La protección clave de las abejas nativas en Chile
28.08.2023
Hoy nuestra principal fuente de financiamiento son nuestros socios. ¡ÚNETE a la Comunidad +CIPER!
28.08.2023
Nuestro país muestra 450 especies de abejas nativas que no pueden encontrarse en ningún otro lugar del mundo. Su protección es fundamental tanto para la integridad de los ecosistemas nativos del planeta, como la seguridad alimentaria, economía y finalmente la sobrevivencia de nuestra especie, según detalla un investigador en entomología en esta columna para CIPER.
La siguiente columna sintetiza lo expuesto en una investigación sobre la biogeografía de las abejas nativas de Chile, liderada por el geógrafo León Marshall, y publicada en la revista de la Sociedad de Ecología de América: Ecosphere (Wiley): «Chilean bee diversity: Contrasting patterns of species and phylogenetic turnover along a large-scale ecological gradient».
Este año se han reportado las temperaturas más altas en el planeta desde que nuestra especie lleva registro de las variables climática. Vemos desencadenarse en todo el mundo graves emergencias socioambientales: incendios de vastas extensiones, derretimiento del hielo de los polos, tormentas e inundaciones, etc. Distintas plataformas intergubernamentales vienen advirtiendo de la grave crisis que está experimentando la biodiversidad de la Tierra. Es un declive relacionado con el cambio climático, pero también con el directo maltrato que ejerce nuestra especie hacia el resto de la naturaleza, a través de la destrucción y reemplazo de hábitat nativos y contaminación, producto de actividades económicas extractivistas y urbanización descontrolada, entre otros factores que comprometen la estabilidad de los ecosistemas terrestres.
Dentro de los grupos de animales en los cuales ha sido posible evidenciar bruscas caídas poblacionales se encuentran los insectos, cuya cantidad y diversidad muestra abruptas caídas en las últimas décadas, en muchos lugares del mundo. Especialmente preocupante es la caída en la abundancia y riqueza de insectos voladores, dentro de los que podemos encontrar a los principales polinizadores de plantas cultivables y silvestres, y de los cuales dependen tanto la integridad de los ecosistemas nativos del planeta, como la seguridad alimentaria, economía y finalmente la sobrevivencia de nuestra especie. Además de la popular abeja de miel, que es un animal domesticado, en el mundo existen más de 20.000 especies de abejas silvestres alojadas en siete grandes grupos. Dentro de cada una de estas familias hay cientos de tipos de abejas con distintos colores, formas, tamaños y gustos a la hora de alimentarse, permitiendo así la polinización de miles de especies de plantas, al trasladar polen en su cuerpo de flor en flor. Además de su aporte a la polinización, gran parte de estas abejas nativas de estos grupos nidifican en el suelo contribuyendo al enriquecimiento y salud de los mismos.
En Chile contamos con más de 450 especies nativas correspondientes a al menos cinco de estas familias: Apidae, Colletidae, Megachilidae, Andrenidae y Halictidae [VER ILUSTRACIÓN 1], las cuales se encuentran a lo largo del país, especialmente dentro de los llamados hotspots o puntos de alto interés mundial para conservación. Estas abejas, de variados tamaños y preferencias florales, participan en la polinización de cultivos y de la flora autóctona; por lo tanto, son clave para la resiliencia ambiental de Chile.
Durante más de cinco años un equipo internacional conformado por investigadore/as de Bélgica (Université Libre de Bruxelles), Singapur (National University of Singapore) y Chile (Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación) trabajamos compilando información sobre las abejas nativas de nuestro país presentes en colecciones biológicas de Chile y Estados Unidos. También realizamos nuestras propias colectas en zonas poco estudiadas, y usamos datos recientes de nuevas descripciones de especies. A partir de esto, descubrimos que Chile posee una notable diversidad de abejas nativas amenazadas por el ser humano. Fuimos capaces de diferenciar al menos seis «ecorregiones de abejas silvestres», con especies únicas y atributos ambientales particulares, tales como la elevación, precipitaciones y cobertura vegetacional. Por ejemplo, en el matorral desértico del Norte Chico existe una zona de alto endemismo; es decir, allí habitan especies que no están presentes en ningún otro lugar del mundo. Estas seis ecorregiones son: Chile Valdiviano Oeste (VO), zona sur del Valle Central (CS), Andes centrales (AC), Valle Central (VC), Matorral Norte de Coquimbo (MN) y la precordillera desértica de Atacama (PD). Sumando todas estas áreas, descubrimos que las familias de abejas que más abundan en Chile son Apidae y Colletidae. Encontramos que la zona de Coquimbo (matorral nortino) tiene alta cantidad de especies autóctonas. Esta porción de Chile, junto con la Zona Central, albergaría la mayor cantidad de especies nativas de abejas, que corresponden al 68% de las abejas endémicas en Chile. Un reconocido ejemplo del grupo Apidae corresponde al carismático abejorro gigante Bombus dahlbomii, en peligro de extinción. Mientras que la recientemente descrita abeja de Farellones, Xeromelissa sororitatis, es un representante de la familia Colletidae.
A diferencia de lo que uno podría imaginar, en general las abejas chilenas no prefieren bosques muy densos, sino más bien la zona central y el norte más árido, donde estos insectos pueden disponer de vastos prados de flores estacionales, como ocurre en el desierto florido. Ya un estudio anterior había sugerido la relevancia de preservar las zonas desérticas de nuestro país por su alto nivel de endemismo. De esta forma, y por su particularidad, esta riqueza de abejas nativas no solo es patrimonio de estas regiones sino de todo el planeta.
Este trabajo establece una base para priorizar los esfuerzos de conservación de las abejas, por medio de la clasificación de ecorregiones que representan grupos de abejas únicos. Utilizando especies de abeja indicadoras particulares para cada ecorregión se podrían destacar áreas cuya conservación requiere ser priorizada debido a su biodiversidad, así como también definir donde las amenazas podrían ser mayores. Todo esto vuelve fundamental revisar los instrumentos usados para las evaluaciones de impacto ambiental aplicadas por la legislación chilena, la que a la fecha no considera a los insectos nativos, dejando por lo tanto a las abejas nativas abandonadas a su suerte.
Finalmente, dado que en esta investigación consideramos solamente la porción más central del territorio nacional, es muy probable que tanto el endemismo de especies de abejas nativas como el número de ecorregiones que es posible discriminar sea aún mayor. También es posible que aquellas especies con distribución acotada (muy endémicas) estén en gran peligro de conservación, aunque no han sido estudiadas suficientemente para que sean registradas en listas de preocupación, dado a que no se ha financiado adecuadamente su investigación ni protección. Nuestro país debería destacar dentro de sus ventajas relativas la existencia de su valiosa fauna de insectos y promover su protección a fin de poder dar cara de mejor manera a la inminente crisis ambiental a la que ya estamos haciendo frente.