Siria, 50 años de dictadura, 13 años de guerra civil y 15 días de una caída. ¿Qué sucedió?
10.12.2024
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El autor de esta columna escrita para CIPER explica el proceso que derivó en la caída del régimen sirio de Bashar al-Assad, analiza a los actores involucrados y concluye que “la situación es altamente inestable, algunos han capitalizado la desgracia del pueblo sirio y el panorama para el Medio Oriente es sombrío. La caída del régimen es resultado de la concatenación de escenarios bélicos a nivel global y la llegada de Donald Trump al poder prontamente no genera garantías para la estabilidad regional”.
Damasco, la capital de la República Siria, cayó este domingo bajo las manos de los rebeldes, después de una ofensiva relámpago y tras 13 años de guerra civil. A todos nos ha sorprendido la rapidez de la caída de la dictadura, pero ¿es realmente una caída abrupta? ¿Había indicios del sino de Bashar al-Assad?
Los al-Assad gobernaban Siria desde 1971, cuando el padre Hafez hizo un golpe de Estado dentro de su propio partido, el Baaz. Este partido, de ideología socialista y nacionalista árabe, era fuerte en Irak y Siria. Pero Hafez al-Assad lideraba una facción de éste, en palabras del académico español Ignacio Álvarez-Ossorio: la toma del poder por al-Assad fue considerada una revancha de la periferia rural contra las elites urbanas sunníes de Damasco y Alepo (Alvarez-Ossorio, 2016). Hafez nació en Latakia, su tribu era Kalbiyya de confesión alauita. Los alauitas pertenecen a una rama dentro del islam chiita, de ahí viene cierta cercanía religiosa con Irán, país mayoritariamente chiita. Los alauitas son minoritarios, se calcula que hay unos 3 millones, entre Siria, Irak, Líbano y Turquía, mientras que la población total de Siria es de unos 23 millones. Es decir, el régimen de los al-Assad reclamó ser un gobierno de los desposeídos, pero es un gobierno de una minoría que ha gobernado autocráticamente.
El partido de Hafez y Bashar era el partido árabe-socialista Baaz. Ideológicamente mezclaban nacionalismo árabe y socialismo, mezcla que para algunos puede parecer extravagante, pero en realidad estaba en sintonía con la historia del Tercer Mundo. En muchos países que pasaron por el proceso de descolonización se desarrollaron mixturas ideológicas que permitieran movilizar a las masas oprimidas y enfrentarse al imperialismo. Un elemento importante del partido fue el secularismo, pero como los demás componentes de su ideología en realidad eran bastante débiles, lo fundamental del régimen era el mantenimiento del poder instrumentalizando la idea de que era un régimen secular, antiimperialista, socialista árabe y defensor de la causa palestina. En el marco de la Guerra Fría esto lo ponía en la órbita de la Unión Soviética, enemigo de los Estado Unidos y de las monarquías petroleras conservadoras del Golfo Pérsico. Pero cuando termina la Guerra Fría, así como muchos otros países del Tercer Mundo, debieron adaptarse a las nuevas circunstancias. La Siria de Hafez al-Assad intentó transitar hacia la normalización de relaciones, pero ese acercamiento no fue fructífero por diversos factores, uno fue la negativa de las monarquías conservadoras, otra la falta de voluntad de los EE. UU. y de Israel, otra importante fue la falta de capacidad de los al-Assad de conducir el cambio.
Finalmente, Hafez muere el año 2000 y su hijo Bashar tuvo que asumir el mando. Se vio obligado, porque en realidad quien debía suceder a su padre era Basel nacido en 1964, un año mayor que Bashar, pero murió en un accidente de auto en 1994. Bashar no estaba preparado para este reto: era un oftalmólogo que vivía una vida acomodada en Londres. En junio del 2000 muere Hafez y mediante un referéndum en julio es elegido Bashar. Esto toma por sorpresa a algunos y derechamente enfada a otros. Ese mismo año se produce la llamada Primavera de Damasco, un movimiento intelectual de cierta apertura y crítica. Bashar podría haber capitalizado esta oportunidad para conferirse de cierta legitimidad y dar paso a ciertas reformas, pero hace lo contrario, reprime a los disidentes y el control autoritario del régimen se fortalece.
Bashar intentó un acercamiento con las mezquitas para dotarse de legitimidad popular. Si bien el partido Baaz era secularista y su padre había perseguido cruelmente a las agrupaciones de islam político como los Hermanos Musulmanes, realizaron este vuelco para tratar de adaptarse a la nueva realidad. En 2005 se produce un levantamiento popular en el Líbano, el pequeño país vecino que estuvo en guerra civil entre 1975 y 1990. El resultado de ese levantamiento llamado Revolución del Cedro, fue la retirada de las tropas sirias de ese país, tropas que se apostaban en el Líbano desde la guerra civil. La oportunidad se presentaba de nuevo para generar reformas y abrir un poco el régimen opresivo, pero Bashar volvió a fracasar.
En diciembre del 2010 estalla la Primavera Árabe en Túnez y los gobiernos autocráticos de la región comienzan a caer uno tras otro: primero el régimen de Ben Ali en Túnez, luego el de Mubarak en Egipto y en marzo del 2011, en la ciudad de Deraa, al sur de Siria, unos jóvenes pintaron en una pared: “El pueblo quiere la caída del régimen”. La represión comenzó y no paró durante los siguientes 13 años.
En estos años de guerra los involucrados han sido muchos, los llamados rebeldes en realidad son una pléyade de grupos diversos. Lamentablemente, algunos países intentaron sacar partido de la situación apoyando a algunas facciones y eso resultó en una carnicería espantosa. Por ejemplo, Estados Unidos y Occidente, que consideraban al régimen sirio un enemigo, apoyaron a grupos rebeldes que juzgaron como fuerzas democráticas: el resultado fue armar a grupos islamistas radicales a los que se unieron antiguos miembros de las resistencias iraquíes contra la invasión de Estado Unidos. Qatar, Turquía, Irán y Arabia Saudí se vieron involucrados auspiciando a uno u otro grupo. Cuando la situación se agravó y la guerra llegaban a transformarse en la peor crisis humanitaria en décadas y con la amenaza del Estado Islámico por desestabilizar toda la región, Rusia decide actuar y cambia el escenario. Cuando derrotan al Estado Islámico las fuerzas rusas, con el apoyo del grupo libanés Hezbolá y las fuerzas kurdas apoyadas por los Estados Unidos en una franja al nororiente del país, pareció que la situación se estabilizaba. Durante un tiempo, con el apoyo de Rusia e Irán a al-Assad, parecía que la guerra decantaba.
Todo cambia con la guerra en Gaza desde octubre del año 2023. Benjamín Netanyahu pretende cambiar la situación del Medio Oriente, no tiene plan de salida de Gaza y la situación humanitaria no es un problema para su gobierno. Ha extendido el teatro de operaciones hasta Líbano, intentando desarticular al Hezbolá, grupo armado y partido político formado durante la guerra civil libanesa, defensor de Hamas. Bien comenzada la guerra en Gaza, Hezbolá comenzó a lanzar cohetes sobre Israel. Netanyahu enfrenta una situación legal delicada, no tiene plan de salida y el apoyo popular escasea, por lo tanto, debe ir extendiendo la guerra.
Ahora bien, la caída del régimen sirio se explica solo en parte por los bombardeos israelíes. El actor fundamental es una alianza entre grupos rebeldes, comandados por Hayat Tahrir al Sham (HTS), grupo que tiene su origen en la facción siria de Al Qaeda, pero su líder, Abu Mohammad al-Jolani, rompió relaciones con ese grupo radical y ha dado pasos hacia el centro. Se ha transformado en un político que quiere dar garantías de gobernabilidad. Para que esta alianza pudiera producirse, una operación relámpago de esta envergadura necesitaba el auspicio de alguna potencia regional. Esa fue Turquía, un antiguo enemigo de al-Assad, que desea expulsar de su territorio a los refugiados sirios, que suman unos 3 millones. Pero además desea neutralizar a los grupos armados kurdos.
Las circunstancias permitieron que la ofensiva fuera exitosa, Rusia está empantanada en la guerra contra Ucrania, Irán está debilitada por las acciones bélicas de Israel y las sanciones económicas, Hezbolá se juega su sobrevivencia en la actual guerra contra Israel. El régimen ha revelado ser muy débil y las tropas que se suponían debían defenderlo estaban agotadas, empobrecidas y descontentas.
La situación es dramática, no se sabe si los rebeldes tendrán la capacidad de gobernar, algunas autoridades civiles han permanecido para garantizar una transición pacífica, algunos países occidentales hablan de cambiar la denominación del HTS como grupo terrorista para comenzar a cooperar con el nuevo régimen. Pero mientras tanto Netanyahu ha aprovechado la situación para invadir territorio sirio cercano a los Altos del Golán, en clara violación del acuerdo de armisticio de 1974 entre ambos países. Supuestamente lo que pretende es crear una zona de seguridad, pero nada garantiza que no pretende realizar el sueño de algunos de sus ministros más radicales de dominio hasta el Tigris y el Éufrates.
En definitiva, la situación es altamente inestable, algunos han capitalizado la desgracia del pueblo sirio y el panorama para el Medio Oriente es sombrío. La caída del régimen es resultado de la concatenación de escenarios bélicos a nivel global y la llegada de Donald Trump al poder prontamente no genera garantías para la estabilidad regional. Veremos qué depara este convulso Medio Oriente en los próximos meses. Lo que es cierto es que seguiremos viendo noticias desde la región.