Informar no es publicitar: con mi plata sí que no
15.01.2025
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15.01.2025
Las AFP han invertido más de 12 mil millones de pesos en una campaña que a juicio del autor de esta columna escrita para CIPER puede ser legal pero es éticamente cuestionable. Sostiene que “la calidad de nuestra democracia está en entredicho cuando el mercado, esto es, el sistema privado de administración de fondos de pensiones, intenta torcer la discusión legislativa con expresiones publicitarias tan rancias como ladinas”.
En Chile, las palabras se han convertido en herramientas de doble filo. En el caso de las AFP, informar se confunde con publicitar, y la línea entre el interés público y la manipulación privada se desdibuja. La calidad de nuestra democracia está en entredicho cuando el mercado, esto es, el sistema privado de administración de fondos de pensiones, intenta torcer la discusión legislativa con expresiones publicitarias tan rancias como ladinas, emanadas de cerebros de la comunicación estratégica que no hacen más que replicar el argumentario de la Asociación de AFP de Chile. Puro individualismo pasivo-agresivo: así de claro. La propuesta de la campaña es de manual. Conjuga la emocionalidad de quien se hace a sí mismo con la choreza popular de toda la vida. De los creadores del mantra “con mi plata no”, llega el cansino “Yo quiero elegir”. Y cuidado, que sea cansino no impide que tenga efectos en una parte de la opinión pública. Porque el machaque permanente de los 12 mil millones de pesos invertidos en Internet, redes sociales, televisión, radio, prensa escrita y digital, logra parcialmente instalar la idea de que la plata es mía, mi tesoro. Del problema central ni hablar.
Desde sus inicios bajo el ala del neoliberalismo impuesto por la dictadura, las AFP han sido más que un sistema de pensiones: son un dispositivo ideológico. El sueño de José Piñera era dar a cada chileno la capacidad de “gerentear” su futuro esplendor. Pero, como siempre, la letra chica del contrato social se quedó en pequeños detalles: pensiones miserables para la mayoría y utilidades descomunales para los de siempre. Las campañas publicitarias como “Yo quiero elegir” no son más que la continuación de esa narrativa, ahora adaptada a los tiempos de redes sociales y emocionalidad superficial.
Esta campaña, que moviliza miles de millones de pesos, no surge en el vacío. El sistema de AFP ha logrado instalarse como un actor intocable gracias a una combinación de factores históricos, legales y culturales. Creado en 1981 durante la dictadura, el sistema fue diseñado para desmantelar el sistema de reparto y promover un modelo individualista en cuya hipótesis prometía prosperidad. Lo que no se dijo es que este “futuro brillante” dependía de variables imposibles de controlar, como los rendimientos de los fondos y las fluctuaciones del mercado global. Y mientras tanto, los grandes ganadores han sido las administradoras, que han acumulado gigantescas utilidades a expensas de los trabajadores.
No hay honestidad ni ética publicitaria cuando el propósito es desviar la atención sobre lo que realmente importa: las pensiones miserables que genera el sistema privado. Se sabe que las AFP son un Mercedes-Benz produciendo utilidades para sus accionistas, pero lo de dar pensiones dignas, eso, ya lo vamos viendo. Con seguridad es lo que pensaba Fernando Ávila, gerente de Operaciones de la Asociación de AFP, cuando declaró que los “chilenos se pensionarán con el 100% de su sueldo en 2020” en un caluroso 4 de febrero de 2000. Tal vez se confundió y en realidad se refería a los retiros del 10%. O tal vez era una especie de profecía de Nostradamus que nos adelantaba la pandemia. Sin embargo, para hacer justicia a don Fernando, es hidalgo transparentar que también señaló condiciones: lo del 100% de jubilación (incluso más del 100%) sucedería “si se alcanzan buenos resultados de los fondos”. Detalles, detalles, diría José Piñera. No perdamos el foco en el Mercedes-Benz. Si es chileno, tiene letra chica. Como siempre.
Volvamos a la campaña. Todo en ella expresa individualidad capitalista. El 6% para mí y el resto que se pudra. En la antípoda está la edulcorada solidaridad colectiva que proponía el proyecto original. Existe la idea de que la izquierda había ganado la batalla cultural post dictadura. El movimiento No+AFP y el estallido social no hicieron más que agudizar la distorsión que impide ver una verdad incómoda: lo colectivo está muerto. La solidaridad agoniza. Ráscate con tus propias uñas porque esto es un sálvese quien pueda. Esto es Chile. Y la campaña “Yo quiero elegir” es expresión fina de lo señalado. No hay un gramo de propuesta para mejorar las pensiones. Solo apoya el aumento de sus (nuestros) fondos para jugarse el destino de las pensiones en las mesas de dinero. Y ya lo dijo el señor Ávila hace 24 años, a veces eso no resulta como se espera. La batalla cultural la ganó la capitalización individual. En eso nos hemos convertido, en aspirantes a capitalistas y rentistas.
El impacto de estas campañas no se limita al debate político. También afecta la percepción ciudadana sobre cómo deben gestionarse los recursos públicos y privados. El mensaje implícito es que la responsabilidad recae exclusivamente en el individuo, ignorando que el sistema fue diseñado para beneficiar a unos pocos a expensas de la mayoría. Curiosa paradoja la de esta campaña: los propios afiliados terminan financiando un sistema que solo proveerá miseria.
Con todo este preámbulo, sostengo que no es ético ni afortunado invertir cantidades significativas de dinero en una campaña de este tipo. La acción podrá estar ajustada a la norma, pero se ve y huele fatal. Resulta francamente obsceno gastar 12 mil millones de pesos cuando la mediana de la pensión autofinanciada para mujeres es de 38 mil pesos. Desde la comunicación estratégica esta acción resulta inaudita. Voy más allá. La publicidad del sistema privado de pensiones debería estar normada para impedir el uso de códigos publicitarios que echan mano de recursos estéticos y emocionales. El deber del sistema es informar, no publicitar. Informar sobre la evolución de los distintos fondos, la normativa y las condiciones del sistema, sí. Publicitar una postura que se opone a una reforma del propio sistema, no, por ningún motivo.
Para eso está la sede parlamentaria, que para bien o para mal, discute sobre el tema defendiendo distintas posturas ideológicas. La campaña es una intervención flagrante, con recursos de todos los chilenos, incluidos los de quienes estamos a favor de la reforma de pensiones, por instalar una cuña en la opinión pública. En este tema digo por todo lo alto: con mi plata no.
En última instancia, lo que está en juego no es solo una reforma al sistema previsional. Es también una lucha por definir qué tipo de democracia queremos construir. ¿Seguiremos promoviendo un modelo donde la desigualdad es la regla y la solidaridad la excepción? La respuesta es urgente y se basa en la necesidad de un cambio. Algo que, al parecer, las AFP nunca han estado dispuestas a permitir, porque su negocio no es dar buenas pensiones. Se sabe.