CIPER ACADÉMICO / ANÁLISIS
La aproximación moral a la pobreza: una ideología a superar
05.05.2021
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CIPER ACADÉMICO / ANÁLISIS
05.05.2021
“El discurso de la flojera no es solo cuestión de una elite desconectada con la realidad; es una ideología extendida en Chile que necesita ser revisada”, afirma la autora de esta columna, quien presenta un análisis que es resultado de su investigación sobre los discursos de la elite en la historia reciente de Chile. Plantea que hay una mirada “moralizadora” que se manifiesta en acciones como la caridad, la celebración del esfuerzo y la desconfianza frente a la entrega de bonos o beneficios universales. “Hoy es común que se sospeche de los trabajadores con una licencia por salud mental, lo que se interpreta rápidamente como un intento de evadir el trabajo o como una responsabilidad o ‘falta moral’ del propio individuo”, explica en relación con su investigación más reciente.
Foto de portada: Ricardo Ariztía (derecha), Juan Sutil (centro) y Eliodoro Matte (izquierda).
Hace unas semanas, en medio de la pandemia por el Covid-19 y una de las mayores crisis sociales y económicas del país en décadas, distintos representantes de asociaciones de empresarios chilenos se opusieron al tercer retiro de fondos de las AFP. Los representes gremiales sugirieron que, si la población disponía de dinero o recibían un bono similar a su sueldo, entonces estos ya no iban a querer ir a trabajar. “Es el estilo y la idiosincrasia del trabajador chileno”, sostuvo Ricardo Ariztía, presidente de la Sociedad Nacional de Agricultura ¿Cómo se explica que algunos de los agentes económicos más poderosos del país asuman que los sectores populares no quieren trabajar? ¿Por qué cierta elite enfatiza en la ‘idiosincrasia’ de la población de más bajos recursos para entender su realidad socioeconómica? Algunas figuras políticas mostraron su indignación ante los dichos de Ariztía y otros similares, y remarcaron que éstos demuestran una gran desconexión entre la elite empresarial y la dura realidad de la mayoría de los chilenos antes y durante la pandemia. En esta columna se sostiene que tales declaraciones no solo evidencian una falta de reconocimiento por parte de algunos grupos de elite de las dificultades socioeconómicas del pueblo chileno; sobre todo, reflejan una ideología particular, que no es solo propia de la elite empresarial, sino que es transversal en muchos sectores de la sociedad chilena, y que refiere a cómo se entiende y se explica al pobre y la pobreza.
En Chile existe una manera generalizada de definir a las personas pobres y a la pobreza en términos morales. En este discurso, las personas pobres son entendidas como “flojas”, que no quieren trabajar y carecen de una ética del trabajo. Y aunque este discurso puede ser encontrado en cualquier lugar del mundo donde domine la creencia en la meritocracia, en Chile cobra particular relevancia política debido a su insistente aparición en los debates públicos. Su recurrencia no debe ser ignorada, y debe ser analizada histórica y socialmente para entender cómo este discurso adquiere legitimidad. En esta columna se otorgan algunas luces para entender los orígenes y características del discurso del ‘pobre flojo’. Y particularmente, cómo éste permite reproducir jerarquías sociales entre personas y grupos basadas en nociones morales (y no materiales o estructurales). En particular, se hace mayor énfasis en el discurso de la pobreza por parte de la ‘elite chilena’, que, en un sentido amplio, es aquel sector social que concentra el poder económico, político y estatus social (ver clasificación y caracterización de las elites chilenas en PNUD 2004, Thumala 2007, Aguilar 2011, Joignant & Güell 2011, Joignant et al. 2015, entre otros). Particularmente, se da cuenta cómo este sector moraliza a las personas pobres y buscan educarlos en los valores de la propia cultura de la elite.
El análisis aquí propuesto se basa en mi propia trayectoria de investigación acerca de distinciones de tipo morales entre grupos sociales, y su rol en los conflictos y fricciones políticas actuales. Mas específicamente, me baso en una investigación que realicé hace casi diez años para mi memoria de pregrado en antropología social en la Universidad de Chile acerca de los discursos de la pobreza por parte de la elite económica (ver Bowen 2013, 2015). Sorprendentemente, los hallazgos de dicho estudio siguen vigentes para comprender el actual y difundido discurso de la flojera en la sociedad y en el debate público chileno.
Desde esta creencia y discurso acerca de la carencia moral es que entregar beneficios directos a los pobres sea visto como una manera errónea de solucionar la pobreza. Entregar bienes materiales se visualiza como una forma cómoda de intentar sobrellevar una situación dificultosa
Durante el siglo XIX y gran parte del siglo XX, la elite chilena, especialmente aquella asociada a la hacienda mantuvo una relación moralizadora con los sectores populares. Es decir, una relación basada en la idea de que los pobres carecen de moralidad y que necesitan ser ‘civilizados’ (Romero 1997, Salazar y Pinto 1999). Esta mirada emanó, muy probablemente, de la relación paternalista que la elite tradicional-hacendada mantenía con sus trabajadores. En la hacienda, el patrón asumía como su tarea el entregar la ‘seguridad’ material, espiritual y moral a sus trabajadores; y esto era visto como un ‘deber público’ correspondiente a su categoría y jerarquía social (Stabili 2003, Salazar y Pinto 1999, Bengoa 1990, Araujo 2016; para un análisis del cuestionamiento de los sectores campesinos al orden patronal ver Illanes 2019, Tinsman 2009). En plena crisis sanitaria y social, que desató la llamada ‘cuestión social’ a fines del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX, la elite santiaguina, aún vinculada con la hacienda, mantuvo su actitud moralizadora. Según este grupo social, los sectores marginalizados de la ciudad carecían de valores tradicionales como el orden y el ahorro. Para paliar este supuesto problema, proliferaron misiones caritativas y políticas sociales que tenían el objetivo de ofrecer la ‘seguridad-moralidad’ de establecimientos como escuelas, hogares y hospitales[1] (ver Romero 1997, Illanes 1991, 2007).
Con el avance de los procesos modernizadores del siglo XX, la relación entre elites y sectores populares cambió y se hizo más compleja. No solo existe un cambio de escenario (desde el campo a la ciudad), sino que además cobran fuerza nuevos actores sociales e ideologías políticas. Durante los años 1960s y 1970s, los movimientos religiosos Opus Dei y Legionarios de Cristo comienzan a tener influencia en la elite económica (Thumala 2007). El énfasis de estos movimientos en la familia tradicional y en el valor espiritual del trabajo transformó la mirada moralizadora hacia el pobre. El ideal moral de la elite comenzó a girar en torno a la figura del ‘empresario con familia’, lo que luego fue proyectado hacia los sectores populares, sobre todo mediante acciones privadas (Thumala 2007, Aguilar 2011). Paralelamente, en el periodo de la dictadura cívico-militar y la instauración del sistema neoliberal, a través de programas sociales, se inculcó en los sectores populares un énfasis en el emprendimiento y la competencia como formas de acceder al bienestar social (Han 2012).
La mirada moralizadora de la pobreza es una ‘piedra de tope’ para una revisión profunda de las causas del malestar chileno
A fines de los años 1980s, el empresario Eliodoro Matte Larraín[2], referente de la elite económica chilena, señaló que la opción por el libre mercado no sería contraproducente con un compromiso para mejorar la situación de los sectores populares. Matte (1988) plantea en su libro “Cristianismo, sociedad libre y opción por lo pobres: una selección de artículos y ensayos”, que el deber social del empresario, o como él lo llama la ‘opción por los pobres’, no estaría completa sin el fomento de ‘hábitos del trabajo’ como principal forma para superar la pobreza. En la presentación del libro, manifestó que para que la sociedad chilena pueda crear riqueza material, se necesitaba de “aquello que el Papa Juan Pablo II llamó en su discurso de la Cepal: “Causas morales de la prosperidad de los pueblos”. “Ellas residen”, dijo, “en una constelación de virtudes: laboriosidad, competencia, orden, honestidad, iniciativa, frugalidad, ahorro, espíritu de servicio, cumplimiento de la palabra empeñada, audacia; en suma, amor al trabajo bien hecho” (Matte, 1988b:228).
Esta mirada moralizadora del éxito económico ha resultado en la expansión de una visión generalizada y estereotipada de las personas pobres como carentes de facultades morales, y en una explicación de la pobreza como resultado (por lo menos parcialmente) de tales faltas. En el pasado, este discurso hacía énfasis en valores que la elite asociaba a una vida ‘civilizada’: el orden, la higiene, la espiritualidad, el recato, y el hablar ‘bien’. Con los cambios en la propia cultura de la elite, se han añadido y complejizado otros valores y actitudes; como el amor al trabajo, el emprendimiento, el ahorro, y el esfuerzo individual. El paternalismo asociado a la mirada moralizadora, aquella relación ‘protectora’ y autoritaria con las personas pobres, ha impulsado un afán en la elite de llenar la supuesta ‘falta moral’ de los sectores populares, a través del liderazgo, la educación y la caridad (Aguilar 2011, Thumala 2007).
En mi investigación de 2013 acerca de los discursos de la pobreza por parte de la elite económica (Bowen 2013, 2015), pude observar que la mirada moralizadora seguía vigente. En los discursos de los entrevistados de este estudio, aparecen dos figuras tipológicas opuestas muy marcadas: el ‘pobre flojo’ y el pobre ‘honrado’. La figura del ‘pobre flojo’ se le caracteriza como irresponsable, cómodo y que no valora el trabajo; representa, de una manera muy gráfica, el fracaso moral del individuo en sociedad. Es, por ende, aquel sujeto que no cumple con los propios estándares de la cultura de elite del ‘empresario con familia’. Este tipo de actitud se explica por una ‘carencia cultural’, la cual se considera como la principal causa de la pobreza, antes que la falta material o de oportunidades. El opuesto es la figura del ‘pobre honrado’, quien se caracteriza por ser sacrificado, honesto y emprendedor. Este último es considerado capaz de sacar a su familia de la pobreza porque sabe usar sus talentos y trabajar duro. Aunque las barreras estructurales y las dificultades socioeconómicas son reconocidas como impedimentos para las personas de menos recursos, estas asumen un segundo plano. Esto porque la responsabilidad recae primordialmente en el individuo, su familia, su esfuerzo y sus valores.
En mi estudio entrevisté principalmente individuos asociados a movimientos religiosos que hicieron mucho hincapié en la caridad como la principal manera de relacionarse con las personas pobres (ver recuadro metodológico). La caridad aquí no solo refiere a acciones sociales, sino que a una idea de compromiso social que recuerda a aquella noción de ‘deber público’ que pregonaba la elite tradicional en la época republicana. La caridad tiene como objetivo principal el ‘educar’, y esto puede manifestarse tanto a través de actos de filantrópicos (crear colegios para pobres, por ejemplo), como en las relaciones cotidianas (entre empleador y empleado, por mencionar una). El empresario que busca cumplir con su deber público u ‘optar por los pobres’, como decía Eliodoro Matte, también es considerado como caritativo, ya que no solo entrega oportunidades, sino que también puede fomentar la ética del trabajo entre sus trabajadores.
La mirada moralizadora, al centrarse en los hábitos y valores de individuos y sus familias, permite hacer ‘vista gorda’ a explicaciones sociales y estructurales de la pobreza
Desde esta creencia y discurso acerca de la carencia moral es que entregar beneficios directos (como dinero o bienes materiales) a los pobres sea visto como una manera errónea de solucionar la pobreza. Entregar bienes materiales se visualiza como una forma cómoda de intentar sobrellevar una situación dificultosa, tanto para el que entrega como para el que recibe. Desde esta mirada, la mejor retribución social de los recursos es entregando herramientas, ante todo morales, a aquellos que las necesitan. Entregar dinero, sin el complemento con otro tipo de medidas, sólo aporta a fomentar la ‘flojera’.
El discurso moralizador de la pobreza no solo es dominante en sectores de mayor poder en nuestra sociedad. Este es un discurso que se ha expandido y que se ha instalado en las políticas públicas, en las prácticas de expertos, y en las relaciones sociales cotidianas. Esta ideología subyace, al menos en parte, a políticas sociales que condicionan algunas entregas de beneficios sobre la base de cumplimiento de ‘compromisos’ (por ejemplo, los ‘bonos por logros’ y ‘deberes’ del ex ‘Ingreso Ético Familiar’). También se manifiesta en la oposición de algunos políticos de hacer transferencias directas a las familias más desventajadas durante la actual crisis por la pandemia, como fue el caso de la diputada Hoffman, quien señaló que esto generaría ‘dependencia’ al Estado. Así mismo, la mirada moralizadora se reproduce en el mundo del trabajo y la salud ocupacional, como he observado en mi investigación más reciente acerca del alza de licencias psiquiátricas en Chile (ver Bowen en prensa). Hoy es común que se sospeche de los trabajadores con una licencia por salud mental, lo que se interpreta rápidamente como un intento de evadir el trabajo o como una responsabilidad o ‘falta moral’ del propio individuo. Así, el discurso de la flojera no es solo cuestión de una elite desconectada con la realidad; es una ideología extendida en Chile que necesita ser revisada.
Actualmente, en el país se vive un contexto de crisis social agravado por la pandemia del Covid-19, en el que se ha evidenciado la indignación del pueblo chileno en torno a las desigualdades y la falta de seguridad y derechos sociales universales. Ante tales demandas, la elite empresarial y otros sectores políticos se han resistido a participar de una reflexión con otros actores sociales (Pelfini, Riveros y Aguilar 2020). En este escenario, la mirada moralizadora de la pobreza es una ‘piedra de tope’ para una revisión profunda de las causas del malestar chileno. Esto se debe a que la mirada moralizadora, al centrarse en los hábitos y valores de individuos y sus familias, permite hacer ‘vista gorda’ a explicaciones sociales y estructurales de la pobreza. Y lo que es aun más complejo y perjudicial, el énfasis en lo moral genera distinciones y jerarquías sociales sutiles, ancladas en el orden de lo simbólico, que son muy efectivas para deslegitimar las demandas sociales de los más desaventajados. El discurso de la flojera, entonces, limita el necesario diálogo social, horizontal y libre de estereotipos que se requiere para solucionar las desventajas sociales que afectan a muchos chilenos. Y hasta que no exista un cuestionamiento a la ideología moralizadora de la pobreza, y un reconocimiento de cómo esta visión se ha expandido en la sociedad chilena, será muy difícil lograr cambios estructurales profundos que permitan avanzar hacia mayores niveles de equidad, derechos universales y bienestar colectivo.
RECUADRO METODOLÓGICO
En mi memoria de grado en antropología social en la Universidad de Chile, analicé los discursos de la pobreza por parte de la elite económica católica chilena asociada a colegios Opus Dei y Legionarios de Cristo. A través de la realización y análisis de 15 entrevistas en profundidad a alumnos, exalumnos y apoderados de estos colegios, estudié cómo la definición y explicación de la pobreza en términos morales revela mecanismos simbólicos de distinción y jerarquización entre la elite y los sectores populares. Actualmente, en mi investigación de doctorado en King’s College London, estudio el alza de las licencias y denuncias por enfermedad mental laboral en Chile. Mi metodología consistió en una etnografía de 12 meses en Santiago (2018-2019), en la que observé la experiencia de 15 trabajadores con licencias psiquiátricas, efectué sesiones de observación participante en salas de espera y en actividades de peritaje en mutualidades, y, finalmente, realicé entrevistas en profundidad a 40 funcionarios públicos, psiquiatras, psicólogos, médicos generales y otros expertos en salud mental laboral. La investigación analiza cómo las licencias por salud mental reflejan los encuentros y desencuentros entre política pública, la visión médica y psiquiátrica, los intereses de empleadores y aseguradoras, y los conflictos socio-laborales que vivencian trabajadores en un contexto de inseguridad laboral.
Aguilar, O. (2011). Dinero, educación y moral: el cierre social de la élite tradicional chilena. En: Joignant, A. & Güell, P. (Eds.) Notables, tecnócratas y mandarines : elementos de sociología de las elites en Chile (1990-2010). Santiago: Ediciones Universidad Diego Portales.
Araujo, K. (2016). El miedo a los subordinados una teoría de la autoridad. LOM ediciones.
Bengoa, J. (1990). El poder y la subordinación. Historia Social de la Agricultura Chilena. Santiago: SUR Ediciones.
Bowen, S. (2013) La “carencia cultural” : Significados atribuidos a la pobreza ya los pobres desde la elite económica católica chilena. Memoria para optar al título de Antropóloga Social, Universidad de Chile.
Bowen, S. (2015). Educar la moral del pobre: fronteras simbólicas y gobierno de los pobres por parte de la elite económica católica de Santiago de Chile. Pro-Posições, 26(2), 51-73.
Bowen, S. (en prensa) Depression and (expert) culture: psychiatric, regulatory, and moral frameworks underpinning the absence of depression in occupational health in Chile. In J.P. Jiménez, A. Botto & P. Fonagy (Eds.) Etiopathogenic theories and models in depression. New York: Springer.
Han, C. (2012). Life in debt: Times of care and violence in neoliberal Chile. Univiversity of California Press.
Illanes, M. A. (1991). “Ausente, señorita”: el niño chileno, la escuela para pobres y el auxilio, 1890-1990: hacia una historia social del siglo XX en Chile. Santiago: Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas.
Illanes, M. A. (2007). Cuerpo y sangre de la política: la construcción histórica de las visitadoras sociales, Chile, 1887-1940. Santiago: LOM Ediciones.
Illanes, M.A. (2019) Movimiento en la tierra. Luchas campesinas, resistencia patronal y política social agraria. Chile, 1927-1947. Santiago: LOM Ediciones
Joignant, A. & Güell, P. (Eds.) Notables, tecnócratas y mandarines : elementos de sociología de las elites en Chile (1990-2010). Santiago: Ediciones Universidad Diego Portales.
Joignant, A., Perelló, L., & Torres, J. (2015). Political capital and the unequal career origins of the political elite in Chile. Political inequality in an age of democracy. En: J.K. Dubrow (Ed.) Political Inequality in an Age of Democracy. Cross-national perspectives, pp. 87-94.
Matte Larraín, E. (1988). Cristianismo, sociedad libre y opción por los pobres: Una selección de artículos y ensayos. Santiago: Centro de Estudios Públicos.
Matte Larraín, E. (1988b). Presentación del libro Cristianismo, Sociedad Libre y opción por los pobres [En línea]. Disponible aquí.
Pelfini, A., Riveros, C., & Aguilar, O. ¿ Han aprendido la lección? Las élites empresariales y su reacción ante las reformas. Revistas Izquierdas, 4738-4758.
PNUD. (2004). Desarrollo Humano en Chile: El Poder: ¿para qué y para quién? Santiago: Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo.
Romero, L. A. (1997). Qué hacer con los pobres?: Elite y sectores populares en Santiago de Chile, 1840-1895. Buenos Aires: Ediciones Sudamericana.
Salazar, G. & Pinto, J. (1999). Historia contemporánea de Chile. II, Actores, identidad y movimiento. Santiago: L.O.M. Ediciones.
Stabili, M. R. (2003). El sentimiento aristocrático: elites chilenas frente al espejo (1860-1960). Santiago: Editorial Andrés Bello.
Thumala, M. A (2007) Riqueza y piedad. El catolicismo de la elite económica chilena. Santiago: Debate.
Tinsman, H. (2009) La tierra para el que la trabaja : género, sexualidad y movimientos campesinos en la reforma agraria chilena. Santiago: LOM Ediciones.
Vergara, Á. (2021) Fighting unemployment in twentieth-century Chile. Pittsburgh: University of Pittsburgh Press.
[1] Para conocer acerca de la relación de los sectores populares con estas políticas sociales y sus resistencias ver, por ejemplo, Vergara 2021.
[2] Eliodoro Matte Larraín es ingeniero civil industrial, empresario chileno y uno de los lideres del conglomerado empresarial ‘Grupo Matte’.
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
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Hasta el momento, CIPER Académico recibe aportes de seis centros de estudios: el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), el Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR), el Centro de Investigación en Comunicación, Literatura y Observación Social (CICLOS) de la Universidad Diego Portales, el Núcleo Milenio Autoridad y Asimetrías de Poder (NUMAAP), el Centro de Recursos Hídricos para la Agricultura y la Minería (CRHIAM) y el Instituto Milenio para la Investigación en Depresión y Personalidad (MIDAP). Estos aportes no condicionan la libertad editorial de CIPER.