COLUMNA DE OPINIÓN
“Cabros, esto no prendió”: protestas estudiantiles, desobediencia civil y estallido social en Chile
26.10.2019
Hoy nuestra principal fuente de financiamiento son nuestros socios. ¡ÚNETE a la Comunidad +CIPER!
COLUMNA DE OPINIÓN
26.10.2019
“No subestimen nunca a los adolescentes”, aconseja la autora de esta columna que examina el 18/O desde quienes, hace una semana, comenzaron a saltar los torniquetes del metro gritando “EVADE”. La adolescencia es el momento en el que “una generación traspasa mandatos, expectativas, valores y creencias a otra” y la autora piensa que los adolescentes reaccionaron contra “la depresión de sus abuelos y la impotencia endeudada de sus padres” y “la violencia estructural” del sistema económico. “El pacto social que hoy necesitamos reescribir en Chile los necesita”, argumenta.
Mientras presenciamos aturdidos y expectantes los efectos del estallido social en Chile, mi mirada viaja y vuelve a ellos y a ellas: estudiantes secundarios, adolescentes, movilizadores originarios de la protesta indignada que transformó en pocas horas el rostro de nuestro país. Les bastaron menos de cinco días para hacer emerger la punta del iceberg y la furia invisible acumulada a través de generaciones.
Fueron, de alguna manera, catalizadores del malestar de sus madres, padres, abuelas y abuelos. A través de ellos, el país y sus ciudadanos comenzaron a decir un “basta” que quizá ni ellos mismos podían entonces decodificar: un “basta” multidimensional y ensordecedor.
¿Quién hubiera sido capaz de anticipar que las manifestaciones estudiantiles del 18 de octubre, marcadas por una semana de evasiones masivas, escondían el anuncio de un quiebre institucional sin precedentes en Chile? ¿Cómo pasamos tan rápido de hechos que podían ser concebidos como actos de desobediencia civil a la radicalización de la protesta y, posteriormente, a la manifestación de la violencia y la represión desde distintos sectores?
Fuimos simplistas y los subestimamos.
El primero entre todos el expresidente del Directorio de Metro, Clemente Pérez, quien en entrevista un día antes del estallido del 18/O aseguraba con indolencia: “cabros, esto no prendió (…) ya no tuvieron el apoyo de la población…”. La lista suma y sigue hasta las fatídicas ironías del ministro de gobierno que hoy suenan demasiado mal como para repetirlas.
¿Fueron los estudiantes y sus petitorios solo la gota que rebalsó el vaso? Sin gota evidentemente no hay desborde y sin ellos, adolescentes líderes de las movilizaciones estudiantiles anti alza del pasaje del metro, hoy no estaríamos atónitos haciéndonos todas las preguntas que nos hacemos. Porque todos somos lo suficientemente inteligentes como para darnos cuenta que los $30 no eran $30: escondían la densidad de un tiempo dilatado cargado de inequidades ya demasiado insoportables como para ser ciertas.
Si fue desobediencia civil la acción de evasión masiva incitada por los estudiantes será debatible y dependerá de cómo entendemos el concepto. Originariamente, quien acuñó el término, David Thoureau (1849) la definió como la capacidad de, por una acción o inacción, realizar un acto de desobediencia o de transgresión con respecto de una ley, para hacer cambios. El ingrediente de pacifismo es generalmente requerido y grandes figuras como Luther King y Gandhi han dejado sus legados gracias a muchas acciones de desobediencia civil.
“Los adolescentes anticiparon lo que venía, como lo anticiparon el 2006 y el 2011, hoy lo hicieron con amplitudes aún mayores porque catalizaron contundentemente la depresión de sus abuelos y la impotencia endeudada de sus padres y no pudieron imaginar otro mundo posible de esta manera, se resistieron a la violencia estructural de un sistema económico que ya no tiene más sentido”.
Está claro que en el caso chileno no hablamos de un líder estudiantil único, específico y fuerte, sino de un actor social colectivo quizá no tan articulado y específico en sus petitorios, pero que termina llamando a su manera y pacíficamente a la evasión precursora del cambio que hoy vemos en la ley de alza del pasaje del metro.
Lo destacable aquí es la fase del desarrollo humano del actor colectivo que realizó el acto de desobediencia: no fueron actores políticos adultos, no fueron siquiera jóvenes universitarios, tampoco jóvenes en transición a la vida profesional, ni los trabajadores a quienes el alza apretó sus bolsillos. No, fueron adolescentes, “simplemente” adolescentes.
Es desde el paradigma adolescente que todo este estallido también puede y debe ser leído. La adolescencia más que una fase de la vida es una condición humana y social que mucho dice del (des)orden imperante. La adolescencia es también la punta del iceberg de una sociedad y expresa de forma explícita la forma con la cual una generación traspasa mandatos, expectativas, valores y creencias a otra; y como esa nueva generación se hace cargo, incorpora y se representa esa herencia valórica.
Hoy la psicología del desarrollo ha pasado de enfoques centrados en el déficit (la adolescencia entendida como “tormenta y estrés”) a enfoques positivos y promotores en los adolescentes, considerándolos no solo objetos de atención, sino actores y sujetos del cambio social. La educación ciudadana en adolescentes y jóvenes hoy en otras partes del mundo, de hecho, está pensando el concepto de ciudadanía para la inclusión y la cohesión social, como un objetivo trasversal en los nuevos currículos escolares.
Si vamos a los orígenes y devenires de la desobediencia civil, ella es siempre un acto de estatura moral y quiero pensar que una gran parte de la adolescencia chilena involucrada en las protestas estudiantiles estuvieron a la altura de un desarrollo moral autónomo y elevado. El árbol se ve por sus frutos y los frutos del remezón que hoy vivimos, que duele pero hace esperar, seguramente tuvo que estar anclado a desarrollados sistemas cognitivos y morales. Es en la adolescencia que despierta de forma contundente la posibilidad de un razonamiento que hace vislumbrar otros mundos posibles, hipótesis inexploradas, tomas de decisiones autónomas. Es desde ahí que creo que hay que leer también lo que nos pasó.
Los adolescentes anticiparon lo que venía, como lo anticiparon el 2006 y el 2011, hoy lo hicieron con amplitudes aún mayores porque catalizaron contundentemente la depresión de sus abuelos y la impotencia endeudada de sus padres y no pudieron imaginar otro mundo posible de esta manera, se resistieron a la violencia estructural de un sistema económico que ya no tiene más sentido. Greta Thunberg y muchos otros adolecentes en el mundo de alguna manera representan un descontento intergeneracional, cargan en sus espaldas la autodestrucción del ecosistema, son el ícono propositivo de un horizonte inexistente.
Si en todo este escenario, si en las mesas de diálogo, si en las soluciones que el gobierno aún no asume ni anuncia, no se convoca de manera contundente la voz de ellos, estudiantes adolescentes secundarios de nuestro país, seguramente nos perderemos una cita con la historia. El pacto social que hoy necesitamos rescribir en Chile los necesita, siempre que queramos dejarnos sacudir una y otra vez por sus preguntas, sin subestimarlos.
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
CIPER/Académico es un espacio abierto a toda aquella investigación académica nacional e internacional que busca enriquecer la discusión sobre la realidad social y económica.
Hasta el momento, CIPER/Académico recibe aportes de tres centros de estudios: el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), el Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR) y el Instituto Milenio Fundamentos de los Datos (IMFD). Estos aportes no condicionan la libertad editorial de CIPER.