Fin de Estadio Seguro: ¿y ahora qué?
20.04.2025
Hoy nuestra principal fuente de financiamiento son nuestros socios. ¡ÚNETE a la Comunidad +CIPER!
20.04.2025
Catorce años después de su inicio, el plan Estadio Seguro cerró con un rotundo fracaso. El autor de esta columna escrita para CIPER acusa falta de voluntad política para encontrar soluciones y detalla tecnología disponible hace décadas que insólitamente no se utiliza en Chile. Sostiene que «la seguridad pública en Chile se mueve entre la táctica policial y el diagnóstico, siendo esto último un ejemplo donde también el academicismo termina por establecer una aproximación teórica que no alcanza a permear la gestión, el desarrollo e implementación de soluciones. Así el péndulo se mueve entre el enfoque meramente policial hasta el barrismo social, mientras el fenómeno sigue escalando».
Imagen de portada: Diego Martin / Agencia Uno
Pocos días pasaron para que el recientemente estrenado Ministerio de Seguridad Pública enfrentara una crisis que se arrastra hace 30 años, y que llevó hace 14 (30 de abril de 2011) a implementar el Plan Estadio Seguro.
Se veía venir, es la frase más escuchada, no solo entre la opinión pública, sino también entre autoridades actuales y pasadas.
Parece ser parte de la tradición que exautoridades se transformen en comentaristas de las situaciones presentes olvidando su responsabilidad y participación en el diseño e implementación de políticas públicas, reflejándose la falta de accountability en materias tan importantes como la seguridad.
Mientras las soluciones se quedan en anuncios frente a alguna crisis, los diagnósticos y análisis han abundado por años, algo que por cierto ha sido bastante característico de la forma de abordar la seguridad pública en Chile.
Mucho paper y pocas soluciones. Un enfoque donde lo que ha faltado es capacidad de gestión, de hacer.
Las soluciones mágicas no existen, y por eso es tan grave lo ocurrido, a tres décadas desde que se promulgó la Ley 19.327, normas para prevención y sanción de hechos de violencia en recintos deportivos con ocasión de espectáculos de fútbol profesional (1994).
Sanciones, control de ingreso, registro nacional de hinchas, incorporación de tecnología, registro biométrico, inversión en infraestructura, y así suman y siguen propuestas que solo se repiten en el tiempo y que terminan por no implementarse. Algo que demuestra la falta de voluntad política ante soluciones que nada de nuevo tienen en el mundo.
Para no repetir el caso de Reino Unido (1985) que ya parece ser parte de un libreto aprendido de memoria, y solo para enfocarme en el ámbito tecnológico, es posible señalar que el control biométrico (huella digital) al alcance de nuestros bolsillos ya se lanzaba al público masivo en 2011 por ejemplo con el celular Motorola Atrix y posteriormente el Iphone 5S, entre otros.
Ya nos acercamos a una década desde que estos mismos aparatos de consumo masivo estuvieron disponibles con control biométrico usando reconocimiento facial.
Entonces, ¿imagina usted cuán antiguo es el control biométrico en seguridad pública?
El reconocimiento facial tiene sus orígenes en la década del 60, estableciéndose un rápido desarrollo en las décadas siguientes.
Su aplicación en eventos masivos tiene como uno de sus hitos relevantes el Super Bowl XXXV en 2001, donde se usó esta tecnología en el marco de la seguridad en el Raymon James Stadium. Dicho evento, debido al uso de esta tecnología fue también llamado el “Snooper Bowl”. Imágenes capturadas se comparaban con la base de datos criminal.
En el uso de video la historia no es muy diferente, y aunque se busca mostrar como anuncios de alto presupuesto y última generación, en realidad son soluciones desarrolladas por décadas. Este es el caso del video analítico.
El uso de cámaras en seguridad se remonta a la II Guerra Mundial, para luego expandirse a través de los circuitos cerrados de televisión.
En los 90 se aplica la analítica de video a partir de algoritmos básicos que permitían identificar cambios en la escena, presencia de personas, vehículos en zonas restringidas, etc.
En la década del 2000 se perfecciona el video analítico y comienza su masificación en seguridad pública, haciéndose más eficiente y accesible. Esto permitió la introducción de tareas automatizadas.
La video analítica es un paso importante en seguridad pública, dejando atrás la observación de gran cantidad de cámaras por parte de un operador, el cual deja de mirar un gran video wall y pasa a una estación de trabajo donde básicamente un software hace parte importante del procesamiento, y el operador gestiona el sistema y los hallazgos. Ya en 2010 se empieza a integrar a la video analítica la inteligencia artificial para mejorar la vigilancia y respuesta a emergencias.
Estas soluciones han sido, por décadas, aplicadas en una combinación de vigilancia en tiempo real, recopilación de datos, cruce con base de datos, gestión de tráfico, control de multitudes, comportamiento o movimientos inusuales, eventos masivos, análisis rápido post incidente, y seguridad pública en general.
Un ejemplo de uso de video analítico es el realizado en la Maratón de Boston en 2013 para el rápido procesamiento de gran cantidad de imágenes, la detección y ubicación de los sospechosos.
En resumen, las soluciones señaladas no solo son de antiguo desarrollo y aplicación, sino que además es parte de la evolución de las comunicaciones de misión crítica, claves en la seguridad pública y gestión de emergencias en todas sus fases, donde la integración e interoperabilidad bajo estrictos estándares es clave para su implementación y adecuado desarrollo haciendo un correcto procesamiento y utilización de la transmisión de voz, datos, e imagen en tiempo real, así como la protección de información sensible y privacidad.
Antiguamente Carabineros se encontraba al interior de los estadios, dentro del espacio deportivo. Hace poco más de una década eso cambió, centrando su labor principalmente en los anillos exteriores.
Esta es otra discusión que va y viene, reflejando la falta de claridad respecto de la estrategia para enfrentar eventos masivos y seguridad, donde la policía uniformada es solo un componente más.
Uno de los argumentos por parte de quienes defienden la posición de regreso de Carabineros al campo de juego, es el supuesto efecto disuasivo que podrían generar, mientras el gobierno establece como línea argumental asociado a que aquello no es posible debido a que el evento es privado, por lo cual la seguridad les corresponde básicamente a las empresas, actores que organizan, producen y lucran del mismo.
Ninguno de los argumentos parece poner el foco en la protección y bienestar de quienes asisten a eventos que concentran varias decenas de miles de personas, y lo peor aún, que muestran un preocupante desconocimiento del manejo de la seguridad en eventos.
La alteración del orden en este tipo de recintos, así como la comisión de delitos, su prevención y persecución, es una materia de seguridad pública. No obstante, debe estar articulado en el marco de una estrategia que requiere ser integrada con el espectáculo y el establecimiento de las condiciones para que esto se desarrolle de manera segura y exitosa, pues no solo hablamos de una actividad económica, sino que principalmente una de carácter recreativo, cultural, masivo.
La presencia y acción policial no puede ser abordada de manera fragmentada, aislada del diseño del espectáculo, el espacio que se ocupa, los actores intervinientes y el contexto en que ocurre un evento masivo. Por eso es clave comprender que la seguridad no comienza ni termina en la acción policial.
La presencia de la policía al interior del campo de juego debe responder a preguntas que parecen no ser realizadas, comenzando por entender que la acción de estos agentes del Estado debe siempre buscar no generar más daño que el que se quiere evitar, asumiendo desde un comienzo que tener policías en el campo de juego implica estar dispuestos a una acción que va más allá de la mera disuasión por presencia, e incluye la intervención con fuerza menos letal y potencialmente letal.
Poner el foco en la policía uniformada parece tener tres posibles componentes: desconocimiento, creer en que las soluciones mágicas existen y/o la intención de desviar la atención para seguir evitando la responsabilidad en gestión, rendición de cuentas y tomar medidas que son tan antiguas como las ya indicadas.
Chile es un país escasamente normado en materia de seguridad pública, especialmente en lo que respecta a competencias profesionales.
Con un enfoque excesivamente táctico, el nivel civil se mantiene en la línea de fortalecer permanentemente que la solución se encuentra en las policías, eludiendo así su responsabilidad en la preparación de recurso humano que se desempeñe en la gestión institucional del Estado, sin mencionar que estas falencias también se trasladan al sector privado.
La seguridad pública en Chile se mueve entre la táctica policial y el diagnóstico, siendo esto último un ejemplo donde también el academicismo termina por establecer una aproximación teórica que no alcanza a permear la gestión, el desarrollo e implementación de soluciones. Así el péndulo se mueve entre el enfoque meramente policial hasta el barrismo social, mientras el fenómeno sigue escalando.
En 14 años hubo cinco directores y una directora del fracasado programa de Estadio Seguro, labor que en el recientemente estrenado Ministerio de Seguridad Pública será asumida por el Departamento de Orden Público y Eventos Masivos. Cinco direcciones que tienen solo algo en común, imposibilidad de demostrar competencias precisamente en el core business de la actividad que dirigían.
El plan Estadio Seguro fracasó. Ha sido la frase de la semana y que marca el debut del Ministerio de Seguridad Pública. Lo que aún no está claro es cuáles serán y cuándo se implementarán los cambios que llevan décadas discutiéndose. Ahora a partir de una nueva institución donde aún está por verse si llegó para hacer la diferencia.