DEBATE: EL ROL DEL BANCO CENTRAL
Ojo con los cantos de sirena
14.04.2020
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DEBATE: EL ROL DEL BANCO CENTRAL
14.04.2020
¿Podemos aminorar los efectos de la crisis económica haciendo que el Banco Central le preste dinero al Estado? Jorge Fábrega advierte que es una mala idea, pues ese “préstamo” pasa por ponerse a imprimir billetes, lo que conlleva la pérdida de confianza de los mercados y una inflación elevada. El resultado será tarde o temprano “pobreza a la vena” explica. El autor, además, no confía en que la clase política, una vez que se ponga a imprimir dinero, renuncie a ese poder. Así, al intentar resolver esta emergencia, habremos creado un problema estructural.
¿Debe el Banco Central prestarle dinero al fisco? En un país legalista como el nuestro, una respuesta frecuente sería “no te puedo decir si debe o no debe hacerlo, pero si te puedo afirmar que no puede porque la constitución se lo prohíbe”. Y ante esa respuesta, la pregunta que por estos días ha corrido por diarios y redes sociales es si corresponde o no repensar las reglas que definen la política monetaria que administra el Banco Central.
Se trata de un debate que era inevitable y que es muy importante comprender. En esta breve nota quisiera contribuir a ese propósito para acercar estos temas a aquellas personas a las que los tecnicismos del debate macroeconómico les quita todo ánimo de poner atención.
Digo que se trata de un debate inevitable por dos motivos. Primero porque en materia económica, Chile experimentará en los próximos meses lo más parecido a las consecuencias económicas de una guerra y, ante esas circunstancias es razonable que se pongan sobre la mesa, como posibles alternativas a usar, todas las herramientas de las que dispone el Estado para enfrentar una crisis. Y, la verdad, suena bastante incomprensible que si un país tiene acceso a dinero no lo use mientras ve quebrar empresas y deambular angustiados por las calles números crecientes de desempleados. Así creo que lo entienden muchos ciudadanos cuando le hablan de este tema y, por eso, podrían tirarse de los pelos en una mezcla de indignación y repudio ante las autoridades si no las ven usar ese dinero mientras las personas sufren en masa.
Y, segundo, era inevitable porque esta pandemia nos llega en medio de un estallido social cuyo final permanece abierto. La pandemia se deja caer justo cuando nos encontrábamos debatiendo sobre las reglas básicas de nuestra vida en común y decidiendo si íbamos a cambiar o no nuestra constitución.
En materia económica, Chile experimentará en los próximos meses lo más parecido a las consecuencias económicas de una guerra y, ante esas circunstancias es razonable que se pongan sobre la mesa, como posibles alternativas todas las herramientas de las que dispone el Estado para enfrentar una crisis.
Digo “debatiendo”, pero en realidad era una jauría de recriminaciones mutuas. El nivel de polarización del país es de tal magnitud que, a inicios de marzo es decir hace como un siglo, muchos creían que el coronavirus no era más que una excusa para que las personas dejaran de protestar y retornara el orden. Y ahora que la pandemia se desplegará con fuerza por nuestras ciudades, sus consecuencias que serán a todas luces desigualmente distribuidas devolverán al centro de las recriminaciones mutuas lo que habíamos dejado pendiente.
Es decir, tanto por el impacto intrínseco de la pandemia como por el contexto histórico en que ésta nos golpea, el cuestionamiento sobre la política monetaria y, por ende, sobre la independencia del Banco Central ha caído en un terreno fértil.
¿Por qué se le prohíbe al Banco Central prestar directamente dinero al fisco? Quizás la mejor manera de ilustrar el motivo es recordando la historia de Ulises y las Sirenas. En La Odisea, a sabiendas que pasarían por el lugar donde cantan las sirenas, Ulises le pide a su tripulación que se tapen los oídos con cera y que a él, en vez de eso, lo aten firmemente a un mástil y no lo desamarren, aunque se los suplique. Todo ello para evitar que el canto de las sirenas los hechice y desvíen el barco contra los arrecifes.
El Banco Central es el barco. Y si el destino del barco era Itaca, el del Banco Central es el rango meta de inflación. Las sogas que amarran a Ulises están ahí para evitar tentaciones y, así, sea creíble que el barco llegará a Itaca. El Banco Central tiene la prohibición de prestarle dinero al fisco para que sea creíble que no caerá en tentaciones que harán imposible arribar con una inflación dentro del rango meta.
El nivel de polarización del país es de tal magnitud que, a inicios de marzo es decir hace como un siglo, muchos creían que el coronavirus no era más que una excusa para que las personas dejaran de protestar y retornara el orden.
Los arrecifes que destruyen el barco son, en el caso de la política monetaria, inflaciones elevadas y fuera de control. Las sogas de Ulises son, en el caso del Banco Central, las reglas constitucionales que definen con precisión lo que no puede hacer. Y son fuertes, porque para cambiarlas se requieren los quórums más elevados que existen en nuestra legislatura.
¿Y por qué es tan importante la meta de inflación para el Banco Central como lo es el arrecife para el barco? Si usted tiene entre 20 y 40 años y está preocupado por evitar que se contagien los adultos mayores con la actual pandemia quizás le haga sentido saber que cuando ellos tenían su edad, no conocieron las inflaciones de un dígito que usted ha experimentado en toda su vida adulta (salvo en 1982 en medio de una depresión económica en que la inflación fue de 9.8%).
La experiencia angustiante de saber que el dinero no alcanza para llegar a fin de mes era para los adultos jóvenes de hace 40 años varias veces mayor porque el dinero perdía su poder adquisitivo velozmente.
Sus ingresos no sólo alcanzaban cada vez para menos, además, su poder de compra bajaba con patrones a ratos impredecibles. Pensar en el largo plazo, era pensar en uno o dos meses y si podías pensar en un año plazo era porque, como se ha hecho costumbre últimamente decir, hablabas desde el privilegio. En suma, la inflación elevada y oscilante es pobreza a la vena. Por eso, que el Banco Central tenga por mandato constitucional lograr que la inflación esté en un rango meta de entre 2% y 4% anual no es un mero tecnicismo alejado de nuestras vidas cotidianas.
Cuando el Estado pide ser atado de manos, lo que quiere hacer es un compromiso creíble con la meta de inflación. Y este punto es muy importante porque toda esta historia es, al final de cuentas, un asunto de credibilidad en los compromisos adquiridos.
Los cantos de sirenas son muchos y muy tentadores. La más evidente de sus tentaciones es precisamente la de usar la política monetaria para financiar el gasto público. Para ello, no es que el Banco Central haga una transferencia desde su cuenta bancaria o saque dinero desde sus bóvedas. Lo que el Banco Central haría en esos casos es esencialmente imprimir dinero sobre el cual, no lo había indicado antes, tiene el monopolio legal de producción. Parece un sueño hecho realidad: tenemos necesidades, imprimamos dinero para satisfacerlas.
De hecho, a mediados del siglo pasado, muchos gobiernos vieron en esta idea una solución mágica para financiar políticas sociales particularmente en año de elecciones. El problema es que esos sueños se convierten en pesadilla cuando la población repara que todo no fue más que un artificio. Imprimiendo billetes, no es que tengamos más dinero porque seamos más productivos. Es decir, no hay ninguna razón real que justifique el mayor número de billetes en nuestros bolsillos. Y si como grupo no somos más productivos, podremos tener más billetes, pero no más bienes que comprar con ellos. Más temprano que tarde ese dinero perderá su valor porque los bienes costarán más caros (es decir, habrá inflación).
¿Y Ulises? ¿Quién es Ulises?
Ulises es el Estado. Cuando el Estado pide ser atado de manos, lo que quiere hacer es un compromiso creíble con la meta de inflación. Y este punto es muy importante porque toda esta historia es, al final de cuentas, un asunto de credibilidad en los compromisos adquiridos. La idea de tener un Banco Central independiente no es otra cosa que buscar garantizar esa credibilidad mediante reglas formales.
Y es justamente aquí donde algunos se confunden al ver los datos internacionales sobre la eficacia o no de los Bancos Centrales independientes en controlar la inflación. El dato es que más allá de las economías más avanzadas del planeta, no todos lo logran. Argentina, por ejemplo, tiene un Banco Central independiente y una alta inflación que Chile no ha conocido en más de 40 años.
Entonces, es comprensible que surja la sospecha ¿de qué sirve entonces la independencia del Banco Central?
Bueno, sirve si y sólo si el Banco Central es creíble.
El problema de Argentina y de los países en desarrollo en general es que la independencia del Banco Central no es creíble. Un estudio del año 2017[1], por ejemplo, muestra que la capacidad de un banco central independiente de mantener la inflación bajo control descansa en la credibilidad del cumplimiento de sus leyes. Y eso es el privilegio de los países desarrollados, básicamente. De hecho, según ese estudio. sólo un 4.5% de los países en desarrollo lo logra. Y ya se imaginarán qué país del cono sur sí está en ese 4.5% y qué país no.
Y otro estudio publicado este año[2] luego de analizar la historia inflacionaria de un panel de 147 países concluye que la independencia del Banco Central no garantiza el control de la inflación precisamente porque la falta de transparencia de sus procedimientos desvía los bancos centrales hacia otros objetivos distintos del control inflacionario.
Un estudio publicado este año concluye que la independencia del banco central no garantiza el control de la inflación precisamente porque la falta de transparencia de sus procedimientos desvía los bancos centrales hacia otros objetivos distintos del control inflacionario.
El que el Banco Central de Chile sea creíble es una rareza para la cual faltan adjetivos y, sin exagerar, quizás sea una de las pocas razones que justifica todavía que se hable de Chile como un país OCDE.
Es extraño, en particular en América Latina, que hayamos logrado tal nivel de credibilidad de nuestro Banco Central porque en estas tierras, desde tiempos coloniales, hemos desarrollado el arte de doblarle la mano a las leyes para acatarlas sin cumplirlas. Es decir, para que en el papel diga que una organización sea independiente, pero sin serlo de verdad.
Hacer cambios constitucionales que permitan al Banco Central prestarle al fisco es querer resolver una emergencia creando un problema estructural.
Como lo señalaron varios ex presidentes del Banco Central en una carta hace poco, hay otros mecanismos financieros que el Banco Central puede utilizar para inyectar recursos en el medio de la presente emergencia. Mecanismos que ya están en sus reglas mediante compras en mercados financieros secundarios. Ésa si es una herramienta que podemos poner sobre la mesa.
Y aquí quisiera volver sobre lo que nos ocupaba antes de que nos interrumpiera la pandemia. En este país, dicen los datos una y otra vez, casi no hay autoridad que genere confianza y por eso nuestro futuro ya era muy incierto sin necesidad de ninguna pandemia ¿Usted confía realmente que permitirle al Banco Central prestar dinero al fisco va a ser transitorio? Esos mismos actores políticos que usted mira con recelo cada día serán los que después van a administrar los cambios generados ¿Por qué ahora sí confiará en ellos? ¿Cree realmente que una vez abierta la ambigüedad en los objetivos del Banco Central esa brecha será cerrada rápidamente al acabar la emergencia? ¿Habría llegado el barco de Ulises a Ítaca si él se hubiese desamarrado por un segundo?
Por último, quizás usted es de los que genuinamente piensa que es mejor que la misma mano que controla el gasto social controle la producción de dinero. En ese caso, lo que usted buscará es la máxima autonomía y libertad del Estado para actuar. Pero si es así, digamos las cosas claras, a usted no le importa la pobreza, a usted le atrae el poder. Si ése es su caso, ojo con los cantos de sirenas.
[1] Nurbayev (2017): The rule of law, central bank independence and price stability. Journal of Institutional Economics 14(4): 659-687.
[2] Lim (2020): The limits of central bank independence for inflation performance. Public Choice. Disponible aquí.
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
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