El papa Francisco frente al laberinto Vaticano
02.03.2025
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02.03.2025
El autor de esta columna escrita para CIPER devela las tensiones al interior de la iglesia católica bajo el papado de Francisco, las que vuelven a mostrarse con el delicado estado de salud del sumo pontífice. Sostiene que “lo que ya sabemos es que, apenas unos días después de su hospitalización el 14 de febrero de este año, y al confirmarse que su estado era delicado, comenzaron las maniobras en torno a la sucesión papal. Está claro que un sector de la Curia apuesta por la elección de un Papa conservador que frene los cambios promovidos por Francisco, intentando, en la medida de lo posible, revertir sus reformas y dejarlas en foja cero”.
Hoy se observan transformaciones significativas en diversos ámbitos, desde la rutina diaria hasta los procesos de análisis histórico. En la actualidad, las campanas que solían convocar a las tareas cotidianas han cedido su sonido al bullicio de vehículos y transeúntes en calles saturadas de preocupaciones. Entre miradas dirigidas a edificaciones cada vez más imponentes y superficies asfaltadas que han desplazado a los campos de antaño, el mundo exhibe un desencanto ante estructuras tradicionales. A través de las cerraduras de las puertas, se vislumbran las pérdidas de control moral y ético, sumiéndose en la desventura de los márgenes de la corrupción, las amarguras del dinero fácil y el abuso de poder, revelándose en las mentiras expuestas en las realidades del pueblo.
En este contexto, Jorge Mario Bergoglio, consciente de los antecedentes, asume como papa Francisco el 13 de marzo del 2013, adoptando una postura proactiva. Se remanga la camisa, calza zapatos más cómodos prescindiendo de los mocasines rojos. Carga una cruz de hierro y porta un sencillo anillo de plata, renunciando a ostentaciones que contradigan la realidad de la pobreza global. Además, adopta un casquete modesto y establece que los automóviles deben cumplir únicamente su función de transporte.
La simpleza no solo se manifiesta en las palabras, sino también en las acciones. Francisco establece pautas ejemplares, como su visita al centro correccional de menores Casal del Marmo en Roma durante la Semana Santa de 2013, donde lavó los pies de los reclusos. Este argentino, apasionado del fútbol e hincha de San Lorenzo, demuestra coherencia al abolir los alquileres gratuitos o económicos de las propiedades de la Santa Sede para cardenales, obispos y otros altos dirigentes vaticanos en febrero de 2023.
A lo largo de su mandato, Francisco abandona costumbres que lo alejen de la realidad, renunciando a vivir en los departamentos papales y optando por residir en la Casa Santa Marta. Celebra misas abiertas a los trabajadores y fieles católicos, almorzando en el casino, punto de encuentro de los empleados vaticanos.
En medio de estos desafíos, surge la interrogante de cómo enfrentar los problemas emergentes y asumir el legado de los pontífices anteriores. Personalmente, identifico dos líneas de acción claras durante este periodo: la primera se relaciona con la reforma en la administración de la curia y la segunda, más compleja, aborda el tema de los abusos de poder, conciencia y sexuales. Estas líneas no solo plantean cambios en la dinámica global del sistema eclesiológico, sino que golpean a las tradiciones de una Iglesia anquilosada en vidrieras de cristal. Dichos escaparates han tenido que observar cómo Bergoglio pone con mucha entereza su énfasis en la sinodalidad (camino en el que toda la Iglesia participa y decide unida), la descentralización del poder eclesiástico y la apertura pastoral a sectores tradicionalmente marginados.
Las alertas y acciones de los sectores conservadores y tradicionalistas, fieles custodios de intereses del poder y de creaciones envejecientes de realidades históricas, grupo responsable de enmarcar los clavos de Cristo, y entristecer la belleza de la creencia, de esconder bajo llave la verdad del sentido de la vida, refugiándose en lógicas emanadas desde los egoísmos más puros, comenzaron a generar tensiones, resistencias y disputas al interior del laberinto vaticano.
Uno de los puntos ͏claves del gobierno de Francisco͏ ha sido la crítica al clericalismo. En varias ocasiones, el Papa ha atacado a los sacerdotes y obispos͏ que ven su trabajo como un camino de estatus más ͏que un servicio. En un mensaje a la Curia Romana en 20͏14, llegó a hablar sobre «las enfermedades de curia», notando la vanidad y͏ la corrupción como algunos males importantes dentro de la Iglesia.͏ Críticas que han generado incomodidad en sectores de la jerarquía eclesiástica, especialmente entre aquellos que han visto en las estructuras de poder un pilar fundamental para el funcionamiento de la Iglesia. Figuras como los cardenales Raymond Burke y Gerhard Müller han sido especialmente críticos con la manera en que Francisco ha denunciado estas prácticas. Burke, en particular, ha acusado al Papa de gobernar de manera autoritaria y de intentar debilitar la autoridad doctrinal de la Iglesia en nombre de la «pastoralidad».
Uno de los proyectos más ambiciosos de Francisco ha sido la reforma de la Curia Romana, el órgano administrativo que gobierna la Iglesia desde el Vaticano. Tras años de consultas y debates, en 2022 publicó la constitución apostólica Praedicate Evangelium, con la cual reorganizó los dicasterios y buscó transformar la Curia en un instrumento más orientado a la misión evangelizadora, alejándola de su carácter tradicionalmente burocrático y centralizado en el poder. Entre los cambios más significativos destaca la posibilidad de que laicos y mujeres puedan dirigir dicasterios, rompiendo con la exclusividad clerical. Otro cambio relevante fue la reducción del poder de la Secretaría de Estado, históricamente el órgano más influyente en la administración vaticana. Asimismo, se llevó a cabo la fusión de varios organismos en nuevos dicasterios, como el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, que unificó distintas áreas relacionadas con la justicia y la caridad.
Si bien estas modificaciones fueron bien recibidas por sectores reformistas, dentro de la Curia han encontrado una fuerte oposición en sectores tradicionalistas Uno de los episodios más notorios de resistencia a estas reformas ha sido la oposición a la reestructuración del Instituto para las Obras de Religión, conocido como el Banco Vaticano. Desde su llegada al pontificado, Francisco ha impulsado medidas para transparentar las finanzas de la Santa Sede, ordenando auditorías externas y promoviendo acciones contra la corrupción. Sin embargo, sus esfuerzos han sido bloqueados por sectores dentro de la Curia que se resisten a la pérdida de privilegios económicos y de influencia, lo que ha dificultado la implementación total de sus reformas.
En su esfuerzo por reformar la Iglesia, Francisco ha desplazado a varios líderes conservadores de posiciones de poder dentro del Vaticano. Un caso emblemático fue la destitución del cardenal Gerhard Müller como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe en 2017. Müller, quien había criticado Amoris Laetitia y otras posturas del Papa, fue reemplazado sin recibir mayores explicaciones, lo que fue interpretado como una purga de los sectores más tradicionalistas. Otro episodio significativo fue la retirada del cardenal Raymond Burke de la Orden de Malta, una organización católica de carácter diplomático y humanitario. Burke, uno de los principales opositores a Francisco, había estado utilizando su cargo para cuestionar públicamente las decisiones del Papa. Por otro lado, Francisco ha favorecido el ascenso de cardenales con una visión más pastoral y socialmente comprometida. Ha promovido a figuras como el cardenal Luis Antonio Tagle, un teólogo filipino con una visión progresista de la Iglesia, y al cardenal Matteo Zuppi, conocido por su compromiso con diálogos de paz e interreligiosos. Estas decisiones han reconfigurado el colegio cardenalicio, reduciendo la influencia de los sectores más conservadores y aumentando el espectro de representantes de iglesias locales, especialmente de Asia y América Latina.
El manejo de los abusos sexuales en la Iglesia Católica ha sido uno de los mayores desafíos del pontificado de Francisco por la envergadura de los hechos y las fuertes tensiones generada desde los sectores más conservadores. La crisis de los abusos no solo ha impactado la credibilidad de la Iglesia, sino que también ha expuesto profundas divisiones internas sobre cómo enfrentar estos casos, qué adoptar y hasta qué punto se debe responsabilizar a la jerarquía eclesiástica. Mientras que Francisco ha intentado implementar reformas más estrictas y promover una mayor transparencia, algunos sectores conservadores han manifestado su resistencia, argumentando que ciertas medidas comprometen la autoridad clerical y afectan la imagen institucional de la Iglesia.
Ante la magnitud del escándalo global de abusos, Francisco promulgó en 2019 el documento Vos Estis Lux Mundi, que estableció nuevos mecanismos para denunciar casos de abuso y encubrimiento dentro de la Iglesia. Entre sus disposiciones más relevantes, el documento obligó a los obispos y superiores religiosos a reportar cualquier caso del que tuvieran conocimiento y estableció procedimientos para investigar a los prelados acusados de encubrimiento. A pesar de que esta normativa fue recibida positivamente por muchos sectores de la iglesia, algunos cardenales y obispos conservadores manifestaron su descontento con la idea de que los propios líderes eclesiásticos fueran sometidos a investigación por parte del Vaticano. Además de las tensiones internas dentro de la Iglesia, el manejo de los abusos también ha generado conflictos con sectores políticos y mediáticos. Francisco ha expresado su rechazo a la «justicia mediática» y ha defendido la necesidad de llevar a cabo procesos canónicos adecuados antes de condenar a un clérigo. Sin embargo, esta postura ha sido interpretada por algunos como una estrategia para minimizar la crisis o proteger a ciertos prelados.
En la historia de la Iglesia, los papas que han impulsado reformas han dejado una huella imborrable. Francisco puede situarse en la tradición de papas como Gregorio I el Magno, Gregorio VII o Juan XXIII. Su énfasis en la sinodalidad y la descentralización recuerda a aquellos pontífices que enfrentaron cambios estructurales en la Iglesia.
Cabe preguntarnos: ¿qué sucederá con la Iglesia Católica después de Francisco? ¿Podrán mantenerse e implementarse las reformas que ha impulsado?
Lo que ya sabemos es que, apenas unos días después de su hospitalización el 14 de febrero de este año, y al confirmarse que su estado era delicado, comenzaron las maniobras en torno a la sucesión papal. Está claro que un sector de la Curia apuesta por la elección de un Papa conservador que frene los cambios promovidos por Francisco, intentando, en la medida de lo posible, revertir sus reformas y dejarlas en foja cero. Al mismo tiempo, otro grupo, consciente de esta disputa, ya está impulsando candidatos que puedan dar continuidad a la línea de Bergoglio. Con Francisco aún en la clínica y con su salud deteriorada, se evidencian las luchas internas y el juego de poder que definirá el rumbo de la Iglesia en los próximos años.