¿Puede Chile tener otro Premio Nobel de Literatura? La política cultural de Estado que ayudó a la coreana Han Kang a conseguirlo
24.10.2024
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24.10.2024
En esta columna los autores hacen un repaso de la política de globalización de la literatura coreana que es política estatal en el país de la reciente ganadora del Premio Nobel de Literatura Han Kang. Sostienen que Chile tiene mucho que aprender sobre esto. “Bajo este esfuerzo gubernamental, el Premio Nobel de Literatura puede comprenderse, en cierta medida, como la culminación de una política nacional continua y sistemática de largo plazo. Lo cierto es que estas políticas culturales se han convertido en un recurso central en la diplomacia pública contemporánea de Corea y ha reafirmado su softpower: al Nobel de Han Kang se suma al éxito mundial de grupos de K-Pop como BTS o Blackpink, la película Parásitos y la serie de Netflix El juego del calamar”, comentan.
Créditos imagen de portada: Soonbae Kim y Tomás Peters
El premio Nobel de Literatura a la autora coreana Han Kang ha despertado un interés mundial por su obra. En Corea del Sur los comentarios de orgullo no demoraron en surgir: por fin, la literatura coreana dejaba los márgenes del campo literario mundial y se inscribía en el panorama internacional. ¿Cómo fue posible este logro? Por supuesto, este resultado se debe al trabajo y oficio literario de la autora. Sin embargo, la traducción de su obra también ha sido mencionada como un factor importante. El coreano, a pesar de ser una lengua relativamente minoritaria, ha podido ser traducido globalmente gracias a un esfuerzo editorial y público coordinado estratégicamente. El objetivo de esta columna —que se complementa con otra relacionada— es describir cómo las políticas culturales de apoyo a la traducción han contribuido a introducir la literatura coreana al espacio literario internacional.
Antes de este reconocimiento, Corea del Sur tenía un “complejo de Premio Nobel”. Aunque el difunto presidente Kim Dae-jung ganó el Premio Nobel de la Paz en 2000 por sus esfuerzos por promover la democracia y los derechos humanos en Corea del Sur —así como también la reconciliación con Corea del Norte—, el país había estado obsesionado con ganar alguna vez el Premio Nobel de Literatura. En Corea del Sur el trabajo orientado a objetivos no conoce límites. En efecto, la permanente comparación con los países desarrollados llevó a Corea del Sur a diseñar e implementar planes gubernamentales altamente exigentes. Todo ello fue acompañado de discursos políticos y agendas de trabajo que pusieron presión no solo al sector público, sino también al campo literario coreano. El diagnóstico señalaba que la excelencia de sus obras no era conocida en el mundo y, para revertir aquello, se necesitaba el apoyo del Estado. Justamente bajo el gobierno de Kim Young-sam (1993-1998) se forjó, en todos los ámbitos de política pública del país, el lema “Segyehwa (세계화)” —“globalización”—, y donde la literatura se vería beneficiada gracias a la creación de un plan nacional de inversión para la internacionalización de la escritura coreana.
Para lograr aquello, en 1996 se fundó el Instituto de Traducción de Literatura de Corea (LTI Korea) con la misión de ser la principal organización del país en convertir la literatura coreana en un referente mundial. En sus esfuerzos por internacionalizarla, el Instituto ha apoyado desde entonces la publicación y traducción de 2.171 títulos en 44 idiomas. Además de inglés, chino, francés y español, la agencia ha apoyado traducciones en otros idiomas menos conocidos, como lituano, mongol y azerbaiyano.
¿Pueden la literatura y las obras que se limitan a las estrechas fronteras de Corea ganar un Premio Nobel? Hasta ahora, se han publicado 76 tipos de libros en 28 idiomas de la obra de Han Kang con el apoyo de traducción de LTI Korea y su obra ya había ganado el premio Médicis, el Premio Émile Guimet de Literatura Asiática y el premio Man Booker International. Como es evidente, la calidad literaria de Han Kang tiene los méritos necesarios para estos logros. Sin embargo, también creemos importante ponderar las tres décadas de inversión pública que el Estado coreano realizó para alcanzar estos avances de internacionalización.
La actual LTI Korea, dependiente del Ministerio de Cultura, Deportes y Turismo, comenzó a funcionar a mediados de la década de 1990 como la Fundación de Fondos de Traducción de Literatura de Corea. En 2005 se convirtió en una corporación especial en virtud del Artículo 38 de la Ley de Promoción de la Cultura y las Artes. Actualmente, consta de cuatro divisiones y una Academia de Traducción y la organización cuenta con alrededor de 80 empleados administrativos. En consideración al creciente interés global por la literatura coreana, el Ministerio de Cultura aumentó el presupuesto del instituto destinado exclusivamente al apoyo de traducción a 2.288.000 dólares para 2025, un 34,5% más que el de este año en curso.
El caso de la Academia de Traducción nos parece especialmente valioso. Además de traducir e impartir cursos para traductores profesionales —a quienes se les beca completamente luego de un estricto proceso de selección—, su papel ha sido fundamental en la profesionalización de la traducción requerida para el desarrollo de las industrias culturales del país. Desde su fundación en 2008, ha graduado a unas 1.500 personas y, a medida que ha crecido el interés por la cultura coreana —conocida como Hallyu—, se ha afianzado como una agencia pública que no solo trabaja para el futuro de la literatura del país, sino también para educar a los traductores de los contenidos culturales producidos en Corea.
Bajo este esfuerzo gubernamental, el Premio Nobel de Literatura puede comprenderse, en cierta medida, como la culminación de una política nacional continua y sistemática de largo plazo. Lo cierto es que estas políticas culturales se han convertido en un recurso central en la diplomacia pública contemporánea de Corea y ha reafirmado su softpower: al Nobel de Han Kang se suma al éxito mundial de grupos de K-Pop como BTS o Blackpink, la película “Parásitos” y la serie de Netflix “El juego del calamar”.
Sin embargo, este exitoso proceso no ha carecido de matices. Han Kang fue incluida en la “lista negra” que el gobierno de Park Geun-hye (2013-2017) creó para excluir a figuras del arte y la cultura de recibir apoyo gubernamental. Esto significó que sus libros fueran excluidos de los proyectos de selección de libros de excelencia financiados por el gobierno. Es más, la novela “Actos humanos” (original en coreano There Comes a Boy, 소년이 온다) —que trata sobre el movimiento de democratización del 18 de mayo de 1980—, tuvo un especial rechazo por parte del Estado. Cuando recibió el prestigioso Premio Internacional Man Booker en 2016 con su novela “La Vegetariana”, la oficina del presidente rechazó la solicitud ministerial de felicitarla. Bong Joon-ho (director ganador del Óscar por “Parásitos”), Hwang Dong-hyuk (director de “El juego del calamar”) y Park Chan-wook (director de “Oldboy” y “JSA”), también fueron incluidos en esa lista. Todos estos hechos fueron revelados en la investigación de la fiscalía especial y las autoridades involucradas fueron penalizadas por la ley. La inclusión en esa lista fue un acto de violencia estatal que dejó cicatrices y traumas en el mundo del arte y la cultura de Corea.
Estas experiencias pueden servir como apuntes de análisis para el caso chileno. Como se sabe, tanto Gabriela Mistral como Pablo Neruda fueron poetas que circularon tanto a nivel diplomático como en los circuitos literarios internacionales con sus obras traducidas al francés e inglés, principalmente. Como figuras literarias, su trabajo alcanzó amplio reconocimiento gracias a ese propio esfuerzo de internacionalización. En la actualidad, Chile cuenta con una larga lista de escritoras y escritores cuya obra posee el mismo potencial. La División de las Culturas, las Artes, el Patrimonio y la Diplomacia Pública (DIRAC) del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile ha hecho esfuerzos innegables por circular la producción literaria local en el mundo. Por ejemplo, ha implementado, desde el año 2017, el “Programa de Apoyo a la Traducción para Editoriales Extranjeras”. Desde ese año a 2023, se han ejecutado 115 proyectos literarios en 22 idiomas (como alemán, griego, tagalo, japonés, coreano) los que corresponden a 74 títulos de 54 escritores/as nacionales (tales como Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Diamela Eltit, Nona Fernández, Pedro Lemebel, Lina Meruane, Alia Trabucco, entre otros). Ahora bien, este fondo concursable está dirigido exclusivamente a editoriales extranjeras y no es una decisión estratégica del Estado, sino de los oferentes privados internacionales.
El Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio (MINCAP), por su parte, ha retomado con preocupación la participación del país como invitado de honor en la Feria del Libro de Frankfurt en 2027. En este sentido, se vislumbra un buen escenario para la internacionalización de la escritura local. Sin embargo, la “Línea de Apoyo a la Traducción 2024” del Fondo del Libro y la Lectura se enfoca en traducir obras internacionales al castellano y no de obras chilenas al inglés u otros idiomas. Sumado a ello, la reciente Política Nacional de la Lectura, el Libro y las Bibliotecas no menciona, en ninguna de sus medidas importantes, un plan estratégico de traducir obras de autoras y autores chilenos. Si bien la Secretaría Ejecutiva del Libro y la Lectura posee un programa de internacionalización del libro, no deja de ser necesario pensar un plan más robusto de fomento a la traducción y, sobre todo, a inscribir la creación literaria y cultural del país en los circuitos globales que complementen a los stands en ferias o festivales internacionales.
Es sabido que para ganar un Premio Nobel intervienen muchos factores. Sin embargo, y como hemos querido exponer en esta columna, es importante analizar también el rol que el Estado cumple, a través de políticas públicas estratégicas, en ello. La experiencia única de Corea del Sur con la creación de la LTI Korea en la formulación e implementación de políticas a largo plazo —y que apoyen la libertad de expresión y creación en un entorno global— es vital. Es de esperar que, en corto plazo, en Chile se puedan implementar políticas estratégicas y a largo plazo que permitan soñar en el futuro con otra u otro premio Nobel de Literatura.