, Norteamérica y Sudamérica. El siguiente análisis para CIPER describe sus características y campo de acción, sustentado sobre todo en la oposición a ciertos derechos sociales y ciudadanos, el combate al aborto y una postura de defensa de la «familia tradicional». Esta es la segunda entrega de una investigación en dos partes [ver acá parte 1].
(*)Esta investigación contó con la colaboración de Macarena Gallo y Nataly González (Corporación Miles), y fue realizada con el apoyo de la International Women’s Media Foundation (IWMF), como parte de su iniciativa de Derechos Reproductivos, Salud y Justicia en las Américas.
En Chile es escasamente conocida y ponderada la influencia que José Antonio Kast tiene en la región, así como sus conexiones internacionales con el mundo conservador. El pasado diciembre, por ejemplo, el ex candidato presidencial participó en la universidad de verano de la New Direction Foundation, un grupo de jóvenes líderes del Partido Conservador y Reformista Europeo. En la cita, Kast fue hasta Zagreb para relatar el «caso chileno», como un ejemplo de éxito en el avance de las políticas conservadoras y valóricas, impulsadas por el Partido Republicano y Acción Republicana, ambos fundados por él. En la web de Political Newtork for Values, una nota informativa explica que desde 2018 se viene produciendo en Chile una especie de ‘revolución conservadora’:
«En el mismo momento en que un tsunami rojo azotaba el país imponiendo el predominio de la izquierda en la Constituyente que se instaló en 2019, desde la ‘clandestinidad’, casi en silencio, una corriente en otro sentido daba señales de vida».
En esta exposición, Kast abordó los últimos acontecimientos en la política chilena, el avance de la agenda de valores y «por qué esto debe importarle a Europa».
Kast, un histórico de la UDI, renunció al partido en 2016 y fue candidato presidencial independiente en 2017, cuando obtuvo un 7,93% de los votos emitidos. En 2021 volvió a intentarlo: en la primera vuelta obtuvo casi dos millones de votos, un 27,6% del total de la votación, y en la segunda vuelta llegó a sumar 3.649.647 votos; es decir, un 44,13%. Su ascenso parece explicarse por dos factores principales: la alta preocupación de la población por materias de seguridad y una personalidad atípica para los estándares del sector, sobria y ajena a provocaciones de tipo rupturista, como las de Trump, Bolsonaro o Milei.
Pero más allá de su carrera personal como candidato, la participación de Kast en este tipo de grupos demuestra que la conexión transnacional de las ultraderechas en el mundo es hoy una realidad, dice Cristóbal Rovira, académico del Instituto de Ciencia Política de la Universidad Católica. Es una agenda en la que se distinguen dos grandes líneas: la económica, que fomenta ideas neoliberales; y la conservadora, a la manera de una reacción cultural en contra de valores progresistas, «que en general tienen que ver en Europa con la cuestión más migratoria, pero en un sentido más amplio está muy vinculado también a temas sexuales, tanto de género, pensando en las mujeres, como también de minorías sexuales, pensando en LGTBIQ+, etc.», según Rovira.
«Nosotros tuvimos una ola hacia la izquierda, que fracasó en parte por un agotamiento de ese mismo proyecto político, además de escándalos de corrupción como Lava Jato, SQM, escándalos en que estaba la izquierda y se le termina castigando, y tercero, un declive del ciclo del boom de las materias primas. Esa triple combinación abre una ventana de oportunidad para que las derechas en plural empiecen a crecer. Parte del éxito de la ultraderecha es coyuntural, tiene que ver con una crisis de la izquierda y no necesariamente con que toda la gente esté votando a Milei, Bolsonaro o Kast. Es un voto que se mueve en función de cuál es el contexto político», asegura Rovira.
Camilo Cruz Merchán, investigador del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Autónoma de Bucaramanga (Colombia) recalca el protagonismo que en esta articulación tienen grupos como el español Vox y otros de Hungría:
«Son conexiones globales bastante complejas. Hay un juego ahí en el que coinciden distintos actores que tienen unas posiciones muy semejantes: antiglobalistas, antiderechos humanos, antiderechos sexuales, antidiversidad y con posiciones nacionalistas que se acercan a ciertas cosas medio fascistas. Entonces no es tan difícil encontrar la conexión Rusia, Hungría, España, América Latina con estos movimientos, ¿no? Pero el eje central articulador tiene que ver con Vox. Se nota que hubo una fuerte articulación que tenía que ver con el contexto de los estallidos sociales en Suramérica, había una fuerte presencia de estas organizaciones en ese momento en que había estas movilizaciones de estallido social y que venían elecciones nacionales».
Se da en nuestra región una paradoja particular, evidente en los últimos años: los líderes de talante conservador ganan votos a medida que las sociedades se van volviendo más liberales. Chile es un buen ejemplo de aquello, si consideramos cómo la opinión pública se manifestaba mayoritariamente contra el divorcio, el aborto y el matrimonio homosexual a inicios de los años 90.
«Hay bolsones de electores, que son reducidos, que se sienten desafiados por esta revolución liberal», comenta Rovira. «Lo que hacen estos líderes es cautivar a estos votantes, que están muy energizados, de manera muy rápida. Parte del crecimiento de esta ultraderecha tiene que ver con que logra mezclar a este votante ideológico con otro segmento que no es necesariamente de ultraderecha en cuestiones feministas o de migración, pero que le tiene bronca a la izquierda y que está muy preocupada por la cuestión de la seguridad ciudadana».
Las estrategias de impacto de estos grupos mantienen ciertas características en común, tales como la apropiación de conceptos, la resignificación de las agendas, la búsqueda de recursos públicos y privados, y, por cierto, un trabajo intensivo sobre internet y redes sociales online.
«Se han apropiado crecientemente del discurso y la narrativa de los derechos humanos, y entonces su nivel de argumentación es cada vez más complicados, sin discursos alarmistas», observa Alexis Hernández, investigador de IPAS, una organización que trabaja desde diecisiete países en cuatro continentes para expandir el acceso al aborto seguro. «Hay una pretensión de buscar construirse legitimidad. Y en ese proceso han sido muy hábiles en su profesionalización. Han aprendido a moverse incluso en los espacios en los que antes quedaban más marginalizados, como figuras escandalosas. La PNfV es un espacio que facilita la formación política, la creación de redes, el flujo de recursos, pero también la construcción de movimiento: así como en Argentina surge la marea verde, se extendió por la región la marea celeste», explica en alusión a los grupos a favor y en contra del aborto legal.
Según Zelly Martin, investigadora de la Universidad de Texas, los movimientos antiaborto están realizando un muy buen trabajo en la optimización de los motores de búsqueda de internet, «creando la ilusión de un apoyo masivo a las políticas contra el aborto, especialmente entre los jóvenes». Entre sus acciones están producir investigaciones falsas que indican, por ejemplo, que a todos los jóvenes les disgusta el aborto, o que las pastillas anticonceptivas son abortivas. Son estrategias de desinformación sobre derechos sexuales y reproductivos que la investigadora llama «propaganda corporal». Aunque se trate de grupos pequeños los que incitan a esta desinformación y conspiranoia, el discurso cala en algunas personas, sobre todo las más vulnerables. Además, consigue, en algunos casos, captar la atención de personas normalmente más inclinadas hacia la izquierda:
«Están utilizando el feminismo genérico. Aluden al empoderamiento de las mujeres, con publicaciones altamente estilizadas en Instagram, ese tipo de cosas. Por ejemplo, utilizan activistas por los derechos de los animales para argumentar también a favor del activismo contra el aborto, o utilizan activistas LGBTQ para argumentar también a favor del activismo contra el aborto».
Coincide con ello Sandra Mazo, directora en Colombia de Católicas por el Derecho a Decidir, cuando observa cómo en nuestro continente se hace cada vez más evidente la existencia de grupos que tienen redes nacionales e internacionales, y cuyo elemento distintivo es «limpiarse o esconder su discurso religioso y mostrarse con una agenda mucho más secular, una agenda más política, una agenda supuestamente más de derechos. Es como una reconfiguración geopolítica, geoestratégica, geocultural, llámala cómo quieras, para retroceder en los derechos de las mujeres y especialmente en los derechos sexuales y reproductivos».
Desde 2016, cuando en Colombia empiezan a mezclarse lo religioso con el mundo político, surgen organizaciones como la fundación 40 días por la Vida, la bancada Provida en el congreso y el partido político Colombia Justa Libre, todos estos dedicados a divulgar discursos antiaborto y a obstaculizar los avances en materia de equidad de género. María Fernanda Cabal, senadora por el Partido Centro Democrático y precandidata presidencial hace dos años, es la política colombiana con mayores nexos con José Antonio Kast. Figura omnipresente en la escena política de ese país, pertenece a la élite económica y es partidaria del porte libre de armas. Una de las ideas centrales de su discurso es la politización de la sexualidad, siendo crítica de lo que llama «el lobby gay» y la «ideología de género».
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Pese a que Jair Bolsonaro no tiene posibilidades de volver a ser electo, en Brasil su figura movió la aguja política de una manera que trascenderá su período como presidente. Según Talita São Thiago Tanscheit, investigadora asociada de ICSO-UDP, existen diferencias pero también redes comunes con José Antonio Kast, tales como su participación en foros y espacios transnacionales: «En 2018, por ejemplo, en la segunda vuelta brasileña, Kast visitó a Bolsonaro en las elecciones; en las elecciones de 2022 de Brasil, varias personas del Partido Republicano fueron a participar en la campaña electoral y ahí hay incluso la figura de esta diputada joven, Chiara Barchiessi, que estuvo en muchos espacios de campaña en Brasil, yo recuerdo, aunque no me parece que sean vínculos tan orgánicos», explica.
En un país donde la Iglesia católica está muy debilitada, las iglesias cristianas y evangélicas han cobrado protagonismo. Durante su gobierno, Bolsonaro cambió el nombre del Ministerio de la Mujer por el de Ministerio de la Familia, de la Mujer y de los Derechos Humanos. Y nombró como ministra a una evangélica de gran relevancia en el país, Damares Alves, quien había sido responsable de un proceso de conversión de pueblos indígenas brasileros a la religión evangélica. Durante su ministerio, Alves es recordada por intentar impedir que una niña de once años, violada por un familiar, pudiera acceder al aborto legal en su país.
En México, en tanto, el «izquierdismo sin progresismo» del actual presidente no ha producido los incentivos necesarios para que exista una reacción conservadora «que genere la movilización de un partido de derecha radical populista» [CASTRO CORNEJO 2023]. López Obrador ha defendido abiertamente posturas conservadoras referentes a la moral pública, la legalización de las drogas, las tareas del Ejército y la inmigración, lo que convierten en una paradoja el hecho de que, en el primer gobierno de izquierda tras la transición democrática del país, se ha satisfecho a votantes que «bien podrían sentirse atraídos por una oferta electoral de derecha radical populista» [Ibíd.]. En cuanto a la vinculación de la ultraderecha con las iglesias, Alexis Hernández piensa que aún estas no se ensamblan tan fuertemente con la política:
«México es sede de hecho de una de las redes evangélicas que tiene presencia en toda la región, que es el Congreso Iberoamericano por la Vida y la Familia. Ha sido una irrupción interesante, porque al principio lo que empezamos a notar fueron tensiones entre los evangélicos y la Iglesia católica, también hemos observado cómo se articulan muy eficientemente ante coyunturas específicas. Han sido muy muy eficientes en organizarse, en dejar a un lado las diferencias y las tensiones, para articularse en contra de proyectos de ley relacionados con el aborto, de educación integral en sexualidad, de matrimonio igualitario, y eso es un fenómeno bien interesante que hemos notado».
Es por todo lo anterior, que el que llegue o no José Antonio Kast a la presidencia de Chile resulta una falsa dicotomía, estima Cristóbal Rovira. «Creo que muchas veces asumimos que si él pierde la presidencial se deshace la ultraderecha, estamos a salvo. Sin embargo, el mayor impacto que tiene la ultraderecha es cuando logra mover el espacio político hacia las ideas que ellos profesan», describe el académico, quien da un ejemplo concreto en el odo en que el país debatió la reciente conmemoración de los 50 años del golpe de Estado en Chile: «Las cosas que dijo la UDI en ese contexto son muy distintas a las que dijeron siete años atrás. ¿por qué? Por el fenómeno Kast. Lo que más me preocupa es hasta qué punto las ideas que él defiende y su proyecto político, permean a la sociedad en su conjunto, pero también a sus ‘primos’, que son las derechas convencionales».