Las primarias, el anti-partidismo y la incertidumbre presidencial
20.07.2021
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20.07.2021
El resultado de las primarias reforzó un contexto político de difícil lectura y proyección, dice el autor de esta columna. Las elecciones de los convencionales disminuyeron la presencia del centro político, pero las del último fin de semana inclinaron la balanza hacia ese sector. ¿Cómo se puede prever lo que ocurrirá en noviembre y cómo deben moverse los candidatos ante una ciudadanía que se declara anti-partido y contraria a la élite política? El autor entrega algunas claves: “Las características específicas de cada una de las candidaturas en competencia será relevante. ¿Quiénes son? ¿Cómo se enfrentan a la prensa? ¿Cómo resuelven los conflictos? ¿A quiénes escuchan? ¿Quiénes los financian?”.
Vivimos una transición a toda velocidad donde se entrecruzan, simultáneamente, viejas y nuevas tendencias. Vivimos aquellos inéditos momentos de la historia donde todo se abre a una revisión. Desde el tradicional concepto de la chilenidad y de nación, hasta la distribución del poder económico, político y social. Y en estos momentos de revisión –a veces radical– de lo que nos constituye como sociedad, se hace muy difícil predecir o anticipar algo. Así como llamó la atención aquel rotundo 78% que se inclinó por una nueva Constitución en el plebiscito de 2020, resultó también sorpresiva la relevante caída electoral de la derecha en la Convención, la fuerte irrupción de independientes de distinto signo, y los más de 3 millones de electores que concurrieron a votar en esta última elección primaria.
En momentos de convulsión, las lecturas de la realidad se hacen confusas, pues observamos precisamente estas disonantes y a veces contradictorias tendencias. Piense usted en la reciente elección de la Convención constituyente, donde se produjo aquella significativa caída de los partidos de derecha, mientras los partidos del centro político prácticamente desaparecieron. Allí se impuso una correlación de poder totalmente nueva en la escena política chilena. En abierto contraste con esa tendencia, en el mismo acto electoral, pero esta vez a nivel de concejales, la derecha obtuvo poco más del 28% de los votos, y ese mismo centro político que se desvaneció para los convencionales, obtuvo casi 700 mil votos (11%).
Una parte importante de la explicación sobre estos disonantes resultados tiene que ver con las reglas del juego establecidas para una y otra elección. Cuando abres la cancha a la diversidad (paridad, escaños reservados, listas de independientes en la Convención), obtienes resultados diversos. Cuando mantienes reglas que favorecen a los partidos tradicionales, sin duda que ellos resultarán beneficiados. Entonces, es esperable observar distintas realidades en un mapa electoral que combina nuevas y viejas fuerzas, además de nuevas y viejas reglas.
Sebastián Sichel deberá esforzarse por trabajar el atributo de la credibilidad: ¿Resulta creíble un candidato independiente apoyado por grupos empresariales? ¿Resulta creíble un candidato que tiene una trayectoria de militancia y en cargos de confianza política del más alto nivel?
Ya se ha escrito con bastante abundancia respecto del sino de los tiempos: el anti-partidismo. Una de las características principales de la crisis de representación que vivimos, es la percepción muy masificada de que existe un grupo de privilegiados que ha usufructuado para su propio beneficio un modelo socio-político excluyente. No son solo los empresarios que abusan de los y las trabajadoras, sino también una élite política que ha obtenido beneficios personales a expensas de la ciudadanía.
El sentimiento anti-partido se asocia con una percepción generalizada respecto a una generación que fue olvidando su vocación de poder para la transformación social, y que fue amalgamándose con los intereses empresariales. En ese sentido, los casos de financiamiento ilegal de la política fueron una estocada a la política tradicional que no ha sido olvidada.
Las preferencias ciudadanas se han hecho evidentes en el último tiempo. A nivel de alcaldías se duplicó la cantidad de alcaldes y alcaldesas que triunfaron compitiendo como independientes. En la Convención Constituyente cerca del 70% de quienes fueron electos lo hicieron bajo la bandera de ser “independientes”. En la actual carrera presidencial ya tenemos 20 precandidaturas independientes -además de las candidaturas partisanas- que se encuentran recolectando firmas con el objetivo de llegar a la papeleta en noviembre.
En la reciente primaria de la derecha salen derrotados los tres representantes de partidos tradicionales, y triunfa un “outsider” de aquella coalición que enarbola una crítica a la “vieja política”. Para lograr la presidencia, Sebastián Sichel deberá esforzarse por trabajar el atributo de la credibilidad: ¿Resulta creíble un candidato independiente apoyado por grupos empresariales? ¿Resulta creíble un candidato que tiene una trayectoria de militancia en partidos y en cargos de confianza política del más alto nivel?
Para el Frente Amplio, y la coalición que acompañe la candidatura de Gabriel Boric, constituirá un desafío articular un discurso que combine el anhelo de transformación social con la participación en los espacios de poder que han tenido
Seguramente Sichel apelará a su trayectoria social, intentará distanciarse de las maquinarias partidistas, probablemente integrará un gran número de independientes a sus equipos programáticos y buscará mostrarse como alguien capaz de abarcar desde el centro hasta la derecha más conservadora. En otras palabras, se repetirá la historia de la post-transición de partidos de derecha, quienes buscarán alcanzar La Moneda de la mano de alguien que no es genéticamente de derecha.
El anti-partidismo recorrerá con más fuerza que nunca las futuras elecciones presidenciales. Cualquier cosa que resuene a privilegio, a una ventaja social, será criticada y denostada. Es por esta razón que para el Frente Amplio, y la coalición que acompañe la candidatura de Gabriel Boric, constituirá un desafío articular un discurso que combine el anhelo de transformación social con la participación en los espacios de poder que han tenido desde sus recientes años de gestación. Y es que la crítica anti-partisana también ha alcanzado a quienes han participado de la política institucionalizada y representativa en el gobierno de Michelle Bachelet y en el Congreso. Su única opción de respuesta es la honestidad, la transparencia, el constante equilibrio entre la frescura de un movimiento social y la templanza o sobriedad que requieren ciertos acuerdos programáticos e institucionales.
Desde el punto de vista político-electoral, la situación más compleja la enfrenta la Unidad Constituyente. Primero, no se advierte un trabajo conjunto para proyectar un ideario político futuro, más bien se trata de esfuerzos particulares que buscan proyectar a cada fuerza política. Segundo, han cometido errores importantes al buscar la articulación de una alternativa de poder, siendo el principal de ellos su no inscripción en las primarias presidenciales. Y tercero, tampoco han generado una renovación de sus plantillas electorales. Quien asuma la candidatura presidencial de este sector enfrentará el enorme desafío de crear una nueva mística, una nueva épica para un grupo de partidos que parecen desgastados y sin un proyecto motivante para soñar un futuro mejor.
Ante un escenario como el descrito, que combina simultáneamente antiguas y nuevas tendencias, resulta difícil poder predecir qué sucederá en noviembre. Aquellas personas que se interesen en participar están atentas a los más mínimos detalles de la oferta política vigente. La decisión sobre por quién votar, al parecer, se solidificará pocos días antes de la elección, y cobrarán especial interés ciertos atributos personales de las candidaturas en competencia. Ante la ausencia de partidos fuertes, las características específicas de cada una de las candidaturas en competencia será relevante: ¿Quiénes son? ¿Dónde estudiaron? ¿Cómo se enfrentan a la prensa? ¿Cómo resuelven los conflictos? ¿Por qué motivos alzan la voz? ¿Cuánta honestidad proyectan? ¿Qué ambiciones tienen? ¿Qué opinan sus amigos sobre ellos/as? ¿Con quiénes se rodean? ¿A quiénes escuchan? ¿Quiénes los financian?
Vivimos un tiempo paradójico, donde los proyectos de transformación social que solo pueden materializarse a partir de esfuerzos colectivos, son evaluados por la ciudadanía a partir de los atributos individuales de quienes los lideran. De aquella evaluación dependerá quién, finalmente, llegue a La Moneda.