El desafío de la obesidad en Chile: ¿manejo individual o problema interdisciplinar?
11.03.2025
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11.03.2025
La autora de esta columna escrita para CIPER profundiza en las causas de las alarmantes cifras de obesidad en Chile, la cual, señala, no es un problema individual sino colectivo. Sostiene que “a través de políticas públicas efectivas, estrategias intersectoriales y una mayor conciencia social, es posible transformar los entornos alimentarios y promover estilos de vida más saludables. Con un esfuerzo conjunto, podemos avanzar hacia una sociedad donde todas las personas tengan acceso a una alimentación equilibrada y oportunidades para el bienestar, mejorando así la calidad de vida de la población”.
El exceso de peso será el estado nutricional predominante en América Latina y el Caribe entre los años 2030 y 2050, según un reciente estudio publicado en The Lancet. Estas proyecciones -que ponen en relieve la magnitud de esta problemática de salud pública en todo el mundo- se basan en la evolución de la prevalencia del peso en diversas regiones del mundo, lo que evidencia una tendencia preocupante para nuestra región.
Desde el Observatorio Global de la Obesidad, Chile aparece liderando el ranking con el mayor porcentaje de personas con exceso de peso de América del Sur con un 75% de su población tiene sobrepeso (40,2), obesidad (31,4), seguido por Argentina, Uruguay y Perú con 73%. Sin embargo, es importante señalar que estos datos corresponden a la Encuesta Nacional de Salud 2016-2017, lo que significa que están desactualizados. La información más reciente proviene del Mapa Nutricional 2023 de la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas (JUNAEB), el cual indica que el 50% de las niñas y niños en edad escolar presentan exceso de peso. Esta cifra evidencia que el problema no solo persiste, sino que comienza desde la infancia, lo que tiene implicancias a largo plazo en la salud de la población.
¿Por qué hablamos de obesidad? La Organización Mundial de la Salud (OMS) la ha definido como una enfermedad crónica caracterizada por un exceso de grasa corporal. Sin embargo, medir directamente la cantidad de grasa en el organismo requiere métodos especializados que no son fácilmente aplicables a gran escala. Por ello, se ha adoptado el Índice de Masa Corporal (IMC) como una medida de referencia para estimar el estado nutricional de la población. Este indicador, que relaciona el peso con la talla (kg/m²), permite obtener una visión general de la situación, aunque no es completamente preciso. De hecho, una persona puede presentar un IMC dentro del rango normal, pero tener un porcentaje de grasa elevado, lo que también implica riesgos para su salud.
El exceso de grasa corporal está directamente asociado con un mayor riesgo de desarrollar enfermedades crónicas no transmisibles, como enfermedades cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer, los que actualmente constituyen las principales causas de muerte en Chile. La obesidad surge de un balance energético positivo resultante de la interacción de múltiples factores conductuales, ambientales, fisiológicos, genéticos y sociales. Entre los factores conductuales destacan los hábitos alimentarios y el nivel de actividad física, definida como «cualquier movimiento corporal producido por los músculos esqueléticos que implique un gasto energético mayor al existente en reposo». Sin embargo, estos hábitos también están condicionados por factores ambientales y sociales, como la disponibilidad de alimentos saludables, la existencia de espacios seguros para la actividad física, el nivel educacional y la alfabetización en salud.
Pese a esta compleja interacción de factores, el discurso predominante sobre la obesidad se ha centrado en soluciones individuales, como dietas restrictivas o tratamientos farmacológicos. Es necesario cambiar esta mirada y abandonar el estigma de peso, que es entendido como la creencia errónea de que la obesidad es exclusivamente resultado de la falta de disciplina y responsabilidad personal, una suposición que no está respaldada por la evidencia científica.
Las soluciones deben ser integrales, multidisciplinarias e intersectoriales, considerando áreas como la biología, la salud, la nutrición, las ciencias sociales, el urbanismo, la economía, la ingeniería y la educación. Además, la investigación académica debe adoptar este enfoque amplio e integrador, trabajando en conjunto con las comunidades, las empresas y la sociedad civil para desarrollar estrategias efectivas.
Es crucial abordar los ambientes alimentarios, un concepto que ha cobrado gran relevancia en Chile. Estos representan el conjunto de factores que influyen en la adquisición, elección y consumo de alimentos y bebidas. Se pueden clasificar en cinco categorías: doméstico, institucional, vía pública, restauración y abastecimiento.
El ambiente doméstico corresponde a la alimentación dentro del hogar, determinada por factores como la disponibilidad de alimentos, hábitos familiares y recursos económicos. El ambiente institucional abarca los espacios de alimentación en lugares de estudio o trabajo, donde la oferta de alimentos puede impactar significativamente los hábitos de las personas. La vía pública se refiere a la venta de comida en espacios abiertos, donde predominan productos fritos y muchas veces en condiciones de inocuidad deficientes. La restauración incluye la oferta gastronómica de restaurantes, cafeterías y locales de comida rápida, influyendo en el acceso a opciones saludables. Finalmente, el abastecimiento comprende los lugares donde se adquieren alimentos, como supermercados, ferias y almacenes, los cuales determinan la accesibilidad y variedad de productos disponibles para la población.
En este contexto, es posible diseñar políticas públicas orientadas a mejorar la alimentación en diversos entornos, como el laboral y escolar, además de regular la venta de alimentos en la vía pública y en los centros de abastecimiento. Estas políticas deben garantizar el acceso económico y físico a alimentos saludables, así como establecer regulaciones sobre la publicidad y el marketing de productos ultraprocesados.
El trabajo conjunto entre la ciencia y la industria también es clave para la generación de alimentos más saludables. La evidencia ha demostrado que los alimentos ultraprocesados tienen un impacto negativo en la salud global y están directamente relacionados con el exceso de peso. En este sentido, las políticas públicas desempeñan un rol crucial, ya que la obesidad no es un problema individual, sino un desafío colectivo que requiere intervenciones estructurales.
Medidas como la reducción de la jornada laboral podrían contribuir a mejorar los hábitos alimentarios y fomentar la actividad física, otorgando a las personas más tiempo para cocinar, comprar alimentos frescos y realizar ejercicio. Asimismo, la implementación de programas de educación alimentaria y nutricional en distintos niveles de la sociedad puede ser un factor determinante en la promoción de hábitos saludables.
La obesidad es un desafío complejo, pero no insuperable. Abordarla requiere una mirada integral que considere tanto las condiciones individuales como los determinantes sociales y ambientales. A través de políticas públicas efectivas, estrategias intersectoriales y una mayor conciencia social, es posible transformar los entornos alimentarios y promover estilos de vida más saludables. Con un esfuerzo conjunto, podemos avanzar hacia una sociedad donde todas las personas tengan acceso a una alimentación equilibrada y oportunidades para el bienestar, mejorando así la calidad de vida de la población.