Contaminación del aire por la quema de leña y pellets: un “ecocidio” escondido en Chile
22.12.2024
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22.12.2024
El autor de esta columna escrita para CIPER enciende la alerta a la grave situación de contaminación en el sur de Chile, especialmente por el tipo de calefacción que se usa y que la normativa permite con rangos intolerables según la OMS. Pone el acento en que esta tolerancia a los niveles peligrosos para la vida humana cuestan anualmente más de 4.000 muertes. «Soluciones hay, lo que no hay es decisión para avanzar y alejar los conflictos de interés que buscan rentabilizar a cualquier costa», señala.
Créditos imagen de portada: Mauricio Ávila
La contaminación del aire producida por la quema de leña y pellets, para calefacción de hogares en zonas urbanas, es la mayor contribución a la contaminación del aire en el sur de Chile, y responsable de miles de muertes prematuras todos los años. No existe otra causa ambiental nacional que por sí sola explique tanta mortandad prematura. Obviamente, ni una muerte es aceptable, y miles todos los años resulta absolutamente inaceptable.
Chile es el primer país del mundo en tipificar el «ecocidio» como un delito penal, estableciendo penas de hasta 10 años de prisión para quienes causen daños ambientales significativos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), considera que la contaminación del aire es el principal riesgo ambiental para la salud de las personas en el continente. Y, en su condición de órgano rector de la salud mundial, publica sus Guías de Calidad de Aire, precisando en ellas que, no existe umbral de contaminación del aire por debajo del cual no se detecten daños medibles a la salud, esto es, que incluso a muy bajas concentraciones de partículas respirables y/o de gases tóxicos contaminantes del aire, los impactos negativos a la salud de las personas, son de importancia cuantificable, y con efectos de extrema gravedad.
Esta realidad no sólo vulnera el Derecho Constitucional de “vivir en un medio ambiente libre de contaminación” (Artículo 18, inciso octavo), sino también la Ley 21.595, que pena el ecocidio, tipificando como delitos a los beneficios económicos derivados de actividades que causan graves daños al medio ambiente y a las personas.
La quema de biomasa produce residuos menos evidentes que la ceniza, residuos que imponen pesadas consecuencias para el medio ambiente y para la salud de las personas.
El Material Particulado o Micropartículas Respirables, está constituido por diminutos fragmentos sólidos y partículas líquidas, de compuestos carbonizados y de condensados, formados en la combustión incompleta y diseminados por la dinámica térmica de los gases emitidos. Estos diminutos fragmentos son tan pequeños que, al ser aspirados por nariz o boca, muchos pasan la barrera de los alvéolos bronquiales, incorporando sus tóxicos componentes, directamente al flujo sanguíneo. Y, otros fragmentos de mayor tamaño relativo, se adhieren al tejido pulmonar, y al no poder ser totalmente metabolizados, se van acumulando y produciendo las irreversibles enfermedades pulmonares de obstrucción crónica (EPOCs).
Chile tiene muy baja capacidad instalada para medir las concentraciones de estas dañinas partículas microscópicas, agravando la problemática, ya que, sabiéndose de altas concentraciones, la información sobre la cuantía específica de micropartículas respirables de cada zona urbana, deviene en incompleta, poco confiable y al final, subestimada y hasta engañosa.
Pero no sólo hay que considerar las partículas respirables, también los gases emitidos. Estos se forman en la cámara de combustión de la estufa que quema biomasa, en procesos de oxidación variable, que disparan múltiples reacciones y así, la formación de diversos compuestos sólidos y gaseosos. Las Partículas Respirables se liberan al entorno impulsadas por los flujos de gases, algunos de los cuales puede inclusive terminar condensando y aportando partículas líquidas.
Esta inseparable dinámica de gases y partículas es de gran importancia, especialmente por las altas concentraciones detectadas en el sur de Chile, y porque entre los gases vinculados a la biomasa podemos encontrar algunos compuestos híper tóxicos, sobre los que Chile no tiene límites establecidos y menos control alguno.
El benzopireno, las dioxinas, el dióxido de nitrógeno, el formaldehido o metanal, el benceno, la acroleína, el tolueno, el xileno o dimetilbenceno, los furanos, los óxidos de nitrógeno, el dióxido de azufre, el monóxido de carbono, el ozono, etc. Todos genotóxicos, bioacumulables y con efectos dañinos a corto, mediano y, sobre todo, a largo plazo.
Y como Chile tampoco tiene capacidad instalada fija para medir continuamente gases a nivel urbano, se agrava la problemática, ya que sin información sobre la concentración de estos venenosos gases contaminantes sólo se puede suponer que, por tener evidente correlación, los niveles de concentración son tanto o más graves que los observados respecto de las micropartículas respirables.
Al considerar la exposición a estos contaminantes del aire, es necesario insistir en la importancia del efecto irreversible de la bioacumulación, ya que por él y sin importar la dosis que se reciba en un momento dado, la acumulación silenciosa en el organismo se incrementa a lo largo de la vida y por el efecto de normalidad progresiva pasa desapercibido, hasta alcanzar la particular masa crítica desencadenante de los perniciosos efectos irreversibles que minan la salud y la calidad de vida.
Cada persona tiene para cada aspecto de su salud, su particular sensibilidad, algunos pueden ser más tolerantes y otros menos, cosa que se sabe con el tiempo y normalmente cuando ya no hay vuelta atrás.
Entre los efectos más relevantes, resulta trágico enfocar las cifras de muertes prematuras. Las cifras oficiales reconocen miles de muertes prematuras al año por esta contaminación del aire, mientras en el sur de Chile, el 96% del origen de esta contaminación, se explica sólo con la quema de biomasa en sistemas para calefacción a nivel de hogares urbanos.
En accidentes de tránsito durante el año 2023 en todo Chile, murieron 1.635 personas. En el mismo año, los muertos por homicidio alcanzaron la cifra de 1.248. Asimismo, las cifras oficiales aceptan más de 4 mil muertes prematuras anuales, esto es, más que la suma de los muertos por accidentes de tránsito, y los muertos por homicidios.
Dada la gravedad de los efectos de la contaminación del aire, la OMS indica límites de cautela, fijando en 5 µg/m3 el límite de lo “aceptable” y en 15 µg/m3 el Límite Máximo Permisible, sólo para exposiciones de corto plazo.
¡Inexplicablemente, en Chile la calidad del aire se considera “BUENA” hasta el nivel de 50 µg/m3, 10 veces el límite aceptable de la OMS, con lo que queda demostrado que la obsoleta categorización chilena permite muy altos niveles de contaminación, y esta característica forma parte importante del problema. Hemos normalizado el vivir en ambientes altamente contaminados. En el sur de Chile, se sufren niveles de concentración de partículas respirables que pueden llegar a ser decenas de veces el Límite Máximo Permisible.
Frente a los miles de muertos de cada año y la dramática pérdida de calidad de vida, está la inacción de las autoridades ambientales y los psicopatológicos intereses políticos y económicos que actúan a costa de la salud de las personas.
Sin embargo, hay múltiples soluciones probadas que pueden configurar soluciones mixtas, solares, eólicas, geotérmicas, termodinámicas y químicas. Soluciones hay, lo que no hay es decisión para avanzar y alejar los conflictos de interés que buscan rentabilizar a cualquier costa.
Es necesario comunicar e informar, educar y promocionar la acción comunitaria. Asimismo, lanzar una mejor gestión impositiva que penalice la contaminación y el negocio de productos contaminantes.
La dureza de este escenario impone una reacción equivalente. Los muchos años acumulados de impactos, demandan una reacción efectiva y decidida.
Estamos estancados con planes de descontaminación claramente incapaces. La dimensión del impacto acumulado en años por esta “incapacidad”, expresada en muertes prematuras y pérdida de calidad de vida, obliga al uso de un lenguaje de hartazgo, además de la búsqueda de un sentido de urgencia y de nuevas prioridades.
La gente vive dentro de una burbuja de desinformación, sellada herméticamente, impermeable a la realidad por un negocio multimillonario que impone daños severos a la salud y trunca la vida de miles de personas.
Dada la incapacidad de los Planes de Descontaminación, necesitamos lanzar una campaña de información sin tapujos. Información que permita convocar a la población informada y hacerla partícipe de la necesidad urgente de cambio.
Es particularmente prioritario empezar por redefinir la Escala de Concentraciones y Categorías para la Calidad del Aire en Chile, igualando las recomendaciones de la OMS e imponiendo plazos perentorios y liderazgo para su adecuación.
Se requiere especificar los espacios que necesitarán apoyo del Estado, y proyectar sus fuentes de financiamiento por ahorro o por nueva inversión. Sólo los ahorros derivados del cambio y los efectos positivos de la creación de nuevos empleos y negocios sostenibles, son ya gran parte de los recursos que se necesitan.
El costo de la tecnología aplicada está en franca reducción en el mundo, la tecnología está disponible y permite soluciones sostenibles. Los costos por hacer serán largamente compensados con ahorros, reducción de impactos negativos y mejoras en la calidad de vida. Las inversiones que haga el Estado serán recompensadas con toda una nueva generación de empleos y emprendimientos sostenibles.
La dolorosa experiencia del Covid19 nos ha enseñado sobre la importancia de la previsión, y nos ha demostrado cuánto se puede y se debe hacer en comunicación y dinámica social, para promover una disciplina que permita enfrentar una realidad de muerte y pérdida de calidad de vida.
La contaminación del aire derivada de la quema de leña y pellets, impone consecuencias que alcanzan las consecuencias de otra pandemia.
¡El sur de Chile enfrenta una muy grave realidad, frente a la cual no cabe indiferencia, y menos resignación!