PERSONAS COMUNES EN MOVILIZACIONES EXTRAORDINARIAS (III)
Las heterogéneas voces del Rechazo
23.10.2020
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PERSONAS COMUNES EN MOVILIZACIONES EXTRAORDINARIAS (III)
23.10.2020
En la tercera columna de la serie del COES los protagonistas son manifestantes primerizos que marcharon por el rechazo. El artículo recoge como elemento distintivo el miedo, originado en experiencias personales de violencia y en haber sufrido dificultades económicas a raíz del estallido social. Al igual que los manifestantes del apruebo, piensan que sus representantes abandonaron la defensa de sus principios.
En las dos columnas anteriores, retratamos la experiencia de personas comunes y corrientes que, sin tener militancia o activismo previo, se movilizan desde el 18/O por un cambio social. Son los primerizos de las protestas, también llamados primo manifestantes. En esta tercera columna, miramos el otro lado: aquellos que se han manifestado en reacción al estallido social y en apoyo a la opción Rechazo, pero también primerizos. La información proviene de 18 entrevistas con personas de distintos niveles socioeconómicos de Santiago, Valparaíso-Viña y Concepción, realizadas en septiembre y octubre de 2020. Mostramos el despliegue de un contra movimiento conservador, pero poco cohesionado, que ha llevado a personas de derecha o que se definen como apolíticos a salir a las calles por primera vez en sus vidas. En respuesta al gran cambio social en desarrollo, y también por una decepción con sus representantes políticos, estos manifestantes buscan salvar al país de un futuro que imaginan afectado por la violencia, la incertidumbre política y la crisis económica, inseguridades agudizadas por la pandemia.
Aunque votaron mayormente por Sebastián Piñera en 2017, están divididos: por un lado, muchos sienten que el presidente les sigue representando, pero que no puede aplicar su programa debido al estallido (…) por otro lado, están quienes transitaron hacia una mala impresión de su conducción de la crisis
El interés en estudiar a contra manifestantes en procesos de movilización social no es nuevo y existen estudios semejantes a nivel internacional (Alexander, 2011). En Chile, se ha estudiado las bases de la derecha o sus representantes (Alenda, 2020) o los militantes que salieron a protestar en el barrio alto a fines de 2019 como respuesta a la violencia callejera (Greene, 2019). Este último trabajo da cuenta de visiones brutales de una parte de las clases altas chilenas acerca de los pobres, las poblaciones indígenas, las mujeres y las demandas sociales. También se han publicado trabajos sobre el perfil de quienes votan Apruebo o Rechazo (Zúñiga, 2020), en función de clivajes religiosos, socioeconómicos y políticos.
Aquí, sin embargo, nos centramos en un grupo menos conocido, porque es nuevo y más bien reducido en número: los manifestantes primerizos contra el estallido. Se trata de un conjunto difícil de contactar: hubo que ubicar a más de 150 personas para concretar menos de 20 entrevistas. En su mayoría expresan miedo al ser contactados, a pesar de que les asegurábamos anonimato. Muchos han rechazado contestar entrevistas en Valparaíso-Viña o Concepción, consideradas por ellos ciudades del Apruebo. Este recelo se expresa tanto para dar entrevistas como para salir a la calle, por temor a represalias o a la violencia callejera. Por ello, y más aún luego del inicio de la pandemia, muchos de nuestros entrevistados pasaron a ser activos solo en redes sociales.
A pesar de estas dificultades para contactarlos, y si bien comparten una visión de derecha, encontramos entre ellos personas de todas las edades, sexos y niveles socioeconómicos, por lo que no existe un perfil definido. No se trata de una opción mayoritariamente de elite, pero el factor que es transversal a su discurso es el rechazo de la violencia.
La violencia del estallido social está presente como leitmotiv de sus relatos: estos manifestantes perciben el proceso que se abrió el 18/O como una amenaza para ellos, sus familias y el país. Como señala una estudiante de párvulos de 21 años de Santiago y estrato bajo, al apelar al clásico argumento «no es la forma»: «la verdad es que fue súper fome, porque yo veía que la gente iba a marchar y eran puros destrozos (…) Siento que se podría haber hecho de otra forma».
En una versión más intensa, para otros, el estallido desató el caos. El miedo, para muchos de ellos, surge de una experiencia personal de violencia y de dificultad económica a raíz del estallido, más o menos traumática. Una dueña de casa treinteañera en Santiago, de estrato medio, señala respecto de los días del estallido: «Yo la pasé sola y escuchando los bombazos y los disparos. Me acuerdo y me da un poquito de nervio. Me da nervio de hecho que vuelva a pasar, que yo también creo que va a haber otro estallido luego».
Los entrevistados relatan también los saqueos e incendios que sufrieron los locales donde trabajaban, algunos quedando sin empleo. Una secretaria porteña de 50 años inicialmente abierta a las demandas del 18/O describe haber sido brutalmente bajada de una micro por una turba y haber experimentado reiteradamente dificultades para llegar a su trabajo. Una estudiante de técnico en finanzas narra haberse encontrado con su hija en medio de una trifulca violenta. Un operador de maquinaria pesada en Concepción relata como jóvenes entraron al recinto de su empresa y quemaron máquinas, dejándolos sin trabajo durante varios días. El miedo, acompañado de rabia por el nivel de destrucción, es además alimentado en las redes sociales que comparten, aunque los vínculos que establecen son esporádicos, sin agrupaciones permanentes.
A diferencia de los primo-manifestantes del Apruebo, este grupo se moviliza con desesperanza, pues varios no creen que ganará el Rechazo y tienen una visión pesimista del futuro
No solo estos manifestantes se perciben a sí mismos como la voz de todas las personas que tienen miedo de manifestarse, sino que denuncian la intolerancia que han mostrado “los del otro lado”. Reciben insultos cuando se manifiestan y solo pueden expresarse en algunos barrios sin ser objeto de ataques físicos o verbales de grueso calibre. Varios quisieran no reducir las manifestaciones a las pocas comunas más acomodadas, pero no ven posible salir de allí, por el peligro que implicaría. En Valparaíso y Concepción, los trayectos de sus movilizaciones también están reducidos a lugares específicos, evitando ocupar los espacios usados por la movilización de octubre de 2019, ya cargados de simbolismo.
Un empresario acomodado de 40 años en Concepción relata: «Nos intentamos movilizar, aunque se hace bien difícil porque el otro lado te agrede. (…) Nos sacaron la mugre. Entonces es complicado con personas que tienen una manera de expresarse, que, si no les gusta lo que tú piensas, te atacan, te agreden, te apedrean, te apalean. Ellos funcionan así, nacieron en un clima de violencia y para ellos es normal eso». Un diseñador gráfico de 35 años de estrato medio en Concepción cuenta que hoy enfrenta dificultades en su trabajo por adherir al Rechazo, y que permanentemente se siente atacado. Algunos de clase media o alta llegan a plantear que si gana el Apruebo podrían irse del país, pues no quieren hipotecar el futuro de sus familias.
A diferencia de los primo-manifestantes del Apruebo, este grupo se moviliza con desesperanza, pues varios no creen que ganará el Rechazo y tienen una visión pesimista del futuro. El ejemplo al cual apelan es Venezuela, como muestra de que “todo puede salir mal”. Tampoco son optimistas respecto del efecto de sus manifestaciones. Los más moderados asumen, sin embargo, que el Apruebo es un hecho y que, por tanto, “hay que estar abiertos a los cambios, a enfrentarlos”. En todo caso, la fuerza de su movilización proviene de la afirmación colectiva de no rendirse entregando un «cheque en blanco» a los defensores del Apruebo. En ese sentido, tienen un discurso más ideológico y una estrategia política más clara que los primo manifestantes a favor del cambio, entrevistados previamente.
Al igual que los primo manifestantes a favor del 18/O, consideran que sus representantes políticos abandonaron la defensa de sus principios, particularmente al aceptar el cambio constitucional con el acuerdo del 15 de noviembre de 2019. Aunque votaron mayormente por Sebastián Piñera en 2017, están divididos: por un lado, muchos sienten que el presidente les sigue representando, pero que no puede aplicar su programa debido al estallido o a la falta de voluntad de parte de su equipo; por otro lado, están quienes transitaron hacia una mala impresión de su conducción de la crisis.
A pesar de su identificación con la derecha, ya no confían plenamente en los partidos tradicionales de ese sector y sólo algunos indican alguna personalidad política en la cual podrían reconocerse, como Manuel José Ossandón o Joaquín Lavín. Tampoco ven otra figura política con capacidad de liderazgo en otros partidos, aunque algunos se sienten atraídos por personas como Felipe Kast o José Antonio Kast, sin adherir por completo. Como señala el arquitecto del estrato alto: “Lamentablemente no hay partidos políticos nuevos o que estén sanos. Están todos los partidos de derecha a izquierda totalmente podridos”, opinión compartida en general por manifestantes de la otra vereda (véase columna 2). Prosigue: “porque la Constitución está bien. Lo que hay que cambiar son leyes, pero no una Constitución. Porque la Constitución está para defendernos a nosotros, es para defendernos a nosotros de los políticos”. La estudiante de párvulo de sectores bajos remata: “igual todos están coludidos”.
Los entrevistados recurren frecuentemente a las nociones de patria como elemento aglutinador y al término “los chilenos” para identificar su pertenencia a un colectivo. Ello no alcanza sin embargo para definir una identidad política, pues están divididos respecto de su valoración de la democracia. Al respecto, se distinguen posturas conservadoras y liberales. Por ejemplo, para el emprendedor de 40 años de Concepción, el ideal sería «que hubiera un Pinochet ahora para poner las cosas en su lugar». Al igual que él, algunos defienden que existen dictaduras buenas y dictaduras malas, en otras palabras, que el fin justifica los medios. Pero escuchamos también a quienes no se reconocen en el pinochetismo. Como señala un abogado de 43 años de Santiago, al asistir a las manifestaciones del Rechazo se siente “incómodo porque hay muchos pinochetistas”.
La fuerza de su movilización proviene de la afirmación colectiva de no rendirse entregando un "cheque en blanco" a los defensores del Apruebo
Lo que lleva a nuestros entrevistados a movilizarse es, en definitiva, oponerse a que el sector que se expresó de manera radical con el estallido conduzca el país. Deslegitiman este movimiento, o al menos su expresión más violenta, y lo describen como resultado de la ignorancia, la falta de educación o como una desviación social. Para los más radicales, el estallido social es muestra de irracionalidad. Pocos recurren a la idea racista de incivilización de los manifestantes: «Si no estamos en la época de los indios con la flecha, o sea estamos volviendo para atrás. ¿Dónde está la civilización? ¿Dónde está el respeto? O sea, no estamos hablando con indios, hay gente con educación», señala una ingeniera comercial de 39 años de Santiago, del estrato alto.
Los más moderados reconocen los problemas sociales que están a la base del estallido, pero solo algunos comparten el diagnóstico de las causas de estos problemas, en especial la necesidad de mejorar las pensiones, el sistema de salud, los derechos de las mujeres y la educación. Los entrevistados no relevan deficiencias profundas en el modelo, el cual defienden con un discurso bien articulado. Los entrevistados del sector alto agregan de manera vehemente que Chile no es un país rico y no se puede hipotecar treinta años de crecimiento económico. No consideran tampoco que los abusos de la elite sean un problema estructural, sino que lo identifican como algo cultural y moral de la “chilenidad”, de la cultura del más pillo. Es decir, se trataría de defectos psicológicos transversales.
Todos comparten que la desigualdad social no es un verdadero problema, porque la suerte de las personas dependería de su esfuerzo individual. El mérito es un principio central en este discurso, y por eso desacreditan a los manifestantes del estallido y defensores del Apruebo como personas poco valiosas socialmente: «gente floja» que “quiere todo gratis». Quienes consideran que hay ajustes necesarios para «igualar la cancha» indican que estos requieren reformas conducidas por «expertos». Temen que el Apruebo permita que llegue “quizás qué tipo de gente, personas inexpertas, y que destruyan el país conduciéndolo al caos”, lo que algunos asocian con los tiempos de la Unidad Popular y otros con Venezuela. La posibilidad de un proceso constitucional los deja con muchas dudas y le atribuyen un valor negativo al cambio de la actual constitución, por lo que su reacción al estallido se confunde con la opción Rechazo.
Los primo-manifestantes del Rechazo encuentran inexplicable la masividad del estallido y varios recurren a las teorías conspirativas más comunes para darle sentido, en un mundo de mucha incertidumbre. Para algunos, esto proviene de grupos nacionales de izquierda, pero para otros, procede de una organización internacional, información que recogen de sus redes sociales y que provenía del mismo gobierno y de la Dirección de Inteligencia del Ejército. Como explica el arquitecto “Aquí está metido Francia, está metido España, están metidos varios países que nos quieren desestabilizar y aprovecharse de que estemos acá para que no inviertan en las fábricas. ¡Y nos roben la materia prima!”. El empresario de Concepción afirma: “Yo creo que el 18 de octubre no fue algo espontáneo, que justo la gente, así como que se iluminaron y todos al mismo tiempo lo hicieron. No es así. El socialismo de Latinoamérica es el que lo financia. No podís quemar 18 estaciones de metro al mismo tiempo porque a todos se les ocurrió. Soy un convencido que a esta gente le están pagando por hacer esto”.
Sea como conspiración o solo como estallido social, los hechos de violencia son entendidos como un atentado a la «Patria», a la que algunos de nuestros entrevistados se sienten llamados a defender. Así, en el repertorio de acciones de los entrevistados, encontramos izar banderas chilenas, reunirse frente a la Escuela Militar en Santiago y cantar el himno nacional. Todos critican con indignación la destrucción de símbolos nacionales durante las manifestaciones que han seguido al 18/O, incluso caracterizan la destrucción a la infraestructura pública como falta de patriotismo y atentado al trabajo de la elite que ha “levantado” el país: “Cuando destruyeron los metros, cuando destruyeron los supermercados, saquearon, destruyeron todo lo que es de nosotros, de todos los chilenos. El Metro (…) haberse metido con el Metro, que el Metro es algo que lo llevamos en la sangre los chilenos. Es como la Teletón, es como meterse con la Teletón. Son de nosotros, nosotros lo hicimos, nosotros somos los dueños. Nos ha costado tanto tener este país bonito y que nos rompan en un año todo lo que hemos logrado…», señala con desazón el arquitecto del estrato alto de Santiago.
Todos comparten que la desigualdad social no es un verdadero problema, porque la suerte de las personas dependería de su esfuerzo individual
La visión negativa del Estado es uno de los ejes del pensamiento de los entrevistados, quienes indican con orgullo que el Estado no tiene deber o responsabilidad redistributiva frente a la sociedad. El Estado es sinónimo de burocracia, corrupción o pérdida de virtud, aunque algunos pocos agradecen la ayuda que han recibido mediante becas o apoyos económicos en la pandemia. Sin embargo, en cuanto a la seguridad y el orden público reclaman su presencia fuerte, criticando la falta de mano dura del gobierno. En su mayoría sienten que ha habido impunidad.
Las propuestas son variadas: una ingeniera de 40 años considera que la solución sería “restablecer la pena de muerte”, mientras que, para el emprendedor de 40 años, debieran “soltarse algunas balas”. Quienes están en este extremo saben que “esto suena fuerte”, pero argumentan que es la única solución y consideran que la violencia policial ha sido justificada. Algunos tienden a oponer lo puro (ellos) a lo impuro (los otros) en un ambiente corrupto, por lo que, en algunos casos, aplastar al ladrón y al abusador queda justificado, incluso por encima de los derechos humanos. Para otros, menos extremos, simplemente la autoridad debiera sancionar todo delito, de manera mucho más efectiva. También afirman que debería haber más apoyo y menos cuestionamiento a Carabineros, para que éstos puedan hacer bien su trabajo. Sólo uno de nuestros entrevistados considera necesaria una reforma a Carabineros, siendo el mismo un ex integrante de las FFAA, pero no de estrato alto.
Los primo manifestantes del Rechazo se activaron por la amenaza que ha significado para ellos el estallido y la debilidad que han visto en sus representantes tradicionales en defender sus principios. Reaccionan porque sienten que el estallido amenaza un orden que perciben como positivo, pero están divididos en cuanto a la valoración de la democracia. Pareciera ser un movimiento defensivo que no articula aún un “nosotros” alternativo, ni un proyecto colectivo, precisamente por la heterogeneidad de posiciones.
Al sentirse representantes de una mayoría que tiene miedo de expresarse, o que está acorralada por una conspiración, se posicionan en los sectores altos desde una superioridad moral sobre el resto de la sociedad, mientras para los entrevistados de clase media y sectores populares, domina una fuerte sensación de indefensión. La experiencia de estos primo manifestantes y sus altos niveles de angustia e impotencia visibiliza aún más la crisis de la política institucional y de sus representantes, afectando también a la derecha, que no logra capitalizar a este grupo, por lo menos hasta el momento.
Agradecimiento
Conicyt Fondap 15130009 (“Personas ordinarias en movilizaciones extraordinarias. Escucha Activa 2.0: politización y deliberación entre las y los manifestantes de Santiago y regiones en el marco de la crisis sociopolítica y el proceso constituyente”). Agradecemos además a todas las personas entrevistadas.
Lo que hay que cambiar son leyes, pero no una Constitución. Porque la Constitución está para defendernos a nosotros, es para defendernos a nosotros de los políticos
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
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Hasta el momento, CIPER Académico recibe aportes de seis centros de estudios: el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), el Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR), el Instituto Milenio Fundamentos de los Datos (IMFD), el Centro de Investigación en Comunicación, Literatura y Observación Social (CICLOS) de la Universidad Diego Portales, el Observatorio del Gasto Fiscal y el Instituto Milenio para la Investigación en Depresión y Personalidad (MIDAP). Estos aportes no condicionan la libertad editorial de CIPER.