CIPER ACADÉMICO / ENTREVISTA A FERNANDO ATRIA
“Soy optimista; creo que es posible que surjan las condiciones de un pacto chileno equivalente al que hizo posible el Estado de Bienestar en Europa”
03.07.2021
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CIPER ACADÉMICO / ENTREVISTA A FERNANDO ATRIA
03.07.2021
Es de los que lo vio venir: desde 2011 Fernando Atria ha sido una voz clave en los debates sobre las AFPs, la nueva Constitución y la segregación de la educación chilena (acusando que donde la elite alega mérito usualmente hay privilegio). En esta entrevista muestra su optimismo por la discusión constitucional que se inicia este domingo y donde nadie tiene poder de veto. Cree que la posibilidad de éxito no depende de que todos los constituyentes se pongan de acuerdo, sino de que al final emerja un sistema eficaz para materializar la voluntad de las mayorías. Reflexiona también sobre la necesidad de reconocer que la violencia del 18/O nos trajo hasta este importante momento (por lo que propone que hay que avanzar en una amnistía para algunos delitos vinculados con el estallido). Y revisita los 10 años de las marchas estudiantiles del 2011 y la serie de columnas que escribió para CIPER en ese momento.
En estos meses se cumplen 10 años de las marchas estudiantiles de 2011. Para CIPER fue un periodo de enorme intensidad y creatividad. Arrastrados por la urgencia de miles de jóvenes a la vez esperanzados y endeudados (ambigüedad que captura muy bien la canción “Nuestro momento”, filmada en la manifestación del 7 de julio de 2011 y que termina con los protagonistas besándose, sin notar los carabineros a caballo que se acercan), CIPER se adentró en un área que no había explorado y publicó más de 30 investigaciones que abordaron desde el negocio que los bancos hacían con el CAE hasta la corrupción en la Comisión Nacional de Acreditación, pasando por el escándalo de la Universidad del Mar que tanto dolor causó a miles de familias.
Junto con eso, que es lo que se espera de CIPER, publicamos otro material que tuvo la capacidad de anticipar varios de los más importantes problemas y discusiones de la década. Se trata de la serie de columnas “10 lugares comunes falsos de la educación chilena y una propuesta para un sistema menos segregado”, escrita por Fernando Atria, que dio forma al libro “La Mala Educación. Ideas que inspiran al movimiento estudiantil”.
Para los lectores, los estudiantes y especialmente para los dirigentes del movimiento, estas columnas fueron iluminadoras. Miles de familias estaban viviendo angustiadas las consecuencias de un sistema que no generaba educación de calidad y dejaba a sus hijos endeudados por décadas. Mientras las investigaciones de CIPER les permitían entender el detalle de cómo ese sistema funcionaba (qué reglas se vulneraban y cuáles estaban mal hechas), las columnas de Atria desmontaron los argumentos con los que los defensores del sistema presentaban los abusos como situaciones justas, razonables, beneficiosas para el país. Atria, en esos textos, enseñó a ver que donde la elite reclamaba mérito, normalmente había privilegio. Y clavó esa palabra en el debate.
Para un movimiento estudiantil que estaba marcado por la necesidad de entender, estos textos fueron centrales. En la presentación del libro de Atria, el entonces dirigente estudiantil Giorgio Jackson dijo: “en este importante e intenso año 2011, en que nuestro sistema educativo fue objeto de un debate a fondo, la serie de Atria me acompañó en muchos momentos importantes. Me acompañó literalmente, pues yo andaba con sus columnas impresas en la mochila, corcheteadas y subrayadas”.
Para CIPER la serie de Atria también resultó importante, justamente porque también queríamos entender. La nueva vía que se abrió consistía en aplicar una intensa pauta y edición periodística sobre textos de académicos que tuvieran una contundente investigación teórica o empírica. Luego de Atria, vinieron muchas series que hasta hoy son constantemente visitadas por los lectores: la columnas de impuestos de Francisco Saffie , quien explicaba por qué nuestro sistema privilegiaba a unos pocos; sobre los límites y contradicciones de la meritocracia de Matías Cociña; sobre porqué seguimos construyendo ciudades segregadas, de Camila Cociña; sobre la clase media de Emmanuelle Barozet, hasta la más reciente serie sobre la crisis del sistema político de Juan Pablo Luna, que terminó en el libro En vez del Optimismo[1].
Todo eso cuajó en CIPER Académico, un concepto desarrollado por Marcela Ramos y quien escribe. Es curioso que sea esta entrevista con Atria el último texto que se publique en CIPER Académico antes de su cierre.
Es evidente que el proceso constituyente solo se pudo abrir por la violencia del 18 de octubre
Volvemos ahora donde Atria, 10 años después de esas columnas, transformado él en uno de los intelectuales más influyentes de la década, investido constituyente y esperando el inicio de las sesiones este domingo. Alguna vez dijo que si una nueva Constitución no se hacía por las buenas, se haría por las malas.
Ya que predijiste, predice lo que viene.
-(Se ríe) Habría que decir que los que entienden el mundo pre revolucionario no necesariamente son los que entienden el mundo post revolucionario.
Partamos por las columnas que escribiste en 2011 en medio de las marchas y de las negociaciones entre estudiantes y Congreso. ¿Qué recuerdas de esos días?
-Primero diría que antes del movimiento estudiantil hubo otras manifestaciones inusualmente grandes, por ejemplo, contra HidroAysén. O sea que había algo en el ambiente. Me parece que el movimiento estudiantil calzó con eso y por ello pudo hacer lo que otras organizaciones no habían logrado: impugnar muy fuerte la manera de pensar neoliberal, que era hegemónica hasta ese momento. Creo que con las columnas en CIPER pasó lo mismo, calzaron bien con el ambiente que había.
¿Qué crees que estaba en el aire en ese momento?
-Eso se va a seguir estudiando mucho tiempo, pero creo que ayudó mucho que el presidente fuera Piñera. Como decía un titular de The Clinic, con Piñera de presidente este era un país atendido por sus propios dueños. Eso hizo una diferencia enorme, porque hasta ese momento los movimientos sociales que protestaban desde 2006, se habían encontrado en el gobierno con personas de la Concertación que por lo menos en el discurso mostraban simpatía por las demandas (otra cosa es que fueran capaces de hacer las transformaciones necesarias). Pero en 2011 las demandas se dirigieron contra de los explícitos defensores y creadores del modelo.
Eso se repitió el 18/O
-Exactamente. Recuerdo que, en una entrevista en esos años, dije que no entendía porqué la derecha quería llegar al gobierno. Lo tenían todo y sin necesidad de salir a defender el modelo. Mataron la gallina de los huevos de oro.
Espero que la nueva Constitución cree un sistema sea agresivamente redistributivo. Un modelo así haría más necesario el crecimiento, porque mostraría que va a en beneficio de todos
Me parece que otro factor importante es que el movimiento estudiantil hizo un esfuerzo por entender el problema de la educación en detalle. Eso no era sencillo. En CIPER nos costó mucho desentrañar el funcionamiento del CAE o los mecanismos de acreditación. Me parece que parte de su fortaleza estuvo en esa disposición a entender las causas, no solo denunciar las consecuencias.
-Sí, creo que eso fue muy importante. Y cuando hablamos de entender eso es, a fin de cuentas, poner al derecho lo que está al revés. Por eso la idea de la serie en CIPER fue la de mostrar “lugares comunes falsos”. Supongo que a ese proceso social de entender se refieren los autores que hablan de “ir adquiriendo consciencia”, “autoconciencia”. No solo sentir el daño y protestar, que es la primera reacción, sino comprender que ese daño no es algo que cae del cielo. Ese daño es la consecuencia de un modelo cuya estabilidad está dada por su ideología, por su pretensión de legitimación.
El movimiento de 2011 ocupó la calle con carnavales. Recuerdo que los mismos estudiantes correteaban a quienes querían provocar incidentes. Pero no consiguieron lo que buscaban. Y luego vinieron varios años en que nada de lo que se reclamaba en la calle avanzaba mucho, ¿no? Me acuerdo que en esos momentos tú eras muy pesimista sobre lo que venía, porque se entendía que la gente no tiene sangre de horchata, que no puede reclamar eternamente en forma pacífica. Luego, cuando le cierran la puerta a la reforma constitucional tú dices en una entrevista en El Mostrador que el problema constitucional va a resolverse por las buenas o por las malas. Si la violencia del 18/O era predecible, entonces los responsables de ella son también quienes no encauzaron los procesos, ¿no?
-Políticamente hablando, no judicialmente, sino políticamente hablando, la responsabilidad por la violencia del 18 de octubre es de quienes hicieron imposible solucionar el problema constitucional antes. Y esos son, por cierto, los mismos que luego se erigen en grandes censores de la violencia y que reclaman que todos la condenen sin excepción. Esos mismos son los que hicieron imposible que se solucionara el problema de una manera distinta. Hoy resulta que todos celebran el proceso constituyente, como una gran oportunidad para Chile y bla, bla, bla; pero creo que es evidente que éste solo se pudo abrir por la violencia del 18 de octubre. O sea, marchas masivas como la del 25 de octubre ya había habido muchas, por ejemplo, contra de las AFPs. Y no pasaba nada.
Con lo que dices, se me viene a la memoria Andrés Chadwick en Icare, y esa seguridad con que cerró la puerta a una nueva Constitución, con los empresarios aplaudiendo. Ese es un momento en que las cosas todavía podían ir hacia otro lado.
-Por cierto, la responsabilidad está en Chadwick y en lo que él representa; está en Jorge Burgos, que como ministro del Interior de Bachelet hizo todo lo posible para cerrar todas las vías, por ejemplo, cuando se presentó un proyecto de reforma constitucional que autorizaba un plebiscito y dijo que era un atajo raro. La responsabilidad está en el Consejo de Observadores que no contribuyó a que los encuentros locales de autoconvocados continuaran aumentando en número y adquirieran más fuerzas; en Camilo Escalona y los que decían que empujar una nueva Constitución era “arriesgar la estabilidad”. Yo diría ahora: ¿quién estaba arriesgando la estabilidad?
La productividad en Chile dejó de crecer a fines del siglo pasado ¿Qué muestra eso? Que, haciendo lo mismo, no vamos a crecer
Decir que la Constituyente solo es posible por la violencia del 18 /O se puede tomar como una justificación.
-No estoy justificando nada, estoy simplemente haciendo una observación que es innegable: hay una conexión interna entre el estallido del 18/O -y la intensidad con la cual se manifestó- y el hecho de que menos de un mes después estuviera fijada la fecha de un plebiscito constituyente que había sido imposible de discutir por 30 años.
¿Qué piensas de los que aún siguen presos por la violencia de esos días?
-Si uno acepta que el proceso constituyente solo fue posible como consecuencia del 18/O y, además, dice que ese proceso es una gran oportunidad para Chile, entonces tiene que recalificar el juicio que merecen los actos de violencia de ese día. Ahora, no me refiero a todos los actos de violencia.
¿Qué distinciones harías?
-Bueno, no es lo mismo los desórdenes en la vía pública que el atentado directo en contra de la integridad física de una persona. Pero negarse a aceptar que por lo menos parte de la violencia tenía un contenido político que excede con creces su significado judicial es simplemente no ver la realidad. Entender eso es lo que justifica que existan cosas como las amnistías o los indultos generales, porque llega un punto en que nos damos cuenta, mirando hacia atrás, que lo que ocurrió es el resultado de un conjunto de acciones, cada una de las cuales es constitutiva de delito o falta, etc., pero considerando el contexto, tienen un significado político adicional. Y por eso la pena que se aplique no puede tratarlos sólo como si fueran un delito más.
¿Eres partidario de una amnistía?
-Por cierto. Habrá que fijar debidamente los límites de eso, porque no puede ser para todos los hechos ilícitos ocurridos.
-Esto parece contradictorio con lo que dijo el candidato Gabriel Boric, en el debate presidencial, cuando anunció, aludiendo a Piñera, que piensa perseguir a los responsables de las violaciones a los derechos humanos nacional e internacionalmente.
-Yo creo que está alineado, porque no estoy hablando de una amnistía que abarque todos los delitos. Lo que uno tiene que entender es que hubo una irrupción popular. No fue, como dicen algunos en Twitter, una racha de violencia delictual. Eso no es suficiente para describir lo que pasó. Esto nos debería llevar a pensar que los hechos que mirados individualmente revisten carácter de delito, en realidad tienen, como parte de este momento de irrupción del proceso constituyente, un sentido político adicional. Dicho esto, el siguiente paso es decir, ¿cuáles de estos hechos podrían estar cubiertos por este sentido político adicional y cuáles no? Yo creo que esa es una pregunta enteramente legítima. Creo que tenemos que llegar a este punto y hacer este esfuerzo de discriminación.
¿Incluirías en esa amnistía a Carabineros?
Creo que esa posibilidad también tiene que estar incluida. Digo posibilidad, no estoy manifestando una opinión definitiva. Los hechos que califican como violación a los derechos humanos por nada del mundo son amnistiables, pero también creo que es impropio entender cada acto de violencia policial separado del resto del contexto.
Y el oficial que da la orden de disparar, ¿te parece amnistiable?
-No quiero ir caso por caso, pero lo que me parecería razonable es que las violaciones a los derechos humanos no estén incluidas y tampoco los ataques directos contra la integridad física de otra persona.
Uno los argumentos que más ha perdurado de la serie de Atria es la idea de que la elite gozaba de enormes privilegios que no se relacionaban con sus méritos. Para Atria el movimiento de 2011 se produjo en la educación y no en las otras áreas obvias donde podría haber ocurrido -como la salud o las pensiones-, justamente por la descarada falta de mérito que había y sigue habiendo allí, donde el apellido y los recursos determinan la calidad formativa recibida.
En la columna “La angustia del privilegiado” Atria también argumentaba que el privilegiado necesitaba justificar su posición ventajosa “porque es bien duro vivir sabiéndose beneficiario de un sistema en el que las propias oportunidades son resultado de la negación de oportunidades de otros”. Para reducir su angustia, los privilegiados elevaban a la categoría de grandes pensadores a los académicos que -honesta o interesadamente- estimaban que el privilegio era en realidad una carga.
-Hablemos de los intelectuales de la elite y su rol en el 18/O. Uno puede alabar tu perspicacia y la de otros/as investigadores/as como Kathya Araujo o Juan Pablo Luna para predecir distintos aspectos de la crisis; pero lo que más llama la atención es la incapacidad completa de aquellos que asesoran a la elite, de advertir lo que venía. O sea, lo último que vimos antes del estallido fue a Felipe Larraín y Juan Andrés Fontaine, bailando alegremente en el polvorín. Si asumimos que no actúan con mala fe y que tienen capacidades, ¿por qué no pudieron ver lo que venía? Y junto con eso ¿cuánta responsabilidad tiene el académico de ese mundo, de haber impedido que la elite entendiera lo que estaba pasando y buscara salidas razonables?
-No tengo respuesta para eso. O sea, pensando en el tema constitucional, era evidente que esto se estaba hundiendo. Por supuesto, no quiero decir que era predecible que el 18 /O iba a quemarse el metro, pero no puedes tener una institucionalidad que se deslegitima día a día, con toda esta gente tan sofisticada hablando de regalar flores, de levantarse más temprano, y pensar que eso no va a tener consecuencias. O sea, acordémonos de lo que se discutía antes del estallido. La agenda del gobierno era más precarización laboral, menos impuestos para los más ricos, más ahorro individual administrado por la AFP, selección escolar de vuelta. Era volver todo atrás.
¿La elite habrá sacado alguna enseñanza de esto?
-Yo esperaría que la derecha económica diga, “ya, está bien, nuestra ambición fue tan insaciable que matamos a la gallina de los huevos de oro; queríamos más y más y más, y le dimos una vuelta adicional a la tuerca y se acabó”. Y que el paso siguiente sea entender que es imposible volver atrás y lo que necesitan es llegar a unos nuevos acuerdos.
En este momento de triunfo se puede olvidar que la fortuna gira. Y cuando los procesos políticos quedan a medio camino, o no satisfacen las expectativas, el escenario empieza a revertirse. Estoy pensando en Bolsonaro o en el Brexit, donde situaciones que por algún motivo no se solucionaron, terminan haciendo que votantes se fuguen hacia un extremo. ¿Cómo evitamos eso en Chile?
-Yo diría que en esos casos la gente se fugó hacia los que le ofrecían eficacia. Ese era el discurso de Bolsonaro ¿no?: “no estoy atado por estos pluritos de los defensores de los derechos humanos, estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario hacer”. Para evitar que esas posiciones avancen en Chile creo que la cuestión fundamental de la nueva Constitución es crear un poder político democrático eficaz.
Un cambio de modelo es necesario para el crecimiento. Y creo que eso supone que el Estado recupere la posibilidad de orientar estratégicamente el desarrollo. O sea, hacer lo que hicieron los coreanos
La democracia es normalmente poco eficaz. Necesita mucho diálogo, mucha reunión y debate.
-Digo eficaz en este sentido: que, si nosotros los ciudadanos elegimos un gobierno que se compromete a terminar con las AFPs, bueno, se van a acabar las AFPs. Y entonces, podremos decir que las AFPs se acabaron porque nosotros lo decidimos. Eso es lo que hoy no pasa: las decisiones que se toman no son las nuestras, porque pesa mucho más la voluntad de otros, del poder económico, de la clase política. Siempre hay otros cuya voluntad es más relevante que la de los ciudadanos y ciudadanas, y eso es lo que tiene que cambiar. Y si la Constitución no cambia eso, bueno, lo que creo que va a pasar es que la crisis que hemos venido sufriendo no se va a solucionar.
¿Qué pasa con las minorías? La Constitución tiene que protegerlas también.
-Por supuesto. Pero tras la experiencia de la Constitución tramposa que tenemos debería ser obvio que mientras más mecanismos contra mayoritarios haya, más ineficacia del sistema, y más se ve al gobierno como algo que existe para paralizar la voluntad popular. Entonces la regla de mayoría no es solamente una exigencia moral, es una condición de estabilidad democrática.
Parte de las frustraciones de las personas son económicas. ¿Cuán importante es para ti que la Constitución permita que haya crecimiento y no sea culpada de que el país no crece?
-Yo diría que eso es parte de la eficacia de la que estoy hablando. Pero la eficacia no es solo eso. Yo esperaría que la política del día después de la Constitución sea una que puede genuinamente redistribuir. Uno de los datos más brutales de Chile es que si comparas el Gini antes y después de impuestos y transferencias, prácticamente no se mueve. Yo espero que la nueva Constitución cree un sistema agresivamente redistributivo. Un modelo así haría más necesario el crecimiento, porque mostraría que va a en beneficio de todos. Por otra parte, cuando uno mira lo que ha ocurrido con el modelo neoliberal, resulta evidente que tocó techo. O sea, la productividad en Chile dejó de crecer a fines del siglo pasado ¿Qué muestra eso? Que haciendo lo mismo no vamos a crecer. Entonces, es necesario un cambio de modelo.
¿Qué propones?
-Bueno, todo esto supone que el Estado debiera recuperar la posibilidad de orientar estratégicamente el desarrollo. O sea hacer lo que hicieron por ejemplo los coreanos, que en los 50, 60, y yendo contra los consejos de los organismos internacionales, dijeron “no queremos aprovechar nuestras ventajas comparativas y ser un país agrícola porque no queremos la sociedad que corresponde a un país agrícola, queremos ser un tipo de sociedad distinto y eso supone otro tipo de desarrollo económico y para eso desde el Estado vamos a orientar el desarrollo en otra dirección”. Que el Estado tenga la capacidad para hacer eso es parte de lo que yo llamaría un poder democrático eficaz. Entonces, ¿estamos en contra del poder económico? La respuesta es no. Yo esperaría que el poder económico en Chile llegara a la misma conclusión a la cual llegó el poder económico en Europa después de la segunda guerra mundial, que esto es la condición necesaria de estabilidad para el futuro.
Hay muchas personas que antes del 18/O eran pesimistas porque intuían el estallido o algún tipo de grave crisis. Pero luego de que ésta se produjo y se canalizó, se han vuelto optimistas sobre lo que viene. Atria es de aquellos.
-Mi impresión es que las condiciones están dadas para que el debate constituyente sea un debate más razonable de lo que hemos visto, entre otras cosas porque es evidente para todos que el fracaso del proceso constituyente sería una catástrofe para el país. Como me dijo algún amigo, cuando el avión se cae da lo mismo que vayas en primera clase y yo en el último asiento al lado del baño. Creo que hoy están dadas las condiciones para un proceso constituyente como no hemos tenido nunca en el país. Piensa solamente en lo que significa que por primera vez en 30 años vamos a poder tener una discusión política importante que no está sujeta al veto unilateral de nadie. Eso es democracia.
Eso que te da optimismo, llena de recelo no solo a la derecha sino a sectores de la ex concertación que ven con mucha desconfianza al PC y a la lista del pueblo. Yo he oído a personas de esos mundos decir que creen que el PC quiere que el proceso fracase o que la lista del pueblo es gente con la que no se va a poder conversar. ¿Tú ves esa fractura?
Lo que he visto es una actitud positiva. Creo que cuando la convención empiece todos los convencionales van a sentir sobre sus cabezas la responsabilidad, porque si el proceso constituyente fracasa los primeros que vamos a tener que decir que fracasamos somos nosotros. Pero ojo, no estoy diciendo que eso disuelve los desacuerdos que hay. Lo nuevo, sin embargo, es que esos desacuerdos van a ocurrir, por primera vez, en un contexto en que a todos nos va a interesar que esto resulte. Bueno, tal vez quedan algunos que creen que si esto no resulta, nos quedamos con la Constitución del 80, pero eso me parece una idea demencial.
Cuando la derecha pensaba que podía sacar mas de un tercio de los constituyentes, argumentaba que la Constitución era legítima solo con 2/3. Ahora que no lo obtuvo algunos argumentan que la legitimidad depende de que ellos participen en el texto. Así lo plantea Sebastián Soto en una reciente columna en CIPER: la izquierda tiene mayoría, pero debiera prestarnos al goma y el lápiz para escribir algunas cosas en el texto y que éste sea de todos. ¿Qué piensas de eso?
-Durante los últimos 30 años la derecha se ha acostumbrado a pensar que tiene un status privilegiado; y que por lo tanto los grandes acuerdos de la república pasan por ella. En la lógica de ese sector, cuando ellos no están, no hay acuerdo sino imposición. Hay que acordarse del primer año de Bachelet, cuando el gobierno intentaba aprovechar su mayoría parlamentaria y avanzaba la reforma tributaria o la ley de inclusión; el alegato de la derecha era, “si no están dispuestos a conversar con nosotros entonces esto es una imposición unilateral”. Yo creo que para la derecha y no solo para ella, sino que también para la cultura de los últimos 30 años, los grandes acuerdos no son acuerdos grandes sino “acuerdos con la derecha”. Ellos, creo yo, pusieron la regla de los 2/3 para continuar con esa lógica. No se dieron cuenta de que no es lo mismo exigir 2/3 para reformar una constitución que necesitar 2/3 para escribir desde una hoja en blanco. Y ahora que no tienen el tercio para bloquear, eso transforma el sentido de los 2/3. Porque ahora los 2/3 no son una regla que asegure que la nueva Constitución tenga la aprobación de ellos. Si se acuerda algo por 2/3 es un gran acuerdo. Y si en ese acuerdo está la derecha, bien por ella. Y si no la incluye, bien también. Cuando uno instruye una regla de dos tercios, entiende que hay un tercio que se puede quedar afuera, sin drama, ¿no?
Por cierto, esto no quiere decir que uno deba enfrentar el proceso constituyente con ánimo de excluir posiciones de nadie. Pero, por otro lado, tengamos presente que una parte de las demandas que hicieron posible este proceso, son demandas que tenían como adversario a la derecha. ¿Quiénes son los que se han opuesto a que la educación sea un derecho social, a reformar en forma significativa el sistema de pensiones, etc.? Entonces, no nos engañemos, es probable que la derecha tienda a no estar en estos acuerdos y quede excluida, dado las posiciones que ha asumido durante los últimos 30 años. O sea, es probable que esta Constitución reaccione a la de la derecha. Entonces, cuán participe sea la derecha es una pregunta que se responde del mismo modo que para cualquier otro. El que asuma una postura de una defensa de una ortodoxia ideológica, que le impida entrar en dialogo con los demás, en los hechos va a quedar excluido.
La derecha se ha acostumbrado a pensar que tiene un status privilegiado y que, por lo tanto, los grandes acuerdos de la república pasan por ella
Esa forma de ver el problema supone que todos los actores son más o menos iguales. Pero creo que la realidad es muy distinta. Lo voy a ilustrar con “La marcha de Pen”, conocida también como la marcha de los enanos y unos poco gigantes, donde la altura de cada ciudadano depende de sus ingresos. Entonces, cuando parte la marcha, durante mucho rato los que desfilan son diminutos, microscópicos; luego aparecen los pequeños empresarios que son como postes de luz y luego grandes empresarios tipo Torre Entel. Como sabemos que el dinero es poder, me cuesta creer que sea posible que chilenos con poder diminuto construyan acuerdos perdurables si esos gigantes no participan. Como observador de la historia uno tendría que pensar que hay que buscar integración estratégica.
-Lo primero que diría es que no hay que asumir que las posiciones que expresa la derecha política representan a la derecha económica. Normalmente sí, por cierto, pero creo que algunos en la elite económica se dan cuenta hoy de que no pueden volver a la Constitución del ‘80 en forma pacífica. Y esperaría que se den cuenta, también, de que ese modelo se mantuvo durante 30 años, al costo de cargarse la institucionalidad democrática y la legitimidad que Chile tuvo. El paso siguiente es ponerse a pensar en otro escenario conveniente para todos. ¿Cuál? Para responder a eso hay que ver que este no es solo un problema chileno. Cuando uno mira para atrás y se pregunta por qué el principio democrático pudo avanzar en el mundo en contra de la oligarquía y del capital, me parece que la respuesta es que llega un momento en que una democracia de verdad es la única solución que ofrece estabilidad para todos. Porque es la única manera de generar la legitimidad y estabilidad que necesita el capital para hacer sus negocios. ¿Por qué surge el Estado de Bienestar en la Segunda Guerra? Fue el resultado de un acuerdo entre la democracia y el capital, en que el capital entendió de que le convenía pagar la cuenta del Estado de Bienestar a cambio de que no hubiera estatización, ni economía soviética.
A eso me refiero. ¿Qué es lo que se les puede ofrecer a los capitalistas chilenos? Porque los negocios donde se hacen gigantes, están todos en disputa hoy: el royalty para las mineras, el impuesto a los super ricos, el agua, la legislación laboral, las AFPs, la salud, etc. ¿Dónde está la línea que posibilite un pacto entre la democracia y el capital?
Creo que el problema hay que plantearlo de otra manera: ¿qué parte de lo que les interesa a ellos nos vincula a todos? Y lo que diría es que lo que nos conviene a todos es un acuerdo que suscite el apoyo del capital. Y para eso es fundamental pensar en un estado post neoliberal. Es decir, no pensar en volver a lo que había antes, sino dar un paso adelante y aprovechar el punto donde el neoliberalismo nos deja, porque evidentemente el neoliberalismo también ha sido un elemento de progreso y de modernización. Y no creo que esa modernización sea pura pérdida. Entonces, cuando uno piensa en el régimen de los derechos sociales, no debería tener en mente la solución tradicional previa, puramente estatal. Hay que buscar espacios de articulación entre el mundo público y el privado. Por ejemplo, respecto de recursos naturales, el que no haya propiedad privada sobre las aguas no quiere decir que no vayan a haber derechos de aprovechamiento de aguas que tengan la estabilidad que las distintas actividades necesitan.
Durante estos años la derecha ha generado una serie de fantasmas para defender la Constitución neoliberal. Como esos fantasmas no funcionaron y ya no son útiles, me parece que se abren espacios para una conversación más razonable. Yo soy optimista respecto de lo que viene; creo que es posible que surjan las condiciones de un pacto chileno equivalente al pacto que hizo posible en Europa el Estado de Bienestar.
[1] Quiero agradecer a todos/as los/as autores/as la posibilidad que me dieron de editar sus trabajos y de el esfuerzo que pusieron en construir textos claros, para llegar a la mayor cantidad posible de público, sin por ello distorsionar los conceptos clave.
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
CIPER/Académico es un espacio abierto a toda aquella investigación académica nacional e internacional que busca enriquecer la discusión sobre la realidad social y económica.
Hasta el momento, CIPER Académico recibe aportes de seis centros de estudios: el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), el Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR), el Centro de Investigación en Comunicación, Literatura y Observación Social (CICLOS) de la Universidad Diego Portales, el Núcleo Milenio Autoridad y Asimetrías de Poder (NUMAAP), el Centro de Recursos Hídricos para la Agricultura y la Minería (CRHIAM), el Instituto Milenio para la Investigación en Depresión y Personalidad (MIDAP) y la Facultad de Humanidades de la Universidad de Santiago (UsachFAHU).
Estos aportes no condicionan la libertad editorial de CIPER.