Qatar 2022: lecciones y cosechas para Francia
19.12.2022
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19.12.2022
«Una final de atención global, con Messi y Mbappé como protagonistas en la cancha, deja al Paris Saint-Germain F. C. y a Catar como dos claros ganadores de este Mundial de Fútbol 2022. Fue una final soñada, que validó la estrategia de soft power deportivo del fondo catarí que desde 2011 es dueño del club capitalino francés.»
Aunque fue una Copa del Mundo muy criticada, por justificados asuntos extradeportivos [ver columna previa del mismo autor “Qatar: Mundial de Fútbol y la «diplomacia de la chequera»”, en CIPER-Opinión del 02.12.2022], su final alcanzó un dramatismo pocas veces —acaso, nunca— visto. Paradójicamente, entonces, será el partido Argentina-Francia el que volverá histórico a este Mundial, y no sus polémicas asociadas. Basta decir que la teleaudiencia francesa alcanzó ayer domingo los casi treinta millones de sintonizados. En el «país de los derechos humanos», al fin los llamados al boicot del certamen tuvieron muy poco efecto, sin voces relevantes que de verdad se hayan sumado a tal campaña. Las denuncias de graves abusos, discriminación y corrupción de parte de Catar apenas parecen haber impactado a la población francesa frente a su genuino interés por seguir la competencia.
Al mismo tiempo, el apoyo a Argentina se convirtió en fenómeno global, imposible de ignorar incluso en lugares lejanos geográficamente a Sudamérica. La cada vez más implacable comercialización del fútbol llevó a que fueran televisiones de pago —y no los canales abiertos, como solía ser la norma, incluso en la Comunidad Europea— las que ofrecieran el total del seguimiento a la Copa del Mundo. En Francia, fue la cadena Bein Sports, filial del grupo catarí BeIN Media Group, con presencia también en Estados Unidos, Canadá, Turquía, Hong Kong, Singapur, Indonesia y otros países de Asia, pero sobre todo dominante en África del Norte y Medio Oriente. Esto último se volvió particularmente relevante cuando por primera vez un país africano (del Maghreb, más precisamente) llegó a semifinales. En general, la selección de Marruecos realizó una hazaña destacable y simbólica durante el Mundial, como cuando sus partidos contra Bélgica y Francia recordaron el pasado colonial y el presente con los hijos de los inmigrantes de antaño en nuevas olas migratorias a esas mismas tierras. Como lo subrayó Libération, Marruecos fue el equipo-símbolo de la historia social de la inmigración marroquí en Europa. Uno de cada dos jugadores de esa selección tenía doble nacionalidad, y catorce de los veintiséis seleccionados nacieron «en el extranjero»; o sea, hubiesen podido postular a ser parte de una selección europea. Se trata de una configuración reveladora de la historia migratoria del reino jerifiano. El Rubicón ya fue cruzado por los llamados «Leones del Atlas».
Aunque Francia perdió la segunda de las cuatro finales mundialistas que ha jugado en los últimos 24 años, su sistema de formación futbolística confirmó ser uno que funciona. Al momento de concluir el partido de ayer domingo, vestían sobre la cancha la camiseta azul diez jugadores de origen africano. Es una traducción concreta de los ejes directivos que ha planteado el Institut National du Football (INF) de Clairefontaine (comúnmente conocido como INF Clairefontaine o, simplemente, Clairefontaine), el centro de la Asociación de Fútbol Nacional Francesa especializado en formar futbolistas profesionales. La academia es uno de los doce centros de élite distribuidos por todo el territorio francés que están bajo la supervisión de la Federación Francesa de Fútbol (FFF), y en ella se ha apostado por priorizar el físico de sus postulantes, lo cual —y a diferencia de, por ejemplo, España— favorece a un segmento preciso de la población. Como anécdota, Antoine Griezmann, pálido delantero del Atlético de Madrid durante esta temporada e integrado a la selección, nacido en la región de Borgoña, nunca fue aceptado en un centro francés de formación de futbolistas.
En Francia rige el Ius soli (derecho de suelo), en virtud del cual una persona obtiene la nacionalidad por el hecho de haber nacido en su territorio. Así, los descendientes de africanos no sólo son plenamente ciudadanos sino que pueden poner sus aptitudes y despliegue físico al servicio de causas deportivas nacionales. Es un aprovechamiento eficiente para ambas partes, enmarcado dentro de un sistema de formación sólido y de calidad. Consideremos que Francia llegó a la final de Qatar 2022 sin cuatro de sus jugadores clave; empezando por el último Balón de Oro France Football, Karim Benzema, así como Paul Pogba, N’golo Kanté y Presnel Kimpembe. Que jugadores de su nivel hayan sido reemplazados con éxito subraya la importancia de la reserva con que cuenta la selección francesa (y de los jóvenes que son quienes la integran). El popular Kylian Mbappé vivía ayer su segunda final consecutiva de Copa del Mundo con tan sólo 23 años (lógicamente, tendrá otras oportunidades para acariciar el trofeo).
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Una final de atención global, con Messi y Mbappé como protagonistas en la cancha, deja al Paris Saint-Germain F. C. y a Catar como dos claros ganadores de este Mundial de Fútbol 2022. Fue una final soñada, que validó la estrategia de «soft power» deportivo del fondo catarí que desde 2011 es dueño del club capitalino francés. Al fin, el equipo es punta de lanza de un vasto proyecto para que un país del Golfo no sólo tenga vitrina de excusa deportiva, sino que llegue a influir en las decisiones económicas y políticas del Parlamento Europeo; para sorpresa general, y en condiciones sospechosas sobre las que hoy investiga la Justicia francesa. Las sospechas de corrupción han llegado hasta el Parlamento Europeo, y al día de hoy ya hay cuatro eurodiputados presos por recibir sobornos del emirato (en la investigación aparecen también implicados los servicios secretos de Marruecos, los ya mencionados semifinalistas).
Todo esto no le resta validez y atractivo a lo que presenciamos durante la final, una cita dramática, con triunfador justo y expectativa apabullante. Qué mejor prueba que las reflexiones de los propios vencidos: «Cuando amas el fútbol, es complicado no admirar la forma en que Les Bleus casi derrocan una final que se perdió, con una histórica y osada dirección de Didier Deschamps, y por otro lado no consolarse con la idea de que Lionel Messi sea por fin campeón del mundo, un acontecimiento capital en la historia del fútbol que acerca a este artista absoluto a la inmortalidad, justo antes de envejecer. Es sólo que para nosotros, franceses, simplemente debería haber elegido otro día», escribió el editorialista del diario L’Équipe, Vincent Duluc.
Seguiremos escuchando la que ha sido banda sonora informal de esta Copa del Mundo. El cántico del ya famoso «Muchachos… ahora nos volvimos a ilusionar» ha sido la mejor prueba de que Argentina no solo ganó en la cancha sino también afuera, dando a conocer al mundo entero —por si acaso alguno aún no lo sabía— el fervor y la pasión de su hinchada. Un folclor futbolístico que es parte integrante de este deporte, aunque atípico en otros lados del globo. Con todo eso reunido, es más que legítimo que ahora Argentina pueda exhibir orgullosamente una tercera estrella mundial. Francia tendrá que esperar.