La reducción del riesgo de los incendios forestales y la urgente necesidad de planificar, reconstruir y adaptar nuestras ciudades
26.01.2025
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26.01.2025
La autora de esta columna escrita para CIPER entrega tres focos de trabajo para mitigar el riesgo de los incendios forestales que han arrasado con vidas y casas en los últimos años: la planificación de los asentamientos nuevos, los procesos de reconstrucción, y las mejoras de los barrios existentes expuestos al fuego. Y concluye que “es importante reconocer que se deben equilibrar las tensiones entre la urgencia del déficit de vivienda y de reconstruir rápidamente versus la necesidad de hacerlo de manera segura y que muchas otras necesidades compiten o incluso entran en conflicto con la reducción del riesgo”.
Créditos imagen de portada: Pablo Ovalle / Agencia Uno
Escribo esta columna con las imágenes de la tremenda devastación por los incendios forestales en California en mi mente, donde a la fecha en la que escribo esta columna se registran 28 fallecidos y más de 15.700estructuras destruidas, cifras aun en desarrollo. Estas imágenes desoladoras lamentablemente no son un hecho aislado ni son exclusivas de California. Por el contrario, recuerdan a múltiples incendios forestales que han impactado ciudades chilenas tan diversas como Viña del Mar (2024), Santa Juana (2023), Castro (2021), Santa Olga (2017), y Valparaíso (2014) entre muchas otras.
En las últimas décadas, tanto a nivel nacional como global, ha habido un aumento en la frecuencia, extensión y severidad de los incendios forestales. Esta tendencia se asocia al cambio climático, manifestado en el aumento de las temperaturas promedio, las olas de calor y las sequías. También los patrones de asentamiento en áreas propensas a incendios, como la expansión urbana de baja densidad, los asentamientos informales, y el crecimiento residencial en áreas rurales, contribuyen a la creciente frecuencia y gravedad de los incendios forestales. De hecho, el riesgo de desastres asociado a los incendios forestales es mayor en la interfaz entre zonas urbanas y rurales, donde más personas y bienes están expuestos al fuego. Por lo tanto, y en conjunto con otras medidas de prevención y respuesta, es esencial también reducir y mitigar el riesgo de los incendios forestales a largo plazo desde el diseño, planificación y gestión de viviendas, barrios y ciudades. En mi opinión, para abordar este tremendo y urgente desafío para Chile hay tres focos de acción a considerar: la planificación de los asentamientos nuevos, los procesos de reconstrucción, y las mejoras de los barrios existentes expuestos al fuego.
Primero, la planificación urbana y territorial puede contribuir a prevenir la expansión o la ubicación inicial de nuevos asentamientos en zonas propensas a riesgos y establecer normas de diseño y construcción para reducir el riesgo. Los instrumentos de planificación existentes sólo enmarcan de manera parcial e inconsistente los mecanismos y los procesos de planificación para la gestión del riesgo de incendios forestales, lo que limita la implementación de medidas contra incendios forestales a nivel local. Ha habido intentos de mejorar esto, sin embargo, la distinción entre lo urbano y lo rural, intrínseca a nuestro sistema de planificación, genera dificultades enormes para la gestión del riesgo de los incendios forestales que precisamente ocurren donde ese límite es difuso y variable. Creo que es urgente avanzar hacia un enfoque territorial que permita planificar de manera integral todo el territorio, y complementarlo con estándares de construcción que regulen las características mínimas de viviendas y barrios nuevos en zonas expuestas a los incendios forestales.
Segundo, los procesos de reconstrucción ofrecen una oportunidad única de reconstruir mejor, mejorando la calidad de vida de las personas y reduciendo el riesgo. Los resultados de investigación de mi proyecto Fondecyt Iniciación (11230156), donde se analiza la reconstrucción de Valparaíso (2014), Santa Olga (2017) y Castro (2021) muestran que en los tres casos se han implementado diversas medidas físicas para la gestión del riesgo de los incendios forestales implementadas. Estas medidas incluyen medidas para evitar la exposición, como la relocalización de viviendas en zonas seguras; para reducir la exposición, como la limpieza de quebradas y la construcción de parques de mitigación; para aumentar la resistencia como mejoras en la calidad de construcción de viviendas y equipamientos esenciales; y para mejorar la respuesta como el mejoramiento de la conectividad vial y la construcción de sistemas de grifos y estanques de agua para la extinción de incendios. Sin embargo, los resultados también sugieren que estos procesos de reconstrucción no siempre han sido favorables para crear asentamientos más resilientes a los incendios forestales, especialmente a largo plazo. Las medidas a veces son incompletas o están mal coordinadas y la mantención de la infraestructura es deficiente, lo que limita su efectividad. También se observa que la reconstrucción de viviendas autoconstruidas y ampliaciones han resultado en la promoción de comportamientos propensos al riesgo, y que ha habido una densificación en contextos de reconstrucción, por soluciones de vivienda a allegados damnificados y por nuevas familias que se instalan en estas áreas expuestas a los incendios. Estos resultados enfatizan que no basta con reconstruir incluyendo algunas consideraciones frente a los incendios, sino que es necesario hacerlo con un enfoque integral y coordinado que considere de manera conjunta las distintas medidas que se pueden implementar para reducir el riesgo y su esencial mantención en el tiempo, definiendo responsables, plazos y presupuesto para que éstas se mantengan efectivas en el tiempo.
Tercero, el reacondicionamiento y mejora de viviendas y barrios existentes expuestos a los incendios forestales es también urgente y esencial. Muchas viviendas y barrios que se emplazan en zonas expuestas a incendios forestales fueron construidos sin ninguna consideración asociada a la reducción del riesgo, sin una separación adecuada entre viviendas y la fuente de combustible, con gran continuidad entre viviendas lo que permite que el fuego avance de una vivienda a otra de manera rápida, y con un diseño vial que dificulta la adecuada evacuación y acceso de servicios de emergencia. En muchos de estos casos, es posible reducir o mitigar el riesgo si se implementan medidas de gestión del riesgo retroactivamente.
Por ejemplo, los resultados preliminares de un estudio que estamos realizando con el Dr. Jorge León y otros colegas de CIGIDEN sobre la capacidad de evacuación del sector Villa Independencia, Manuel Bustos, y el Olivar, en Viña del Mar (uno de los lugares más afectados y donde fallecieron más personas en el incendio del 2024) muestran características de la red vial que dificultan la adecuada evacuación, incluyendo el alto número de pasajes sin salida, viviendas que tienen solo acceso peatonal y topografía con pendientes elevadas que dificultan la circulación. Se destaca que, en todo el sector, donde había más de 6.000 viviendas, hay una sola vía que permite la salida en dos puntos, que debe acoger toda la evacuación y acceso de servicios de emergencia. Esta vía colapsó durante el evento del 2024 y muchas personas fallecieron porque no pudieron evacuar. En sectores como éste que fueron construidos con un acceso principal y muchos pasajes sin salida, es posible mejorar la conectividad vial de manera retroactiva, generando redundancia de rutas que permitan la evacuación fluida, con alternativas en caso de colapso de alguna vía.
Para generar estas mejoras retroactivas, se necesitan programas y planes que aborden el mejoramiento de viviendas y barrios desde la perspectiva de la gestión del riesgo. Por ejemplo, existen casos donde el programa “Quiero mi Barrio” se ha realizado considerando el riesgo de incendios, lo que me parece muy positivo pero insuficiente. Creo que se puede avanzar a programas que tengan el foco específico en mejoras para la gestión del riesgo. Más aún, creo que todas las decisiones urbanas, desde la construcción de una nueva escuela hasta la entrega de títulos de dominio a familias en situaciones de tenencia irregular de suelo, deben considerar y abordar los riesgos. Así, gradualmente, la ciudad existente avanzará a esquemas más seguros.
Finalmente, me gustaría reiterar la necesidad de establecer enfoques integrales de gestión del riesgo de desastres, que aseguren la reevaluación continua del riesgo de incendios forestales, medidas de tratamiento periódicas y el mantenimiento continuo de la infraestructura y las medidas físicas para la reducción del riesgo. Es importante reconocer que se deben equilibrar las tensiones entre la urgencia del déficit de vivienda y de reconstruir rápidamente versus la necesidad de hacerlo de manera segura y que muchas otras necesidades compiten o incluso entran en conflicto con la reducción del riesgo. Avanzar hacia entornos más seguros y resilientes es una responsabilidad compartida entre todos.