«Ley Adriana»: contra la violencia obstétrica
16.01.2023
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16.01.2023
Camino al Senado, esta semana se espera la votación en particular con indicaciones para el proyecto de Ley de parto respetado y de fin a la violencia gineco-obstétrica. Una profesional del tema explica en esta columna para CIPER por qué su aprobación definitiva no sólo es un tema urgente, sino que atañe a toda la sociedad.
Cuando me preguntan por qué soy activista y lucho por la Ley de parto respetado y fin a la violencia gineco-obstétrica —conocida como “Ley Adriana”, por uno de los casos que motivó su creación—, mi respuesta es muy rápida: lo soy porque no quiero que ninguna mujer vuelva a vivir lo que han vivido mis ancestras, amigas y las mujeres de mi país.
Este martes 17 de enero, la Comisión de la Mujer y Equidad de Género del Senado votará en particular con todas las indicaciones para que el proyecto de ley, presentado en 2018 por un grupo de diputadas de diversas bancadas, y aprobado en mayo pasado por la Cámara, continúe su camino hacia la Comisión de Salud. En estos días, y a la luz de este debate, pienso en los muchos testimonios de mujeres para quienes sus partos no fueron el momento de plenitud que soñaban.
Mi amiga Fabiola, por ejemplo, describe su parto de la siguiente forma:
Si hubiera sabido que solo tenía que ponerme de pie o estar agachada en el suelo, o como sea que yo hubiera querido, y no amarrada a la camilla, todo ese sufrimiento se hubiera borrado. Pero no lo sabía, nadie me lo dijo, nadie habla de lo que pasa en el quirófano. «Quédese quieta, que si se mueve me puedo equivocar en poner la anestesia»; «no respire»; «aguante la respiración»; «cuente del 10 al 1…». ¿Esta gente nunca ha parido o nunca ha visto a alguien en mi condición?
Lamentablemente, su historia encuentra eco y se repite en todo el continente. La violencia obstétrica en Latinoamérica es generalizada, y ocurre tanto en países que la combaten bajo regulación como en los que no. En Chile, la situación es preocupante, con un índice de cesáreas que cuadruplican las recomendaciones al respecto de la OMS [ver «Más cesáreas que nunca en Chile», en CIPER-Opinión 11.01.2023]. Del mismo modo, y pese a todo el trabajo que se ha hecho de educación en torno al nacimiento, cerca de un 80% de las mujeres en Chile siguen pariendo en posición litotómica; o sea, acostadas, y sin que se les permita libertad de movimiento [cifras de 2022].
Me resuenan las palabras de Fabiola. Más que el momento sagrado que debiese ser, el parto se transforma a veces en horror, angustia y terror:
Corre todo el mundo, me pasan de una camilla a otra… «¡Puja!», me dicen, aunque yo no sentía ni los dedos de los pies. La matrona se pone encima y me aprieta como quien exprime un envase de pasta de dientes vacío… sale mi hijo, todo el mundo en silencio… veo salir de mí un ser violáceo, negruzco… «El papá es moreno», pienso. Después de haber estado dos meses en Teletón como kinesióloga en práctica junto a niños con diagnóstico de parálisis cerebral perinatal y de haber llorado junto a sus madres, era éste mi mayor miedo. Malos recuerdos pasan como flashes. A mi espaldas, reaniman a mi hijo, y veo al ginecólogo con una bata de plástico blanca, como los de los carniceros, cubierta por sangre roja… mucha y muy roja. ¡Nadie dice nada! ¿Se coluden ante mi cara? ¿Están preocupados? ¿Pasa algo grave? No me atrevo a quebrar el silencio. Entonces interrumpe el doctor: «No te muevas, o no podré dejarte como de 15. Soy muy bueno suturando, pero colabora…».
La «Primera encuesta sobre el nacimiento en Chile», realizada en 2018 por la Fundación Observatorio de Violencia Obstétrica (OVO Chile), describió las experiencias de 11.357 mujeres que parieron entre los años 1970 y 2017 en diferentes recintos de salud, públicos y privados. Sus resultados son preocupantes, e incluyen las siguientes cifras:
•entre 2014 y 2017, casi al 70% de las consultadas se les prohibió la ingesta de alimentos y/o líquidos en el proceso en hospitales, y a más del 60% se les restringió en clínicas;
•a más del 40% se les realizó una episiotomía y, en promedio, a cerca de un 30% se les practicó la maniobra de Kristeller;
•a más del 60% de las mujeres que participaron del estudio dentro del último periodo en que éste se realizó se les prohibió estar acompañadas durante el parto en hospitales (la misma consulta arrojó un 20% en clínicas).
Ignorar a la paciente en su dolor, no informar de los procedimientos que se le están realizando, instrumentalizar excesivamente el trabajo de parto con el fin de acortar lo máximo los tiempos, programar cesáreas que no tienen justificación médica, maltratar o burlarse de las mujeres, obligar a parir en una posición determinada, no respetar tradiciones culturales y poner barreras injustificadas para el otorgamiento de anticoncepción o esterilización voluntaria: todos estos son actos de violencia gineco-obstétrica que la Ley Adriana pone sobre la mesa con el propósito de regular, garantizar y promover derechos de las mujeres, las personas gestantes, los recién nacidos y la pareja durante el parto, preparto y posparto. Se trata de principios básicos. Lla forma de nacer sí importa y es deber de nosotros como sociedad garantizar que una atención con enfoque de derechos sea otorgada desde el nacimiento. No podemos seguir violentando a las generaciones del futuro ni a sus familiares.
La dignidad en el trato, la autonomía de la mujer, la privacidad y confidencialidad, y la multiculturalidad son los cuatro fundamentos de la Ley Adriana. Asimismo, entre sus contenidos se establecen los hechos constitutivos de violencia gineco-obstétrica; los derechos de las mujeres en relación en la gestación, preparto, parto, posparto y aborto; los derechos de las personas recién nacidas; los derechos del padre, la madre del recién nacido, pareja y/o acompañante significativo de la mujer. Este es tema que atañe tanto a la sociedad civil, como a políticos, gremios, profesionales de la salud y autoridades.