«Desnutrición educacional» pospandemia: ¿estamos a tiempo de revertirla?
14.10.2022
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14.10.2022
Aunque Chile está entre los países del mundo que por más tiempo cerró escuelas durante la pandemia, las pérdidas y desventajas que aquello trajo para millones de estudiantes no parece estar hoy en la prioridad del debate público, comenta esta columna para CIPER de un investigador en Educación: «Tal como en el desarrollo de nuevas vacunas, es urgente que con rapidez estudiemos científicamente alternativas de tratamiento. Podemos revertir lo perdido, pero es urgente actuar ahora.»
Bélgica y Holanda realizaron en 2020 las primeras estimaciones de las secuelas educacionales del COVID-19. Aunque ambos países habían tenido solo unas pocas semanas de clases remotas online, usando sus pruebas estandarizadas anuales encontraron entre los estudiantes un importante retroceso en Matemáticas y Lenguaje, así como un aumento en la brecha de aprendizajes entre niveles socioeconómicos.
El mismo año, la revista Pediatrics, de la Asociación Médica Norteamericana, estimó la secuela educacional en pérdida de años de vida para los niños y jóvenes de ese país. Traducida a Chile, su fórmula nos haría ver que la pandemia restó al conjunto de nuestros estudiantes millones de años.
En septiembre pasado, en tanto, con los resultados de las pruebas estandarizadas NAEP, un reportaje en el New York Times mostró que Estados Unidos había sufrido un retroceso de dos décadas de progreso en Matemáticas y Lectura entre escolares de 9 años. Los puntajes muestran un efecto devastador, especialmente para los niños más vulnerables.
Con la Gran Depresión de los años 30, en Estados Unidos aumentó considerablemente la desnutrición. Fue por eso que, como parte del llamado «New Deal», el entonces presidente Roosevelt inició el primer programa estatal de alimentación en las escuelas de su país. Estudios aleatorizados controlados han mostrado que existe una ventana de oportunidad allí donde, con un tratamiento adecuado, es posible recuperar habilidades cognitivas y estatura reducidas con la desnutrición.
Del mismo modo, ¿es posible hoy pensar en cómo revertir las secuelas educacionales del COVID-19?
El gobierno de Joe Biden ha aprobado un Fondo de Ayuda de Emergencia para escuelas primarias y secundarias de US$190 mil millones. Sin embargo, un estudio reciente publicado en Educational Researcher estima que el monto para remediar los aprendizajes perdidos debería ser varias veces superior a lo anunciado por el mandatario. Sobre la base del impacto de la experiencia holandesa y otras en EE.UU., y de que el 43% de los estudiantes de este último país tuvieron clases remotas online, el estudio estima que el plan de rescate para 52 semanas perdidas de clases presenciales debe costar entre US$900.000 millones a US$1.400.000 millones.
Si llevamos lo anterior con una regla de tres a la población chilena, y lo ajustamos a nuestros menores ingresos per cápita, la cifra que resulta para compensar las pérdidas (US$14.000 millones, aproximadamente) es mayor a la deuda acumulada del CAE.
Y, además, en Chile tenemos cuatro agravantes:
1. somos uno de los países del mundo que más tiempo estuvo sin clases presenciales, en el tope, entre países OCDE con cantidad de días con escuelas cerradas;
2. tuvimos cerca del doble de estudiantes sin clases presenciales que el mencionado 43% en EE.UU.;
3. tuvimos clases remotas con una internet mucho más precaria que la de Holanda y EE.UU.;
4. a diferencia de esos países, el tema aún no toma en la opinión pública y el mundo político el peso ni la urgencia que se necesitan (más allá de columnas, editoriales e iniciativas de algunos centros —como la Red Pivotes— que han buscado levantar la relevancia de tomar acción hoy mismo).
¿Qué hacer, entonces?
Tal como en el desarrollo de nuevas vacunas, es urgente que con rapidez estudiemos científicamente alternativas de tratamiento. En el CIAE de la Universidad de Chile, realizamos en 2017 un estudio aleatorizado controlado (junto al BID y la Fundación canadiense IDRC) en 48 cursos de 24 escuelas. Logramos un aprendizaje adicional equivalente a 50% más de clases de Matemáticas. En condiciones diferentes, en 2019 replicamos este efecto, junto al Ministerio de Educación, en 50 cursos del país.
Sin embargo, en las nuevas condiciones pospandemia, con estudiantes muy descendidos, es importante determinar si es posible revertir las pérdidas. Actualmente (junto al BID, la Fundación inglesa EEF, SUMMA, AutoMind, y con evaluación de aprendizaje y de proceso independiente de J-PAL del MIT y la U. Católica), estamos realizando un estudio controlado aleatorizado con cuartos básicos de 240 escuelas de la R.M. El tratamiento es presencial, con apoyo TIC y con fuerte énfasis en el aprendizaje social. Los estudiantes deben escribir argumentaciones, que luego revisan y comentan compañeros, y en toda sesión hay estudiantes-monitores del mismo curso que ayudan a sus compañeros. Además del efecto en Matemáticas y Escritura, estudiaremos efectos socioemocionales.
Podemos revertir lo perdido, pero es urgente actuar ahora.
El país ha logrado un gran progreso en Educación durante los últimos años. En las últimas pruebas PISA, Chile ha estado liderando los resultados en América Latina. Otra señal de nuestro progreso es el reciente reporte de Desarrollo Humano 2022 de Naciones Unidas, donde, increíblemente, en los indicadores educacionales ajustados por desigualdad, Chile aparece mejor que España e Italia.
Estos buenos resultados muestran que podemos lograr grandes resultados en educación similares a los de nutrición. Como señalara el doctor Fernando Mönckeberg, «después de la desnutrición es posible alcanzar el desarrollo». Pero para recuperarnos de esta severa desnutrición educacional, y superar la estatura educacional que estábamos logrando, no basta con volver a clases. Es necesario y urgente un plan de rescate de proporciones. ¿Lo vamos a incluir en el presupuesto 2023?