CARTAS: Déficit de profesores
20.03.2024
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20.03.2024
Señor director: Con suspicacia y de tanto en tanto leo columnas que hablan del alarmante déficit de docentes que se avecina para el año 2025. Las cifras, dependiendo del estudio, oscilan entre 25.000 y más de 30.000 plazas que no podrán llenarse, mientras que las voces de alarma sobre el tema abundan entre académicos y representantes de los más diversos colores. Sus conclusiones suelen ser similares: van desde revalorizar la carrera docente entre las y los jóvenes para así motivarlos a estudiar pedagogía y comenzar, de a poco, a revertir aquel estrepitoso déficit, hasta la mayor cualificación de las labores de cada docente a través de especializaciones.
A pesar de análisis concienzudos y palabras de buena crianza que buscan enaltecer nuestra profesión, la urgencia se vive hoy, y en la actualidad es muy difícil afrontar el día a día siendo docente, considerando condiciones psicológicas y materiales tanto dentro como fuera de nuestros lugares de trabajo. Por lo mismo, me gustaría leer propuestas que vayan en respuesta a nuestras necesidades concretas como gremio, y no que dejen entrever que quienes las escriben jamás han pisado una sala de clases.
Las y los docentes necesitamos hoy, más que nunca, sentirnos motivados con la labor que ejercemos, y con ese fin es necesario afrontar medidas que ataquen la raíz del problema. Modificar, por ejemplo, el encuadre resultados-años que define el progreso dentro de la carrera docente, para que así los profesores con buenos resultados sostenidos en el tiempo puedan acceder con mayor rapidez a un tramo que les signifique mejor remuneración, tratando de detener la fuga de buenos profesionales que abandonan el sistema público por falta de valoración y lentitud en su progreso profesional. Así también, es imperioso modificar la Ley 20.903 para que no sólo docentes del Primer Ciclo Básico que trabajen con más del 80% de estudiantes prioritarios puedan a optar a un 40% de tiempo no lectivo, ya que el desgaste profesional inherente a realidades de este tipo cruza a todos los niveles educativos y no sólo a quienes trabajan con niños y niñas en los primeros años escolares. Nuestros estudiantes con más necesidades educativas necesitan también de clases de mejor calidad, y aquello sólo se logra con mayor tiempo de preparación.
Junto con esto se vuelve necesario clarificar, facilitar y aperturar los procesos de selección para cargos de gestión, con el fin de que docentes destacados y respetados por sus pares puedan optar a nuevos desafíos dentro de sus comunidades educativas y no permanezcan toda una vida esperando un llamado que jamás llegará.
Por último, es totalmente necesario fiscalizar con mayor ahínco y sancionar, de ser el caso, a las instituciones educativas de financiamiento privado que entregan a sus docentes paupérrimas condiciones de trabajo, lo que decanta en escasas posibilidades para entregar clases de calidad al estudiantado.
Medidas como éstas sólo son fruto del análisis personal de un profesional de la educación que desearía mayor valoración a una labor que se realiza con amor y entrega todos los días, pero que al final de muchas jornadas no recibe más que decepción y cansancio sostenido. Espero que prontamente los acuerdos a nivel nacional puedan canalizar en la toma de decisiones que detengan la evidente crisis de la profesión docente, porque las palabras bonitas y azucaradas son estériles cuando no llegamos a fin de mes y continuamos sintiéndonos como el vagón de cola de las profesiones en Chile. Porque hoy, más que nunca, sólo con la vocación no nos alcanza.