El caso Cubillos y la academia chilena: élite con sueldos millonarios frente a la precariedad laboral
02.10.2024
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02.10.2024
Más de dos tercios de los académicos de educación superior e investigadores del país ganan menos de 3 millones de pesos, afirma el autor de esta columna, que grafica con datos la desproporción del sueldo de Marcela Cubillos en la USS. Agrega que hay precariedad no solo en las remuneraciones, sino en las condiciones laborales. “Más aún, lo criminal es que la sobreexplotación, los derechos al margen de lo humano, y el trabajo a goteras, contrastan con los indicadores que posee la academia chilena a nivel internacional”, comenta.
La de Marcela Cubillos no es la realidad del grosso de la masa trabajadora académica. El ya conocido sueldo de 17 millones que la Universidad San Sebastián (USS) pagaba a la exministra contrasta con la ventana salarial (entre 500 mil y 1 millón de pesos) y la precarización laboral que denuncia la Asociación Nacional de Investigadores en Postgrado (ANIP).
Según una reciente publicación de la oficina de Estudios y Estadísticas del Ministerio de Ciencia, más del 80% de las personas con doctorado en Chile trabaja en la educación superior. De esta, más de dos tercios recibe sueldos inferiores a 3 millones de pesos. Así, a diferencia de Cubillos, la mayoría del personal académico universitario está integrado por expertos con formación de postgrado, y que se encuentran en estratos bajos o medios de un sistema de castas que posee deudas históricas con las bases que sustentan la investigación y la enseñanza superior en el país.
De acuerdo con la Primera Encuesta de Condiciones Laborales de Investigadores e Investigadoras, además de exigir mejores espacios de trabajo, relaciones contractuales claras y salarios de acuerdo a la carga horaria, el acceso adecuado a necesidades básicas como comer, ir al baño y disponer de descansos son preocupaciones de parte de la comunidad dedicada a la investigación académica.
Sin embargo, incluso desconociendo lo anterior, un sueldo de tal magnitud invita a reflexionar. No sólo es 17-veces superior al de sus pares, sino que, considerando el año pasado en que el sueldo promedio fue de 826.535 pesos y el sueldo mediano alcanzó los 582.559, el salario de Cubillos representa 20 veces el ingreso promedio nacional, alrededor de 30 veces lo que percibe la mitad de los trabajadores chilenos, 34 veces el recién acordado salario mínimo, y 50 veces el de 2021.
En perspectiva, mientras la ciudadanía chilena, de 2021, que trabajada por el sueldo mínimo (337 mil pesos) ganaba menos de 2 mil pesos por hora, la exministra recibía cerca de 100 mil. O bien, para dimensionar el asunto: en una semana Cubillos ganaba el sueldo mínimo de todo un año.
La exministra tiene razón al mencionar que “en Chile hay libertad de trabajo y de contratación”, pero su discurso excluye que quienes se dedican a la investigación académica llevan años denunciando el empleo indigno. Parte de la academia chilena (sobre) vive con “boleteo”, experimenta con jornadas laborales extenuantes, y enseña en ausencia de seguro de accidentes. Otra proporción posee categoría de indigente en FONASA y autofinancia su ISAPRE.
Cubillos incluso se permite muñecos de paja con componentes de género: “Esta izquierda progre de cartón, piensan que la mujer profesional –cuando un marido asume un cargo en el extranjero– tiene que dejarlo todo para seguir a su marido”, los cuales omiten que las mujeres con doctorado en Chile “presentan una mayor tasa de desempleo, menor participación en el mercado laboral, y menor remuneración en su empleo principal que los hombres con el mismo grado académico”.
Por su parte, en una reciente columna, Gerardo Varela (también ex ministro de Educación) fue tan categórico como sus dichos en torno a bingos para financiar colegios con goteras que le significaron una pronta salida del ministerio: “Pagar generosamente a figuras políticas es bueno y conveniente para todos. Para la universidad… para los profesores de planta… para los alumnos… para el fisco… para las universidades… y para las figuras políticas porque compensan en algo su sacrificio de ingresos por dedicarse al servicio público. Eso es un círculo virtuoso que no debe escandalizarnos”.
Para Varela, las universidades privadas contratan prestigio (o “fama”) el cual se valoriza más en estas instituciones que en las públicas, y ello termina siendo beneficioso incluso para la recaudación fiscal. Es infértil, de todos modos, centrarse en críticas morales al análisis de Varela, así como también a la frágil defensa de “la libertad” que esgrime Cubillos, pero lo interesante radica en que de estos discursos se desprende que la meritocracia sigue siendo mitología política.
Además, los dichos de ambas exautoridades de Educación sazonan el romanticismo sádico con el que en ocasiones se aconseja a quienes se dedican al trabajo intelectual: “Pásala mal y esfuérzate porque la retribución es el prestigio”. Más aún, lo criminal es que la sobreexplotación, los derechos al margen de lo humano, y el trabajo a goteras, contrastan con los indicadores que posee la academia chilena a nivel internacional.
Chile, invirtiendo menos en investigación y desarrollo (un histórico valor menor al 0,4% del PIB, versus un 2,7 que promedio la OCDE) y con una menor cantidad de personas dedicadas a la investigación (1 por cada mil personas trabajando, versus un promedio OCDE de 9,2, en 2021), prepandemia superó en producción académica (citas acumuladas por documento publicado) a países como Reino Unido, Francia, Nueva Zelanda, Canadá, Alemania, Estados Unidos, y Japón.
Futuras investigaciones esclarecerán si la Caja de Pandora que abrió el Caso Cubillos termina en que la USS sea catalogada de caja pagadora (abriendo un nuevo debate sobre desconocidos mecanismos de financiamiento irregular de la política); no obstante, y al mismo tiempo, la defensa por parte del rector de la USS es un escupo figurado en la cara de quienes experimentan condiciones laborales precarias en la academia. Las declaraciones de Cubillos, por su parte, poseen carácter de provocación, pero carecen de argumentos intelectuales, técnicos, y/o éticos de peso. Y respecto a las de Varela, nada nuevo bajo el sol para visiones que deshumanizan las estadísticas.