CIPER ACADÉMICO / OPINIÓN
18/O: Personas comunes en movilizaciones extraordinarias (Parte 1)
17.10.2020
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CIPER ACADÉMICO / OPINIÓN
17.10.2020
El 18/O ha sido explicado como resultado de la desigualdad y también como el desacople entre las promesas del sistema neoliberal y las experiencias cotidianas de abuso. Mirando el movimiento “desde adentro”, a partir de entrevistas con manifestantes primerizos, que le dieron masividad al octubre chileno, este artículo avanza otra explicación: la calle se llenó de personas convocadas por sus propias experiencias y problemas; solo una vez reunidas, fortalecieron sus miradas políticas. Es decir, no fue la política la que provocó el estallido, sino que la protesta llevó a articular políticamente el descontento social. Este importante texto forma parte de una serie de artículos basados en una investigación del equipo “Escucha Activa” del COES.
A un año del 18/O, se avecina un plebiscito que invita a preguntarnos cómo las y los manifestantes “comunes y corrientes” de las protestas que partieron en octubre de 2019 entienden la política y cómo enfrentan el proceso de transformación institucional que se abre este 25 de octubre.
La discusión nacional se ha centrado, en gran medida, en la represión, la violencia de los manifestantes o en los actores políticos formales como partidos políticos, el congreso y el gobierno. Esto ha dejado de lado a los manifestantes quienes se expresaron por primera vez de manera regular con el estallido social (en este texto los llamaremos manifestantes primerizos o primo-manifestantes).
Establecer las características y orientaciones de estos participantes resulta clave dado que son ellos quienes otorgan la indiscutida masividad que alcanzaron estas manifestaciones. Como señala Ascanio Cavallo, las movilizaciones post 18/O son un “fenómeno tan complejo y diverso que aún no se termina de procesar”. En la primera columna de esta serie, proponemos comprender a sus protagonistas para identificar el sentido de la protesta desde su propia experiencia. En las columnas siguientes, analizaremos su postura frente al plebiscito del 25 de octubre y los nuevos horizontes morales que definen antes de dar la voz en la cuarta columna a otro grupo nuevo en la política chilena: quienes desde sus barrios se manifiestan por el rechazo. Con ello, buscamos dar cuenta de la política “de la calle” en su diversidad y cotidianeidad.
Para muchos, es luego de salir a la calle que se inicia el proceso de politización. Varios entrevistados señalan que fue su participación en las movilizaciones lo que le dio mayor articulación a su descontento con la situación del país.
Comentaristas y académicos destacaron la masividad de la revuelta de octubre, inédita desde el retorno a la democracia, la que incluyó de manera significativa a personas que por primera vez en su vida salían regularmente a la calle a protestar. A ello se une la extensión de la protesta a nivel nacional y su persistencia en algunos casos incluso después de la emergencia sanitaria, a través de caceroleos desde balcones o comedores populares.
Los análisis, en general, han buscado explicar las manifestaciones desde una perspectiva macro-social, ya sea por los problemas de la política institucional (como, por ejemplo, en este medio: Corvalán, 2019; Gerber, 2019; Basaure y Joignant, 2019), o las brechas de desigualdad inherentes al modelo de desarrollo (Mayol, 2019; Ruiz, 2020), o la crisis del vínculo social manifestado en el desacople entre las expectativas que genera el sistema neoliberal y las experiencias cotidianas de abusos (Araujo, 2020). Estas explicaciones suponen que el conflicto viene a ser el resultado de desajustes o fallas en la capacidad de inclusión o integración que posee una sociedad. Nuestro enfoque, sin embargo, se posiciona desde otro ángulo y apuesta por comprender el movimiento “desde adentro”, a partir de entrevistas con los y las protagonistas que le dieron el carácter de masividad al movimiento, es decir las personas comunes y corrientes que dieron vida al proceso político desde el 18 de octubre en adelante.
En términos interpretativos, nuestro estudio ha podido revisar dos de las hipótesis más difundidas para interpretar el surgimiento de la movilización. En primer lugar, la idea que estas movilizaciones forman parte de una contienda de largo plazo, en la cual grupos organizados, muchas veces fuera de la institucionalidad, aprovechan la oportunidad política que abre una fuerte crítica social o política. Esta tesis fue estrenada en los Estados Unidos respecto del movimiento de los derechos civiles en los años 1960, que se cristalizó a partir de redes de iglesias afroamericanas (McAdam, 1983). La clave de esta explicación es contar con recursos organizacionales y una estrategia que oriente la contienda con el poder (Tarrow, 1998). En Chile, esta explicación ofrece cierta tracción en movimientos estudiantiles como los del 2006 y del 2011, protestas laborales o las del movimiento No+AFP, o las movilizaciones feministas como #niunamenos. En todos estos casos se encuentran espacios compartidos que contribuyen a elaborar las demandas y algún tipo de organización con mecanismos de toma de decisión.
En segundo lugar, otra hipótesis que ha circulado, especialmente en los medios de comunicación, es que levantamientos como el observado el 18/O responden a la frustración de expectativas (Encuesta Bicentenario 2019), vale decir a una distancia entre la percepción de lo que ofrece el modelo de desarrollo y la realidad cotidiana a la que ellos efectivamente pueden acceder. Las reacciones a la frustración son variadas, siendo una de ellas la violencia callejera, pero se suele insistir en el carácter reactivo y cercano a lo irracional que poseería este comportamiento. Esta explicación, no obstante, deja sin aclarar dos cuestiones: por qué la protesta se produce en ese momento si las expectativas han sido frustradas por largo tiempo, y cuáles los principios orientan la acción de los manifestantes.
Cuando se observa la duración del estallido del 18/O y la permanencia de la protesta en los meses posteriores, pareciera que ninguna de estas dos hipótesis explica la recurrencia de la participación en protestas de primo manifestantes.
En primer lugar, como mostraremos a continuación, los manifestantes cuentan con escasos recursos organizacionales del tipo “tradicional”, es decir relacionados con organizaciones de base, partidos o movimientos. Más aún, una de sus características principales es que rechazan las estructuras partidistas y la política institucional que podría suplementar esa carencia.
Se puede argumentar que el uso de las redes sociales es el principal recurso organizacional para llegar a las protestas, informarse sobre ellas y difundir contenidos. Efectivamente, nuestros entrevistados relatan que siguieron los eventos por redes sociales y se coordinaron mediante ellas con familiares y amigos para ir a las protestas, pero no señalan suscribir a grupos organizados por redes sociales. También las usan para compartir denuncias o ubicarse en la escena mediante envío de imágenes, pero las redes no son el generador de la protesta ni es lo que le da sentido a la protesta: son un espejo multiplicador de ocurre en la calle.
Aunque lo anterior podría hablar de una dinámica solamente expresiva, no orientada a fines, nuestras entrevistas revelan que en su mayoría los manifestantes intentan formular visiones alternativas al orden imperante.
Nuestro estudio propone comprender la protesta a partir de una tercera hipótesis, que no da por supuestos ni los recursos organizacionales ni la ausencia de reflexividad sobre el orden social, sino que refiere a los sentidos que los propios manifestantes otorgan a su acción (Cefaï, 2010). Esta hipótesis indica que la protesta se explica por una nueva subjetividad política. En efecto, las manifestaciones iniciadas el 18/O pueden no ser rastreables a un actor operando de forma organizada o un principio de solidaridad pre-existente, y tampoco se la puede reducir únicamente a la expresión de pulsiones, actos irracionales o semi tribales. Nuestras entrevistas muestran que los manifestantes dan sentido a su acción a partir del propio conflicto.
Casi todos se sumaron a las protestas de manera espontánea, sin obedecer a lógicas tradicionales de convocatoria política o social, y expresando discursos y objetivos políticos muy variados. Héctor, un ingeniero comercial de 27 años, residente en Concepción, relata cómo llegó a protestar sin haberlo hecho antes y resume en gran parte la experiencia de otros entrevistados: “Al principio yo no sabía que esto iba a pasar. Fue de un día para otro y cuando pasó justo estaba con unos amigos y en verdad ellos y yo quedamos muy impactados con el tema. Entonces (…) al tiro salimos a manifestarnos y todos estaban de acuerdo y creo que en ese sentido fue súper rápido. (…) Casi todas las mañanas la gente se juntaba en la Plaza de Armas y ahí llegaba yo, iba en bicicleta (…) Fue una experiencia muy buena en ese sentido estar ahí con mis amigos ayudarnos y ver todo como pasa en la realidad ahí mismo. Creo que fue algo igual impactante”.
La dinámica de la protesta no fue alterada por el acuerdo del 15 de noviembre de 2019, que abrió la posibilidad inédita de que la ciudadanía participara en la redacción de una nueva constitución. Al contrario, las manifestaciones, incluyendo consignas contra la clase política, continuaron hasta marzo del 2020, cuando se inició la pandemia (Informe Anual Observatorio de Conflictos COES, 2020). Incluso, para muchos manifestantes, la salida a la crisis era la renuncia del presidente Piñera, figura que la actual constitución no contempla, lo que muestra que la protesta no se ha encauzado mediante los marcos institucionales existentes.
Para muchos, es luego de salir a la calle que se inicia el proceso de politización. Varios entrevistados señalan que fue su participación en las movilizaciones lo que le dio mayor articulación a su descontento con la situación del país. Un estudiante de historia, residente de San Miguel señala: “la movilización fue la que me pauteó y me dio a conocer el petitorio”. Otros indican que este proceso produjo cambios en ellos, haciéndoles conscientes de los problemas que les aquejan. Ernesto, un diseñador de 32 años de Maipú, apunta que gracias al estallido él y su entorno comenzaron a tomar más en serio la política, dándole consistencia desde su experiencia al lema “Chile despertó”: “Entonces ahora la conversación ya no es como reclamar y como putear al huevón que está de presidente – disculpa la palabra – sino que tiene que ver con un poco más de contenido. ¿cachai? … [Yo] comparto con gente de distintos estratos socioeconómicos, todos mis amigos que eran de clase más alta, más zorrones, más cuicos, hay varios que despertaron de cierta manera, cachai. Empezaron analizar y vieron lo que pasa en el SENAME, vieron la realidad de otra manera”.
En ese sentido no sorprende que muchos de estos manifestantes se presenten a sí mismos como personas sin interés, identificación u orientación política clara, incluso algunos se describen como despolitizados antes de los eventos. Como señala Laura, una mujer de 30 años, artista visual en Ñuñoa: “Igual mi generación, como que somos todos muy ignorantes también, como nadie sabe nada, ¿cachai? (…) Como que todos se dejan llevar por lo que alumbra el sol, ¿cachai?”. Sobre su propia postura, agrega, lapidaria: “No, no tengo ningún referente político”.
En la misma dirección, Natalia, 32, terapeuta en Valparaíso indica: “Yo no entendía mucho, voy a ser súper sincera, no entendía mucho del tema de Constitución, de leyes, nada, yo decía «no, la política yo nada», pero en algún momento era importante saber qué es lo que pasó, por qué están luchando, a qué se referían estos conceptos que hablaban en televisión y muchas veces uno no entendía».
Luego de años de deambular en una ciudad de individuos indiferentes, el compañerismo del momento abrió una dimensión de encuentro con una sociedad (y comunidad) imaginada.
Frente a la baja asociatividad formal durante el estallido y en los meses siguientes, los primo-manifestantes señalan que han desarrollado un compromiso político con otros y con la sociedad, generando si no lazos de solidaridad, al menos un imaginario acerca de éstos. En las manifestaciones vivenciaron una inédita forma de participación política basada en un vínculo social horizontal creado a partir de estar juntos con otros u otras semejantes, para así tener una voz (voces) y ser escuchados por la clase política. El sentido de compañerismo que experimentaron hacia otros desconocidos que protestaron como ellos pasó a representar un contexto social con valor y sentido propio, sobre el cual asientan la permanencia e identificación con el conflicto. Luego de años de deambular en una ciudad de individuos indiferentes, el compañerismo del momento abrió una dimensión de encuentro con una sociedad (y comunidad) imaginada.
Álvaro, un estudiante de mecánica automotriz de Pedro Aguirre Cerda lo expresa con claridad: “A mí me gustaba igual la dinámica que se generaba, como la unión que se generaba en el momento. Toda la gente se estaba ayudando, si a alguien le faltaba, había como agrupaciones que se encargaban. Los de la Cruz Roja entonces ellos estaban encargados de socorrer a los que estaban heridos, o tenían algún accidente dentro de la movilización o los mismos gases o los perdigones que fueron lanzados. Entonces la organización que se generó era una organización no de agrupaciones sino de lo que se daba en el momento, como súper desinteresada”.
Así, muchos describen procesos de retroalimentación positiva que mantuvo a los manifestantes en la calle, que fue politizándolos y generando o fortaleciendo una confianza en la acción colectiva. Ignacia, otra artista visual de 26 años, de Ñuñoa, explica cómo este escucharse desde una dimensión más emocional también implica un proceso de politización: “Yo creo que, a nivel colectivo e individual, cambió mucho, igual. Como las mismas comunidades de la gente, los edificios cachai. Como que de repente hubo un poco más de empatía o por último el mismo hecho que todos estábamos hablando de eso. Aquí a mí no me había pasado antes que me subiera a un taxi y hablábamos de política o hablábamos de las cosas que estaban pasando”.
En palabras de las personas que por primera vez asistieron reiteradamente a protestas, ya se adueñaron de la calle. Aunque sean ciudadanías emergentes y con pocos recursos organizacionales formales, llegaron para quedarse, pues saben cómo hacerse escuchar. ¿Esta nueva subjetividad política es transitoria o da cuenta del surgimiento de una nueva forma participación política o actor político? Su aprendizaje político en estos meses les dice, a pesar de todas sus dudas, que mediante la acción colectiva sí es posible lograr cambios como en el caso de una nueva constitución o el retiro de fondos de las AFP, ocupando el espacio que ha dejado el desprestigio de los partidos políticos. En la próxima columna, veremos si la brecha que separa a estas personas con las organizaciones sociales y los partidos políticos podrá acortarse en el futuro cercano mediante el proceso constituyente.
Agradecimiento
Conicyt Fondap 15130009 (“Personas ordinarias en movilizaciones extraordinarias. Escucha Activa 2.0: politización y deliberación entre las y los manifestantes de Santiago y regiones en el marco de la crisis sociopolítica y el proceso constituyente”). Agradecemos además a todas las personas entrevistadas.
Araujo, K (ed.) (2020). Hilos tensados. Para leer el octubre chileno. Santiago. USACH.
Cefaï, D. (2011). Diez propuestas para el estudio de las movilizaciones colectivas. De la experiencia al compromiso. Revista de Sociología, No 26, pp. 137-166.
McAdam, D. (1983). Political Process and the Development of Black Insurgency, 1930-1970. Chicago. University of Chicago Press.
Mayol, A. (2019) Big Bang 2019. Modelo derrumbado – Sociedad rota – Política inútil. Santiago. Catalonia.
Ruiz, C. (2020). Octubre chileno La irrupción de un nuevo pueblo. Santiago. Taurus.
Tarrow, S. (1998) El Poder en Movimiento, Buenos Aires. Alianza.
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
CIPER/Académico es un espacio abierto a toda aquella investigación académica nacional e internacional que busca enriquecer la discusión sobre la realidad social y económica.
Hasta el momento, CIPER Académico recibe aportes de seis centros de estudios: el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), el Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR), el Instituto Milenio Fundamentos de los Datos (IMFD), el Centro de Investigación en Comunicación, Literatura y Observación Social (CICLOS) de la Universidad Diego Portales, el Observatorio del Gasto Fiscal y el Instituto Milenio para la Investigación de la Depresión (MIDAP). Estos aportes no condicionan la libertad editorial de CIPER.