COLUMNA DE OPINIÓN
Piñera, el discurso político como una cartera de inversiones
12.12.2019
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COLUMNA DE OPINIÓN
12.12.2019
El periodista de investigación y escritor Carlos Tromben presenta aquí los resultados de un estudio sobre 46 discursos oficiales del Presidente Piñera realizado en conjunto con el doctor en lingüística Federico Navarro. Analizando metáforas y palabras clave, detectan que “enemigo poderoso” es un recurso que está usando desde mucho antes del estallido del 18/O. Sostiene, además, que “la palabra presidencial ahora cotiza en baja y esa es tal vez la razón por la que Piñera ha reducido ostensiblemente el ritmo de sus apariciones”.
Ver artículo publicado en Literatura y Lingüística N°40, pp. 295-324, en este enlace.
“Estamos en guerra contra un enemigo poderoso e implacable”, dice el presidente Sebastián Piñera en una oficina claustrofóbica, de techo bajo. Lo flanquean a su izquierda (nuestra derecha) un general de brigada en traje de combate, y a su derecha (nuestra izquierda) el ministro de Defensa con cara de funeral.
El presidente tiene frío, se soba las manos; el general se toma las suyas tras la espalda, en un gesto de alerta; el ministro, en cambio, las tiene encima del bajo vientre, como un escolar arrepentido en la oficina del inspector. Detrás de estos tres hombres hay mapas de situación y la bandera nacional. Es el 20 de octubre de 2019 y el Estado chileno se declara bajo ataque.
“Estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable, que no respeta a nada, ni a nadie, que está dispuesto a usar la violencia y la delincuencia sin ningún límite”.
¿Qué estaba ocurriendo realmente? ¿Un autogolpe, un mero acto de impulsividad presidencial o El Día de la Independencia con invasión extraterrestre incluida? Federico Navarro, amigo y doctor en lingüística, me llamó al día siguiente. Estaba perplejo por el uso de la palabra “guerra” y la comenzó a investigar. Comenzó a bajar discursos del sitio web de la presidencia y a pasarlos por dos coladores ad hoc. Con ayuda de los programas NVivo Pro 12 y AntConc 3.5.8 encontró frecuencias de uso de palabras, metáforas y relaciones entre un discurso y otro.
Con estos insumos comenzamos a leer bibliografía especializada, construir un marco analítico y desmenuzar los componentes de la peculiar discursividad de Piñera.
Primera constatación: el mes anterior al 18 de octubre Piñera pronunció treinta discursos. El primero fue durante el Te Deum, donde alabó a Dios y la Patria; el último fue el 17 de octubre, acompañado por una pareja de migrantes venezolanos cuyo hijo pequeño había fallecido víctima de una bala loca (el discurso del niño Baltazar). Con los padres de Baltazar sollozando a su lado, Piñera dijo que “la delincuencia es un enemigo formidable, poderoso, cruel, implacable”. Los clásicos tres adjetivos sobrepuestos.
No fue la primera ocasión en que evocó al “enemigo poderoso e implacable”. Lo hizo diez veces antes y ante tres públicos distintos: carabineros, oficiales de Interpol y empresarios del turismo. En esos días Chile era, según sus palabras, un “oasis” y una “isla” de crecimiento, democracia y prosperidad en América Latina. En contraste, el gobierno de Nicolás Maduro era una “dictadura corrupta e inepta” de la que había que deshacerse.
Después del 18 de octubre todo cambió: Venezuela y su gobierno desaparecieron del horizonte discursivo al igual que la batalla contra el cambio climático; en su lugar aparecieron nuevas palabras, frases y temas. El país había dejado de ser un oasis.
Piñera había “escuchado con humildad” las “legítimas demandas” de la sociedad. El 29 de octubre reconoció que había víctimas fatales y que se investigarían los eventuales atropellos cometidos por las fuerzas del Estado. Tras anunciar el cambio de su gabinete ministerial y la cancelación de la COP25 y de la APEC, bajó el ritmo de sus apariciones públicas. Los discursos restantes oscilaron entre la empatía (“agenda social amplia, profunda y exigente”) y el endurecimiento del tono contra “los violentistas”, amenazando con nuevas penas y castigos.
“Las frases hechas, repetidas, reutilizadas en contextos distintos son instrumentos que forman parte de un porfolio discursivo que Piñera construye al igual que un gestor financiero (…) El problema radica en que las polaridades del discurso ('guerra' y 'paz', 'escuchar' y 'combatir') son de tal magnitud que corren el riesgo de anularse y causar perplejidad en las distintas audiencias a las que están dirigidos. Por ello la palabra presidencial ahora cotiza en baja y esa es tal vez la razón por la que Piñera ha reducido ostensiblemente el ritmo de sus apariciones”.
El 12 de noviembre, Piñera anunció lo impensable: cambios a la Constitución elaborada por la dictadura de Pinochet. Finalmente, el 17 de noviembre, tras casi una semana de silencio, traspasó otro umbral al reconocer que “se cometieron abusos”.
En los tres días previos a las protestas sociales masivas, Piñera utilizó un mismo discurso del miedo y la guerra, articulado con los mismos recursos lingüísticos, aunque multiplicado para distintos públicos: la existencia de un enemigo formidable, poderoso, implacable, que no respeta a la población ni a la propiedad, al que hay que combatir. Este enemigo se asocia a “la delincuencia, el narcotráfico y el terrorismo” y se le atribuyen rasgos atemorizantes como la sofisticación tecnológica, el armamento de guerra, la creatividad criminal, la acción permanente, el respaldo legal y económico, la adaptación y la maldad absoluta (“está dispuesto a cometer las atrocidades más grandes”, 15/10/19).
Pero ese discurso del miedo y la guerra va mucho más atrás en el tiempo: puede hallarse desde sus primeros discursos de su segundo mandato, por ejemplo, el 11 de junio de 2018: “Nuestra sociedad está en guerra contra la delincuencia y el narcotráfico, y todos sabemos que ésta es una guerra dura y difícil, porque al frente tenemos un enemigo cruel, implacable y poderoso, que no respeta a nada ni a nadie con tal de conseguir sus perversos objetivos”.
Al culminar la primera semana del estallido el mandatario reutilizó el mismo discurso en un verdadero copy-and-paste sin solución de continuidad: la misma caracterización del otro (“poderoso”, “implacable”, “que no respeta a nada ni a nadie”), junto con las mismas metáforas bélicas (“enemigo”, “combatirlo”) y el miedo (al acecho, sin descanso), en el marco de una “guerra”.
Es posible que el rechazo social y mediático que causó el uso de “guerra”, incluidos los trending topic en Twitter #PiñeraDictador y #NoEstamosEnGuerra, haya forzado que su uso se suspendiera desde entonces en los discursos presidenciales: después del 20 de octubre su presencia es nula.
Conclusión: durante el año y medio antes de las protestas sociales Piñera hizo elecciones léxicas calcadas para elaborar un mismo discurso del miedo y la guerra, construyendo un opuesto entre los ciudadanos de bien y el crimen organizado, enfrentados en una batalla incesante. El 20 de octubre de 2019, a 48 horas del inicio de la crisis, el mismo discurso encontró un nuevo referente. No se trató de un exabrupto, sino de la expresión de una ideología específica y consistente.
Una cosa nos quedó clara con Federico: Piñera no tiene un discurso plano. Es consistente y tiene continuidad. La coyuntura lo lleva a hacer cambios estratégicos y adaptaciones, lo que permite concluir que es consciente de su propia discursividad en tanto creadora de realidad y articuladora de lo político.
Por otra parte, las modificaciones que introdujo en sus discursos antes y después del 18 de octubre no se explican únicamente por consideraciones de tipo instrumental, dada la rápida sucesión de los hechos o la influencia del segundo piso.
Una revisión somera de la biografía de Sebastián Piñera demuestra que su personalidad adulta se fogueó en la gestión de activos financieros y que siguió tomando decisiones en este ámbito incluso después de haber ingresado en la política activa. Aquí conviene recordar que el valor de un activo financiero (por ejemplo, un título de deuda pública o la acción de una empresa) evoluciona en función de su horizonte temporal y de su riesgo intrínseco; puede ser reciclado, renegociado, transferido, empaquetado, prestado y recomprado, utilizado como escudo (cobertura) contra la fluctuación de otro activo, generando así ganancias o pérdidas a lo largo de su vida útil.
La comunicación de Piñera como presidente de Chile evoca muchos de estos elementos. La frase “enemigo poderoso e implacable que no respeta nada ni nadie” operó durante meses como un activo de bajo riesgo y alto rendimiento ante una audiencia muy relevante como son los carabineros. Varias veces fue utilizada en el marco de ceremonias e inauguraciones de comisarías y retenes, en un contexto de relaciones tensionadas con la institución debido al caso Catrillanca y el descabezamiento de todo el alto mando el 20 de diciembre de 2018. Pero el 20 de octubre la frase reapareció ahora como un fondo de cobertura frente a la baja del valor discursivo del “oasis de estabilidad y prosperidad”. Por otra parte, “Dios” y “la unidad nacional” han sido antes y después del estallido el equivalente a bonos del tesoro de bajo rendimiento y alta liquidez.
Las frases hechas, repetidas, reutilizadas en contextos distintos son instrumentos que forman parte de un porfolio discursivo que Piñera construye al igual que un gestor financiero, es decir, con el objetivo de reducir el riesgo de desvalorización del paquete completo en el mercado del lenguaje político.
El problema radica en que las polaridades del discurso (“guerra” y “paz”, “escuchar” y “combatir”) son de tal magnitud que corren el riesgo de anularse y causar perplejidad en las distintas audiencias a las que están dirigidos. Por ello la palabra presidencial ahora cotiza en baja y esa es tal vez la razón por la que Piñera ha reducido ostensiblemente el ritmo de sus apariciones.
Pese a este aparente fracaso, muchas de las frases pronunciadas por Piñera antes del 18 de octubre cobran un extraño sabor profético: “Un presidente no es solo el presidente de todos los chilenos de hoy, es también -en cierta forma- presidente de los chilenos que fueron y sobre todo el presidente de los chilenos que vendrán” (28/09).
Hay muchos ejemplos, pero solo citaré uno. Cuarenta días antes de las flash-mobs feministas que se tomaron el país y el mundo, destacó la representación de la mujer en las fuerzas armadas: “con esa gallardía y también con esa entereza tan propia de la mujer chilena”[1].
[1] Navarro y Tromben, “Estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable”: los discursos de Sebastián Piñera y la revuelta popular en Chile, en Literatura y Lingüística N°40, pp. 295-324.
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