CIPER ACADÉMICO / OPINIÓN
Venezolanos/as tienen alto endeudamiento pero ni aún así logran recuperar el nivel de vida que alcanzaron en su país
05.11.2020
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CIPER ACADÉMICO / OPINIÓN
05.11.2020
El artículo explica cómo los/as migrantes venezolanos/as se relacionan con el mundo financiero en Chile; por qué y a quién piden préstamos; el enorme esfuerzo que hacen por ser buenos/as pagadores/as (porque ser migrante deudor/a es mal visto) y cómo a través del crédito intentan recuperar la posición que alguna vez tuvieron en su país. La investigación muestra que “la trayectoria de endeudamiento comienza con simples préstamos no formales entre familiares y amigos/as, para luego obtener una cuenta RUT en Banco Estado o una cuenta de una tienda retail. La meta es acceder a un crédito de un banco que sea más reconocido en Chile”.
Las sociedades neoliberales como la chilena obligan a los individuos a ser ellos/as los/las garantes de sus propias actuaciones económicas, asumiendo los costos y riesgos de una economía particularmente flexible y financiarizada. Esta lógica está afectando las vidas de algunos colectivos migrantes que residen en Chile, ya que acceden a espacios laborales precarizados y temporales, y con un nivel salarial bajo, lo que los obliga a buscar vías adicionales para solventar el alto costo de vida. Uno de estos mecanismos es acceder a la deuda financiera o la deuda informal a través de préstamos entre familiares o connacionales. En dos columnas analizaremos las experiencias de endeudamiento de grupos venezolanos y haitianos, y los malabares que tienen que hacer para llegar a fin de mes.
Al igual que ocurre con los chilenos, la población migrante entiende el endeudamiento como una extensión de su salario. Es decir, lo normaliza y contabiliza dentro de sus “ingresos”. Ahora, en el caso de los extranjeros, esta extensión se vuelve más cruda y difícil de superar a corto plazo, ya que su situación laboral es más precaria, insegura y temporal. De acuerdo con la encuesta Casen 2017, un 73,3% de la población migrante trabaja como empleado/a u obrero/a del sector privado; el 13,8% como trabajador/a por cuenta propia; el 4,9% en el servicio doméstico puertas afuera, y el resto realiza actividades correspondientes al servicio doméstico puertas adentro (Ministerio de Desarrollo Social, 2018). Respecto de la población venezolana, un 51,2% se desempeña principalmente en áreas vinculadas a servicios o a vendedores de comercio y mercados (datos del Pacto Global Red de Chile[1] para 2018).
La deuda promedio de los/as chilenos/as es de $1.747.266, mientras que entre los migrantes el monto alcanza a $2.032.810. La población venezolana representa un 3,2% del total de población endeudada, lo cual es significativo si consideramos que es un colectivo que llegó recientemente
En este contexto de inserción laboral precaria, los/las migrantes deben hacer frente a un alto costo de vida: la última encuesta de presupuesto del INE (2018) señala que el gasto promedio de los hogares en el Gran Santiago es de $1.121.925 (1.600 $USD aprox.). La deuda promedio de los/as chilenos/as es de $1.747.266 (2400 $USD aprox.), mientras que la deuda promedio de migrantes es de $2.032.810 (2900 $USD aprox.). La población venezolana representa un 3,2% del total de población endeudada, lo cual es significativo si consideramos que es un colectivo que llegó recientemente.
El estudio que da origen a estas columnas se realiza en la comuna de Quilicura, por la cantidad de migrantes que habitan ahí producto de las redes de cooperación que existen y los servicios de apoyo que ha extendido el municipio. Además, en los últimos años, ha sido uno de los espacios seleccionados por la población venezolana por la existencia de redes de apoyo, lo que les permite en un primer momento solventar la vida en Chile (Galaz, Poblete y Frías, 2017; Thayer y Stang, 2017). De acuerdo con los datos del CENSO 2017, la población migrante en Quilicura alcanzó las 23.585 personas, lo que equivale al 8% de la población comunal (210.410). Ahora, según datos del Departamento de Extranjería y Migración (DEM) de 2019, dicha cifra se incrementó en 25.556, lo que equivale al 12% de la población comunal. Quilicura se ubica en el 13vo lugar a nivel nacional con mayor proporción de población migrante y en el noveno lugar en la Región Metropolitana[2]. Según los datos de la oficina de migrantes, las nacionalidades residentes en este territorio corresponderían a un 57,5% de haitianos/as; 15% de peruanos/as; 8,4% de venezolanos/as y 6.6% de colombianos/as.
Tal como sucede con un sector de la población chilena, la comunidad venezolana está comenzando a asumir deudas financieras y también deudas dentro de cadenas no formales (apoyos entre connacionales en Chile o en el extranjero), porque simplemente no llegan a fin de mes. Una mujer entrevistada para esta investigación lo plantea así: “Yo tengo un crédito con Falabella, el que también nos cubre, ¿cómo se llama esta vaina?… los gastos mensuales, a veces yo no estoy ganando mucho en mi trabajo, así que también nos cubre el arriendo, los intereses se van… usted sabe (…) he sacado préstamos, he pagado con ella las compras necesarias del mes, un poco de ropita quizás, las verduras, ese tipo de cosas”.
Entre los venezolanos con mayor tiempo de residencia, tienen más confianza en acudir al sistema financiero y se valora como una “oportunidad” el acceder a un tipo de apoyo económico en su gestión cotidiana, especialmente si es un banco más que redes personales. Ahora bien, esta oportunidad es valorada siempre y cuando tengan un excedente para solventar los pagos futuros ya que se ve como un problema no disponer de dinero a largo plazo y solo aumentar la deuda. Como puede pasar también en la población chilena, se piensa en la deuda como una posibilidad de acceder a ciertos productos que les generen estabilidad en este nuevo contexto. Un entrevistado con más de tres años de residencia destaca que “para poder avanzar siempre tienes que poder contar con préstamos o apoyo en bancos. Independientemente para qué, para comprarte un carro, comprarte una casa…porque con un sueldo no te lo vas a comprar. Menos aquí que es caro. Entonces eso es para poder proseguir, para avanzar, siempre necesitas…como te digo…un préstamo o adquirir algo para tú poder ir supliendo…para tener una mejor calidad de vida”.
Pero para venezolanos/as con menos tiempo de residencia (dos años o menos), la deuda es casi imprescindible para cubrir los gastos mensuales. Precisamente, la valoración positiva que hacen de la deuda se relaciona con la falta de redes interpersonales. Además, les parece más seguro endeudarse con la banca que con el retail pues, aunque estas tiendas rápidamente les ofrecen créditos, la tasa de intereses suele ser mucho más alta.
Para algunos/as venezolanos/as es importante mostrarse como “buenos/as pagadores/as”, no sólo para poder acceder a créditos bancarios, sino también para no intensificar los estereotipos que existen en Chile respecto de las personas migrantes. Así lo plantea un entrevistado: “deber dinero es algo malo, pero uno debe ser buen pagador, porque te ves envuelto sí o sí en un endeudamiento… si es casa comercial es difícil salir de ahí, entonces es importante pagar…además siendo migrante es como una carga más a los prejuicios que la gente ya tiene, si no pagas, entonces hay que pagar y mostrar que lo haces”.
Como es de esperar, a mayor tiempo de residencia en Chile, mayores son las posibilidades de acceder y moverse por el sistema financiero. Esto es evidente entre los/las venezolanos/as que llevan cinco años o más viviendo en Chile. No obstante, no sólo depende de los años de residencia, sino de las posibilidades del estatus migratorio que posean: residencia temporal o definitiva. En los relatos de las personas venezolanas se visualiza un interés por ingresar rápidamente en la rueda financiera. Se verifica una racionalidad pragmática en torno a la deuda, ya que buscan demostrar una buena imagen económica, con tal de poder tener acceso a créditos y servicios diversos de la banca. Les interesa “aparecer” frente al sistema, es decir, tener alguna tarjeta o crédito que los haga visibles como sujetos posibles de ser captados como clientes. Según el relato de muchos entrevistados/as, la trayectoria de endeudamiento comienza con simples préstamos no formales entre familiares y amigos/as, para luego obtener una cuenta RUT en Banco Estado o una cuenta de una tienda Retail. La meta es acceder a un crédito de un banco que sea más reconocido en Chile.
Para venezolanos/as con menos tiempo de residencia (dos años o menos), la deuda es casi imprescindible para cubrir los gastos mensuales
No obstante, algunos/as prefieren recurrir a préstamos entre sus connacionales, los que pueden ser devueltos de una forma parcelada y diferida en el tiempo, o intercambiada por otras formas de devolución. Este apoyo les permite también pensar en una red extendida y trasnacional (algunos/as reciben apoyos de familiares que viven en otros países, como Estados Unidos).
Para algunos/as es importante contar con dinero, sobre todo al inicio del proyecto migratorio, para poder enviar dinero a través de remesas o bienes materiales a sus familiares en Venezuela. Esta cierta deuda moral, la destaca otro entrevistado: “mi hermana me compró el pasaje y me recibió aquí en su casa (…) mi hermana me apoyó económicamente al principio y después me dio apoyo cuando yo estaba en su casa, le debo como algo muy personal, ella ha sido excelente persona conmigo y siento algo así como que tengo que compensarlo, no sé de qué manera lo voy a hacer pero nunca se lo voy a poder pagar en dinero, yo quiero devolvérselo, no como pagárselo sino compensarlo de otras maneras”.
Pero a la vez, otras personas venezolanas enfatizan que cuando se logra más estabilidad, es mejor no vincular la economía con la familia, para no tener problemas y romper o ensuciar los lazos afectuosos. Así lo destaca esta mujer venezolana con muchos más años de residencia en Santiago: “es mejor no mezclar ese tipo de conflictos con la familia; es mejor verlo directamente con el banco… aparte que uno tiene ya un poco más de estabilidad y puede hacerlo”.
En nuestra investigación también se observaron diferencias en las valoraciones que realizan mujeres respecto de hombres venezolanos sobre la adquisición de una deuda formal.
Las mujeres entrevistadas muestran más desconfianza respecto de acceder a créditos con instituciones formales antes que personales. Esta reticencia se relaciona con las posibilidades efectivas de pago considerando el sueldo familiar, y la imposibilidad de ahorro a largo plazo para poder adquirir bienes propios. Una mujer venezolana nos señala que para ellas es mejor “reunir el dinero y comprar lo que se necesita. Allá en Venezuela muy poco se ve el alquiler o el arriendo, cada persona tiene su propia casa, aunque sea un cuartico chiquito, pero es suya. Siempre queremos tener lo nuestro, no nos gusta deber, no nos gusta vivir alquilado, por eso a nosotros se nos hace difícil vivir arrendado. Pero viviendo con lo que ganamos aquí, o sea, ¿nunca voy a tener mi propia casa? Entonces pensamos a largo plazo para ver de qué manera lo logramos, pero también teniendo cuidado de no endeudarse demasiado como para no poder salir de eso”.
Uno de los efectos que tiene la llegada a Chile para la población venezolana es el “desclasamiento social”. Esto es, una pérdida respecto a la posición social que ostentaban en su país (Jiménez, 2011). Los entrevistados/as recalcan que no logran situarse en la misma posición principalmente porque no pueden trabajar en sus profesiones. Esto se debe a la dificultad administrativa que existe en Chile, la lentitud del proceso (puede tardar más de dos años) y el costo económico que implica la homologación de títulos. Algunos/as entrevistados/as hacen ver su pesar por las diferencias en las posiciones sociales entre su sociedad de origen y la actual, debido al cambio en los estilos de vida, la negativa valoración social de la población migrante y porque sienten que han perdido estatus económico. Así lo expresa un hombre venezolano que llegó a Chile hace tres años: “allá era supervisor de área, en el departamento Migratorio del Aeropuerto internacional de Maiquetía Simón Bolívar. Soy titulado de administrador tributario y cuando llegué a Chile eso no valía nada, llegué a trabajar en una estación de servicio Shell. Ahora recién después de dos años soy coordinador de bodega de una empresa…pero cuesta mucho llegar a algún lado sin los títulos”.
Hay un contraste fuerte entre el nivel de estudios – muchos/as tienen títulos universitarios- y el tipo de trabajo y salarios a los que acceden en Chile. Se produce una sensación de pérdida de valor simbólico, la que se manifestaba en una posición social, pese a que la situación económica del país no era estable. Esto les lleva a un constante esfuerzo de superación, o bien a demostrar hacia su país la mantención de ese estatus que no se posee en este nuevo contexto. De ahí que el endeudamiento es una posibilidad para poder mantener esa expectativa social.
Algunos/as relatan que emulan las condiciones sociales que tenían en un tiempo pasado y lejano en Venezuela a través del uso de tarjetas de crédito, el abaratamiento de las condiciones básicas de vida al compartir la vivienda y el uso exclusivo de las tarjetas sólo para bienes que redunden en una imagen social positiva. En algunos casos, esto se hace a través de envío constante de remesas, aunque no se disponga de excedentes en sus sueldos; o se les da importancia a que sus hijos/as asistan a escuelas subvencionadas o privadas en Chile, o bien, pagar un Isapre en salud; o se le da apoyo a personas recién llegadas, independiente de la condición económica de quien recibe. Así nos cuenta esta entrevistada, quien lleva más de tres años en Chile: “endeudarse no es lo ideal, me gustaría mucho no tener que hacerlo, pero sí es nuestra única oportunidad de sobrevivir, es un mal necesario, diría yo, hasta que pueda quizás más adelante trabajar en lo mío”.
Así, la posibilidad de endeudamiento para la población venezolana no emerge totalmente como un aspecto negativo, sino como una manera de afrontar las desigualdades que cruzan el mercado laboral y sus posibilidades de vida en Chile. La deuda, de esta manera, termina teniendo una doble cara: por un lado, les posibilita hacer frente a la vulnerabilidad a la que son arrojados/as sistemáticamente en el país porque se les encierra sólo a ciertos nichos laborales, pero a la vez, les introduce forzosamente a las lógicas económicas neoliberales chilenas. En otras palabras, adquirir una deuda puede ser positivo para poder situarse en el nuevo contexto considerando el nivel de vida del país, y además les permite un reconocimiento económico para el sistema al ser objeto de créditos. A la vez, sin embargo, se introducen en una rueda económica de dependencia y fluctuación financiera que puede perjudicarles en el largo plazo.
No obstante, algunas personas se resisten a entrar en esta inclusión económica neoliberal y prefieren usar redes de préstamos (de familiares y amistades) para evitar intereses y situaciones de angustia ante imposibilidad de pago de créditos bancarios.
Galaz, C., Poblete, R., Frias, C. (2017) Políticas Públicas e Inmigración ¿Posibilidades de inclusión efectiva en Chile? Santiago: Editorial Universitaria
INE. (2018). Síntesis de resultados Censo 2017.
Jiménez, C. (2011) ¿Empobrecimiento o desclasamiento? La dimensión simbólica de la desigualdad social. Trabajo y sociedad, 17(15), 49 -65. De la desigualdad social.
Ministerio de Desarrollo Social (2018). CASEN 2017: Encuesta de caracterización socioeconómica nacional. Santiago, Chile.
Thayer, E. y Stang, F. (2017). Entre la debilidad institucional y el voluntarismo individual: Reconocimiento parcial y derechos limitados en las políticas migratorias locales en Santiago. En C. Vial Cossani y J. Hernández Bonivento (Eds.), ¿Para qué descentralizar? Centralismo y políticas públicas en Chile: Análisis y evaluación por sectores (pp. 97-131). Santiago: ICHEM y Universidad Central.
[1] El pacto global Red Chile, sostenido por la Universidad Andrés Bello, es una red que busca promover los Diez Principios del Pacto Global de Naciones Unidas y movilizar la contribución del sector privado a los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
[2] Según la oficina para migrantes y refugiados/as del municipio, Quilicura registra el 1,7% de la población migrante a nivel nacional y el 3% de la población migrante a nivel RM.
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
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