EL NSA ACCEDIÓ A DOCUMENTOS RESERVADOS QUE DURANTE DÉCADAS PERMANECIERON EN PODER DEL EXSECRETARIO DE ESTADO DE EE.UU
El obituario desclasificado de Henry Kissinger
05.12.2023
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EL NSA ACCEDIÓ A DOCUMENTOS RESERVADOS QUE DURANTE DÉCADAS PERMANECIERON EN PODER DEL EXSECRETARIO DE ESTADO DE EE.UU
05.12.2023
El National Security Archive publicó documentos que durante años se mantuvieron bajo reserva y que revelan el papel que cumplió el exsecretario de Estado de Estados Unidos en el bombardeo a Camboya, en el espionaje ilegal a sus propios ayudantes, su apoyo a distintas dictaduras del mundo, su desdén por los derechos humanos y la huella que dejó en Chile para derrocar la democracia.
*Este artículo corresponde a una traducción del original, publicado por el National Security Archive en su sitio web (haga clic aquí para revisar el reportaje del NSA).
El fallecimiento de Henry Kissinger, ocurrido el 30 de noviembre, volcó la atención mundial hacia su imagen pública y a la gran cantidad de documentos secretos que registran sus deliberaciones, conversaciones y directrices políticas en muchas de las campañas por las que se hizo globalmente conocido: la distensión con la Unión Soviética, la apertura a China y sus contactos con Medio Oriente.
Este registro histórico también documenta el lado más oscuro del paso de Kissinger por el poder: su papel en el derrocamiento de la democracia y el ascenso de la dictadura en Chile; el desdén por los derechos humanos y el apoyo a guerras sucias –e incluso genocidas– en el extranjero; las campañas secretas de bombardeos en el Sudeste Asiático; y su implicación en los abusos criminales de la administración de Richard Nixon, entre ellos, las escuchas secretas de sus propios ayudantes de alto nivel.
Para contribuir a una evaluación equilibrada y más completa del legado de Kissinger, el National Security Archive ha recopilado un selecto dossier de registros desclasificados que escribió, dijo y/o leyó el exsecretario de Estado. Esos documentos revelan las deliberaciones y operaciones “TOP SECRET” durante la etapa de Kissinger en la Casa Blanca y el Departamento de Estado.
Los reveladores «telcons» -más de 30.000 páginas de conversaciones telefónicas de Kissinger que grababa en secreto y que hacía transcribir a sus secretarias- fueron tomadas por el político como «papeles personales» cuando dejó el cargo en 1977 y utilizados, selectivamente, para escribir sus exitosas memorias.
El National Security Archive obligó al gobierno de Estados Unidos a recuperar estos documentos oficiales preparando una demanda que indicaba que, tanto el Departamento de Estado como la Administración Nacional de Archivos y Registros (NARA), habían permitido indebidamente que documentación clasificada dejara de estar bajo su control.
El analista principal del National Security Archive, William Burr, presentó una solicitud para su desclasificación. El borrador de la demanda -que nunca llegó a presentarse- se incluye en este dossier, ya que el esfuerzo de Kissinger por eliminar, conservar y controlar estos registros históricos altamente informativos y reveladores debe considerarse como parte fundamental de su legado oficial, y los textos completos se han publicado en la serie Digital National Security Archive de ProQuest.
Este especial también ofrece enlaces que dirigen a docenas de colecciones de documentos relacionados con el mandato de Kissinger en el gobierno. El National Security Archive, dirigido por los intrépidos esfuerzos de William Burr, ha identificado, perseguido, obtenido y catalogado estos registros a lo largo de varias décadas. En conjunto, estas colecciones constituyen un importante y accesible depósito de documentos sobre uno de los responsables de la política exterior estadounidense más importantes del siglo XX.
«La insistencia de Henry Kissinger en grabar prácticamente cada palabra que decía, ya fuera a los presidentes a los que servía (sin que supieran que estaban siendo grabados) o a los diplomáticos a los que engatusaba, sigue siendo un regalo para los historiadores», señaló Tom Blanton, director del National Security Archive.
«Los ayudantes de Kissinger comentaron más tarde que el exsecretario de Estado necesitaba llevar la cuenta de qué mentira decía a quién. Kissinger intentó mantener esos documentos bajo su propio control, pero el National Security Archive emprendió acciones legales y forzó la apertura de registros secretos que muestran una imagen decididamente contradictoria del legado de Kissinger, y enormes y catastróficos costos para los pueblos del Sudeste Asiático y América Latina.»
Casa Blanca, Telcon, (Resumen de Kissinger transmitiendo al secretario de Defensa, Melvin Laird, la orden de Nixon de iniciar el bombardeo secreto de Camboya], 15 de marzo de 1969
15 de marzo de 1969
Fuente: Digital National Security Archive (DNSA), The Kissinger Telephone Conversations: A Verbatim Record of U.S. Diplomacy, 1969-1977.
Después de recibir una orden del presidente Nixon a las 15:35 del 15 de marzo de 1969, para la «implementación inmediata del plan Desayuno», Kissinger transmite al secretario de Defensa la decisión del mandatario de comenzar el bombardeo secreto de Camboya. Kissinger advierte a Laird que «no debe haber ningún comentario público de nadie a ningún nivel, ni quejándose ni amenazando». Se pretende que sea una operación TOP SECRET.
Casa Blanca, Telcon, «The President Mr. Kissinger 3-17-69 1:20 PM«, (información de Kissinger a Nixon sobre los preparativos para el primer bombardeo secreto sobre Camboya), 17 de marzo de 1969
17 de marzo de 1969
Fuente: DNSA, The Kissinger Telephone Conversations: A Verbatim Record of U.S. Diplomacy, 1969-1977.
Solo unas horas antes del primer bombardeo aéreo secreto contra Camboya, Kissinger informa a Nixon sobre los preparativos. «K dice que todo está en orden», le dijo según el resumen de su conversación telefónica. Los dos comentan que el presidente de Vietnam del Sur, Nguyen Van Thieu, ya ha accedido a mantener conversaciones privadas.
Casa Blanca, Telcon, «3/18/69 8 p.m. General Wheeler» (información sobre el éxito de los primeros bombardeos)
18 de marzo de 1969
Kissinger recibe un breve informe del jefe del Estado Mayor Conjunto, el general Earle Wheeler, sobre el éxito de los bombardeos iniciales. Aconseja a los militares que emprendan «golpes» adicionales. «HAK dijo que deberían realizar 2 o 3 impactos más a lo largo de toda la zona si obtenemos la información correcta». Kissinger también comparte su evaluación sobre las incursiones secretas: «Psicológicamente, el impacto debe haber sido duro», afirma. En respuesta, el general Wheeler sugiere que el shock de los bombardeos obligará a los norvietnamitas a volver a las conversaciones de paz de París: «Wheeler dijo que probablemente ya tenían su discurso escrito para París».
NSC, Telcon, Kissinger y el presidente Richard M. Nixon, 9 de diciembre de 1970, 8:45 p.m.
9 de diciembre de 1970
Fuente: DNSA, Proyecto de materiales presidenciales de Nixon, transcripciones de conversaciones telefónicas de Henry A. Kissinger, archivo de inicio, caja 29, archivo 2
Tras un año de bombardeos secretos, el presidente Nixon sigue preocupado por la situación en Camboya. En esta llamada telefónica, el mandatario ordena a Kissinger que dirija los bombardeos contra las fuerzas norvietnamitas «mañana». Quería «golpear todo allí», usando los «aviones grandes» y los «aviones pequeños». «No quiero tonterías», ordena Nixon.
Casa Blanca, Telcon, Kissinger y el general Alexander M. Haig, Jr., 9 de diciembre de 1970, 8:50 p.m.
9 de diciembre de 1970
Fuente: DNSA, Proyecto de materiales presidenciales de Nixon, transcripciones de conversaciones telefónicas de Henry A. Kissinger, archivo de inicio, caja 29, archivo 2, 106-10
Pocos minutos después de recibir la llamada de Nixon sobre Camboya, Kissinger telefonea a su ayudante militar, Alexander Haig, para comunicar las órdenes de «nuestro amigo». Después de describir las instrucciones de Nixon para una «campaña masiva de bombardeos» con «todo lo que vuele (sic) sobre todo lo que se mueva», el secretario de Estado aparentemente oyó a Haig «reírse». Tanto Haig como Kissinger sabían que lo que Nixon había ordenado era logística y políticamente imposible, así que lo tradujeron en un plan de bombardeo masivo en un distrito concreto (no identificable porque el texto está incompleto). Estas dos llamadas telefónicas ilustran una característica importante de la relación entre Nixon y Kissinger: mientras Nixon, de vez en cuando, hacía sugerencias absurdas (sin duda dependiendo de su estado de ánimo), Kissinger decidía más tarde si había un núcleo racional en lo que su superior había dicho y/o cómo seguir adelante.
FBI, Memorándum, «Colonel Alexander M. Haig Technical Surveillance Request«, TOP SECRET, 12 de mayo de 1969
12 de mayo de 1969
Fuente: Documentos de Elliot Richardson, Biblioteca del Congreso.
El director del FBI, J. Edgar Hoover, transmite un informe TOP SECRET al fiscal general John Mitchell sobre la petición de Kissinger para vigilar las comunicaciones telefónicas de cuatro funcionarios estadounidenses «para determinar si existe un grave problema de seguridad». Según el memorándum, los nombres han sido presentados al FBI por el adjunto militar de Kissinger, el coronel Alexander Haig, quien afirma que el asunto es «de las más graves y serias consecuencias para nuestra seguridad nacional.» Nixon y Kissinger habían ordenado al FBI que iniciara una investigación de filtraciones y escuchas telefónicas casi inmediatamente después de que el New York Times publicara la historia de los bombardeos secretos sobre Camboya.
FBI, J. Edgar Hoover, Informe de escuchas telefónicas al presidente Nixon, TOP SECRET 11 de mayo de 1970
11 de mayo de 1970
Fuente: Solicitud de desclasificación de la Biblioteca Presidencial Richard Nixon
En uno de los informes enviados al presidente Nixon sobre las personas objeto de escuchas telefónicas por parte de la oficina de Kissinger, el director del FBI, J. Edgar Hoover, comparte información sobre tres de ellas: Harry Brandon, periodista del London Sunday Times; Morton Halperin, antiguo ayudante de Kissinger, y William Sullivan, funcionario del Departamento de Estado, a quien se escucha hablando con el antiguo embajador W. Averell Harriman. Las escuchas telefónicas captan conversaciones inocuas de la esposa de Brandon sobre la oposición a las políticas de Kissinger en Vietnam entre sus antiguos colegas de Harvard, y los planes de Halperin de dimitir discretamente del personal de la Casa Blanca, donde ha sido consultor a tiempo parcial desde que dejó de ser uno de los principales especialistas del NSC de Kissinger. La intervención telefónica de Sullivan revela que el embajador Harriman planea organizar en su casa una reunión de funcionarios del Departamento de Estado que han firmado una carta de protesta contra el bombardeo secreto de Camboya. Posteriormente, el FBI utiliza esta información para vigilar físicamente la reunión en casa de Harriman, un hecho que sale a la luz en las audiencias del Congreso sobre el escándalo de las escuchas telefónicas cuatro años más tarde.
Casa Blanca, Telcon, «The President/Mr. Kissinger 7:00pm., June 1, 1973” (Discusión sobre el escándalo de las escuchas telefónicas).
1 de junio de 1973
Fuente: DNSA, Proyecto de materiales presidenciales de Nixon, Conversaciones telefónicas de Henry A. Kissinger
Después de que el escándalo de las escuchas telefónicas saltó a los medios de comunicación, Nixon ordena la elaboración de un informe sobre las escuchas realizadas por administraciones anteriores. El presidente llama enfadado a Kissinger para decirle: «Dejémonos de tonterías. Bobby Kennedy fue el mejor espía». También acusa al exfiscal general de pinchar los teléfonos de 300 personas en 1963, y le dice a Kissinger que va a publicar los nombres de quienes habrían estado bajo vigilancia de Kennedy. «Y que sepan esos imbéciles que se van a enterar de esto, Henry». Kissinger responde: «Creo que deberías hacerlo». «Ellos empezaron», agrega Nixon. «Quieren tener una buena pelea; la van a tener, Henry, entiéndelo».
Casa Blanca, Telcon, «Attorney General Levi/Secretary Kissinger, March 13, 1976, Time: 4:13 p.m” (conversación sobre la demanda de Halperin sobre escuchas ilegales)
13 de marzo de 1976
Fuente: DNSA, Proyecto de materiales presidenciales de Nixon, Conversaciones telefónicas de Henry A. Kissinger
En una de varias conversaciones con el fiscal general, Edward Levi, Kissinger se queja del modo en que el Departamento de Justicia está llevando la demanda de Halperin contra él. Los abogados de Halperin dicen a la prensa que hay «incoherencias» entre su historia y otros testimonios en el caso (testigos como Alexander Haig declaran que Kissinger proporcionó al FBI los nombres de personas que debían ser puestas bajo vigilancia como posibles filtradores). Kissinger se queja de que la demanda está socavando su capacidad para trabajar. «Ahora mismo el secretario de Estado está siendo acusado de mentir, de perjurio, (y) se están publicando conflictos en los diarios», le dice al fiscal general. «El otro día un alto funcionario de la Embajada rusa me preguntó si se estaba perjudicando mi eficacia». Kissinger añade: «Mi filosofía es que, en caso de duda, hay que atacar».
Chile es posiblemente el talón de Aquiles del legado de Kissinger. El registro histórico desclasificado no deja lugar a dudas de que Kissinger fue el principal arquitecto de los esfuerzos estadounidenses para desestabilizar el gobierno democráticamente electo de Salvador Allende.
Los documentos de la CIA revelan que, en las semanas previas a la toma de posesión de Allende, Kissinger supervisó operaciones encubiertas -codificadas FUBELT- para fomentar un golpe militar que condujo directamente al asesinato del comandante en jefe del Ejército de Chile, el general René Schneider.
Tras el fracaso de la conspiración golpista inicial, Kissinger convenció personalmente a Nixon para que rechazara la postura del Departamento de Estado de que Washington podía establecer un modus vivendi con el gobierno chileno, y autorizara una intervención clandestina para «intensificar los problemas de Allende de modo que, como mínimo, fracasara o se viera obligado a limitar sus objetivos, y, como máximo, pudiera crear condiciones en las que el colapso o el derrocamiento fueran factibles».
Estados Unidos «creó las condiciones en la medida de lo posible» para el derrocamiento de Allende, informó Kissinger a Nixon sólo unos días después del 11 de septiembre de 1973. «En la época de Eisenhower, seríamos héroes», añadió.
Los documentos demuestran que Kissinger no solo diseñó la política estadounidense para impedir que Allende consolidara su gobierno electo: una vez que las fuerzas del general Augusto Pinochet tomaron violentamente el poder, también reconfiguró la política estadounidense para ayudar a la instalación de una brutal dictadura militar.
«Creo que debemos entender nuestra política: por desagradable que sea su actuación (la de Pinochet), este gobierno es mejor para nosotros de lo que fue Allende», dijo a sus ayudantes cuando le informaron sobre las atroces violaciones a los derechos humanos que sucedieron al golpe de Estado. En una reunión privada en junio de 1976 con Pinochet en Santiago, Kissinger le dijo al dictador chileno: «Mi evaluación es que usted es una víctima de todos los grupos de izquierda del mundo y que su mayor pecado fue que derrocó a un gobierno que se estaba volviendo comunista».
«Queremos ayudarle, no socavarle», afirmó Kissinger al general, desoyendo el consejo de su propio embajador de transmitir a Pinochet un mensaje directo y duro sobre los derechos humanos. «Usted hizo un gran servicio a Occidente al derrocar a Allende», agregó.
Casa Blanca, Telcon, Conversación sobre el bloqueo a Allende entre el Consejero de Seguridad Nacional Henry Kissinger y el Secretario de Estado William Rogers, 12 de septiembre de 1970.
Fuente: DNSA
Solo unos días después de la elección de Salvador Allende, Kissinger habla con el secretario de Estado William Rogers sobre los planes para bloquear su toma de posesión. Rogers accede a regañadientes a que la CIA «fomente un resultado diferente» en Chile, pero advierte que debe hacerse con discreción para que no se descubra la intervención estadounidense contra un gobierno elegido democráticamente. Kissinger le dice firmemente a Rogers que «la opinión del presidente es hacer lo máximo posible para impedir una toma de poder de Allende, pero a través de fuentes chilenas y con bajo perfil». (Nota: esta página del telcon se ha fechado erróneamente como 14 de septiembre; la página 1 deja claro que la conversación tuvo lugar el 12 de septiembre de 1970).
NSC, Memorándum, «Reunión del Comité Chile-40, lunes – 14 de septiembre», SECRETO, 14 de septiembre de 1970
14 de septiembre de 1970
Fuente: Proyecto de desclasificación de Chile de la Administración Clinton
En un memorando para preparar a Henry Kissinger para una reunión del Comité 40, que abordaría las opciones encubiertas para bloquear la toma de posesión de Salvador Allende en Chile, su principal adjunto para América Latina, Viron Vaky, aprovecha la oportunidad para advertir sobre los costos que conllevaría esta operación. Además de argumentar que mancharía la reputación de Estados Unidos en el extranjero, esboza un audaz argumento moral: «Lo que proponemos es patentemente una violación de nuestros propios principios políticos». Durante los próximos días, semanas y meses, Kissinger presidirá las 40 reuniones del Comité que determinarán y supervisarán las operaciones encubiertas para socavar la presidencia de Allende.
CIA, Notas de Helms, «Reunión con el Presidente sobre Chile a las 15:25 del 15 de septiembre de 1970, Presentes: John Mitchell + Henry Kissinger,» 15 de septiembre de 1970
15 de septiembre de 1970
Fuente: Comisión del Senado para estudiar las operaciones encubiertas del gobierno en Chile, 1963-1973
El 15 de septiembre de 1970, Kissinger participa en una reunión de quince minutos en el Despacho Oval con el presidente Nixon y el director de la CIA Richard Helms sobre Chile. Las notas tomadas por el director de la CIA registran las órdenes de Nixon a la CIA de «hacer chillar la economía» e impedir que Salvador Allende sea investido presidente de Chile. Nixon ordena a Helms que elabore un «plan de juego» en 48 horas que luego comparte con Kissinger, quien se convierte en el supervisor de facto de los esfuerzos iniciales de la CIA para fomentar un golpe militar antes de la toma de posesión.
CIA, Memorándum de conversación, «Dr. Kissinger, Sr. Karamessines, Gen. Haig en la Casa Blanca-15 de octubre de 1970», SECRETO, 15 de octubre de 1970
15 de octubre de 1970
Fuente: Comisión del Senado para estudiar las operaciones encubiertas del gobierno en Chile, 1963-1973
Este memorando de conversación resume una reunión entre Henry Kissinger, su adjunto, Alexander Haig, y Thomas Karamessines, de la CIA, para evaluar la situación del plan golpista en Chile. El conspirador clave que está recibiendo apoyo de la CIA, el general retirado Roberto Viaux, «no tenía más de una posibilidad entre veinte -quizás menos- de realizar un golpe con éxito», informa Karamessines. Después de que Kissinger enumera las consecuencias negativas de un golpe fallido, deciden enviar un mensaje a Viaux advirtiéndole que no tome medidas precipitadas y aconsejándole que ya «Llegará el momento en que usted con todos sus otros amigos pueda hacer algo. Seguirás contando con nuestro apoyo». El Dr. Kissinger da instrucciones a Karamessines para que la CIA «continúe manteniendo la presión sobre todos los puntos débiles de Allende que tenga a la vista: ahora, después del 24 de octubre, después del 5 de noviembre y en el futuro…». Un informe de la CIA enviado por cable a Santiago inmediatamente después de la reunión con Kissinger afirma que «es política firme y continua que Allende sea derrocado por un golpe de Estado.»
Tribunal de Columbia (Estados Unidos), Demanda Civil, René Schneider et al, v. Henry Alfred Kissinger y los Estados Unidos de América. «Primera queja enmendada por ejecución sumaria, tortura, trato cruel, inhumano o degradante, detención arbitraria, Asalto y agresión, negligencia, infligir intencionalmente angustia emocional, muerte por negligencia», 12 de noviembre de 2002
12 de noviembre de 2002
Fuente: Tribunal de Columbia (Estados Unidos)
La operación encubierta de la CIA que Kissinger supervisó para fomentar un golpe de Estado antes de la toma de posesión de Allende condujo directamente al asesinato del comandante en jefe del Ejército chileno pro Constitución, el general René Schneider. El 10 de septiembre de 2001, los hijos del general Schneider, Raúl y René Schneider, presentaron una demanda civil contra Henry Kissinger y el gobierno de Estados Unidos por la «muerte injusta» de su padre. Esta demanda, modificada en noviembre de 2002, citaba el expediente desclasificado de EE.UU. como prueba de responsabilidad en el caso. La acción judicial señaló que «Documentos recientemente desclasificados del gobierno de EE.UU. e informes del Congreso han proporcionado a los demandantes la información necesaria para interponer esta demanda. Los documentos demuestran que la ayuda práctica a sabiendas y el estímulo proporcionado por Estados Unidos, además de los actos oficiales de Henry Kissinger, dieron lugar a la ejecución sumaria, tortura, trato cruel, inhumano y degradante, detención arbitraria, agresión con lesiones, negligencia, imposición intencionada de angustia emocional y muerte por negligencia del general Schneider». Finalmente, la demanda civil fue desestimada: los jueces dictaminaron que Kissinger gozaba de inmunidad por las acciones que llevó a cabo como asesor de seguridad nacional del Presidente.
Casa Blanca, Kissinger, Memorándum para el Presidente, «Asunto: NSC Meeting, November 6-Chile,» SECRET, 5 de noviembre de 1970
5 de noviembre de 1970
Fuente: Peter Kornbluh, Pinochet desclasificado: Los archivos secretos de Estados Unidos sobre Chile, (The New Press, 2013) pp. 121-128.
Luego de que la CIA fracasara al fomentar un golpe de Estado que impidiera la toma de posesión de Allende, la Casa Blanca de Nixon programa una reunión del NSC el 5 de noviembre para determinar la política de EE.UU hacia el gobierno chileno. Sin embargo, Kissinger pide que la reunión se posponga un día para presionar a Nixon para que rechace la postura del Departamento de Estado, quien busca que Washington establezca un modus vivendi con Allende. En su lugar, Kissinger argumenta que Nixon debería «tomar la decisión de que nos opondremos a Allende con toda la firmeza que podamos y haremos todo lo posible para impedir que se consolide en el poder», como escribe en este memorándum fundamental, en el que explica por qué no se debe permitir que triunfe el primer gobierno marxista elegido democráticamente en el mundo. «La elección de Allende como Presidente de Chile nos plantea uno de los retos más serios jamás afrontados en este hemisferio», afirma Kissinger en su frase inicial, subrayándola para darle efecto. «Su decisión sobre qué hacer al respecto puede ser la más histórica y difícil decisión de asuntos exteriores que tendrá que tomar este año», aconseja dramáticamente a Nixon, «pues lo que ocurra en Chile en los próximos seis a doce meses tendrá ramificaciones que irán mucho más allá de las relaciones entre Estados Unidos y Chile”.
NSC, Telcon, Discusión de Kissinger con Nixon sobre el golpe en Chile, 16 de septiembre de 1973
16 de septiembre de 1973
Fuente: DNSA
En su primera conversación sustantiva tras el golpe militar en Chile, Kissinger y Nixon discuten el papel de Estados Unidos en el derrocamiento de Allende y la reacción adversa de los medios de comunicación. Cuando Nixon pregunta si se nota la «mano» de EE.UU. en el golpe, Kissinger admite que «les ayudamos» y que «(referencia suprimida) creamos las mejores condiciones posibles». Los dos se compadecen en lo que Kissinger llama la «balante» prensa liberal. En la época de Eisenhower, afirma, «seríamos héroes». Nixon le asegura que la gente apreciará lo que hicieron: «permítanme decirles que no se van a tragar esta basura de los liberales en este caso».
Departamento de Estado, Memorándum de Conversación, «Relaciones EE.UU.-Chile», (conversación de Kissinger con Pinochet), SECRETO, 8 de junio de 1976
8 de junio de 1976
Fuente: National Security Archive, colección Relaciones EE.UU.-Chile
Kissinger se reúne en privado con el general Augusto Pinochet en Santiago, donde aterrizó para asistir a una reunión de la Organización de Estados Americanos (OEA). Pese a que sus ayudantes le informan de que las violaciones de los derechos humanos del régimen han convertido a Chile en «un símbolo de la tiranía de derechas», y le aconsejan que presione a Pinochet al respecto, Kissinger adopta una actitud decididamente solícita. «Mi evaluación es que usted es una víctima de todos los grupos de izquierda del mundo y que su mayor pecado fue haber derrocado a un gobierno que se estaba volviendo comunista», le dice a Pinochet, evitando cualquier presión sobre los derechos humanos o el retorno a un régimen civil. «Queremos ayudarte, no socavarte».
NSC, Telcon, Conversación entre Kissinger y el Subsecretario de Estado para América Latina, William D. Rogers, 16 de junio de 1976
16 de junio de 1976
Fuente: DNSA
Tras su visita a Chile y su reunión con Pinochet, Kissinger leyó un artículo en el Washington Post en el que se informaba de las declaraciones de Robert White, miembro de la delegación del Departamento de Estado en la conferencia de la OEA (y posteriormente embajador de Estados Unidos en El Salvador). White criticó al régimen de Pinochet por rechazar el informe de la OEA sobre las continuas violaciones de los derechos humanos en Chile. Sin que White lo supiera, solo unos días antes, Kissinger había dicho en privado a Pinochet que «queremos ayudarte, no socavarte». Ahora, Kissinger está enfadado porque un funcionario estadounidense haya cuestionado públicamente a Pinochet por su historial de derechos humanos. «Esta no es una institución que vaya a humillar a los chilenos», afirma. «Es un maldito ultraje». Kissinger le dice a Rogers, el máximo responsable del Departamento de Estado para América Latina, que deberían despedir a White.
El abrazo de Kissinger al régimen de Pinochet y su nula preocupación por las atrocidades que cometía la dictadura chilena, contribuyeron a un amplio movimiento público para instalar los derechos humanos como prioridad en la política exterior estadounidense. A medida que el Congreso empezó a aprobar leyes que restringían la ayuda estadounidense a los regímenes que violaban los derechos humanos, el desprecio de Kissinger por la cuestión de los derechos humanos fue en aumento. Su disposición a avalar, apoyar y aceptar el derramamiento masivo de sangre, la tortura y la desaparición por parte de regímenes militares aliados anticomunistas, se refleja en diversos documentos desclasificados.
Departamento de Estado, Telcon. Conversación de Kissinger con el secretario adjunto, Harry Shlaudeman, sobre Argentina
30 de junio de 1976
Fuente: DNSA
En esta breve conversación, Henry Kissinger reprende a su ayudante tras enterarse de que la oficina para América Latina del Departamento de Estado ha emitido una demarche a la junta militar argentina por la escalada de las operaciones de los escuadrones de la muerte, las desapariciones y los informes de tortura tras el golpe de marzo de 1976. La demarche fue recomendada por el embajador Robert Hill y transmitida por él al ministro de Asuntos Exteriores Guzzetti el 27 de mayo. Un mensaje similar fue entregado al embajador argentino en Washington, D.C., por uno de los adjuntos de Shlaudeman, Hewson Ryan. Sin embargo, la demarche parece contradecir un mensaje que Kissinger había dado personalmente a Guzzetti durante una reunión privada en Santiago el 10 de junio: actuar «lo más rápidamente posible» para reprimir a las fuerzas de izquierda en Argentina. Ahora Kissinger exige saber «en qué sentido es compatible (la demarche) con mi política». Le dice a Shlaudeman: «Quiero saber quién hizo esto y considerar su traslado».
Departamento de Estado, memorándum de conversación, «Secretary’s Meeting with Argentine Foreign Minister Guzzetti”, SECRETO.
7 de octubre de 1976
Fuente: Petición de acceso a la información emitida por el National Security Archive, publicada en noviembre de 2003
Como continuación de una reunión que mantuvieron en Santiago, el secretario de Estado, Henry Kissinger, y el ministro de Asuntos Exteriores argentino, César Guzzetti, se reúnen de nuevo en el hotel Waldorf Astoria de Nueva York y discuten la campaña represiva del régimen militar argentino para borrar a la izquierda. Kissinger ofrece el apoyo de Estados Unidos: «Mire, nuestra postura básica es que nos gustaría que tuviera éxito. Soy de la opinión anticuada de que hay que apoyar a los amigos. Lo que no se entiende en Estados Unidos es que ustedes tienen una guerra civil. Leemos sobre los problemas de derechos humanos, pero no sobre el contexto. Cuanto antes tengan éxito, mejor».
Departamento de Estado, memorándum, “Foreign Minister Guzzetti Euphoric over visit to United States”.
19 de octubre de 1976
Fuente: Departamento de Estado de Estados Unidos, Proyecto de desclasificación de Argentina (1975-1984), 20 de agosto de 2002. Transcripción
El Embajador de los Estados Unidos, Robert Hill, envía un reclamo a Henry Kissinger por no haber dado al ministro de Relaciones Exteriores de Argentina, César Guzzetti, una fuerte desaprobación de Washington por sus violaciones a los derechos humanos. «Los comentarios de Guzzetti tanto a mí como a la prensa argentina desde su regreso no son los de un hombre que se haya impresionado con la gravedad del problema de los derechos humanos visto desde Estados Unidos». El embajador Hill informa. «Tanto personalmente como en los relatos de prensa sobre su viaje, la reacción de Guzzetti indica pocas razones para preocuparse por la cuestión de los derechos humanos. Guzzetti viajó a EE.UU. con la esperanza de escuchar alguna advertencia firme y directa sobre las prácticas de su gobierno en materia de derechos humanos. En lugar de eso, ha regresado en un estado de júbilo. Convencido de que no hay ningún problema real con el gobierno de EE.UU. sobre este asunto». Hill concluye que «mientras dure esa convicción, será poco realista y poco creíble que esta embajada insista ante el GOA sobre las violaciones de los derechos humanos».
La resistencia de Kissinger a presionar a los regímenes militares del Cono Sur en materia de derechos humanos se extendió a las operaciones internacionales de asesinato, conocidas como Operación Cóndor.
A principios de agosto de 1976, Kissinger fue informado sobre los planes, en el marco de Cóndor, de «encontrar y matar terroristas … en sus propios países y en Europa». Sus ayudantes le convencieron para que autorizara una demarche que se entregaría al general Pinochet en Chile, al general Videla en Argentina y a los oficiales de la junta en Uruguay, los tres estados Cóndor más implicados en las operaciones de asesinato transnacional.
Pero, cuando los embajadores estadounidenses en Chile y Uruguay plantearon objeciones a la entrega de la demarche, Kissinger simplemente la anuló, ordenando que «no se tomaran más medidas al respecto.»
Cinco días más tarde, el atentado terrorista más infame de Cóndor tuvo lugar en el centro de Washington, D.C., cuando un coche bomba colocado por agentes de Pinochet mató al exembajador chileno Orlando Letelier y a su joven colega, Ronni Moffitt.
Departamento de Estado, Memorándum de Acción para Kissinger, «Operación Cóndor», SECRETO, 30 de agosto de 1976
30 de agosto de 1976
Fuente: National Security Archive a través de una solicitud de acceso a información pública (FOIA)
En su memorándum a Kissinger fechado el 30 de agosto de 1976, el secretario adjunto para Asuntos Interamericanos, Harry Shlaudeman, le asesora sobre la posición de Estados Unidos respecto a los complots enmarcados bajo la Operación Cóndor: «Lo que estamos tratando de evitar es una serie de asesinatos internacionales que podrían dañar seriamente el estatus internacional y la reputación de los países involucrados». El memorándum de Shlaudeman solicita la aprobación de Kissinger para ordenar al embajador de Estados Unidos en Uruguay, Ernest Siracusa, que proceda a reunirse con altos funcionarios en Montevideo y presente el plan Cóndor.
Departamento de Estado, Cable, «Medidas adoptadas», CONFIDENCIAL, 16 de septiembre de 1976
16 de septiembre de 1976
Fuente: sitio web FOIA del Departamento de Estado
En este cable, enviado desde Lusaka (Zambia), donde Kissinger se encontraba de viaje, el secretario de Estado se niega a autorizar el envío de un telegrama al embajador de Estados Unidos en Uruguay, Ernest Siracusa, dándole instrucciones para que proceda con la demarche Cóndor. Kissinger amplía entonces sus instrucciones para cubrir la entrega de la demarche en Chile, Argentina y Uruguay: «El Secretario ha dado instrucciones para que no se tomen más medidas al respecto». Estas instrucciones ponen fin a la iniciativa del Departamento de Estado de advertir a los regímenes militares vinculados Cóndor de que no procedan con operaciones internacionales de asesinato, ya que la demarche aún no se ha llevado a cabo en Chile ni en Argentina. Cinco días después, el exembajador chileno Orlando Letelier y su colega, Ronni Moffitt, son asesinados por un coche bomba en Washington, D.C., colocado por agentes de la inteligencia secreta chilena.
La indiferencia de Kissinger hacia los derechos humanos se extendió a lo que el jefe del consulado estadounidense en Dhaka (Bangladesh), Archer Blood, calificó de «genocidio» en Pakistán Oriental, cometido por el dictador militar pakistaní, el general Agha Muhammad Yahya Khan (Yahya). Las estimaciones de asesinatos en masa llegan hasta los tres millones de civiles en Pakistán Oriental en la primavera de 1971. Las políticas de Nixon y Kissinger apoyaron tácitamente a Yahya, que desempeñó un papel secreto en los esfuerzos para negociar una apertura con China. El analista de archivos Sajit Gandhi creó un amplio dossier, llamado «The Tilt and the South Asian Crisis of 1971«, que contiene docenas de documentos que recogen informes sobre el genocidio y las políticas de Nixon y Kissinger. El famoso «Telegrama de sangre» y un ejemplo de las posiciones de Nixon y Kissinger se encuentran a continuación:
Cable del Departamento de Estado, Consulado de EE.UU. (Dakha), «Dissent from U.S. Policy Toward East Pakistan«, CONFIDENCIAL.
6 de abril de 1971
Fuente: NARA, RG 59, SN 70-73 Pol y Def. Desde: Pol Pak-U.S., hasta: Pol 17-1 Pak-U.S. Archivo 2535.
En uno de los primeros «Dissent Cables» (cables de disidencia), el cónsul general, Archer Blood, denuncia la posición que tomó EE. UU respecto de la crisis en el sur de Asia. La transmisión sugiere que Estados Unidos está «haciendo todo lo posible para aplacar al gobierno dominado por Pakistán Occidental (sic) y para disminuir el probable y merecidamente impacto negativo de las relaciones internacionales contra ellos». El cable continúa cuestionando la moralidad de Estados Unidos en un momento en el que «desgraciadamente, el término genocidio es aplicable».
Casa Blanca, Memorándum para el presidente, “Policy Options Toward Pakistan”, SECRETO.
28 de abril de 1971
Fuente: NARA, Proyecto de materiales presidenciales de Richard Nixon (NPMP), Archivos del NSC, Archivo de países: Medio Oriente, caja 625.
Kissinger presenta a Nixon las distintas posiciones que puede adoptar EE. UU respecto de la crisis de Pakistán Oriental. Tanto Nixon como Kissinger piensan que la tercera opción es la mejor, como escribe Kissinger, porque «tendría la ventaja de aprovechar al máximo la relación con Yahya, al tiempo que se comprometería en un esfuerzo serio para llevar la situación hacia condiciones menos perjudiciales para los intereses de EE.UU. y Pakistán». Al final de la última página, Nixon escribe: «A todos: no aprieten a Yahya en este momento”.
El apoyo de EE. UU a la represiva dictadura indonesia del general Suharto, y a la invasión asesina de Timor Oriental por parte de su régimen en diciembre de 1975, es otro ejemplo documentado sobre la indiferencia de Kissinger ante las violaciones de los derechos humanos y la soberanía nacional.
Los archivos desclasificados obtenidos por el National Security Archive registran algo más que «una inclinación» hacia la agresión de Suharto: revelan una clara luz verde del más alto nivel del gobierno estadounidense, dada al general solo horas antes de que las tropas indonesias lanzaran una incursión y ocupación que costó entre 100.000 y 180.000 vidas timorenses. Un informe de la Comisión de la Verdad de Timor Oriental, concluido años después, afirmaba que «el apoyo político y militar de Estados Unidos fue fundamental para la invasión y ocupación indonesias«.
Departamento de Estado, Embajada de Jakarta (Indonesia), Telegrama (discusión entre Ford-Kissinger-Suharto). SECRETO
6 de diciembre de 1975
Fuente: Biblioteca de Gerald R. Ford Library, Archivo paralelo temporal Kissinger-Scowcroft, Caja A3, Archivo de país, Lejano Oriente-Indonesia, Telegramas del Departamento de Estado 4/1/75-9/22/76.
En vísperas de la invasión a gran escala de Timor Oriental por parte de Indonesia, Kissinger acompaña al presidente Ford a Jakarta para reunirse con el general Suharto. La reunión se centra en una cooperación más amplia entre Estados Unidos e Indonesia en materia de seguridad. En medio de una discusión sobre los movimientos guerrilleros en Tailandia y Malasia, Suharto plantea la cuestión de Timor Oriental y sus planes de emprender «acciones rápidas o drásticas» contra la antigua colonia de Portugal, recientemente independizada. En este memorándum de conversación, consta que tanto Ford como Kissinger apoyan la invasión. «Comprenderemos y no le presionaremos sobre la cuestión. Entendemos el problema y las intenciones que tiene», responde Ford. Kissinger subraya que «el uso de armas de fabricación estadounidense podría crear problemas», pero luego añade: «Depende de cómo lo interpretemos; si es en defensa propia o es una operación extranjera». En cualquier caso, Kissinger afirma: «Es importante que todo lo que se haga tenga éxito rápidamente». Suharto despliega sus tropas en Timor Oriental al día siguiente, con el beneplácito de la Casa Blanca de Ford.
A mediados de 1974, Kissinger inició prolongadas conversaciones diplomáticas históricas y secretas para normalizar las relaciones con Cuba, que incluyeron reuniones furtivas entre emisarios estadounidenses y cubanos en el aeropuerto de La Guardia y una sesión negociadora sin precedentes de tres horas en el Hotel Pierre de cinco estrellas de Nueva York. En su momento, esta diplomacia secreta fue el esfuerzo más significativo y prometedor para lograr una distensión caribeña y poner fin a lo que Kissinger denominó «la hostilidad perpetua» en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba.
Sin embargo, esta iniciativa diplomática se vino abajo cuando Fidel Castro envió tropas cubanas para apoyar la lucha anticolonial en Angola en otoño de 1975. En reuniones en el Despacho Oval con el presidente Ford, Kissinger se refirió airadamente al líder cubano como un «mequetrefe» cuyo audaz despliegue de fuerzas militares en el continente africano amenazaba las estrategias geopolíticas de Estados Unidos en el Tercer Mundo. Preocupado por la posibilidad de que Castro ampliara su incursión militar más allá de Angola, Kissinger aconsejó a Ford que tendrían que «quebrar a los cubanos». «Si avanzan hacia Namibia o Rodesia, yo estaría a favor de darles una paliza», le dijo Kissinger al presidente.
En la reunión del 24 de marzo de 1976, con un equipo de élite de seguridad nacional conocido como el Grupo de Acciones Especiales de Washington, Kissinger amplió el escenario dominó: «Si los cubanos destruyen Rodesia, Namibia será la siguiente y después vendrá Sudáfrica», argumentó. Permitir a los «cubanos como tropas de choque de la revolución» en África, sostuvo, era inaceptable y podría causar tensiones raciales en el «Caribe, con los cubanos apelando a las minorías descontentas y podría extenderse a Sudamérica e incluso a nuestro propio país».
Además, Kissinger temía que se considerara como una debilidad estadounidense la falta de una respuesta nacional al ejercicio global del poder militar de una pequeña nación caribeña. «Si en el extranjero existe la percepción de que estamos tan debilitados por nuestro debate interno (sobre Vietnam) que parece que no podemos hacer nada contra un país de ocho millones de habitantes, entonces en tres o cuatro años vamos a tener una verdadera crisis», dijo.
Los documentos de planificación de la guerra –obtenidos por el analista principal del National Security Archive, Peter Kornbluh, a través de una solicitud de desclasificación a la Biblioteca Presidencial Gerald Ford–, revelaron que Kissinger ordenó al Grupo de Acciones Especiales de Washington redactar opciones de contingencia que iban desde sanciones económicas y políticas hasta actos de guerra, como minar los puertos de Cuba, una cuarentena naval y ataques aéreos estratégicos «para destruir objetivos militares cubanos».
«Si decidimos utilizar el poder militar, debe tener éxito. No debe haber medias tintas», instruyó Kissinger al general George Brown, del Estado Mayor Conjunto. Sin embargo, los planificadores de contingencias advirtieron a Kissinger que cualquier acto de agresión podría desencadenar un enfrentamiento entre superpotencias. A diferencia de la crisis de los misiles de 1962, decía un documento de planificación, «una nueva crisis cubana no conduciría necesariamente a una retirada soviética».
DOS, Kissinger Aide-Memory to Cuba
11 de enero de 1975
Fuente: National Security Archive, colección Diálogo con Cuba
Este mensaje conciliador, aprobado por Kissinger, fue entregado a la contraparte en la primera reunión furtiva entre representantes estadounidenses y cubanos en enero de 1975, que tuvo lugar en una cafetería del aeropuerto de La Guardia. «Nos reunimos aquí para explorar las posibilidades de una relación más normal entre nuestros dos países», comienza. El objetivo es «determinar si existe la misma disposición de ambas partes para resolver las diferencias que existen entre nosotros». Aunque las diferencias ideológicas son amplias, Kissinger expresa su esperanza de que dichas conversaciones «sean útiles para abordar cuestiones concretas que a ambos países les interese resolver». Como gesto hacia los cubanos, EE.UU. permitirá a los diplomáticos de la isla (acreditados ante la ONU) viajar de Nueva York a Washington, y podría conceder visas adicionales a los cubanos para reuniones culturales, científicas y educativas. Para Kissinger, «no sirve de nada intentar embargar ideas».
Dos, Memorándum de conversación “Cuba Policy: Tactics Before And After San José”
9 de junio de 1975
Fuente: National Security Archive, colección Diálogo con Cuba
En 1975, cuando se avecinaba una votación en la OEA para poner fin a las sanciones comerciales multilaterales contra Cuba, Kissinger instruye a sus principales ayudantes que organicen otra sesión de negociación para normalizar las relaciones con la isla. «Es mejor tratar directamente con Castro», les dice. «Compórtese caballerosamente; hágalo como un tipo grande, no como un buscapleitos. Háganselo saber: vamos en una nueva dirección; nos gustaría sincronizarnos… los pasos serán unilaterales; la reciprocidad es necesaria». Este esfuerzo desemboca en el primer conjunto serio de negociaciones para normalizar las relaciones desde la revolución cubana, celebradas en secreto un mes después en el Hotel Pierre de Nueva York entre Kissinger y los principales ayudantes de Castro.
Casa Blanca, Memorándum de conversación entre el presidente Ford y Kissinger
25 de febrero de 1976
Fuente: National Security Archive, colección Diálogo con Cuba
Luego de que Castro enviara tropas cubanas a Angola, Kissinger renuncia a proseguir las gestiones para normalizar las relaciones con el país caribeño. Durante una conversación con el presidente Ford en el Despacho Oval, Kissinger menciona la incursión militar de Cuba en Angola, insinuando que las naciones latinoamericanas están preocupadas por una «guerra racial» debido a los esfuerzos de Cuba en África. «Creo que vamos a tener que aplastar a Castro. Probablemente no podamos hacerlo antes de las elecciones». El presidente responde: «Estoy de acuerdo».
Casa Blanca, Memorándum de conversación entre el presidente Ford y Kissinger
15 de marzo de 1976
Fuente: National Security Archive, colección Diálogo con Cuba
En otra conversación en el Despacho Oval, Kissinger expresa su preocupación por la posibilidad de que Fidel Castro despliegue tropas en otros lugares de África. «Creo que tarde o temprano tenemos que quebrar a los cubanos… tenemos que humillarlos». Continúa argumentando que «si se trasladan a Namibia o Rodesia, estaría a favor de darles una paliza. Eso crearía furor… pero tendríamos que exigirles que se fueran de África». Cuando el presidente Ford pregunta, «¿y si no lo hacen?» Kissinger responde: «Creo que podríamos bloquear».
Departamento de Estado, minuta de reuniones, Grupo de Acciones Especiales de Washington
24 de marzo de 1976
Fuente: National Security Archive, colección Diálogo con Cuba
El 24 de marzo de 1976, Kissinger convoca al Grupo de Acciones Especiales de Washington -un pequeño equipo de élite de funcionarios de seguridad nacional- para discutir las opciones y capacidades de actuar contra Cuba. «Queremos empezar a planificar en los campos político, económico y militar qué podemos hacer si queremos movernos contra Cuba», explica. «En el campo militar hay una invasión o un bloqueo» como opciones, añade. Además, comparte su teoría del dominó sobre la implicación militar cubana en la región africana: «Si los cubanos destruyen Rodesia, luego sigue Namibia y después Sudáfrica. Podría llevar sólo cinco años». Al abordar las opciones bélicas, afirma: «Si decidimos utilizar el poder militar, debe tener éxito. No debe haber medias tintas: no obtendremos ninguna recompensa por usar el poder militar con moderación». Kissinger ordena al grupo que elabore en secreto planes de represalia si las tropas cubanas van más allá de Angola.
WSAG, Cuban Contingency Plan Summary, SECRETO
1 de abril de 1976
Fuente: National Security Archive, colección Diálogo con Cuba
Este documento es un resumen de la encuesta de Contingencia Cubana que considera las posibles respuestas diplomáticas, económicas y militares que podría tomar EE. UU frente a la intervención cubana y de la URSS «al estilo Angola». Entre las opciones, se encuentra la posibilidad de ejecutar «acciones militares en una escala graduada que implicarían hostilidades y se considerarían actos de guerra.»
En 2001, el National Security Archive redactó una demanda dirigida al Departamento de Estado y a los Archivos Nacionales por abdicar a su deber, en virtud de la Ley Federal de Registros, de recuperar los documentos «telcon» de Kissinger, que se produjeron en tiempo y con recursos gubernamentales. «La mayoría, si no todas las transcripciones telefónicas, son registros de la agencia según la definición de la ley federal», afirmaba la demanda, «y el Sr. Kissinger no tenía autoridad para eliminarlos en virtud de los estatutos y reglamentos federales que los rigen».
Dos décadas antes, una iniciativa legal –de los periodistas que recurrían a las solicitudes de acceso a la información pública, FOIA– no había logrado obligar a Kissinger a devolver miles de páginas de transcripciones que sus secretarios habían elaborado escuchando y grabando sus llamadas telefónicas.
«El Sr. Kissinger», afirmaba el borrador de la demanda del National Security Archive, «que carece de autoridad legal para restringir el acceso a los registros de la agencia por parte de los funcionarios federales encargados de preservar dichos registros, sigue haciendo valer una discrecionalidad desenfrenada para controlar el acceso y mantener en secreto las transcripciones telefónicas».
El asesor jurídico del Departamento de Estado, William Howard Taft IV, se mostró de acuerdo con los argumentos jurídicos del National Security Archive y le pidió que pospusiera la presentación de su demanda. Luego, Taft notificó formalmente a Kissinger que debía devolver los documentos o copias completas de los mismos y envió un equipo de abogados para organizar la transferencia.
Cuando Kissinger devolvió finalmente los documentos en agosto de 2001 -casi 24 años después de que los hubiera confundido con documentos «personales» del gobierno estadounidense-, el National Security Archive presentó una solicitud FOIA para revisar esos telcons. Tras obtener más de 15.500 de estos registros en 2004, el medio ha publicado las conversaciones del exsecretario de Estado en la serie Digital National Security Archive a través de la editorial en línea ProQuest, y también las ha puesto a disposición del público general a través de múltiples publicaciones como ésta.
Los telcons registran las conversaciones de Kissinger con presidentes estadounidenses, varios directores de la CIA, otros miembros del gabinete, ministros de Asuntos Exteriores y diplomáticos, incluido el embajador soviético, Anatoly Dobrynin. También aparecen celebridades como Frank Sinatra.
Además, recogen sus numerosas conversaciones con periodistas que lo buscaban activamente como fuente de información, a los que Kissinger trataba de influenciar para obtener una cobertura de prensa ventajosa. Como colección de grabaciones, los telcons siguen siendo un tesoro único de la historia. Desde que los obtuvo, el National Security Archive se ha esforzado al máximo por llamar la atención internacional sobre estos documentos que registran las conversaciones, acciones y actitudes de Henry Kissinger.
National Security Archive, borrador de demanda, “National Security Archive v. The Archivist of the United States and The Secretary of State of the United States” 13 de febrero de 2001
Fuente: National Security Archive
En lugar de demandar a Henry Kissinger, a principios de 2001 el National Security Archive se dirigió a las dos agencias gubernamentales estadounidenses que «no iniciaron acciones, como exige la ley federal, para recuperar las transcripciones telefónicas» que guardaba el exsecretario de Estado. El borrador de la acción legal, redactado por la consejera general del medio, Kate Martin, y los consejeros pro-bono, Lee H. Rubin y Craig Isenberg, de Mayer, Brown, & Platt, resultó tan convincente, que los abogados del gobierno de EE.UU. actuaron sobre la base de sus argumentos para recuperar la posesión de los telcons de Kissinger antes de que se presentara. La demanda contiene una exposición de los hechos que revela cómo Kissinger almacenó las transcripciones en un conjunto de archivos «personales», eliminó registros oficiales de EE.UU., algunos de ellos claramente clasificados, y los utilizó selectivamente en beneficio propio, violando la normativa federal y en detrimento de la exactitud de la historia, durante más de dos décadas en que estuvieron en su poder.
Departamento de Estado, Telcon, “Ken Fried/HAK 4/29/1975 – 10:31 p.m.”, (Kissinger recibe la noticia de la caída de Saigón y el fin de la guerra de Vietnam).
29 de abril de 1975
Fuente: DNSA, proyecto de materiales presidenciales de Richard Nixon, conversaciones telefónicas de Henry A. Kissinger.
En una de las conversaciones más dramáticas grabadas por el sistema secreto de Kissinger, el secretario de Estado recibe una llamada del periodista Ken Fried, quien le informa que Saigón ha caído y que el general Duong Van Minh («Gran Minh») se ha rendido incondicionalmente al «VC» (Viet Cong), como se denominaba a las Fuerzas Armadas Populares de Liberación de Vietnam del Norte. «¿Es cierto?», pregunta Kissinger en un primer momento, antes de disimular que aún no se había enterado de la histórica noticia de que la guerra de Vietnam había terminado por fin y que Estados Unidos había perdido.
Departamento de Estado, Telcon, “Sec Kissinger/Ted Koppel, 7/9/76, 12:39 p.m.”
9 de julio de 1976
Fuente: DNSA, proyecto de materiales presidenciales de Richard Nixon, conversaciones telefónicas de Henry A. Kissinger.
En esta conversación telefónica, el periodista Ted Koppel conversa con Kissinger sobre las elecciones de noviembre de 1976 y sobre si Kissinger seguirá o no en el cargo. Koppel apuesta cinco dólares a que Ford perderá, pero Kissinger insiste en que «(Jimmy) Carter es derrotable». En un momento, Kissinger bromea diciendo que Carter, que aventaja al presidente Ford en las encuestas, podría mantenerle como secretario de Estado. Koppel le dice a Kissinger que va a tomarse un descanso del periodismo para escribir una novela política en la que el personaje central «se parece a usted, le encantará». El personaje ficticio parecido a Kissinger se llamará «Vanderburg».
Departamento de Estado, conversación telefónica de Kissinger con el embajador Anatoli Dobrynin.
9 de diciembre de 1975
Fuente: DNSA
Mientras Kissinger se prepara para partir a Moscú para las Conversaciones sobre Limitación de Armas Estratégicas (SALT), llama al embajador soviético Anatoly Dobrynin para tratar un tema difícil: la Señal de Moscú. Durante décadas, los soviéticos han estado transmitiendo haces de energía de microondas al edificio de la embajada estadounidense para, aparentemente, recargar los dispositivos de escucha colocados en las paredes. «Quizá podrías apagarlas hasta que yo llegue», dice Kissinger, intentando utilizar un poco de humor para impresionar a Dobrynin ante la gravedad de la situación. «Y luego podrías volver a encenderlo», responde el soviético. «Podrías someterme a un tratamiento de radiación», bromea Kissinger. «Entonces serás radiactivo», concluye Dobrynin. Preocupado por una filtración que pudiera causar un alboroto en las relaciones de EE.UU. con el Kremlin, Kissinger advierte al embajador de la URSS que «realmente estamos sentados aquí mientras demasiada gente lo sabe”.
Departamento de Estado, Telcon, “Rumsfield-Sec. Kissinger December 23, 1974, 9:35 am”, (conversación sobre el New York Times y su revelación sobre las operaciones internas de la CIA)
23 de diciembre de 1974
Fuente: DNSA, proyecto de materiales presidenciales de Richard Nixon, conversaciones telefónicas de Henry A. Kissinger.
Un día después de que Seymour Hersh publicara en primera página del New York Times un artículo en el que revelaba las operaciones internas de la CIA contra los movimientos estadounidenses que se oponían a la guerra de Vietnam, Kissinger llamó al jefe de gabinete de la Casa Blanca, Donald Rumsfeld, para informarle de las revelaciones. Kissinger se refiere a Hersh como un «hijo de puta», pero afirma que ni siquiera él conocía las actividades denunciadas en la prensa. La investigación de la CIA recopila una serie de operaciones de espionaje interno y otras actividades ilegales que pasan a conocerse como «las joyas de la familia«.
Departamento de Estado, Telcon, “Frank Sinatra/Secretary Kissinger January 16, 1976, 8:09 p.m.”, (conversación sobre los preparativos para una importante cena diplomática en Los Ángeles).
16 de enero de 1976
La amistad de Kissinger con Frank Sinatra se remontaba al primer mandato de Nixon, y reflejaba su famoso codeo con grandes celebridades. Sinatra llamó a Kissinger para hablar sobre los preparativos de una importante cena para el primer ministro israelí, Itzhak Rabin, que se iba a celebrar en el Beverly Hilton de Los Ángeles. Pero, la conversación empieza y termina con Sinatra bromeando sobre otro tema: «¿Quieres que te arregle lo de Angola?», pregunta el cantante. Dado que el Congreso de Estados Unidos prohíbe la intervención de la CIA en Angola, Kissinger responde que necesita algunos de los «ejecutores» de Sinatra para resolver el problema que enfrentaba en el país africano. Sinatra pide a Kissinger que hable en el acto de Rabin después de que toque la banda. Y antes de cortar, afirma: «traeré la fórmula para Angola».