A CINCO AÑOS DEL 18-O: Filmando el Oasis
23.10.2024
Hoy nuestra principal fuente de financiamiento son nuestros socios. ¡ÚNETE a la Comunidad +CIPER!
23.10.2024
El colectivo MAFI prepara el estreno de su película OASIS, que registra el proceso constituyente posterior al Estallido Social. La obra completa una trilogía sobre la última década de nuestro país, luego de “Propaganda” (2014) y “Dios” (2019).
El 9 de octubre del 2019 el entonces presidente de Chile, Sebastián Piñera (1949-2024), declaró durante una entrevista a un matinal: “En medio de esta América Latina convulsionada veamos a Chile, nuestro país, es un verdadero oasis con una democracia estable«. Una desafortunada frase que comenzaría a resonar con fuerza y rabia tan solo unos pocos días después.
En la metáfora del oasis yace el intento de construir una imagen país, en donde Chile aparece como ejemplo de estabilidad y progreso. El cuestionamiento a esa y otras imágenes hegemónicas y totalizantes nos motivó en 2012 a crear el proyecto documental MAFI – Mapa Fílmico de un País. Queríamos construir colectivamente un archivo de fragmentos cinematográficos que funcionaran como un mapa abierto y vasto de imágenes para explorar, perderse y reflexionar sobre nuestro país desde su complejidad. A partir de la observación documental, pusimos la mirada en los recovecos de la realidad y consolidamos nuestra manera de filmar: un intento incisivo de evadir la imagen oficial como una oportunidad para deambular por las fisuras del modelo, sus contradicciones e ironías.
Así, nos adentramos con nuestras cámaras en las fracturas entre la sociedad chilena y las estructuras de poder, para sacar a la luz aquello que no se ve a simple vista pero que a la mayoría incomoda. Un malestar creciente, oculto tras el espejismo de las cifras económicas, que llegaría a su punto más álgido el 18 de octubre del 2019 cuando el llamado oasis se incendió y salimos a la calle a filmar su inminente caída.
¿Qué aparece cuando algo estalla? ¿Qué queda cuando la imagen del oasis se quiebra? Las fracturas que veníamos observando hace años como colectivo quedaban expuestas en cada esquina y en cada conversación al calor de la protesta. En este escenario urgente y caótico, donde todo pasaba rápido a nuestro alrededor, detenernos a registrar se tornó una cuestión visceral, una necesidad por hacer resistencia desde las imágenes y de crear archivo contra el olvido. Siendo parte de las manifestaciones como ciudadanos y cineastas, intentábamos comprender lo que pasaba frente al lente y nuestras cámaras registraban fragmentos como acertijos que se iban entrelazando para develar que estábamos siendo parte de algo histórico que urgía por sus propias imágenes.
A medida que los días pasaban y el archivo audiovisual se multiplicaba en todas las pantallas en un tono de denuncia, surgían preguntas cada vez más insistentes sobre nuestros propios materiales: ¿Qué sentido tiene producir imágenes cuando todo está siendo grabado? ¿Cómo se registra la violencia? ¿Qué imágenes nacen de las cenizas del oasis?
La resonancia de otros tiempos se encarnaba en la presencia de militares en las calles, en las continuas violaciones a los derechos humanos, en los cacerolazos nocturnos. Millones de personas demandaban en las calles sus derechos sociales, manifestando su enojo ante las injusticias y abusos, y pidiendo una vida digna. Todas ideas que rápido fueron reprimidas con brutalidad por las policías y que terminaron por converger en la idea de una nueva Constitución que nos alejara del legado de la dictadura incrustado en los ladrillos del país.
En medio de la confusión, registramos la trasnochada reunión donde los partidos políticos acordaron la ruta de lo que sería el proceso constituyente. En el aire había emociones contradictorias, una sensación de sospecha, de poco convencimiento. Y es que el retorno de la imagen institucional y sus discursos despertaba suspicacias al mismo tiempo que anunciaba una posibilidad inédita de reemplazar la constitución de la dictadura.
Pese a la incertidumbre, el acontecimiento se vislumbraba histórico y le entregaba un nuevo sentido a las imágenes que habíamos registrado, por lo que decidimos seguir filmando pasara lo que pasara y embarcamos en la realización de una película: OASIS.
Teníamos un título, varias horas de registros, ganas de filmar y muchas preguntas. La más latente: ¿Cómo y desde dónde observar las múltiples capas de este proceso político? Si bien este nuevo órgano constitucional, y su variopinta y disonante composición, eran algo inédito en la historia del país, las lógicas de la institucionalidad suelen repetirse y esta vez no fue la excepción. Tratando de correr los accesos que la burocracia y los protocolos de la convención nos imponía, dirigimos la cámara hacia los intersticios que develaran las tensiones en los rincones del Ex-Congreso. Observamos las rígidas columnas que encerraban el debate constitucional, seguimos a convencionales en sus conversaciones de pasillo y esperamos de pie junto a los guardias que en cada puerta eran testigos de los crispados debates.
En el hemiciclo comenzó a instalarse un clima propio, cada vez más desconectado de lo que estaba más allá de sus muros, oscilando entre utopías y obstrucciones, entre la tensión y el tedio. El debate se encapsulaba y se agotaba desde adentro, mientras nosotros salíamos constantemente a los territorios en búsqueda de registrar lo que había detrás de los discursos que ahí se enunciaban.
Como colectivo el llamado era a descentrar la mirada del proceso y tratar de escapar de la contingencia que nos absorbía. Nos trasladamos a otros tiempos y espacios, hacia carreteras secundarias del desierto donde aparecían escenas de extractivismo. Observamos a las madres de una escuela básica contigua a un vertedero de cenizas oponerse a su contaminación. Asistimos a asambleas donde circulaban las noticias falsas sobre los peligros de la eventual aprobación del nuevo texto. De norte a sur, en nuestras imágenes aparecían las fracturas entre lo que sucedía dentro el Ex Congreso y lo que se vivía afuera, entre las instituciones, el territorio y sus habitantes. El ambicioso proyecto de nueva Constitución comenzaba a develarse como un posible nuevo oasis o más bien un espejismo.
Con cada vez más frecuencia, lo que registrábamos parecía desdibujar la posibilidad de una nueva Constitución. En las calles vibraban otros discursos, con temor y recelo, y ya nadie parecía estar comprendiendo el proceso. La incertidumbre del país era también la nuestra y nos desorientamos, discutimos, pero insistimos con la motivación real de ver cumplirse las nuevas ideas para Chile. Pero así como una película que se filma por tanto tiempo, una Constitución que se escribe en menos de un año, puede nunca ver la luz.
El proceso constituyente terminó por convertirse en una serie de espejismos proyectados en textos que no encontraron lugar en la sociedad y que llevaron al desencanto y al hastío. Hoy, tras 5 años de una alta intensidad política, los chilenos desconfían de su capacidad de influir en el destino del país, así como de la manifestación social como forma de generar cambios y de la capacidad de las instituciones para concretarlos (Informe PNUD, 2024). Sentimientos que solo empeoran cuando toda la crisis de la institucionalidad chilena puede leerse en un solo chat de Whatsapp.
Somos parte de esta realidad, compartimos la preocupación, la rabia y la desazón, pero creemos que faltan muchas aristas por desmenuzar y preguntas por hacerse; OASIS es una invitación a cuestionarnos aquello. Mientras editábamos la película, las imágenes del estallido, del proceso constituyente y lo que rodeó a ambos hitos fueron encontrando nuevos sentidos de reflexión y abriéndose espacio como esquirlas de una memoria estallada, de un proceso que hoy parece negado y que creemos importante de revisitar.
Han sido años de un viaje colectivo buscando fragmentos de nuestra realidad, años de unir piezas dispersas para hacernos pensar lo misteriosa, contradictoria y compleja que resulta una sociedad marcada por el abuso y la desigualdad, pero también por el deseo de transformación. Un recorrido que no solo documenta los cambios y las resistencias de Chile durante la última década, sino que también traza un mapa emocional y vivencial de un país en constante crisis. Este recorrido cinematográfico colectivo es hoy una trilogía conformada por PROPAGANDA (2014), DIOS (2019) y ahora OASIS (2024).
El 7 de noviembre, luego de una década de nuestro primer largometraje colectivo y a cinco años de aquel 18 de octubre, estrenaremos OASIS. Un viaje visual por este complejo proceso político, que deambula entre la esperanza, el absurdo y el fracaso, y que nos invita a reflexionar desde las ruinas del oasis, posibles formas de seguir viviendo juntos, en este misterioso territorio que llamamos Chile.