Eutanasia en Bélgica, del tabú a la ley
12.06.2023
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12.06.2023
A veinte años de su despenalización, la opción por la eutanasia muestra estadísticas al alza y mayor aceptación entre los ciudadanos belgas. La siguiente columna para CIPER comparte estadísticas y reacciones al respecto, así como detalles de la legislación, que «reconoce la objeción individual de conciencia como un argumento válido para resolver la colisión de valores, aunque no así la objeción institucional.»
Después de veinte años de haber despenalizado su práctica, las estadísticas sobre la eutanasia en Bélgica acaban de publicarse. Ese país europeo tiende a ser un caso de análisis internacional, por el enfoque de varias políticas públicas que muestran una actitud en general tolerante de la población hacia decisiones individuales que en otros países levantan grandes polémicas, tales como el aborto, el suicidio asistido y la eutanasia. En el caso específico de esta última, su regulación llegó luego de un cuestionamiento social iniciado ya en los años 60 sobre la forma de abordar los cuidados paliativos [GORDIJN y JANSSENS 2004, pp. 195-207]. Así, las discusiones destaparon el gran tabú de la muerte y, con ello, el problema de la eutanasia de facto, que seguía siendo una práctica realizada como acto de humanidad hacia el sufriente, aunque formalmente ilegal pero tolerada [CUNDIFF 2012].
La primera medida del paquete legislativo que fue aprobado en 2002 es la Ley de Derechos del Paciente («Loi droits du patient» 2002), que asegura una mayor participación en las decisiones y obliga al médico a informar al paciente sobre su tratamiento, sea cual sea el pronóstico de su enfermedad, lo que facilita el ingreso a un programa paliativo en casos de imposibilidad de cura. Como derivación de esa misma ley, la regulación también se refiere al derecho a la transparencia en la información que se entrega, no sólo sobre el diagnóstico y el pronóstico, sino también sobre la salud en general. Estos derechos incluyen el derecho a saber todo, así como el derecho a no saber nada, según opción de cada paciente, lo cual es un ejemplo significativo del ejercicio de la libertad.
Debido a que la eutanasia no es un procedimiento de urgencia en respuesta a un evento reciente, el estudio de toda solicitud al respecto debe constatar una decisión reflexiva, madurada y acompañada, no sólo pensando en la persona solicitante sino también en su entorno. Por tanto, el procedimiento debe constatar que la solicitud sea reiterada en el tiempo.
Según un informe reciente de la Commission Fédérale de Contrôle et d’Évaluation de l’Euthanasie, durante 2022 se registraron en Bélgica 2966 eutanasias (repartidas uniformemente entre hombres y mujeres), cifra que representa un 2,5% del total de muertes en el país. Cierto es que desde 2002 las cifras han aumentado significativamente, y que ese reporte ya mostraba un 10% más de casos que en 2021 (y un 18 % más en 2018) [ver GRÁFICO 1]. Sólo se registró un descenso discreto en 2020 (doscientos casos menos que el año previo, posiblemente debido a la emergencia sanitaria), pero luego la curva volvió a repuntar rápidamente a 2699 en 2021 y 2966 en 2022.
A pesar de este aumento constante, los grupos etarios entre los que más se practica se mantienen bastante estables, centrándose en el rango 80-89 seguido del rango 70-79 (ambos —sumados— representan el 60% de los casos). Si bien el crecimiento sostenido puede obedecer a un proceso de mayor toma de conciencia sobre las opciones existentes para planificar el fin de vida, se esperaría que las cifras lleguen a un punto de estabilización.
Me parece importante mencionar que el mayor número de eutanasias se concentra principalmente en Flandes (85% en 2012, y 70,4% en 2022), región en que las tasas de suicidio son también más elevadas. Ya que Bélgica es un país conformado por regiones cultural, política y económicamente distintas, no pueden desestimarse los factores estructurales en la distribución del suicidio y la eutanasia.
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Por supuesto que no todos los belgas están de acuerdo con la eutanasia. Y, en ese sentido, tengamos en mente que las diferencias culturales pueden encontrarse tanto entre las regiones, como dentro de estas, pues Bélgica sigue siendo un país diverso y pluriétnico. Pero en culturas como la belga, secular e individualista, se ha resuelto el conflicto de perspectivas mediante el respeto a la voluntad individual y la libertad de acción [BRÉHAUX 2010]. Dentro de esa diversidad podemos mencionar el caso anecdótico del diario La Libre Belgique, de inclinación predominantemente católica y pro monarquía. Luego de un primer sondeo nacional hecho por medios independientes en los años 90, el cual develó una actitud favorable a la despenalización de manera generalizada, La Libre decidió realizar una encuesta enfocada en su propio público. Para su sorpresa, y la de la Conferencia Episcopal, un 72% de su público estaba a favor de «regular la eutanasia» [La Libre Belgique 2001].
Aunque podían discrepar en cuanto a los posicionamientos y las condiciones, era irrefutable que los belgas estaban de acuerdo en la necesidad de una legislación ad-hoc, lo que, a su vez, les dio ímpetu a los movimientos organizados por la sociedad civil.
En tanto, se habían dado ya varios pasos fuera del límite del tabú. Para inicios de la década del 2000, la población belga debatía con mayor naturalidad la eutanasia como una opción viable en caso de un problema de salud severo sin solución médica. Desde la perspectiva liberal, la ley fue por eso considerada como «un triunfo para la libertad y el respeto a la dignidad de los pacientes» [La Dernière Heure 2002].
En la actualidad, después de un período de veinte años, dos aspectos de esta regulación parecen importantes de destacar. Por una parte, la eutanasia, aunque creciente, representa una parte marginal de la mortalidad general [GRÁFICO 2]. Y, por otra, no debe olvidarse el carácter medicalizado de la realización del acto; por mucho que se trate de detener un sufrimiento, dar muerte a alguien fuera de un contexto clínico sigue siendo contrario al Código Penal.
Así también, el que el médico nunca sea obligado a llevar a cabo una eutanasia está resguardado también por la ley. La derivación del paciente a otro profesional fue el conducto regular establecido, procedimiento ratificado por el Colegio Médico (Ordre des Médecins) durante la discusión del proyecto de ley, como consta en el artículo 31 de su código deontológico [Ordre des Médecins 2017; Conseil National de l’Ordre des Médecins, 2017]. La legislación belga reconoce la objeción individual de conciencia como un argumento válido para resolver la colisión de valores, aunque no así la objeción institucional de conciencia.
Entendida de esta forma, la eutanasia, más allá de la orientación moral de cada uno y de cada una, deviene en una elección profundamente personal. Y cuando la clínica ya no tiene nada más que ofrecer, puede constituir el último refugio para el individuo y sus seres queridos ante el sufrimiento físico o psíquico sostenido.