Individuación, sociedad virtual y la «persona posmoderna» frente a internet
25.01.2023
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25.01.2023
«Muchos esperan hoy tener su breve momento de fama cotidiana. Sus likes por montón en Facebook, sus corazones en Instagram; toneladas de followers y retuiteos para que sus comentarios, chistes y memes ojalá lleguen a ser virales. El principal enemigo de todos es, en realidad, el anonimato. Ese que produce la multitud.» Columna de Opinión para CIPER.
En 1968, la gran figura del pop-art, Andy Warhol, escribía en el catálogo de una muestra en Estocolmo: «En el futuro, todo el mundo tendrá derecho a sus quince minutos de fama». Décadas más tarde, el filósofo francés J. P. Curnier analizaba:
«Consideremos la individuación —es decir, esa manera en que los poderes (desde las altas esferas del Estado hasta los jefecitos más “insignificantes”) basan esencialmente sus discursos a la intención del individuo—, para abordar a la comunidad en su conjunto […]. Este método funciona bastante bien. Es un método que se dirige al ego, ya que «entrega» a cada uno un reconocimiento de pacotilla que lo «distingue» del resto, y parece elevar a la persona por encima del anonimato de las masas».
La vida colectiva no desdibuja en los individuos el ansia por un reconocimiento particular, sino que acaso la exacerba, y alrededor nuestro existen hoy ejemplos constantes de aquello. Michel Maffesoli, sociólogo francés conocido por sus análisis en torno a la posmodernidad, indica en su libro, L’instant éternel: «El individuo moderno, actor de la Historia, es uno, es indivisible. El posmoderno, frente al destino no puede limitarse al pequeño ‘yo’ producido por la tensión egocéntrica que ha sido la marca de los dos o tres siglos que acaban de transcurrir. Quizás en este sentido sea necesario estar atento a la enseñanza de C. G. Jung y al proceso de “individuación” que él analiza.»
Este término de individuación nos reenvía al concepto desarrollado por Carl Jung, especialmente a través de Schopenhauer, quien lo utilizará en el ámbito psicológico. Encontramos por primera vez la definición de «individuación» en su obra Tipos psicológicos (1921):
«La individuación es el proceso por el cual se constituye y singulariza el individuo, y en particular el proceso por el que se desarrolla el individuo psicológico como una entidad diferente de lo general, de la psicología colectiva. La individuación es, por ello, un proceso de diferenciación, cuya meta es el desarrollo de la personalidad individual».
Si nos referimos a la «persona posmoderna» mencionada por Maffesoli debemos considerar el trabajo inmaterial que en aceleración constante cada vez más se realiza en internet; a través de los correos electrónicos y redes sociales, la escucha de música en streaming, los videojuegos, etc. La individuación pasada estaba basada en un vínculo entre la seguridad y la ocupación regular y cotidiana del espacio/ tiempo (ese tiempo de trabajo material del mundo tayloriano, de acuerdo al modelo de la división del trabajo), y que hoy tiende a desaparecer paulatinamente. En ese contexto, internet y sus vínculos descontextualizados y sin interacción cara a cara, como en las redes sociales digitales, tienen un papel decisivo en el imaginario posmoderno y en la transformación de la noción de individuo, de sujeto. Hay una nueva forma de individuación que, en palabras de Maffeoli, nos permite «esa posibilidad de perderse a partir de uno mismo o saliendo de uno mismo». La invitación a divertirse que ofrecen youtube o instagram es naturalmente rica.
La teórica y crítica de arte Marion Zilo es autora de un libro, Faceworld, le visage au XXI siècle, que trata de las fuentes del narcisismo contemporáneo, del cual la selfie es su paroxismo. En entrevista con Le Monde, destaca que mientras los millennials, nacidos entre 1984 y 1995, vivieron la transición entre el antes y después de internet, los zennials (nacidos en torno al 2000) han experimentado la difusión continua y casi cotidiana de su intimidad en las redes, y eso quizás desde el inicio de sus vidas ya que sin su consentimiento sus padres, en muchísimos casos, expusieron en una plataforma virtual las fotos de sus bebés queridos.
La autora evoca la facebookización del mundo, indicando que la red social —que, recordémoslo, es una empresa privada— se ha convertido en una metáfora de un nuevo destino para los rostros que se editan y entregan a la publicidad y exhibición de la intimidad. Considerando ese postulado, las vidas de los zennials están sujetas a una exhibición y documentación permanente, que en algunos casos ya no les pertenece. Zilo estima que hoy la situación de las adolescentes tiene dos facetas: por un lado, están en una posición de depredación y de presa, pero por otro lado también viven una intensa optimización de su visibilidad y al mismo tiempo una más grande vulnerabilidad debido a una «perfilización» excesiva. Esta división puede materializarse a través de un fenómeno que lleva a cada vez más jóvenes a crear dos cuentas paralelas en Instagram; no antinómicas sino complementarías entre sí: una, estratégicamente cuidada y con apariencia sofisticada; la otra, sin filtro ni edición (fotos al despertar, en borrachera, fumando pitos, etc.).
Ya se ha encontrado un nombre para este fenómeno: «finsta», como diminutivo de «fake Instagram».
Es interesante recordar que, en la Antigüedad, los griegos consideraban que las máscaras servían no para esconderse sino para revelarse al mundo. Haciendo una analogía, podemos pensar que los adolescentes utilizan las plataformas virtuales porque les permiten esculpir a sus personajes, sintiéndose más vivos a través de esas interfaces que los constituyen a diario. En palabras del escritor Demian West, el espacio está hoy dividido en dos mundos, «el mundo real, a menudo banal y carente de interés, y ese mundo donde la vida se convirtió en obra de arte, ese mundo que toma toda la descarga emocional».
¿Acaso internet no se habría convertido en el terreno de predilección de lo descrito?
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Andy Warhol había sentido los tiempos que se avecinaban: efectivamente, una época basada en el ego. Irónicamente, podemos pensar que la mejor manera de anestesiar a un pueblo es hacerle creer que cada uno tiene una cierta importancia, que cada individuo que compone la sociedad es único y tendrá derecho a expresar esa singularidad, a hacer valer su tan pertinente opinión, porque todos deben estar informados de los diferentes aspectos de esa singularidad que «me» distingue del resto de la masa. Y eso, a lo menos, durante un cuarto de hora. Muchos esperan hoy tener su breve momento de fama cotidiana. Sus likes por montón en Facebook, sus «corazones» en Instagram (bajo sus selfies con pose de duck face); toneladas de followers y retuiteos para que sus comentarios, chistes y memes ojalá lleguen a ser virales.
El principal enemigo de todos es, en realidad, el anonimato. Ese que produce la multitud. Por ende, el enemigo no es el fruto de lo que produce las maquinarias industrial y económica, esas que hacen del individuo un ser a la medida, formateado para un propósito bien preciso y definido.
Tanto para Jung como para el filósofo francés Gilbert Simondon, la cuestión de la individuación aborda esencialmente la complejidad de las relaciones de los seres humanos con ellos mismos y con su entorno, y como tal se trata de algo positivo. Jung sostenía que la individuación es «un proceso a través del cual nos convertimos en lo que realmente somos. La individuación permite una integración progresiva del “yo inconsciente” en la vida del individuo, y eso en acuerdo con sus límites de tiempo y espacio». Simondon, en tanto, subraya la idea de que no existe una unidad humana estable, un individuo finalizado, sino que somos individuos en permanente proceso de individuación, pues siempre están en proceso de «des-dividirse» y dividirse.
A la luz de sus ideas, en el contexto actual deberíamos resistir, descubrir una terapia que llame a la amistad y la comunidad y a la fusión paleopolítica; a una forma más completa de individuación, como diría Jung, o preindividual, como indicaría Simondon. Después de todo, desde la Grecia Antigua y Aristóteles, sabemos que el ser humano es un ser social por naturaleza; «que no existe, sino que coexiste; que no vive, sino que convive». Quizás en este siglo XXI, de ser social estaríamos pasando a un ser de redes sociales; que no vive, sino que likea y espera ser likeado.