Cartas: Derechos lingüísticos, elemento articulador de la plurinacionalidad
11.02.2022
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11.02.2022
La lengua es la expresión del alma del ser humano. Es la memoria y la expresión del presente y futuro de un pueblo. Usar una lengua permite reconocernos como parte de una comunidad viva que designa el mundo.
Hoy las lenguas de los pueblos preexistentes están en un estado diglósico respecto al español. Es decir, tienen menor valor y prestigio social que el castellano, lengua que posee un léxico culto y especializado, una estandarización que permite su transmisión en el tiempo, además de un corpus literario; todos elementos de los que carecen las lenguas originarias.
El castellano es la lengua oficial, la lengua del poder, la que se habla en los medios y configura el habla cotidiana. Nuestras lenguas primeras no tienen la misma valoración. No hay producción escrita en lenguas indígenas, ni películas ni son vehículos de comunicación en las cátedras universitarias o en los medios de comunicación.
Nadie abandona su habla materna ni la deja relegada como habla coloquial o doméstica por decisión propia. Detrás de cada lengua en peligro hay una historia de colonización o etnocidio. Por eso, cuando hablamos de restitución y reparación hablamos de algo mucho más amplio. Algo que abarca nuestra cultura y el modo de preservarla.
Que los pueblos indígenas estemos representados en la Convención Constitucional en número y variedad, no es un mero acto de reparación simbólica. Los escaños reservados no lo entendemos así, y trabajamos desde el primer minuto de instalada la Convención para concretar los principios de plurinacionalidad e interculturalidad en la Constitución. Y esto no significa sólo reservar escaños en distintos órganos del poder estatal —algo vital, sin duda—, sino también consagrar nuestro derecho a la libre determinación en su sentido más amplio. El desarrollo lingüístico de todas las lenguas originarias existentes en el territorio nacional es parte fundamental de eso.
Esto lleva a las convencionales que firman esta carta, apoyadas por un número importante de los escaños reservados, a presentar una norma sobre derechos lingüísticos. Es una propuesta que establece el deber del Estado a reconocer todas las lenguas indígenas como patrimonio inmaterial de los pueblos y garantizar su visibilización, enseñanza, difusión, revitalización y preservación. A su vez, declara el derecho de los descendientes de un pueblo indígena a aprender y adquirir la lengua de sus antepasados y a recibir educación pública que considere su lengua, además de establecer que ninguna persona o grupo podrá ser discriminado por razones lingüísticas.
Porque si una persona es rechazada por hablar su lengua o ha sido objeto de burlas por ello, la experiencia tiene consecuencias en su autoestima y aprendizaje. La lengua está ligada a la historia de quiénes la hablan. Cualquier cosa que afecte al pueblo afectará también a su lengua.
Más que la oficialización de nuestras lenguas en cada territorio, creemos que es necesario instalar una política lingüística que las reconozca como parte de los Derechos Humanos Fundamentales en dos direcciones: al permitir su desarrollo gramatical, escrito y léxico —que ayude, por ejemplo, a crear nuevas palabras para el nuevo mundo que estamos significando— y por otro lado al instalarlas en los medios masivos como vehículo de enseñanza y comunicación en los futuros territorios autónomos. A su vez, a nivel nacional debe adaptarse el currículo para que chilenas y chilenos puedan adquirir una segunda lengua si así lo consideren.
Lo que buscamos con esta norma es equiparar la valoración de nuestras lenguas. Porque si no se respeta nuestra forma de comunicación, se continúa aminorando nuestra condición de indígenas. Entendemos los derechos lingüísticos como elemento articulador de la plurinacionalidad, queremos que nuestras generaciones actuales y venideras puedan pensar su futuro y relatar su pasado en sus propias lenguas sin que ello signifique un retraso con el mundo y la cultura nacional.
Las lenguas no son una frontera, sino una ventana que nos permite acercarnos al otro. Buscamos la igualdad entre las lenguas y la posibilidad de ser entendidos por todos quienes habitan el país que estamos construyendo.