El mundo expulsó a Israel de la cancha
12.04.2025
Hoy nuestra principal fuente de financiamiento son nuestros socios. ¡ÚNETE a la Comunidad +CIPER!
12.04.2025
Señor Director:
Cerca de las 18:11 horas, durante el partido entre Palestino y Unión de Santa Fe en el Estadio Nacional, los hinchas del conjunto árabe guardaron un minuto de silencio en memoria de las víctimas en Gaza. Al terminar, se escuchó el canto “Gaza resiste, Palestina existe”, reflejo de un compromiso que trasciende lo deportivo. Un gesto sencillo, cargado de sentido, donde el fútbol se convirtió en un acto de memoria, dignidad y resistencia.
Este tipo de acciones nos recuerdan que el fútbol nunca ha sido solo un juego. En sus estadios se corean consignas, se levantan pancartas y se escriben relatos que trascienden el marcador. Como fenómeno de masas y espacio profundamente simbólico, el deporte más popular del mundo ha sido históricamente un altavoz para causas sociales, trincheras de protesta y escenarios de resistencia política. Hinchas, jugadores e incluso selecciones han utilizado partidos y torneos para desafiar injusticias, incomodar al poder y visibilizar conflictos que muchos prefieren silenciar.
El rechazo global al apartheid sudafricano, las protestas antirracistas impulsadas por Black Lives Matter, las luchas por la igualdad de género, las campañas contra la homofobia y las denuncias a regímenes autoritarios han demostrado que el fútbol puede ser mucho más que un deporte: es un escenario de disputa simbólica y política. En esa misma línea, distintos equipos e hinchadas alrededor del mundo han abrazado la causa palestina como una forma de resistencia, una manera de sostener su identidad y visibilizarla frente al intento sistemático de Israel por borrarla, criminalizarla y silenciarla.
Cuando una bandera palestina aparece en una cancha o un jugador la alza tras el pitazo final, no se trata de un simple gesto de solidaridad, sino de un acto político. Un mensaje que incomoda a las federaciones, molesta a los patrocinadores y rompe el cerco informativo. Porque en tiempos donde se exige neutralidad a gritos, tomar partido se vuelve revolucionario.
Así lo demostraron los hinchas del Celtic de Glasgow en febrero de este año, tras 17 meses de genocidio. Durante un partido de la Champions League contra el Bayern Múnich, los aficionados, liderados por la Green Brigade —el grupo más reconocido del club, abiertamente antifascista y activo en causas políticas y sociales—, alzaron la voz desplegando una pancarta con el mensaje “Muestra la tarjeta roja a Israel” y ondeando banderas palestinas, instando a la UEFA y a la FIFA a suspender a Israel de las competiciones internacionales debido a sus crímenes en Palestina y Líbano.
En Francia, los fanáticos del PSG alzaron un lienzo con el mensaje “Free Palestine” en pleno Parc des Princes. En Pamplona, los hinchas de Osasuna levantaron tarjetas rojas dirigidas a Israel, sumándose a la campaña internacional.
Y en Chile no fue distinto. En el Estadio Municipal de La Cisterna, durante un encuentro entre el Club Deportivo Palestino y Cobresal, los hinchas se unieron a esta acción global con un mensaje claro: “En Palestino decimos tarjeta roja a la violencia. Basta de muertes en Palestina”.
También desde la cancha, algunos jugadores han alzado la voz. En 2021 —mucho antes del actual genocidio desatado en 2023— Paul Pogba y Amad Diallo recorrieron Old Trafford con la bandera palestina en alto. No fue una provocación, sino un acto de conciencia: una postura ética frente a más de 76 años de ocupación, despojo y violencia sistemática. Un gesto que desarma una narrativa instalada: la limpieza étnica en Palestina no comenzó el 7 de octubre.
El fútbol, una vez más, se ha puesto del lado correcto de la historia. Aunque Israel siga actuando con impunidad, el mundo lo está viendo, y nada volverá a ser como antes. Desde las gradas se levantan gritos que no caben en los titulares.Y mientras en las instituciones predomina el cálculo político, en los estadios resuena una verdad incómoda: el mundo está expulsando a Israel de la cancha. Porque cuando el poder se atrinchera en el silencio, es el pueblo quien vuelve a gritar: Palestina libre.