La policía como símbolo: narrativas mediáticas y representación pública
27.04.2025
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27.04.2025
La autora de esta columna escrita para CIPER analiza el impacto que todavía tiene en el país una noticia que involucra la muerte de policías, como ocurrió hace un año con el asesinato de tres carabineros en Cañete. Sostiene que «la persistencia del interés mediático en el caso ilustra cómo la muerte de un funcionario policial no sólo se transforma en un hecho noticioso, sino también en un relato de largo aliento que moviliza consensos, refuerza identidades y consolida percepciones comunes sobre la seguridad».
Hace exactamente un año, Chile se despertaba con la noticia de que tres carabineros habían sido asesinados brutalmente en Cañete. Era la madrugada del 27 de abril de 2024, ad-portas de un nuevo aniversario institucional, cuando los, en ese entonces, Sargento 1ero Carlos Cisternas Navarro, Cabo 1ero Sergio Arévalo Lobo y Cabo 1ero Misael Vidal Cid fueron emboscados mientras patrullaban en una zona rural de la Región del Biobío. Sus cuerpos fueron encontrados calcinados y un país entero presenciaba a través de las pantallas de televisión y los titulares digitales cada detalle del crimen. Los canales de televisión hicieron una interrupción de su programación habitual para emitir transmisiones especiales. Los funerales fueron cubiertos en vivo, se realizaron misas conmemorativas en que participaron los ex presidentes de Chile y los noticieros principales dedicaron varios días a seguir el caso, desde la investigación hasta los homenajes.
Este tratamiento mediático no solo fue inmediato, sino también sostenido. La historia de estos tres funcionarios se convirtió en símbolo del trabajo policial y puso en la palestra, nuevamente, lo complejo de la labor de Carabineros en contextos de alta inseguridad. Esta cobertura por parte de los medios de comunicación marca un mensaje: en Chile, la vida — y la muerte— de un funcionario policial sigue siendo un asunto de interés nacional. Como señaló Maxwell McCombs, desde la teoría de la Agenda Setting, los medios, al decidir qué cubrir, también nos señalan qué temas son de relevancia pública. No se explica de otra forma que, casi un año después del crimen, la detención del último sospechoso del triple homicidio en Cañete —ocurrido en marzo de 2025— haya ocupado nuevamente los primeros lugares en los portales informativos y noticieros de televisión. La persistencia del interés mediático en el caso ilustra cómo la muerte de un funcionario policial no sólo se transforma en un hecho noticioso, sino también en un relato de largo aliento que moviliza consensos, refuerza identidades y consolida percepciones comunes sobre la seguridad.
Sin embargo, este tratamiento informativo no es universal y no genera transversalmente impacto mediático. En varios países de Latinoamérica, la muerte de policías en servicio es una realidad que no siempre concita la atención de los medios de comunicación. En Ecuador, durante los primeros 15 días de enero de 2024, de acuerdo con cifras del Ministerio del Interior, 18 policías y 4 militares fueron asesinados, en el contexto del conflicto armado interno declarado por el gobierno. En Colombia, durante el año 2024 fueron asesinados 30 policías nacionales, según cifras oficiales del Ministerio de Defensa. En México, hasta octubre de 2024, se habían registrado 298 policías asesinados, según el Registro de Policías Asesinados 2024 de la organización Causa en Común. Sin embargo, la misma organización señala que «la cobertura mediática suele ser mínima o inexistente», esto porque, a pesar de estos números, la narrativa mediática en estos países rara vez construye una memoria sostenida en torno a estas muertes, a diferencia de lo que ocurre todavía en Chile, donde cada carabinero caído activa un extenso dispositivo simbólico de cobertura, seguimiento judicial y conmemoración pública.
A partir de 2022, con el aumento de los homicidios y delitos violentos, los medios comenzaron a reconstruir una narrativa centrada en la protección y el sacrificio policial que había sido olvidado por la opinión pública. Casos como el de la suboficial mayor Rita Olivares, asesinada en Quilpué en 2023, y el del suboficial mayor Daniel Palma, baleado en el centro de Santiago en abril del mismo año mientras fiscalizaba un vehículo, fueron presentados como emblemas del heroísmo policial. Las coberturas incluyeron el dolor de sus camaradas de armas, retratos familiares, trayectorias de servicio y declaraciones presidenciales en horario estelar. La muerte de un policía —esta vez humanizada— volvió a ser una forma de cohesión nacional. En este nuevo ciclo informativo, el antagonista está claramente delineado: el delito.
La centralidad simbólica en que se sitúa Carabineros de Chile se manifiesta también en los rituales institucionales que los medios difunden con amplitud y solemnidad, como el desfile del aniversario institucional cada 27 de abril, transmitido en directo por televisión abierta con comentarios en vivo, entrevistas a familiares de funcionarios y cobertura desde distintas regiones del país. A este tipo de eventos se suman las ceremonias de ascenso, los honores institucionales, las ceremonias internas, los aniversarios regionales y los actos de egreso en las escuelas de formación, todos los cuales son ampliamente difundidos por los noticieros, particularmente cuando coinciden con contextos de alta sensibilidad social.
Incluso en el ámbito escolar, persisten expresiones de identificación simbólica con la institución: muchas escuelas realizan desfiles conmemorativos donde niños participan vestidos de carabineros, y las brigadas escolares —presentes aún en numerosos establecimientos— refuerzan esa vinculación temprana con la figura policial. En todos estos espacios, la cobertura no solo informa, sino que contribuye a fortalecer el vínculo emocional entre la ciudadanía y la institución, instalando una narrativa en la que Carabineros representa continuidad, estabilidad y pertenencia nacional.
Desde esta perspectiva, la televisión abierta y los medios digitales no se limitan a relatar estos acontecimientos, sino que se convierten en agentes clave de su ritualización y puesta en escena. Al amplificar la dimensión simbólica del uniforme, del protocolo y de los gestos de respeto institucional, los medios configuran una presencia constante del carabinero en la esfera pública. La figura policial no sólo aparece como un actor del Estado, sino que se proyecta como una figura identitaria y eje de cohesión, en un país que busca referentes confiables y estables en medio de la crisis de seguridad.
La cobertura mediática reciente de actos institucionales coincide con un aumento significativo en la percepción positiva hacia Carabineros. Según el estudio Claves Ipsos 2024, Carabineros se posiciona como una de las instituciones que generan más confianza en el país, con un 57% de confianza, lo que representa una recuperación a las cifras que mantenía antes del estallido social del 2019. Este repunte no puede entenderse aisladamente: forma parte de una operación simbólica más amplia, en la que la ciudadanía diferencia entre la institución como estructura y la figura del “carabinero de a pie”, manteniendo hacia este último una valoración positiva incluso en contextos de crisis institucional.
En este sentido, los noticieros cumplen un rol clave. El informe del Consejo Nacional de Televisión (CNTV) titulado «Temas y Actores en Noticieros Centrales de la TV Abierta. septiembre y octubre 2023» reveló que las noticias policiales/judiciales representaron el 21,3% del tiempo total en los noticieros centrales durante ese período. Además, el 53% del tiempo promedio dedicado a noticias policiales se enfocó en delitos contra las personas y contra la propiedad, siendo asaltos y robos los casos más comunes. Las menciones a casos de abuso o corrupción dentro de las noticias policiales fueron significativamente menores, representando una pequeña fracción del tiempo total. Si bien esta cobertura contribuye a mantener la presencia institucional en la agenda mediática, no está exenta de tensiones. Los medios de comunicación ejercen un papel significativo en la configuración de la percepción ciudadana sobre seguridad, no solo por los hechos que muestran, sino también por la manera y el contexto en que estos son presentados. Cuando los hechos delictivos se abordan como episodios aislados, sin explicar su relación con fenómenos estructurales o sin visibilizar las estrategias de prevención y control, se genera una narrativa incompleta que favorece interpretaciones fragmentarias que dificultan una comprensión más matizada de la situación de seguridad. En este contexto, la figura del policía —y particularmente en Chile, la del carabinero— tiende a posicionarse como una respuesta inmediata frente al riesgo, reforzando su presencia simbólica en la escena pública.
En contextos de alta inseguridad, los medios tienden a privilegiar enfoques dramáticos que apelan directamente a las emociones del público. Dicha situación transforma los hechos delictivos en narrativas impactantes que pueden reforzar temores sociales, simplificar realidades complejas y potenciar estereotipos territoriales y sociales. Frente a esto, el desafío que tiene el periodismo es claro: informar sin caer en el sensacionalismo, narrar sin reforzar prejuicios y representar la realidad sin dramatizar en exceso. En otras palabras, construir una agenda de seguridad crítica, compleja y plural. Porque la espectacularización de la violencia no sólo distorsiona la percepción ciudadana sobre el riesgo, sino que también legitima los discursos que favorecen respuestas punitivas inmediatas, desviando la atención social y política del abordaje profundo y estructural de las causas reales del delito y la violencia.
En este sentido, el lugar simbólico que ocupan las policías —y particularmente Carabineros de Chile— en esta narrativa mediática está estrechamente vinculado a la forma en que concebimos el orden. La seguridad, además de ser un problema técnico, operativo o político, es también un relato, una forma de contar quiénes somos, a qué le tememos, cómo queremos ser y cómo queremos vivir. En esa construcción simbólica, los medios de comunicación no son simples testigos, son actores centrales.