#7M: Tres síntomas del momento destituyente
11.05.2023
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11.05.2023
Los resultados electorales del pasado domingo se entroncan con cambios profundos en el ánimo y proyección del electorado chileno en los últimos años, analiza en columna para CIPER un investigador del proceso constitucional chileno: «En conjunto, el clima político y social del país, la persistencia del momento destituyente y la polarización ideológica y afectiva de los votantes pueden actuar conjuntamente para explicar el sorpresivo resultado.» [más de CIPER-Opinión, en #NuevaConstitución]
En los resultados de la votación de consejeros al Consejo Constitucional, se esperaba un avance de los extremos, pero no que el naciente Partido Republicano alcanzara por sí solo el poder de veto con 23 escaños, que las fuerzas de gobierno quedaran en una posición marginal (similar a la de la derecha en la pasada Convención Constitucional) ni que se desfondara completamente el centro político.
Distintos factores convergieron para explicar lo sucedido el pasado 7-M: tener una agenda pública copada por la delincuencia, migración y economía; la falta de información sobre el proceso y la elección misma; el efecto plebiscitario de las elecciones sobre el gobierno de turno; y el que esta elección fuese la cuarta en un año y medio, situación que puede causar tedio hasta entre los demócratas más entusiastas. Pero creo que los resultados no obedecen solamente a dichos factores contextuales, sino también a la continuidad del momento destituyente abierto por el estallido social, junto a la participación de nuevos votantes por el voto obligatorio. El sentir del «que se vayan todos», agudizado por una profunda y persistente crisis de representatividad, no es unívoco y continúa reverberando. La elección de consejeros manifiesta la permanencia de esta impugnación ciudadana hacia la política institucional y los partidos, que se decantó por escoger rostros nuevos y críticos al sistema.
Detallo a continuación tres síntomas del ánimo destituyente que quedaron en evidencia en las elecciones del pasado domingo:
(1)
En la conformación de la pasada Convención Constitucional, el 66% de los convencionales electos eran independientes sin experiencia en política institucional (en listas propias o cupos de partido), que relegaron a un segundo plano a militantes de partido y exautoridades. Fueron nuevos liderazgos cuya legitimidad, sin embargo, se esfumó rápidamente, al cuestionarse su falta de seriedad y de sobriedad para enfrentar el proceso constitucional en comparación a los políticos profesionales. Esta crítica hizo que los independientes no pudieran competir en la elección del 7 de mayo de 2023 en listas propias. Así, solamente un 12% de los candidatos electos el pasado domingo al Consejo Constitucional son independientes (y gracias a su inclusión en cupos de partido).
Pese a lo anterior, un examen más detallado revela que la alta elección de consejeros militantes no implica la resurgencia o revalidación de la política partidista como tal. El 71% de los candidatos recién electos no tiene experiencia en cargos de representación popular (ya sea municipal o parlamentaria) ni en cargos políticos dentro del Estado, como intendencias, seremías o ministerios. Para cubrir tantos cargos y elecciones sucesivas, los partidos recurrieron a caras nuevas de manera transversal, así como a experimentados políticos tradicionales, probados como exparlamentarios o exministros (excepto el Partido de la Gente y el Partido Republicano). Teniendo la opción de escoger a políticos profesionales y recordando la ineficacia de independientes y novatos en la Convención, la ciudadana prefirió nuevos referentes.
(2)
Aunque por definición los partidos actúan dentro de la institucionalidad, el Partido Republicano representa un liderazgo emergente con rasgos populistas, y que ha construido su imagen cuestionando a la política tradicional. A pesar de que el partido está dirigido por un político con experiencia, como José Antonio Kast, sus candidatos se presentaron como una alternativa al establishment. De hecho, solamente uno de los 23 electos tiene experiencia política en el Estado. Además, durante la campaña el partido no solamente usó frases comunes —tales como «una nueva forma de hacer política»—, sino también un eslógan elocuente para plantearse como última esperanza ante un sistema político según ellos insensible a las necesidades de los ciudadanos y para denunciar un nuevo proceso constitucional que supuestamente sólo les interesa a las élites: «SÓLO QUEDA REPUBLICANOS».
En consecuencia, y considerando las diferencias de cada momento histórico, el Partido Republicano ha desempeñado un papel destituyente similar al de la Lista del Pueblo en el proceso anterior. Así, mientras la Lista del Pueblo buscaba ser el grupo que articulara la voz de un pueblo homogéneo en la Convención, el PR es el encargado de defender una identidad nacional en riesgo frente a un proceso constitucional. En el proceso, ambos procuran reemplazar a una vieja y desprestigiada política articulando un camino propio.
(3)
En cuanto al rol de los nuevos votantes motivo del voto obligatorio, esta última elección estuvo dominada por temas contingentes, y adquirió ribetes plebiscitarios respecto a la administración del presidente Boric. Si bien no conocemos las características particulares de estos nuevos electores, más allá del abstenerse consistentemente de votar en elecciones, trabajos recientes de investigadores de COES permiten plantear dos hipótesis sobre su perfil oposicional y grado de polarización:
(i) Primero, se puede apuntar al incremento de la polarización afectiva en Chile. Este tipo de polarización agudiza la conflictividad al no ser ideológica, sino al basarse en desarrollar emociones positivas hacia un grupo de pertenencia, y negativas hacia grupos opuestos o antagónicos. Un reciente trabajo de Carolina Segovia (2022), con datos desde 1990 hasta 2021, señala que la polarización afectiva en Chile originalmente prevalecía entre personas afines a un partido político, quienes rechazaban a aquellos en el lado opuesto del espectro ideológico. Sin embargo, esta polarización se ha extendido en el presente hacia grupos que no se identifican con ningún partido (que son la mayoría de los chilenos), pero que igualmente sostienen emociones negativas o positivas hacia alguno de ellos. La expansión de esta polarización podría explicar la polarización de la sociedad chilena y la efectividad de una campaña basada en temas contingentes (por ejemplo, el de la delincuencia).
(ii) Complementariamente, Carlos Meléndez y Cristóbal Rovira (2019) analizan la presencia de una identidad política antiestablishment en Chile. Según los autores, y usando una encuesta a nivel nacional de 2015, este tipo de identidad se relaciona con un rechazo tanto emocional como racional hacia todos los partidos políticos, y puede traducirse en un apoyo a fuerzas populistas cuando es suficientemente masiva. Este tipo de identidad era minoritario en Chile, pero la secuencia de un estallido social, una pandemia, el aumento de la inflación y la delincuencia, y un fallido proceso constitucional, probablemente extendió el sentimiento antiestablishment al grado que pudiese atraer y movilizar a votantes usualmente apáticos hacia opciones radicales y populistas; en este caso, de derecha.
***
En conjunto, el clima político y social del país, la persistencia del momento destituyente y la polarización ideológica y afectiva de los votantes pueden actuar conjuntamente para explicar el sorpresivo resultado del pasado domingo. Sin embargo, es necesario contar con datos fidedignos para desarrollar una explicación basada en la evidencia sobre las preferencias políticas de la ciudadanía. Sólo así podremos comprender las motivaciones detrás del voto, los alcances de la elección de consejeros en el plebiscito de salida, y matizar interpretaciones del momento actual como si estuviese controlado por un péndulo que inexorablemente moldease las preferencias ciudadanas.