ENTREVISTA A RICARDO FIGUEROA, INVESTIGADOR ASOCIADO DEL CENTRO DE RECURSOS HÍDRICOS PARA LA AGRICULTURA Y LA MINERÍA (CRHIAM)
¿Pueden los gobernadores cambiar radicalmente la gestión del agua en sus regiones?
23.06.2021
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ENTREVISTA A RICARDO FIGUEROA, INVESTIGADOR ASOCIADO DEL CENTRO DE RECURSOS HÍDRICOS PARA LA AGRICULTURA Y LA MINERÍA (CRHIAM)
23.06.2021
Para promover un verdadero cambio en la forma en que se utiliza y se cuida el agua en Chile es necesario impulsar una “gestión de cuencas”: un modelo que supera los límites geográficos y administrativos que existen actualmente, explica Ricardo Figueroa. Para implementarlo, sin embargo, hay que modificar el Código de Aguas y la Constitución. Mientras ello no ocurra, los gobernadores pueden avanzar en desarrollar una gestión ambiental donde el agua no sea valorada solo como insumo productivo y donde su uso, consumo y cuidado sea discutido participativamente.
En 2015, la OCDE determinó que la crisis mundial del agua era “esencialmente una crisis de gobernanza”. Es decir, que ésta era resultado de una serie de decisiones tomadas por distintos actores que no supieron manejar un recurso valioso y crecientemente escaso.
En el caso de Chile, la situación es bastante más compleja. En nuestro país, asegura Ricardo Figueroa[1] -investigador asociado al Centro de Recursos Hídricos para la Agricultura y la Minería (CRHIAM) de la Universidad de Concepción- no existe gobernanza del agua. “Lo que hay es una administración que está sustentada en derechos de recursos hídricos; derechos que además son a perpetuidad y por lo tanto pasan a ser propiedad de las personas”, plantea.
-¿Cómo podemos avanzar hacia una gobernanza real?
-Hoy en Chile no existe gobernanza por varias razones. Primero, porque la gestión del recurso hídrico se sustenta en derechos de uso perpetuos y, en segundo lugar, dentro de un mercado sin regulación, que también es otro problema. Lo tercero es que en Chile no existe una gestión de cuencas, entonces no hay una decisión sobre la unidad territorial sino sobre un caudal. Eso significa que hemos olvidado que el recurso hídrico, tanto en calidad como en cantidad, depende de lo que ocurre en un territorio.
—¿Cuál es el problema con nuestro enfoque actual?
—El problema es que todo lo que tiene que ver con el uso del territorio y su impacto no se considera. Voy a usar ejemplos hidroenergéticos para explicarlo. Decimos: “la cuenca X tiene un buen caudal para generar hidroelectricidad, por lo tanto, generamos las políticas hidroenergéticas a partir de esos caudales”. Pero: ¿le hemos preguntado a la gente de la cuenca en qué está utilizando el río? ¿O qué piensa a futuro? ¿O qué efecto tiene sacarle el agua en invierno a un río que está llegando al mar en una de las zonas más productivas del país?
-¿Cómo conversa esta realidad con la elección reciente de gobernadores? Algunos de los/as elegidos/as triunfaron de la mano de una agenda medioambiental concreta y con foco específico en el manejo del agua. ¿Cuentan los y las gobernadoras con herramientas para cambiar la forma en que se toman las decisiones actuales en relación a este recurso?
-Los gobernadores pueden, desde sus territorios, impulsar una buena gobernanza de los recursos naturales y necesidades propias de la región, donde el agua es un eje central para el desarrollo local. Y si hay interés de las autoridades electas por hacer una gestión participativa, es posible avanzar en este sentido. Por ejemplo, realizando mesas de trabajo con los diversos actores para avanzar en cómo se usa el recurso, cómo se devuelve; coordinar con otras entidades: municipios, sociedad civil, la academia. En definitiva, los gobernadores pueden ser un ente mediador que gestione el territorio con una mirada ambiental, donde el agua sea un elemento relevante y no generador de conflictos.
-Una de las herramientas con las que contarán los gobernadores es el Plan Regional de Ordenamiento Territorial (PROT), a través del cual diseñarán y evaluarán la instalación de empresas, vertederos, áreas verdes y entregarán los lineamientos generales para la región. ¿Cómo conversa esta herramienta con las necesidades en materia de agua?
-En efecto, la coordinación del PROT es una herramienta que estará a su cargo, pero siempre ha sido así. Que elijamos a los gobernadores no significa que vengan con las soluciones, ni con nuevas leyes u ordenanzas mágicas. La sociedad la construimos todos y por ello las propuestas deben ser participativas para que sean validadas en post del desarrollo regional. Avanzar a la gestión adecuada del recurso hídrico no es solo mirar el agua, sino cómo drena en vez de escurrir por la cuenca; cómo se acumula en humedales y lagunas; cómo miramos las riberas, diseñamos una plaza, un área verde, es decir, cómo avanzamos hacia una arquitectura verde funcional, donde la naturaleza y los saberes locales son muy útiles de ver y escuchar.
-¿Pueden los gobernadores decidir que esta gobernanza sea en torno a las cuencas por ejemplo, como ha propuesto el Chriam y buena parte de la comunidad científica?
-No, porque en Chile no existe gestión de cuencas, porque el Código de Aguas la ha inhabilitado.
—O sea, volvemos al inicio…
—Volvemos al tema recurrente, porque el hecho de que te permitan ser dueño de un volumen de agua y hacer lo que quieras con él, hace que tú sencillamente ignores lo que pasa alrededor…
—Ahora, si esta lógica de la cuenca es algo que existe en Brasil, en Europa, en Australia y tiene un respaldo científico… ¿Por qué las comunidades científicas en Chile no han logrado mover la discusión hacia la relevancia de usar ese paradigma para pensar en el agua?
—Creo que eso ocurre porque el tema está politizado y es poco transparente. Y como la información es poco transparente, no permite generar redes de colaboración con objetivos claros. Por lo tanto, lo primero es que Chile debe definir si quiere avanzar hacia la gestión integrada de cuencas. Esta es la herramienta, y se aplica a través de la participación, para llegar a un proceso sustentable. La sustentabilidad de un territorio también es dinámica y obedece a nuevos conocimientos o la mejor comprensión de lo que ya en parte sabíamos.
Gestionar la cuenca significa tomar decisiones más allá de una provincia o una región, pues lo que cuenta es el ecosistema de un área geográfica, donde hay ríos, humedales, bosque nativo, pero también empresas mineras y pequeños agricultores que dependen de los recursos naturales. Asegurar la gobernanza de la cuenca, por otro lado, implica que todos estos actores se sienten a la mesa y se pongan de acuerdo. Figueroa ilustra esta idea usando el caso de la cuenca del Bío Bío:
-La cuenca del río Biobío, integrada por 33 comunas, tiene más de un 30% de plantaciones forestales. Al mismo tiempo debe proveer de agua a una población de más de un millón de habitantes. Entonces, me pregunto: ¿tiene la capacidad para ello? Y si la temperatura aumenta uno o dos grados, ¿cuánta agua del río se va a evaporar? La vegetación de ribera podría ayudar a resolver ese problema, pues provee la sombra que hace que la temperatura del río baje. Pero, ¿cómo está la vegetación de ribera? Bueno, resulta que la ribera está toda intervenida; “ganamos ribera”, dicen algunos, aunque el nuevo paradigma deber ser que se perdió la ribera del río… Y entonces así uno se va dando cuenta de los problemas. El caso del Bío Bío es una demostración de cómo no estamos gestionando el territorio y cómo la naturaleza no está sentada en la mesa de discusión. ¿Por qué no está sentada? Porque no tenemos ley de biodiversidad, ni gestión de cuenca, ni gestión de riberas, entonces ahí comienza uno a darse cuenta de que realmente no están todos los actores.
—¿Quién más no está?
—Cuando uno habla de los bienes y servicios del recurso hídrico no se refiere solamente al agua potable para la sobrevivencia. También necesitamos tener agua de calidad y eso es un bien de regulación. O sea, hasta ahora hemos hablado de servicios ecosistémicos de provisión, pero la regulación no la hemos incluido. Cuando hablamos de regulación, nos referimos a preguntas cómo las siguientes: ¿Cuál es la capacidad del sistema acuático para procesar los nutrientes? ¿Cuál es la capacidad de capturar CO2?. Estas capacidades son importantes, porque para que nosotros tengamos servicios de provisión (que es lo que nos interesa como seres humanos), debemos considerar los sistemas de regulación, pues de otra manera no tendremos agua, que es lo que está pasando en muchos ríos altamente contaminados o que se están secando… Y luego tenemos los servicios ecosistémicos culturales, como el valor paisajístico, cultural, espiritual, con el simple hecho de que en verano nos gusta mojar las patitas en el río o una laguna y resulta que no puedo porque está contaminado o porque tengo que pagar por el acceso. Hoy en día, en el sur, la máxima entretención de los niños que viven en zonas rurales es bañarse en los canales de regadío, y después se secan en el pavimento, y son felices. Entonces hay valores que son culturales que no los estamos considerando.
—Lo que falta, entonces, es una mirada que aúne todo…
—Cuando logro hacer conversar los servicios de regulación y culturales con los de provisión puedo asegurar un recurso hídrico justo para proveer las necesidades humanas, pero no puedo pensar que la provisión es el eje central que está moviendo todo el sistema. Eso, sin embargo, es lo que ocurre hoy en día, porque se sustenta en eso, en flujos de agua, y no se considera la unidad territorial.
—Está por comenzar un nuevo proceso constituyente, ¿cree que esta instancia puede permitir que aspiremos a tener una gobernanza del agua?
—Hay que partir por modificar la Constitución y el Código de Aguas, y la primera modificación importante es que el agua no puede ser un derecho perpetuo. Eso va a determinar todas las otras acciones. En términos de prioridades, el agua es un derecho humano, pero para ello necesito primero agua y después agua de calidad, es decir, el uso prioritario del agua es para la naturaleza misma, donde los procesos eco-funcionales puedan proveer agua de calidad para los seres humanos. Es un cambio de paradigma.
—Hace un mes se anunció la creación de la subsecretaría de recursos hídricos, que estará bajo el mando del Ministerio de Obras Públicas. ¿Qué efectos tiene la creación de esta entidad con respecto a la gobernanza?
—Primero que nada, quiero pensar que lo que se quiere hacer, con nuevas atribuciones, va a ser positivo y es mejor que no tener nada. Pero tenemos que considerar que la Dirección General de Aguas también pertenece al MOP, es decir, ya era un brazo que estaba demandado a hacer gestión de recursos hídricos en Chile. La pregunta es: ¿por qué hasta ahora la DGA no ha cumplido con ese mandato?
-¿Por qué?
-Porque es una institución centralizada. Es decir, obedece a lo que pasa en Santiago y, además, administra recursos. Es decir, volvemos al Código de Aguas: no hace gestión, administra recursos. Cuando yo hago gestión, tengo objetivos claros, pero aquí no hay objetivos claros, aquí se administran derechos disponibles: que no se estén usando más de lo que se debe y tampoco menos…
–¿Qué cambios deben promoverse en la Constituyente para que pasemos de tener una DGA que administra recursos a una que gestiona?
-La gestión debe respetar el territorio, gestión de cuencas, el sistema natural y las decisiones locales. No significa que no exista una supra dirección que entregue lo lineamientos generales como la sustentabilidad y seguridad hídrica, que el país requiere, pero Chile es un país muy heterogéneo y cada zona tiene sus propias características y por lo mismo, debe contar con sus propias respuestas a las presiones ambientales. Por ejemplo, el efecto del cambio climático no es igual en el norte, zona central y sur.
—O sea, la subsecretaría no serviría para nada mientras no haya un cambio más profundo.
—Exacto. Si vamos a considerar a todos los actores, uno debiera estar pensando en una subsecretaría superior. Le doy un ejemplo: en Sudáfrica, cuando se quiere cortar una plantación de pino hay que pedirle permiso al Ministerio del Agua. Yo creo que, en la misma línea, en Chile necesitamos una instancia superior, que sea transversal o que esté en el Ministerio del Medioambiente y que se llame Ministerio del Agua y Medioambiente y no Medioambiente y Agua, y lo digo así para que tenga más relevancia. Porque hasta el momento el MOP ha demostrado no ser eficiente en términos de la gestión de recursos hídricos. No quiero decir con esto que la DGA no tenga las capacidades: hay gente muy buena que quiere hacer cosas, pero choca con la centralización, con el Código de Aguas, va hasta dónde se puede llegar.
—O sea, esta decisión de generar una subsecretaría de recursos hídricos es más bien la reafirmación de que el agua sigue no siendo tan importante como debiera ser…
—No es que no sea importante, pero tiene que ver con el punto de vista. Es importante desde la mirada de la productividad, no como recurso hídrico. Es decir, el agua no es vista como un bien de uso común, ni como un bien cultural, ni de regulación ecosistémico. El agua es vista como un producto más del proceso. O sea, para producir pan, necesito harina, sal y agua: es un producto más, por lo tanto tú dejas de mirar los otros servicios ecosistémicos, los haces a un lado y ese es el problema de fondo: que no vaya a fallar para producir, la industria lo necesita, la agricultura lo necesita … Hoy lo único que importa es el agua como un elemento más del proceso productivo.
—Sabemos que la crisis hídrica que atravesamos está vinculada al cambio climático pero también a una serie de otras variables…¿Cuánto de esta crisis es producto de no tener una buena gobernanza del agua?
—Creo que Chile ha avanzado bastante en tecnología que puede disminuir las demandas del agua. El problema son las políticas. Por ejemplo: si yo avanzo en tecnología y logro disminuir el agua en el riego. O sea, con un metro cúbico regaba diez hectáreas y ahora, gracias a la tecnología, logro regar lo mismo con la mitad…Bueno, me queda disponible medio metro cúbico que lo ahorro. ¿Pero qué ocurre en Chile? Que en vez de ahorrarlo (que puede ser infiltración por ejemplo), lo que hago es cultivar otras diez hectáreas y regar esas nuevas hectáreas con el medio metro cúbico que había ahorrado. Entonces, el avance tecnológico no sirvió de nada si es que no hay políticas que obliguen a tomar decisiones en beneficio de los recursos hídricos. Por eso es tan importante una gestión del territorio. No es posible que estemos pensando en que se va a llevar agua al norte para aumentar las superficies agrícolas, cuando en realidad lo que hay que hacer es potenciar lo que actualmente se tiene o pensar cómo el cambio climático está transformando el territorio, prolongando las características mediterráneas hacia el sur del país.
[1] Ricardo Figueroa es, además, director del Departamento de Sistemas Acuáticos de la Facultad de Ciencias. Ambientales de la Universidad de Concepción.
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
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Hasta el momento, CIPER Académico recibe aportes de seis centros de estudios: el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), el Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR), el Centro de Investigación en Comunicación, Literatura y Observación Social (CICLOS) de la Universidad Diego Portales, el Núcleo Milenio Autoridad y Asimetrías de Poder (NUMAAP), el Centro de Recursos Hídricos para la Agricultura y la Minería (CRHIAM), el Instituto Milenio para la Investigación en Depresión y Personalidad (MIDAP) y la Facultad de Humanidades de la Universidad de Santiago (UsachFAHU).
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