El cine en las escuelas: la experiencia de la Cineteca Nacional de Chile
14.01.2025
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14.01.2025
Este fin de semana se realizó en el Centro Cultural La Moneda el Encuentro Nacional de la Escuela al Cine, un proyecto que se cumplió 10 años y que introduce al cine en las salas de clases. El director de la Cineteca Nacional comenta en esta columna que “año a año, no terminamos de sorprendernos y enorgullecernos de los resultados y alcances del programa Escuela al Cine. En 2024 terminamos con más de 500 cineclubes escolares creados, cubriendo todas las regiones del país, con estudiantes que crean sus propias películas y valoran el cine chileno, como una ventana para la exploración de sus propias realidades”.
Créditos imagen de portada: Cineteca Nacional
Con su habitual visión, Gabriela Mistral, en un discurso realizado en Nueva York para el centenario de la Universidad de Columbia en 1954, planteó las posibilidades educativas que el cine podía abrir en niños y jóvenes. Lo veía como una ventana única para conocer el mundo, fenómenos naturales, otras realidades que enriquecen nuestras miradas. En fin, una “real fiesta para los escolares que disfrutan cada día de las maestras mayúsculas que se llaman Imagen, Color, Relato oído, y Visión gozada”, agregaba.
Complementando con experiencias vividas en México sobre el impacto del cine en algunas escuelas rurales y la contribución en la alfabetización de país, la Premio Nobel también reconocía las desconfianzas del profesorado frente a un elemento que no sólo podría reemplazar a la palabra, sino también a los mismos maestros. Pero insiste en las grandes posibilidades de este medio: ninguna “clase escolar verbalista” podría superar “el caliente interés de una cita viva, asistida en su relato de movimiento, expresividad, color, arte, belleza y verdad”.
Finalmente, en su discurso reconocía elementos a considerar: saber distinguir aquellas películas que incentivaran el conocimiento del mundo, la reflexión y la imaginación, de aquellas otras empujadas por criterios comerciales que poco hacían por esto, abogando por un efectismo pasajero.
A 70 años estas palabras aún siguen vigentes, a pesar de los cambios. Las imágenes hoy nos rodean sin cesar y parece haber un imperio muy grande estas imágenes desechables. ¿Dónde caben las posibilidades educativas del cine hoy cuando en TV, celulares, publicidades callejeras nos rodean y penetran, a ratos, sin control alguno, amparados en algoritmos que supuestamente entienden nuestros gustos y en dónde estamos parados? ¿Nos entienden o nos guían a gustos publicitariamente provechosos?
Desde la Cineteca Nacional de Chile, hace más de 10 años, se comenzó a trabajar para responder a todo esto que estaba emergiendo por entonces, abriendo un programa educativo llamado Escuela al Cine (www.escuelaalcine.cl), financiado con fondos del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. Esto como un complemento de la labor de preservación y difusión del cine chileno que realiza la Cineteca, valorando lo audiovisual como un elemento fundamental para la memoria cultural e histórica del país. El propósito era simple, pero ambicioso: formar a profesores que pudieran abrir cineclubes en los colegios donde trabajaban, para luego visionar películas chilenas de todas las épocas que permitieran generar reflexiones, conocimientos y discusiones entre sus estudiantes. A la vez, también abrir posibilidades creativas, enseñando lenguaje audiovisual y las cargas simbólicas que encierran cierto tipos de planos, luminosidad y montajes. Todo esto en un contexto donde editar un video les resulta casi intuitivo a un niño de hasta 7 años. ¿Pero cómo hacer que esa temprana capacidad tecnológica pueda contribuir a entendernos mejor, a explorar efectivamente la creatividad artística, pero que además permita conectarnos emotivamente con los demás, en fin, a contribuir a generar comunidad y confianza? Conceptos que tanto se mencionan hoy cuando se habla de inseguridad y de crecientes violencias cotidianas.
Año a año, no terminamos de sorprendernos y enorgullecernos de los resultados y alcances del programa Escuela al Cine. En 2024 terminamos con más de 500 cineclubes escolares creados, cubriendo todas las regiones del país, con estudiantes que crean sus propias películas y valoran el cine chileno, como una ventana para la exploración de sus propias realidades. Esas experiencias serán relatadas en el Encuentro Nacional que se realizó entre el viernes 10 y el domingo 12 de enero en nuestra sala de cine ubicada en el Centro Cultural La Moneda, donde vino casi un centenar de profesores de todo el país.
En estos encuentros es donde se hace evidente lo que produce el programa Escuela al cine: muchas veces lo más trascendente se genera luego de los visionados donde se logran reconocer y valorar otras identidades, donde se pueden imaginar otras posibilidades de progreso y de creación. Todo esto se potencia aún más cuando la vemos en conjunto. Ver cine en conjunto genera comunidad, compañerismo, amistades, experiencias nuevas. Y creativa e identitariamente hablando abre la gran pregunta de ¿por qué yo no puedo también crear mis imágenes? Y así sentirnos dueños de nuestros entornos y creer que somos más indicados que otros que vienen de afuera a decirnos cómo estamos.
Nuestra idea es llevarlos a pensar en una escena como esta: imaginar lo ridículo que sería que en nuestras casas tuviéramos fotos de otras personas que no sean nuestros familiares, amigas, amigos o gente que ha sido importante en nuestras vidas. Que esas fotos sean de otros que viven lejos, que viven otras realidades, que en verdad no conocemos. No tendríamos lazos con nuestro pasado, no tendríamos claras nuestras identidades. Y pensemos algo más pesadillesco aún: que alguien venga y ponga esas fotos ajenas en nuestras bibliotecas o estantes. ¿No es un poco eso lo que ocurre con las plataformas a veces? Que más que ofrecernos cosas que deseamos, quieren dominar nuestros deseos.
La enseñanza con cine, y para hacer cine, tiene la impronta de también empoderarnos creativamente, y también de querer sorprendernos, porque al maravillarnos nos activamos y volvemos a creer en nosotros y en el mundo. Estas son enseñanzas que hemos recogido de Alicia Vega, la gran maestra que por 30 años levantó, por todo Chile y con sus propios medios, sus talleres de cine en comunidades con niños pobres. Experiencia recogida en el clásico documental Cien niños esperando un tren (1988), dirigida por Ignacio Agüero.
Dijo alguna vez Alicia Vega en una entrevista de hace unos años: “Creo que alguien que tiene desarrollada la capacidad de apreciación artística está mucho más preparada para sentirse persona, para sentirse que vale la pena, que es libre y respetado”. Por eso se ha vuelto importante cada vez incentivar estas actividades en los colegios y creemos que el cine, con su fácil captación, su capacidad además de reunirnos frente a una pantalla y de ahí, reunirnos en base a emociones y experiencias nuevas, es muy potente en ese sentido.
En este sentido, durante el 2024, la Cineteca Nacional de Chile recibió un gran espaldarazo del Ministerio de Educación, generando un convenio para realizar 30 talleres distribuidos en todas las regiones del país, logrando abarcar niveles educativos desde primero básico hasta cuarto medio, y adaptándose a las realidades urbanas y especialmente las rurales de las comunidades escolares. El impacto territorial del proyecto fue significativo, priorizando espacios rurales y localidades de difícil acceso, con talleres donde aprendieron técnicas de stop motion, rotoscopía y realización documental.
Creemos que iniciativas como esta, y la cada vez más fuertes apoyos y programas educativos levantados (como el que recibió nuestra Cineteca), como también el reciente lanzamiento de la Política de Educación Artística y Política de Educación Patrimonial, son buenas señales para tomar en serio el efecto que el arte tiene socialmente en alumnos y profesores.
Como Cineteca Nacional de Chile creemos obviamente en el cine, creemos en los beneficios que implicaría el aprendizaje cinematográfico y la historia de nuestro cine si estas estuvieran en los curriculum nacionales educativos. Les temeríamos menos a las pantallas, porque nuestras niñas y niños tendrían mayor capacidad de reflexión ante lo que ven. Valoraríamos también más nuestro patrimonio audiovisual, como una ventana a nuestra historias, a nuestros pasados, territorios e identidades.
Y quiero terminar este texto citando algunas impresiones recogidas en los talleres más recientes realizados junto a Mineduc, palabras que hacen que todo lo que aquí he señalado se aprecie en concreto, que eso que Gabriela Mistral y Alicia Vega proyectaron, se haga presente:
“Nunca pensé que iba a saber cómo se hacían las películas” (alumna región del Maule).
“Siempre nos hacen leer tanto, estudiar tanto, que esto fue como un respiro largo” (alumno región de Tarapacá).
“Lo que más me gustó fue el hecho de hacer esos dibujos, de también conocer amigos. Ahora más adelante quiero hacer animación” (alumna región de Coquimbo).