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Comentarios (8)

Teresita Barriga | 17.02.2025 | Socio/a 3 años y 3 meses
Señora Natalia: Es sorprendente que una persona que ostenta tal nivel educacional, y que trabaja en una universidad, no investigue algo tan simple como la legislación de este país en torno al tema en el que iba a explayarse... La ayudo, de inmediato. La intensidad de ruido (medido en decibeles) es permisible en diversos niveles dependiendo del horario. En horario de actividad común (07:00 a 21:00) se permitirá una intensidad de sonido de 55 decibeles, que equivale a una conversación normal en un ambiente de oficina grande. En horario de sueño común (21:00 a 7:00) el límite baja a 45 decibeles, equiparable al sonido que produce un aire acondicionado. Tenga en cuenta que es una escala bastante sensible, puesto a que un sonido de 75 decibeles, equivale al sonido de un camión de carga. En términos generales, 45-55 decibeles es una escala aceptable para que las personas puedan movilizarse, comunicarse y trabajar dentro de un rango auditivo cómodo y apreciable. Esta es la legislación del país al que ha llegado... Es la ley a la que nos sometemos quienes habitamos en este espacio de tierra. Los hogares, no son discotecas. Las playas de nuestro litoral, no son discotecas. En general, no nos gusta hablar a gritos. Los ruidos molestos, son molestos. No tiene relación con la nacionalidad de quien los emite, No es xenofobia, no es racismo. Es una situación extremadamente irritante, llegar a casa después de un largo día, y querer conversar con tu pareja, tener una cena romántica o simplemente querer estar en tu casa, calmadamente, y no poder hacerlo por el ruido y la música que no decidí escuchar. Tampoco considera el hecho de que hay una cantidad importante de personas que tienen turnos de trabajo y que requieren descansar durante el día... o estudiar... La cantidad de denuncias por este tema es enorme, y lo que me parece sumamente lamentable, es que alguien con un, aparentemente, elevado nivel educacional, no tenga un nivel mínimo de autocrítica... Francamente, lamentable.
Gonzalo | 21.01.2025
Es tristísimo que alguien con tanto título a cuestas haga un análisis tan pobre de la realidad. Entendible. Hay una distancia enorme la mayoría de las veces entre lo que declara la academia con sus piruetas teóricas y los fenómenos que realmente suceden en la realidad. Y es más triste que omita deliberadamente en su vasta argumentación aspectos tan relevantes como el respeto, la empatía y la libertad. Contrario a lo que dice, incluso antes de estas olas migratorias, a los chilenos nos molestaban los ruidos molestos de los propios compatriotas que con música a todo volumen importunaban el descanso o el buen vivir. No es un fenómeno reciente. Dicho esto, creo que cualquier ser humano podría decir que le gusta estar tranquilo en su espacio privado. Es ahí donde radica el principal problema. Cuando alguien se pone con un parlante en el espacio público está imponiendo sobre otros el escuchar sonidos que uno no ha decidido escuchar, de ahí que sea un tema de cómo ejerces tu libertad y afectas la del otro. De igual forma sucede cuando esa música traspasa el revestimiento de viviendas o ventanas y resuena en el espacio privado. ¿Por qué alguien que habita la privacidad de su hogar debiese respetar esta situación cuando es precisamente el otro quien está ejerciendo un poder sin empatía, sin dirimir si su accionar está afectando a alguien del entorno? De hecho, esto no es nuevo, ya que cada evento masivo que se lleva a cabo en la ciudad (ejemplo: concierto) implica una dinámica similar con los vecinos del lugar y es algo que vemos en las noticias constantemente. Qué decir cuando la autora menciona su molestia con la música del aeropuerto, tiendas de retail, etc. haciendo uso de este argumento de una manera astutamente conveniente. Cuando uno decide por sí mismo, libremente, comprar un ticket de avión o una prenda de vestir o caminar por la calle, uno sabe bien a qué atenerse, esto es, que estos lugares tienen este tipo de ruido asociado (sin contar que es una experiencia de duración acotada). No obstante, alguien que habita su casa jamás decidió por sí mismo, libremente, escuchar la música que está entrando por las ventanas o las paredes y que su vecino decidió “compartir” con el entorno por más de 8 horas seguidas o todos los días de la semana sin ningún motivo aparente. Y lo que no entienden los extranjeros recién llegados (ni tampoco la academia y algunos compatriotas chilenos) es la simpleza de la sabiduría popular en el famoso refrán “donde fueres, haz lo que vieres”. Dicho de otra manera, si estás de invitado en una casa, te comportas según las normas de esa casa, tanto las que están escritas como las que no. Los chilenos en su mayoría somos gente tranquila y respetuosa con el otro y normalmente reducimos los espacios de ruido a lugares determinados (estadios, discotecas, etc.) así como al espacio privado. De igual forma, es una población respetuosa de las expresiones culturales tales como carnavales, ferias, conciertos o cualquier otra que se desarrolle en el ámbito público y que sea de duración acotada. Si tú como extranjero llegas a vivir a un barrio obrero tranquilo: qué consigues con imponer tu música a todo volumen más que molestar a los que viven allí. No es ninguna expresión cultural que invite al diálogo como dice Natalia, como sí lo podría ser un carnaval callejero, por ejemplo. Es meramente una expresión de la poca empatía con los demás y las ganas de imponer tu libertad (y el poder que trae consigo) por sobre la de los otros y, en este caso, una música que como vecino no he decidido por mi cuenta escuchar. Sin mencionar que reproducir música en espacios públicos sin permiso de sus autores es una transgresión a la Ley 17.336 de propiedad intelectual, algo que parece que olvidó mencionar Natalia. Y resulta irónico que escribo esta respuesta desde el centro de Santiago, viviendo en una calle ruidosa a un nivel soportable por más de 30 años, luego de haber experimentado ayer sábado como toda mi casa vibraba por más de 8 horas de música ininterrumpida que decidieron poner mis vecinos peruanos con un parlante hacia la calle. Natalia ¿tú crees que ellos vinieron a avisarme que harían algo así para demostrar un mínimo de empatía o respeto? No, nada. Así como la nula empatía que tiene hoy domingo un grupo de extranjeros entre venezolanos y colombianos que están instalados ahora en la calle, siendo las 23 horas, jugando domino junto con un parlante con música que no ha parado de sonar por más de 5 horas, bajo la ventana de una señora que debe levantarse a las 5 am todos los días para ir a trabajar. Debe ser que la autora de esta columna es una privilegiada y no vive en un entorno así en la ciudad, ya que como dicen, es fácil opinar de los problemas sin haberlos vivido. Como diría la gran Violeta Parra: “Yo no sé por qué mi Dios / Le regala con largueza / Sombrero con tanta cinta / A quien no tiene cabeza.
Felipe | 21.01.2025
..."Si debemos o no escucharnos unos a otros", dice la autora...difícil, con el ruido del reggetón... En fin, el camino al infierno está tapizado de buenas intenciones
Paula | 19.01.2025
"El gran desafio del fenómeno migratorio es escuchar al otro"...y cómo si con su ruido no se puede oir.....Me pregunto: puede el ruido, música fuerte, hablar a los gritos , hacerse amigos de la reflexión ,el pensamiento, la comunicación?. Estamos condenados a padecerlos?...Qué ser humano hay tras el que impone su volúmen y le importa un carajo el resto?....
Pia | 17.01.2025
Me parece autocomplaciente la opinión. Si voy a otro país me adapto a su cultura, no impongo mi cultura. Mi hermano también migró; es respetuoso y agradecido del país que lo recibió. Migrar es un derecho humano ya que nadie deja su tierra por gusto, pero debo comportarme y adaptarme a la idiosincrasia que me recibe. No ruidos molestos, hablar a gritos, y la palta es palta, no aguacate. No cortarme las uñas en el mall frente a otra persona en un ascensor y le dicen que eso no se hace y se irrita y mofa. Tuve que decirle que mi padre me enseñó que eso no se hace en público frente a extraños porque saltan las uñas hacia el otro. Entonces, claro que hay molestia hacia quienes no se saben comportar en tierra ajena.
Ricardo Mobge | 17.01.2025
Mala columna, en ningún minuto hay siquiera la insinuación de que al menos ambas partes cedan, todo es que nos tienen que aceptar y punto.
Guillermo | 16.01.2025
Cómo usan el espacio público los habitantes pre-existentes? Ese espacio público es SU espacio público? Al nuevo residente le es pertinente la invitación a descubrir la definición de "público" en el entorno al que se incorpora? O por deber de empatía con su situación (motivos que forzaron su traslado) el residente previo tendrá que guardar silencio frente a lo que le incomoda? Hartas preguntas
César Talavera | 16.01.2025 | Socio/a 3 años y 1 mes
Falta controlar ruidos de motos y autos con escape libre.
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