PISA Lectura: No hay respuestas fáciles
11.12.2023
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11.12.2023
Ni todo está mal ni podemos dejar las cosas tal cual están, es, en síntesis, lo que plantea la siguiente columna para CIPER sobre medición de la Educación y los hábitos de lectura juvenil en Chile: «Tenemos importantes puntos de partida en nuestras escuelas y docentes en torno a los cuales construir un camino futuro.»
Hace unos días se han entregado los resultados de las pruebas PISA 2022 y, como se ha vuelto frecuente en nuestro país frente a este tipo de evaluaciones, las voces de alarma y las narrativas de una ingente crisis se multiplican en los medios y en las redes sociales. Lo cierto es que, más allá de lecturas inmediatas y del debate político en torno a ellas, los resultados nos muestran datos complejos, que nos llaman a reflexionar sobre lo que las comunidades educativas necesitan para la mejor formación de jóvenes lectores.
Es preciso recalcar que no estamos frente a una catástrofe y que, por el contrario, nuestro sistema educativo se mostró resiliente ante la adversidad de la pandemia. Mientras los resultados a nivel global muestran una caída de 10 puntos en el promedio, nuestro país experimentó una baja moderada, de 4 puntos en esta habilidad. Es más: con 448 puntos, Chile ostenta la puntuación más alta en la región, 48 puntos por sobre el promedio de Latinoamérica y el Caribe. Estos datos son una buena noticia, y sugieren que tenemos importantes puntos de partida en nuestras escuelas y docentes en torno a los cuales construir un camino futuro.
Pero, ¿son estas solo buenas noticias? No. Chile se encuentra bajo el promedio de la OCDE, y esto se ha mantenido así desde la primera medición, hace más de dos décadas. En una escala de 1 a 6, un tercio de los estudiantes se encuentra bajo el nivel 2, y tan solo un 2,5% alcanza los niveles 5 y 6. La prueba PISA es una evaluación que cuenta con un marco complejo para medir la habilidad de lectura, orientada a su uso en situaciones comunicativas y a la participación social. De allí la importancia de seguir fortaleciendo a las comunidades educativas, y mejorar las prácticas pedagógicas en esta área.
Para lograr lo anterior, es fundamental combatir las narrativas de crisis, y evitar caer en la respuesta fácil de creer que todo está mal. Hacerlo podría incluso bajar las expectativas acerca de lo que los estudiantes pueden hacer con la lectura, y los esfuerzos podrían concentrarse, erróneamente, en desarrollar habilidades de bajo nivel, lo que atentaría contra los fines de mejorar el desempeño lector. En concreto, las escuelas y los docentes debemos comenzar por reconocer que los jóvenes son un grupo etario que participa activamente en ricas y productivas prácticas de lectura en entornos diferentes a los de la escuela. En sus experiencias cotidianas sociales, digitales y recreativas hay un vasto mundo letrado que en la escuela debemos aprender a canalizar para cultivar hábitos lectores críticos, y que permitan promover la participación ciudadana en un mundo cada vez más conectado.
La clave para obtener desempeños diferentes a los que hemos tenido hasta ahora está en comenzar a hacer las cosas de otro modo. A continuación dejo cuatro propuestas generales:
1. motivar a la lectura en diversidad de situaciones, y no volverla una mera herramienta de comprobación de aprendizajes con acento en la reproducción de contenidos, como tradicionalmente hemos hecho en la escuela;
2. reconectar las prácticas de fuera de la escuela con las que ocurren dentro de ella;
3. debemos valorar los conocimientos de las y los jóvenes, ayudándolos a construir una autoimagen positiva como lectores;
4. sobre todo, es necesario promover la formación de comunidades lectoras, integrando a las familias, al barrio, a las agrupaciones juveniles y a las comunidades virtuales como parte de un mundo letrado que se encuentre con la escuela.
Tenemos la responsabilidad de hacernos cargo de este reto sin caer en un discurso catastrofista, y así cambiar las prácticas tradicionales de enseñanza de la lectura que hemos mantenido en las escuelas por años y que nos han impedido avanzar más en esta habilidad. Es el desarrollo humano de nuestras nuevas generaciones el que está en juego, en una época que nos desafía a leer críticamente los discursos del entorno y ser capaces de constituirnos como sujetos sociales con agencia.