Y no se calla el rey tropical
20.11.2007
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20.11.2007
A pocos días de un nuevo proceso electoral a partir del cual Venezuela podría cambiar radicalmente su estructura política y adoptar las formas más radicales del socialismo, el Presidente Hugo Chávez vuelve a desempolvar la vieja receta que, hasta ahora le ha funcionado, para catapultar su nombre y colocarse al frente de cierta izquierda latinoamericana: la confrontación amigo-enemigo en el escenario mundial.
La hemorragia verbal del Mandatario venezolano, con toda su carga de agresividad y mucha impertinencia, salió a flote recientemente en la Cumbre Iberoamericana celebrada en Chile, donde sin vergüenza y frente a los dignatarios presentes llamó “fascista” al ex presidente del gobierno español José María Aznar. Un amargo cruce de palabras con Rodríguez Zapatero concluyó de la peor manera cuando el Rey Juan Carlos I, en un rapto de ira, le espetó el célebre: ¿Por qué no te callas?
Son muchos en Venezuela los que desearían que el Presidente-locutor callara, aunque sea por un buen rato. Sobre todo en un país donde el gobierno ha montado una estructura comunicacional a su servicio, integrada por radios comunitarias, canales de televisión y diarios afectos; el uso recurrente de “cadenas” televisivas para transmitir propaganda política encubierta detrás de la fachada de mensajes oficiales y un Presidente que habla, habla, habla y no para de hablar a través de los medios. Todo ello a través de una legalidad hermética que lentamente asfixia a los medios independientes y voces disidentes.
Chávez es astuto y ciertamente ha curtido su pelaje político con el pasar de los años. Ha demostrado que es un extraordinario competidor en procesos electorales (en realidad la mayoría del tiempo actúa como un candidato) y se siente el heredero legítimo de Fidel. Tiene el don de la palabra del cual abusa y su lógica está hecha en base a posiciones confrontacionales y polarizadoras.
Cuenta sobre todo con petróleo, el que le ha servido para financiar programas sociales y, de paso, comprar conciencias y mantener la clientela, dentro y fuera del país.
«Chávez ha fomentado una suerte de “macartismo” a la inversa: todo aquel que se opone a su proyecto político es un enemigo, sin distingo de ningún tipo, y merece el más feroz ataque que lo anule o lo acalle. Todas ellas lecciones aprendidas de oído del Libro Rojo de Mao, de Castro y otras referencias de dudoso cariz democrático».
Los errores que recurrentemente han cometido sus adversarios políticos en el plano interno –partidos tradicionales y emergentes, individualidades influyentes, medios de comunicación y hasta ex compañeros de lucha–, sumados a la crisis de liderazgo, en mucho han contribuido a su ascenso.
Cierta izquierda latinoamericana, obnubilada por la incandescencia del líder que ha cooptado todas sus viejas aspiraciones y el lenguaje de filiación marxista, lo mantiene en un sitial privilegiado. Tal vez por los réditos que le reporta la confrontación con Washington, sobre todo con un gobierno que como el de Bush, ha operado de manera muy burda con su otrora “patio trasero”, invocando viejos formulismos de la Real Politik y practicando malas estrategias. Lejos de neutralizarlo, ellas han hecho de Chávez una víctima del “imperialismo”.
Le basta al Presidente venezolano urdir el argumento del Golpe del 12 de abril de 2002 que lo sacó temporalmente del poder y donde hubo, de acuerdo con la versión oficial, participación de Estados Unidos. La especie, repetida una y mil veces en cualquier escenario mundial, resulta para Chávez una estupenda herramienta para posicionarse y ganar centímetros en la prensa.
Chávez ha fomentado una suerte de “macartismo” a la inversa: todo aquel que se opone a su proyecto político es un enemigo, sin distingo de ningún tipo, y merece el más feroz ataque que lo anule o lo acalle. Todas ellas lecciones aprendidas de oído del Libro Rojo de Mao, de Castro y otras referencias de dudoso cariz democrático.
Puede ser tanto más feroz con quienes alguna vez fueron “patria o muerte” con su causa e incurrieron en alguna abyección irreconciliable con la estirpe revolucionaria de nuevo cuño.
El ardid ideológico de Chávez, esa amalgama de pensamientos dispersos e inorgánicos que suele invocar, como el socialismo del Siglo XXI, choca contra sus propios fantasmas cuando la mezcla con el brazo militar populista y los business.
Empero, el Presidente venezolano es un animal político y un maestro en eso de invertir significados. Ya lo del Rey Juan Carlos es una agresión en su contra detrás de la cual se anidan oscuros intereses imperiales, probablemente en alianza con los propósitos de la ultra derecha internacional que buscan derrocarlo.
Así ha reinterpretado lo ocurrido, lo que ya tiene su propia lectura en Venezuela, a la que el presidente-candidato comienza a sacarle lucro electoral. De seguro que Chávez logrará conservar el favor de las masas o por lo menos de aquellos que siguen hipnotizados con su mensaje e influjo. Así, las cartas del magnicidio, de la agresión de poderosos intereses, de la invasión yanqui, de la estrategia golpista seguirán en su mano, tan indefinidamente como sea la reelección que propone en su reforma constitucional.
Antonio Fernández Nays es venezolano y periodista. Ha trabajado como reportero y ocupado cargos de jefatura de información en los diarios de Venezuela El Universal y El Nacional, en el cual se desempeña actualmente como gerente editorial de la página digital.