Prevención de incendios forestales: hacia un nuevo modelo de silvicultura social
21.03.2023
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21.03.2023
La tragedia del fuego en el sur de nuestro país ya no es prioridad para la cobertura de los medios ni las palabras de la autoridad. Sin embargo, es ahora el momento de pensar en que para prevenir próximos desastres debemos repensar «un cambio profundo del modelo forestal, que considere un paisaje diverso en lo social y en lo natural», como expone el autor de esta columna para CIPER, ingeniero forestal.
Los catastróficos incendios forestales que se han vuelto a producir en nuestro país y que tan sólo este verano 2023 han arrasado alrededor de 440 mil hectáreas de plantaciones, bosques nativos y campos agrícolas, con miles de casas quemadas y veintiséis personas muertas, tienen su origen en la gestión tanto natural como social del paisaje forestal.
Un nuevo modelo de aproximación a este urgente problema para Chile tendría que considerar medidas de mediano plazo como las siguientes, las que detallo como complemento a lo ya expuesto previamente, en otra columna para este mismo medio [ver, del mismo autor, «Tres propuestas contra la catástrofe del fuego», en CIPER Opinión 15.02.2023]
(1)
Hacer un uso múltiple del paisaje de plantaciones, combinando actividades forestales con ganadería y cultivos, en los suelos que así lo permiten (más del 20% de los suelos plantados son potencialmente agroforestales, principalmente de clases IV y VI). Estas actividades agroforestales se pueden llevar a cabo en armonía entre las comunidades locales y las empresas forestales. Por ejemplo, después de cosechar el bosque en mosaicos alternados, de superficies de 5 ha de promedio, es posible desarrollar una temporada de siembras de cereales, leguminosas o pastos. Estas cortas en mosaicos son la clave, ya que protegen de los incendios, evitan la erosión de los suelos y permiten la conservación de las aguas. Este sistema de cosechas forestales ya ha sido realizado en más de cuarenta predios en la zona de Valdivia, por la empresa Forestal Arauco. Los beneficios sociales de estas actividades permitirán, tener comunidades campesinas que participen del desarrollo forestal y se interesen por proteger los bosques de los incendios intencionales y de los negligentes. Este sistema agroforestal implicaría pasar de un modelo de gestión forestal digital, de gran escala, donde se manejan superficies de 40-50 mil ha, hacia un modelo de gestión de escala predial, con presencia territorial de los propietarios, en superficies aproximadas de 3 mil a 5 mil ha. Estas prácticas agroforestales son frecuentes en algunas zonas tropicales y de los Alpes suizos. En Chile, hasta los años 80 algunas sociedades campesinas del Biobío combinaban la siembra de trigo con la plantación de pinos en franjas. Esta propuesta de compartir el uso del suelo entre las empresas forestales y comunidades ha sido sugerida por algunos gerentes de grandes empresas, como los de la CMPC.
(2)
Restaurar con especies nativas todas las quebradas cubiertas con plantaciones, reforestando entre 10 y 30 m. a cada lado del cauce. Esta actividad también puede ser realizada con las comunidades locales, las cuales, con ayuda de CONAF, restablecerían viveros y obtendrían ingresos mediante contratos con las grandes empresas. Esta restauración permitiría incrementar entre un 14% y 30% los caudales de agua en las cuencas, de acuerdo a estudios de la Universidad Austral de Chile. La humedad de las quebradas también ayudará a mitigar los impactos de los incendios.
(3)
Ralear y manejar sosteniblemente los renovales de especies nativas generados en los grandes incendios de mediados del siglo XX, permitiendo disminuir la carga y continuidad del combustible madera, generaría trabajo y productos como leña y madera para favorecer las economías campesinas locales. Existen más de dos millones de hectáreas que podrían ser intervenidas utilizando los subsidios de la Ley del Bosque Nativo aún vigente [Ley 20.283], muchas de ellas en manos de medianos y grandes empresas. En este proceso podrían entrar en producción los renovales sobre densos del sur, de coihue, roble y raulí —en la Zona Central, los renovales de espino, litre y quillay—; muchos de los cuales presentan gran cantidad de maderas secas en el suelo y, los más densos, entre 200 y 400 toneladas de madera por ha. En la costa oeste de Estados Unidos, se realizan frecuentemente estás prácticas, de bajar el combustible de los bosques e incluso queman controladamente el piso de los bosques y sus ramas secas, con el fin de prevenir incendios de gran intensidad.
En síntesis, para prevenir nuevos incendios catastróficos se requiere de un cambio profundo del modelo forestal, que considere el paisaje natural y social, las cosechas en mosaicos y una planificación a escala local, que integre a las comunidades al desarrollo forestal, para lo cual se deberían realizar actividades agroforestales, restauración con especies nativas en los cursos de agua y raleo preventivo de los renovales.