Azul Azul y Blanco y Negro: ¿Clubes deportivos o peones del mercado de capitales?
27.12.2024
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27.12.2024
A propósito del escándalo por la sanción de la Comisión para el Mercado Financiero a Sartor AGF, la hinchada del club Universidad de Chile vio con nerviosismo que la concesionaria Azul Azul se veía involucrada. El autor de esta nota sostiene que lo ocurrido con los universitarios, así como lo que acontece al interior del directorio de Blanco y Negro, son síntomas de un mal mayor. “No son meros episodios aislados; son síntomas de un sistema que ha fallado. La intervención del mercado de capitales en el fútbol chileno, lejos de cumplir su promesa de profesionalización, ha traído consigo las mismas prácticas que han sacudido a otros sectores económicos”, sostiene.
Créditos imagen de portada: Óscar Guerra / Agencia Uno
En el corazón del fútbol chileno laten dos clubes que representan la mayor popularidad: Universidad de Chile y Colo Colo. Sin embargo, ambos equipos, en lugar de ser ejemplo de transparencia y gestión ejemplar, están o han estado bajo la sombra de conflictos financieros, intereses cruzados y la falta de un horizonte claro que beneficie a sus hinchas. El reciente caso de Sartor AGF, relacionado con la administración de Azul Azul, y las dinámicas internas en Blanco y Negro no hacen más que reforzar la crítica a un sistema que, en su origen, prometía profesionalizar el fútbol, pero que a la luz de los hechos ha resultado ser un campo fértil para especulaciones y disputas de poder.
El comunicado reciente de Azul Azul sobre la sanción de la Comisión para el Mercado Financiero (CMF) a Sartor llama la atención por su intento de separar responsabilidades. Según la concesionaria, esta sanción no afecta al club, ya que Sartor, la sancionada, no es la misma Sartor involucrada en el control del Fondo de Inversión Táctica del Sport, que a su vez controla a la Concesionaria Azul Azul. Este enredo de Sartores “buenos” y “malos” suena más a un ejercicio de retórica que a un acto de transparencia frente a los hinchas, socios y comunidad universitaria.
El vínculo entre Sartor y Azul Azul no es menor: se trata de una empresa relevante en el mercado de capitales chileno, y su relación con la concesionaria es innegable. Esto genera serias dudas sobre la capacidad de administración y el impacto que decisiones de esta índole tienen en la estabilidad económica y posteriormente deportiva en el club. Más allá de los tecnicismos legales, lo que queda claro es que los conflictos de interés y la opacidad en la gestión de Azul Azul ponen en jaque la confianza de su hinchada.
Aún más preocupante es que, como suele ocurrir en este tipo de escándalos financieros, hay detalles que dejan entrever la falta de claridad en el proceso. Las fechas de las transacciones entre Sartor y Azul Azul coinciden sospechosamente con la sanción por parte del organismo regulador, además de no revelar los montos involucrados ni los términos específicos de estas operaciones, lo que incluso derivó en que la CMF le exigió a Michael Clark, presidente de la concesionaria, detalles sobre esas transacciones. Este tipo de omisiones, comunes en los casos de alta complejidad financiera, alimentan la percepción de irregularidades y refuerzan las dudas sobre si la concesionaria actúa con plena transparencia o si simplemente busca ganar tiempo.
Hoy, además de los accionistas tradicionales, existen bonistas que adquirieron participación con la emisión del «Bono Bulla». Este análisis adquiere mayor relevancia cuando se observa que el patrimonio de Azul Azul al 31 de diciembre de 2023 asciende a 8.000 millones de pesos, que representa un 28% del total de los activos del club, mientras que la deuda, específicamente vinculada al bono, equivale a 14.000 millones de pesos, es decir, un 50% del total de activos. En este contexto, se podría argumentar que entre los accionistas y los bonistas se distribuye el 80% del valor total de Azul Azul, dejando la noción de propiedad efectiva bajo una fuerte influencia de los acreedores financieros. Más allá de quién figure como controlador, el equilibrio financiero del club, dada la actual estructura de financiamiento del mismo, depende en una importante fracción a los tenedores del bono que permitió saldar la deuda tributaria histórica y extender el plazo de concesión hasta el año 2052.
En un mercado donde las cifras manejadas por los clubes deportivos pueden parecer modestas frente a otras industrias, el patrimonio bursátil de Azul Azul, que supera los 24.500 millones de pesos, destaca como el más alto entre los principales clubes del fútbol chileno. Esta cifra no solo supera al patrimonio bursátil de Blanco y Negro (Colo Colo), que asciende a 12.400 millones de pesos, sino también al de Cruzados (Universidad Católica), cuyo valor se sitúa en 20.000 millones de pesos. Es en este punto donde se debe poner el foco, pues la CMF ha actuado muy rápido de acuerdo a las herramientas legales con que cuenta.
Recordemos que Azul Azul, es la sociedad anónima que administra el club Universidad de Chile, se encuentra en el centro de atención debido a su vínculo con la empresa Sartor, relacionada con posibles infracciones financieras. En el mes de noviembre la CMF impuso un castigo importante a la Administradora al prohibir nuevos aportes de los fondos que administra, “congelando” las operaciones, para 35 días después aplicar una medida aún más gravosa, establecida en la Ley N° 20.712 (Administración de Fondos de Terceros) que faculta la revocación de la autorización de existencia de la administradora en caso de infracción grave a las normas legales que rigen los fondos.
Junto a lo anterior le dio un plazo de 24 horas para que el presidente de Azul Azul exponga mayores antecedentes respecto a la toma de control del club, hecho que cumplió en el tiempo establecido. Sin embargo, este lunes por la tarde, la propia CMF respondió y le concedió un plazo de 3 días hábiles adicionales, dado que las respuestas entregadas no fueron del todo satisfactorias.
Es es ese evento que se alerta de otra ley de relevancia para el mercado de capitales como es la Ley N° 18.045 (Mercado de Valores), que establece una pena de “presidio menor en sus grados medio a máximo para quien defraude a otro adquiriendo acciones de una sociedad anónima abierta sin realizar una oferta pública de adquisición de acciones cuando la ley lo ordena”. Esto equivale a 541 días a 3 años de prisión.
En el otro lado de la vereda, Colo Colo enfrenta sus propios fantasmas. Desde las elecciones del nuevo directorio en abril, las tensiones entre los distintos bloques internos han evidenciado que la prioridad no es el bienestar del club, sino el control del poder. Aníbal Mosa, el Club Social y Deportivo Colo Colo, y el bloque liderado por Leonidas Vial y Gabriel Ruiz-Tagle protagonizan un juego de tronos donde los intereses económicos y personales pesan más que el desarrollo deportivo.
Precisamente uno de estos actores, además de su rol en Blanco y Negro, es socio de la corredora de bolsa Larraín Vial, que enfrenta un escándalo mayúsculo con el anuncio de formalización de ocho ejecutivos en enero de 2025 por el caso Factop, mediático caso de presuntos pagos de sobornos a funcionarios del SII y de la CMF que tiene como partícipes al abogado Luis Hermosilla, la abogada María Leonarda Villalobos y al empresario Daniel Sauer (ver cobertura de CIPER). Este es solo uno de los ejemplos que muestran cómo las empresas del mercado de capitales, lejos de aportar transparencia y eficiencia al fútbol, han convertido a los clubes en piezas de ajedrez en sus propias dinámicas financieras.
El caso Sartor y los conflictos internos de Blanco y Negro no son meros episodios aislados; son síntomas de un sistema que ha fallado. La intervención del mercado de capitales en el fútbol chileno, lejos de cumplir su promesa de profesionalización, ha traído consigo las mismas prácticas que han sacudido a otros sectores económicos.
La solución no es sencilla, pero es urgente. Requiere una revisión profunda del modelo de gestión de los clubes, una fiscalización más estricta por parte de las autoridades y, sobre todo, una mayor participación de los hinchas en las decisiones clave. Sin transparencia, sin ética y sin un compromiso genuino con el deporte, el fútbol chileno corre el riesgo de seguir perdiendo la confianza de su base más importante: los fanáticos.