Las caras —e intenciones— de la desinformación electoral
14.12.2023
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14.12.2023
La desinformación electoral se ha convertido en una importante amenaza para los procesos democráticos en países de todo el mundo. La siguiente columna expone consejos para hacerle frente, desde los medios y también la exposición general a todo aquello que circula como noticias, a días de que nuestro país enfrente un nuevo proceso electoral.
De acuerdo a un estudio de la UNESCO, el 85% de las personas se preocupan por los contenidos falsos que circulan en línea, especialmente por su impacto en las elecciones. Durante una reciente clase magistral del proyecto de ICFJ, Desarmar la desinformación, Claire Wardle, cofundadora y codirectora del Information Futures Lab de la Universidad de Brown, compartió consejos para hacer frente a la desinformación electoral, con la vista puesta en las grandes elecciones que se celebrarán en 2024 en Estados Unidos, México e India, entre otros países.
«Lo que les digo hoy podría ser muy diferente dentro de tres meses —advirtió Wardle—. Depende de todos nosotros formar parte de una comunidad que se actualiza constantemente, comparte aprendizajes, comparte lecciones, comparte ejemplos».
1. Distinguir entre tipos de contenidos falsos. Es importante comprender las diferencias entre los distintos tipos de contenidos falsos que circulan y cómo se manifiestan: a) la información errónea, o misinformation, denota a aquella información falsa compartida sin mala intención. De acuerdo con la especialista, se trata del mayor problema que deben abordar los periodistas. La gente puede compartir información errónea porque el contenido coincide con sus valores o apoya su visión del mundo; b) la así llamada «malinformación», en cambio, hace referencia a contenido veraz que se difunde con malas intenciones. Por ejemplo, una imagen de una larga cola en un colegio electoral puede ser real, pero podría compartirse como estrategia para disuadir a la gente de acudir a votar, ejemplificó Wardle; c) finalmente, la desinformación es un contenido deliberadamente falso o engañoso que pretende engañar a la gente: «La desinformación no consiste en convencer a la gente de que vote en un sentido u otro. Su intención es sembrar el caos y la confusión, y reforzar las divisiones existentes».
Estos tres tipos de contenidos falsos pueden perturbar o causar daño en las comunidades.
2. Comprender que la desinformación es un problema legal. Los rumores y las conspiraciones viajan a través de las fronteras. Así es como se dan escenarios en los que el mismo tipo de desconfianza en los sistemas de votación en Estados Unidos puede arraigar en Australia, por ejemplo. También es común ver a países que intentan interferir en las elecciones de otros países. Durante el ciclo electoral de 2016 en Estados Unidos, los medios estatales rusos difundieron desinformación a favor de Donald Trump y en contra de Hillary Clinton, según reveló el Comité de Inteligencia del Senado estadounidense.
Las comunidades de la diáspora que utilizan plataformas en línea para mantenerse en contacto con amigos y familiares en sus países de origen también pueden amplificar inadvertidamente campañas transfronterizas de desinformación. Los mitos y rumores pueden propagarse rápidamente a través de las redes sociales, incluidas aplicaciones de mensajería como WhatsApp.
Wardle ha investigado el modo en que los desinformadores de países como Estados Unidos, Brasil, Francia y Nigeria utilizan técnicas y relatos engañosos similares para influir en el comportamiento electoral. «Tengan en cuenta que van a ver las mismas narrativas circulando en países diferentes», señaló. Por ejemplo, las narrativas que afirman que las élites son las que deciden quién llega al poder pueden influir en la opinión pública, socavar la confianza en las instituciones e influir en los resultados electorales: «Como investigadores, periodistas y verificadores, tenemos que pensar desde el punto de vista de la narrativa, no de los ejemplos individuales».
La repetición de afirmaciones engañosas impulsa numerosas teorías conspirativas. Y estas narrativas conectan con los pensamientos preexistentes de la gente, dijo Wardle: «La gente intenta hacer lo que cree que es mejor para apoyar su visión del mundo».
Normalmente, las mismas personas que no creen que las vacunas funcionen o que el planeta se esté calentando a niveles alarmantes debido a la actividad humana, también tienden a tener menos fe en las elecciones. Esto divide aún más a la sociedad. La desinformación no necesariamente se trata de los candidatos o del proceso. Se trata simplemente de que la gente se atrinchere más en su visión del mundo; de dividir en un bando ‘correcto’ y otro ‘equivocado’.
3. Identificar a los desinformadores y qué los motiva. Las sociedades están más divididas que nunca por motivos culturales, socioeconómicos, geográficos, étnicos y religiosos. Los agentes de la desinformación —los que crean y distribuyen contenidos falsos— se aprovechan de estas divisiones para socavar la democracia, afirmó Wardle. Estos desinformadores pueden recurrir a agencias oscuras de relaciones públicas para que les hagan campañas. Es importante investigar quién paga a estas agencias: «No lo hacen para ganar dinero. No lo hacen para tener un impacto que no sea el de hacer daño.»
4. Analizar las narrativas que desinforman. Los agentes de la desinformación también pueden operar desde el extranjero, únicamente con fines monetarios. Por ejemplo, los adolescentes macedonios que crearon contenidos falsos antes de las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016. Las granjas de trolls y de clics también son ejemplos de agentes de desinformación: «No les importa ampliar las divisiones o que la gente pierda la confianza en el sistema. Lo hacen puramente para ganar dinero».
Luego están los que Wardle denomina «verdaderos creyentes»: personas que disponen de mucho tiempo y tienen verdadero interés en compartir información a favor de determinados candidatos. Y, a veces, la información legítima se mezcla con la desinformación y la propaganda. Por ejemplo, las campañas de WhatsApp de Jair Bolsonaro en Brasil previas a las elecciones presidenciales de 2018 difundieron a la vez información veraz y falsa.
Independientemente del medio, el análisis debe centrarse en comprender el impacto acumulativo a lo largo del tiempo.
Un solo contenido no es realmente problemático. Múltiples piezas de contenido que transmiten las mismas narrativas: eso sí es eficaz. Esta desinformación no suele difundirse para que la gente cambie de opinión sobre a quién votar, sino más bien para suprimir la participación electoral.
Las narrativas que cuestionan la validez de los sistemas electorales y la valía de los candidatos son un par de ejemplos de tácticas narrativas utilizadas para ello. «En realidad, es muy difícil conseguir que la gente cambie de filiación política o partidista —afirma Wardle—. En cambio, es mucho más fácil conseguir que no voten en absoluto».
5. Reconocer a los bots y la desinformación online. Muchas plataformas han tomado medidas enérgicas contra los bots, pero los periodistas deben tener en cuenta también la actividad automatizada. La automatización en sí misma no es mala; muchas personas e instituciones legítimas la utilizan. Al examinar la información, en lugar de centrarse únicamente en si la han producido bots, hay que preguntarse si el contenido está diseñado para perturbar un proceso electoral. Ten en cuenta también que la desinformación no solo se propaga en internet: «Es absolutamente necesario pensar en cómo se utilizan los panfletos, los carteles, las conversaciones y los discursos para apoyar las campañas de desinformación».