Trasvasije de agua desde sur al norte de Chile: una acción de solidaridad interregional
13.08.2021
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13.08.2021
En esta columna de opinión, el autor –proponente del proyecto Aquatacama– afirma que debería estudiarse la posibilidad de trasladar agua proveniente de los caudales del sur de Chile hacia el norte, como una medida para paliar la crisis hídrica. Esto, sugiere, sería “una acción de solidaridad interregional” que iría en sintonía con los aportes que se producen en el norte para el resto de Chile: “Los nortinos aportan riquezas naturales al desarrollo del centro y sur del país. Los sureños pueden aportar una fracción del agua de sus ríos que desemboca en el mar y que los nortinos necesitan de manera indiscutible”.
(*) El autor de esta columna de opinión, Félix Bogliolo, es socio fundador y CEO de Vía Marina, proponente del Proyecto Aquatacama o Río Submarino Sur-Norte Chile.
De la gran extensión norte – sur de Chile (entre Arica y Puerto Montt) deriva una variedad climática extrema, la cual implica grandes disparidades del potencial agrícola, energético y minero regional.
Por esas razones, todo Chile vive del cobre, aun cuando su producción está esencialmente concentrada en las regiones de Coquimbo y de Antofagasta, y genera allá sus externalidades negativas. Y por lo mismo todo el país se beneficia de la energía solar y eólica, renovable y barata, que se genera mayoritariamente en el Norte Grande, donde los paneles y los molinos dejan sus impactos negativos.
Esa evidente realidad chilena suscita la pregunta: ¿Qué pasaría si una zona del país decidiera no compartir nacionalmente los beneficios de sus recursos locales?
Diversos estudios (como los que puede encontrar en los siguientes enlaces: CNR-UCh 2013, CORFO-UCh 2019) estiman que existe un potencial agrícola sin aprovechar de hasta un millón de hectáreas entre Valparaíso y Arica. Se tratan de sitios que hoy son eriazos y que no tienen valor, pero que gozan de condiciones agronómicas, meteorológicas y geológicas adecuadas para tornarse en tierras agrícolas productivas si dispusieran del agua requerida a un precio coherente con su capacidad a pago. Esta importante demanda insatisfecha genera un considerable lucro cesante o costo de oportunidad para Chile.
Esto, sin mencionar la mera recuperación de las superficies o los rendimientos perdidos a lo largo del último decenio por la falta de agua, y sus consecuencias humanas en materia de migraciones internas hacia las grandes urbes.
¿Qué respuesta darle a ese agricultor nortino que ya no puede producir a causa de la escasez hídrica, y ve derrumbado su proyecto de vida en su propia tierra? Cualquiera que sea el indicador tomado para ilustrar la “riqueza en agua”, ya sea en términos absolutos o en términos per cápita, Chile se sitúa entre los 10 o 15 países mejor dotados del mundo, muy por encima del umbral que separa las naciones bien abastecidas de las que padecen escasez estructural.
Teniendo esto último en cuenta, y siguiendo con el ejemplo anterior, ¿qué se le puede objetar a ese agricultor nortino, razonable, racional, científicamente, si sigue preguntando con mero sentido común, por qué no se podría repartir mejor ese recurso a lo largo de todo el país?
Ese trabajador, incluso, podría argumentar que esta acción “sería un intercambio de recursos hídricos entre chilenos, una especie de tributo compensatorio o un valor compartido. Los nortinos aportan riquezas naturales al desarrollo del centro y sur de Chile. Los sureños pueden aportar una fracción del agua de sus ríos que desemboca en el mar y que los nortinos necesitan de manera indiscutible, así como también, aunque en menor medida, la zona central”.
Lo que intuye con su sentido común este agricultor nortino, es que un trasvasije entre el sur y el norte de Chile podría integrar las cuencas hidrográficas del país en una macro-cuenca, generando así un aprovechamiento máximo de la riqueza nacional de agua, y equiparando dichos recursos para satisfacer debidamente sus necesidades hídricas, y procurarle una seguridad total y permanente a lo largo de todo su territorio. Luego, le proporcionaría un grado de libertad suplementario en su gestión hídrica, ya que autorizaría una reflexión que no estaría limitada a equilibrar la oferta y la demanda cuenca por cuenca, sino que podría ampliarse a un equilibrio a nivel de la macro-cuenca nacional en su conjunto. Y, además, le permitiría proporcionar la “oferta” requerida por la “demanda” total (actual y potencial) en vez de limitar la “demanda” a la “oferta” disponible localmente.
¿Dónde están los estudios académicos que fundamentarían una objeción razonable, racional y científica a tal expresión de sentido común? Podemos afirmar, en línea con nuestros diálogos con especialistas, que no existen tales estudios por los siguientes motivos: ni en Chile, ni en ninguna parte del mundo, existen estudios que evalúen los impactos de un proyecto específico, antes que éste se presente o conozca. Es decir, difícilmente alguien podría predecir el resultado de un análisis sobre los costos y beneficios (desde el punto de vista económico, ecológico, político, social) de un eventual trasvasije Sur – Norte Chile, con todas sus particularidades, sin hacer un estudio en profundidad al respecto. El no hacer los estudios específicos necesarios, y emitir juicios basados sólo en literatura, más aún relativa a experiencias extranjeras, sería una irresponsabilidad: es imposible extrapolar estudios realizados en otras áreas geográficas a la situación chilena. Ésta es una problemática compleja, multi y transdisciplinaria (e.g. oceanógrafos, limnólogos, hidrólogos, químicos, biólogos, economistas), que requiere de estudios específicos caso a caso, y más aún en una situación de estrés hídrico creciente, producto del cambio climático. Este concepto de trasvasije Sur – Norte Chile requiere, en consecuencia, la realización de todos esos estudios específicos, y por un período de tiempo suficiente como para abordar toda la complejidad del caso.
La necesidad de que se aporte la contestación definitiva a esas peticiones nortinas ha sido bien descrita en la exposición del Profesor de la Universidad de Chile, Fernando Santibáñez, en la Mesa Nacional del Agua, la cual se podría resumir con la frase siguiente: “o se mueve el agua hacia la agricultura, o se tendrá que mover la agricultura hacia el agua”. La idea queda justificada por el siguiente razonamiento del propio profesor Santibáñez: “(se debería) aplicar el concepto ya en uso en muchas áreas de la economía de los países, cual es el de la solidaridad territorial en base a las vocaciones de cada territorio… En esta lógica sistémica del desarrollo de un país, el agua no es una excepción en la búsqueda del bien común y el respeto de los derechos de unos y otros.”
Hoy por hoy, dentro de la conversación ciudadana en torno al concepto de trasvasije Sur – Norte Chile, no se pide que se elijan los parámetros técnicos de un eventual proyecto concreto. Se trata, prioritariamente, de que se estudie dicho concepto para resolver de una vez por todas esa conversación ciudadana que Chile tiene abierta, por su loca geografía, desde más de un siglo. Esto resulta urgente y necesario para desarmar una potencial controversia entre regiones chilenas, y para verificar si el agua puede aplicarse al concepto de solidaridad interregional como lo expone el profesor Santibáñez.
Si no fuera posible, en el sur se seguiría diciendo que “no se puede”, y en el norte “sí se puede”, pero sin fundamento científico. Si los estudios conducen a conclusiones negativas, se les podrá decir a las comunidades del norte: “no pidan más trasvasijes, el tema está bien estudiado y no resulta, es una falsa buena idea”.
Por el contrario, si los estudios salen positivos, se les podrá decir a las comunidades del sur: “sus reservas, a priori, no tenían fundamento; además, en caso de necesitarlo a causa del cambio climático, con este tipo de trasvasije se podría entregar agua a los ríos Maule o Biobío, procedente del Imperial o del Toltén”.
El resultado de estos estudios (sea positivo o negativo) permitirá dirimir la controversia entre regiones “dadoras” y “receptoras”, y seguir un camino claro para su política basado en evidencia científica sólida, justificando una solidaridad hídrica interregional o descartándola por tratarse de algo imposible. Si no se zanja de manera racional esta conversación ciudadana, es probable que este tema vuelva a resurgir periódicamente en la agenda pública chilena, con su consecuente controversia interregional.
De lo contrario, habiéndose demostrado su sustentabilidad medioambiental, se abriría la puerta a una fructífera solidaridad interregional, en pro del desarrollo económico y social de Chile que cumpla con el principio de la equidad.