COP25: lecciones para Chile tras el triunfo de los de siempre
26.12.2019
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26.12.2019
Desde el Acuerdo de París[1], celebrado en 2015 por los Estados parte de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático[2], éstos se comprometieron a continuar trabajando de forma multilateral y colaborativa sobre un diagnóstico científico que ha proveído evidencia suficiente sobre el impacto que causan en el medioambiente nuestros sistemas productivos, económicos y sociales. Se trata de resolver un problema común: reducir emisiones de gases de efecto invernadero con tal de evitar no sólo el incremento de la temperatura, sino de impedir uno de sus más brutales efectos en grupos vulnerables como es el aumento de la desigualdad.
Cada “Conferencia de la Partes” (COP) trata de avanzar mediante complejas negociaciones. Éstas se desarrollan enfrentando intereses que van de idénticos, comunes o complementarios (colaboración) a contrapuestos (conflicto). La COP25 no fue la excepción. Un país pequeño, reconocido como líder en la generación eléctrica basada en energías renovables[3], decidió tomar esa posta en un contexto internacional complicado: grandes potencias con gobiernos nacionalistas y populistas en contra, posturas negacionistas frente la evidencia científica y presión internacional creciente donde el lema es uno: ambición.
Poco tiempo de preparación, bajo presupuesto[4], alto riesgo de no acuerdo (en especial sobre el artículo 6 relativo al mercado de bonos de carbono) y movilización internacional de ciudadanía. Esas eran las aguas en las que había que nadar. Pese a advertencias[5], Chile no solo decidió emprender la tarea sino que el propio Presidente generó expectativas que la realidad anunciaba no se cumplirían.[6] Esto implicó exigencia mayor de preparación, profesionalismo, experiencia y liderazgo en el plano multilateral dejando poco margen al error.
Se debía ser capaz de diseñar una estrategia destinada más que a alcanzar un acuerdo unánime casi imposible (no se le exige a Presidencia COP una obligación de resultado que depende de la voluntad de las partes, en especial de los Estados contaminantes), tener un desempeño a la altura del desafío, abordando en nuestro pabellón los principales temas de negociación, invitando a las partes aliadas a conformar alianzas en posturas conjuntas, integración como Estado a través del trabajo entre Hacienda (preside Finanzas Climáticas), Ministerio de Ciencias (defensa de ésta) y en especial Cancillería.
Era necesario, también, conformar cuadros robustos entre asesores y personal de carrera mediante la creación de equilibrios entre aquéllos sin experiencia pero con visión fresca, apoyando a aquellos veteranos que han participado en más de una negociación y son reconocidos por otras delegaciones. Esto en complemento con llamar a actores a nivel transversal que desempeñan roles tan diversos como lobby, extensión, divulgación y que provienen del sector privado, ONGs y academia.
Al igual que lo hizo el gobierno Francés en 2015[7], Chile hubiera podido recurrir a la conformación de cuadros donde no sólo asesores y negociadores estuvieran presentes, sino que la comunidad científica, centros de investigación, lobistas, agentes del sector privado, ONGs, entre otros, y que actuaran como un solo “party”; es decir, una sola delegación a favor de la negociaciones con pares de otras latitudes. Complementariamente, la realización de alianzas regionales para una postura común o la integración de alianzas con temas comunes, hubieran dado una negociación a modo de bloque y no de partes independientes.
Si esto hubiera ocurrido totalmente, las críticas del sábado gris sobre Madrid al fracaso o retroceso de la COP25 no habría recaído sobre el desempeño de la delegación chilena ni varios medios extranjeros habrían puesto sus ojos en quien era la cara visible. Probablemente se habría puesto el énfasis en cómo nuestros esfuerzos resultaban infructuosos – como en el pasado le ocurrió a otras Presidencias COP – frente a los mismos de siempre, es decir, China, Estados Unidos, Rusia, entre otros[8]–[9].
Decir que ha sido un éxito el avanzar en solicitar declaraciones voluntarias más exigentes[10]–[11] no es más que tener fe en lo que viene. Ni siquiera se ha cumplido compromisos de París en cuanto a reducción de emisiones. Se podrá contestar que es fácil hablar después de los eventos pero señales hubo y no se atendieron debidamente.
Chile tiene que sacar lecciones. Se debe entender que en mundo complejo la generación de expectativas por parte de quien dirige los destinos del país tiene un riesgo y los costos se pagan, sea políticamente sea con un daño a la imagen internacional. Las relaciones internacionales han sufrido cambios que nuestra Cancillería debe asimilar en su concepción, formación de diplomáticos, nombramiento de funcionarios y adecuación a las nuevas exigencias. No podemos pretender asumir desafíos pensando que se trata de una feria internacional ni que con marketing salvaremos la imagen. Esto es Política Internacional -con mayúscula- y se requiere de liderazgo que proyecte seguridad. El país cuenta con profesionales diplomáticos preparados y con experiencia en tema medioambiental pero en número insuficiente para una tarea de la dimensión que se asumió. El sistema internacional está cambiando y las relaciones internacionales no son las mismas de hace un siglo. Se requiere por tanto un Ministerio de Relaciones Exteriores adaptado a estas nuevas necesidades con presupuesto, personal y visión conectado con esta nueva realidad. A la larga tradición de Cancillería se debe sumar una verdadera modernización de ésta, más aun si el país desea asumir compromisos globales.
Ésta no era la COP de Chile. Chile era su huésped. Así como del 2009 al 2015 se pasó de la COP de Copenhague a la de París del fracaso al éxito, ojalá de Chile-Madrid 2019 a Glasgow 2020 (huésped de la COP26) ocurra lo mismo porque nuestro tiempo se acaba.
[1] “Aquél que busca fortalecer la respuesta global a la amenaza del cambio climático manteniendo un aumento de la temperatura global en este siglo por debajo de los 2 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales”. Leer completo aquí.
[2] Texto oficial del Acuerdo de París en español.
[3] Emerging Markets Outlook 2018. BloombergNEF, ClimateScope.
[4] “El cálculo del costo de la COP25 se refina: ahora es US$ 83 millones”.
[5] “COP25: Un fracaso anunciado”.
[6] Revisar: “Piñera: ‘Espero que haya más ambición y compromiso de los países en COP25 de Chile’”; “Piñera en inauguración de la COP25 dice que cumbre será un ‘punto de quiebre y un salto hacia un planeta más sano’ y aborda crisis social en Chile” y “Couve sobre COP25: ‘Será un punto de inflexión para mejorar la relación entre la evidencia científica y la acción climática’«.
[8] Watch again: COP25 talks end with no deal on carbon markets
[9] The US, Japan, and Australia let the whole world down at the UN climate talks
[10] Chile Madrid Time for Action CMA.
[11] “Ministra Schmidt rinde cuentas de la COP25: ‘Logramos 7 de 8 objetivos, pero no estamos satisfechos’”