Al final de este viaje: el horizonte del plebiscito de salida
21.04.2022
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21.04.2022
Sucesivos encuentros para recabar opiniones e impresiones sobre el proceso constituyente en desarrollo nutren al autor de esta columna para CIPER en los resguardos y advertencias que aquí expone, a la luz de un alza en las respuestas a favor de un «Rechazo» al proyecto de nueva Constitución: «En un viaje en que las emociones eran el motor principal, se ha ido dando paso a las dudas y la reducción de las expectativas. Tales dudas aumentaron en la medida que los tripulantes dejaron de compartir, comunicar y dialogar la carta de navegación con los demás pasajeros. Así, el rumbo no parece llevar necesariamente al puerto que la gran mayoría espera».
Una a una van mostrando sus votos sin atreverse a leerlos en voz alta. Surgen risas cómplices. Son las mujeres de uno de los grupos focales con las que, desde agosto de 2020, hemos compartido percepciones sobre el proceso constituyente, en el marco del proyecto Contexto [1]. Durante este año y medio, a lo largo ya de nueve encuentros, hemos seguido sus opiniones sobre el plebiscito, la elección de constituyentes, la instalación y el desarrollo del trabajo en la Convención Constituyente (CC) [ver más]. En la última sesión surgió una unanimidad elocuente: todas las participantes del grupo manifestaron que votarían por la opción «Rechazo» si es que el plebiscito de salida se realizara el próximo domingo.
El ejercicio en este grupo focal no tiene ninguna relevancia estadística o cuantitativa (la cual sí es recogida por diferentes encuestas). Para los efectos de nuestro estudio, lo valioso no es la unanimidad de las preferencias, sino lo que está detrás de ella: los relatos que las participantes van construyendo y reelaborando respecto de la CC y la nueva Constitución. En su definición más básica, estos relatos señalan el viaje (proceso) entre un puerto de partida (estallido social) y otro de llegada (nueva Constitución). En el viaje han emergido héroes (independientes de partidos políticos u otras organizaciones formales) que devienen antihéroes (como Rojas Vade, por ejemplo; pero también otros constituyentes que han asumido el espacio de la CC como uno de proyección personal y no de encuentro). Se han avizorado rocas y escollos (pandemia, baja participación electoral, movilizaciones sociales y desórdenes), esquivados con mayor o menor suerte. Una deuda abierta, según estos testimonios, es la de sentirse un/a pasajero/a más en la nave que se dirige hacia el puerto de llegada. Fue en una de estas reuniones que surgió la frase que quizás mejor ha definido la postura compartida frente al proceso constituyente y su fruto: «Aunque no le cambien ni una coma [a la Constitución vigente], da lo mismo, porque la nueva Constitución la decidimos entre nosotros». Esa afirmación da cuenta de la importancia de la participación en este proceso, tanto o más que el contenido resultante del mismo
Alguno/as de quienes se subieron a la nave, lo han hecho con las dudas y temores que surgen naturalmente durante toda travesía. En un viaje en que las emociones eran el motor principal, se han ido abriendo paso las dudas y reducción de las expectativas, las cuales aumentan en la medida que los tripulantes dejan de compartir, comunicar y dialogar la carta de navegación con los demás pasajeros. Así, el rumbo de esta nave no parece hoy llevar necesariamente al puerto que la gran mayoría espera. Algunos tripulantes creyeron que ese objetivo se lograba difundiendo información por sus redes sociales o con visitas a sus territorios de procedencia, pero eso satisface sólo la demanda de los pasajeros más cercanos.
¿Qué ha sucedido, entonces, qué lleva a las personas que han sido parte del proyecto Contexto a pasar de la adhesión al proceso —con mayor o menor intensidad— a un rechazo que en varios casos deja la puerta abierta para un cambio de postura? La respuesta es la sensación instalada de que lo que hoy se redacta no es en realidad «nuestra» Constitución. Así de simple y de complejo.
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El relato sobre el proceso constituyente hoy en desarrollo en Chile se ha ido construyendo desde diversas rutas.
•La primera ruta, y central, surge de la composición de esta Convención, en la cual confluyen movimientos que se articulan en la promoción de intereses específicos: etnias, minorías sexuales, causas medioambientales, etc. Si bien en un primer momento sus demandas son valoradas en los citados grupos de discusión, con el transcurso del tiempo van generando resistencias; algunas encubiertas al inicio, luego ya más explícitas. Ayuda a ello la reiteración de algunos conceptos —por ejemplo, el de la plurinacionalidad— sin la explicación de sus alcances ni la reafirmación de un carácter previo (en este caso, el de un Estado nacional). Cuando la CC estuvo presidida por Elisa Loncón, su gestión levantó críticas desde quienes no la consideraban representativa de la CC ni menos aún de la ciudadanía. A menor escala, sucede otro tanto respecto de minorías sexuales, cuya representación en la CC sería, según alguno/as participantes de estos focus , excesiva en relación al total de la población.
Una sociedad fragmentada, con altos niveles de percepción de conflictividad, desconfianza y baja participación política , se aferra a símbolos de unidad nacional: la bandera, el himno, la selección de fútbol, las Fiestas Patrias, la Teletón, etc. Los partidarios del «Rechazo» en el plebiscito de salida han detectado con claridad esta tensión y anticipan allí uno de los ejes de su campaña. Parte de la CC ha aportado a esta disputa; por ejemplo al seleccionar qué banderas ubicar en el acceso al edificio del ex Congreso o cambiar la letra del himno nacional . La reivindicación simbólica trae el riesgo de la contrarreacción que despiertan los sentimientos de una unidad nacional siempre anhelada (posiblemente aún más en períodos de crisis e incertidumbre).
•La segunda ruta de construcción de relato ha sido la negación misma de la travesía. Caben acá aquellos argumentos en torno a que para formarse una opinión sobre el trabajo en curso «hay que esperar el resultado final»; o que las discusiones en las comisiones no son tan relevantes como las del pleno (y, por tanto, no merecen discutirse públicamente); o que la aprobación por dos tercios del 70% de los artículos presentados hasta ahora prueba que éstos son técnicamente impecables.
Lo anterior olvida que las formalidades y procedimientos son insuficientes para el plano perceptual y subjetivo que define las opiniones de las personas. Éste no es un viaje en el que solo importa el final, sino que también haber sido parte de él. En la correa transportadora ingresó una diversidad de expectativas, y la espera y vigilancia actuales lo son hacia un texto que se espera las satisfaga.
En consecuencia, negar la travesía en curso desdibuja la importancia del clima. La nueva Constitución surge de un descontento, de la frustración ante las asimetrías de poder en el país, pero también de una demanda por espacios de encuentros y acuerdos de largo plazo. Es posible que el clima de la CC no es aquel que se refleja a través de los medios o redes sociales, pero es indudable que lo que aparece como conflicto —muchas veces, artificial— gana terreno. Y vario/as han colaborado en ello.
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Durante abril entramos a la fase final de este proceso. Será la más dura política y comunicacionalmente; aquella en la que se quemarán las naves. Por delante hay una labor importante de pedagogía y comunicación. Debe hacerse un esfuerzo por aclarar, contextualizar y explicar lo que ya se ha aprobado; pero incluso aquello no será suficiente.
Las definiciones cruciales se jugarán en torno a si se cumple o no la promesa hecha en el plebiscito del 21 noviembre de 2020: una nueva Constitución capaz de integrar a los chilenos y chilenas. Debe por eso instalarse un relato que nos recuerde el sentido final de este viaje. Algunos señalan que esa oportunidad surgirá cuando se discuta la introducción de los derechos sociales en el texto constitucional, pero incluso éstos requieren de un contexto: recrear la promesa, conectarla con las demandas pendientes y sobre todo con la expectativa de representación de las aspiraciones más profundas y subjetivas de las personas.
Hay que hacerse cargo de que será una campaña dura, con pocos espacios para las sutilezas. Un tercio de las personas aún no define su postura ante el voto plebiscitario, según las más recientes y difundidas encuestas. Y se hace necesario conocer con más detalle el grado de adhesión a una u otra postura de quienes ya se han manifestado: perfiles, motivaciones, aspiraciones, temores y contradicciones. Relatos.
La polarización, entendida como la tensión entre dos relatos, llevará a cada bando a decantar lo que parece central en ellos. Se ha especulado que el clivaje dictadura/democracia del siglo pasado se ha ido diluyendo. La apelación a «superar la Constitución de Pinochet» puede no ser suficiente para los más jóvenes, considerando el retorno al voto obligatorio. A la vez, polarizar entre quienes siguen fieles al «Apruebo» a todo evento o quienes se suman al «Rechazo» puede ser insuficiente. La campaña del terror ya no es privativa de la derecha. Hay que indagar en motivaciones más profundas. Uno u otro bando debieran hoy mirar al horizonte, ése que está al final del viaje y donde comienza un camino.
[1] «Plataforma Contexto» es una iniciativa de la Universidad Diego Portales —en conjunto con Espacio Público, Humanas y el Observatorio Ciudadano— que busca contribuir con información relevante al proceso constituyente. La firma Subjetiva participa de esta iniciativa a través de un panel cualitativo que considera el seguimiento de dos grupos focales (hombres y mujeres de Santiago) durante todo el proceso constituyente, con el fin de observar la evolución de sus relatos al respecto. El trabajo se desarrolla online y suma 18 sesiones en total. Adicionalmente, se ha integrado al análisis a más grupos focales en Santiago y Antofagasta. <plataformacontexto.cl>