Una mirada al triunfo de la ultraderecha en las elecciones de Austria: el resurgir de la extrema derecha en el corazón de Europa
01.10.2024
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01.10.2024
El ultraderechista Partido de la Libertad (FPÖ) se impuso este domingo con un 29,2% de los votos en las elecciones legislativas. El resto del espectro político no quiere negociar con ellos para que no llegue al poder el líder, Herbert Kickl. El autor de esta columna escrita para CIPER señala que «los partidos tradicionales, democristianos y socialdemócratas se muestran reacios a formar coalición, (pero) su influencia en temas como la inmigración, la identidad y la seguridad será innegable en cualquier configuración gubernamental que surja».
En el corazón de Europa, donde las sombras del pasado se entrelazan con los desafíos del presente, una nueva narrativa política está redefiniendo el panorama electoral. El domingo 29 de septiembre Austria vivió un momento histórico: por primera vez desde la posguerra, la extrema derecha, representada por el Partido de la Libertad de Austria (Freiheitliche Partei Österreichs: FPÖ), se alzó con la victoria en las elecciones parlamentarias.
Este triunfo, que otorgó al FPÖ casi el 30 % de los votos, no es un hecho aislado, sino parte de una tendencia que se extiende por el mundo de habla alemana. En Alemania, su equivalente ideológico, Alternative für Deutschland (AfD), ha logrado posicionarse entre los dos primeros puestos en las últimas tres elecciones estatales de Alemania del Este.
La victoria del FPÖ, liderado por el controvertido Herbert Kickl, plantea interrogantes sobre el futuro político de Austria. Aunque su triunfo no garantiza automáticamente su acceso al poder —los partidos tradicionales, democristianos y socialdemócratas se muestran reacios a formar coalición—, su influencia en temas como la inmigración, la identidad y la seguridad será innegable en cualquier configuración gubernamental que surja.
Este giro hacia la derecha radical no puede entenderse sin considerar factores como los escándalos de corrupción que han sacudido a la democracia cristiana austríaca desde el gobierno de Sebastian Kurz, el cansancio de la opinión pública con la guerra en Ucrania y los temores ante las olas migratorias. Sin embargo, más allá de estas circunstancias puntuales, es fundamental analizar las conexiones ideológicas que unen a las derechas radicales del mundo de habla alemana.
Lejos de ser un vestigio anacrónico de tiempos oscuros, la extrema derecha en Austria y Alemania se ha reinventado como una fuerza política contemporánea que navega hábilmente entre la controversia y la aceptación mainstream. Como señala Lee McGowan, la derecha radical alemana ha demostrado una notable capacidad de adaptación, reinventándose en respuesta a los cambios políticos y sociales de diferentes períodos históricos.
Esta capacidad de metamorfosis ideológica y estratégica es precisamente lo que ha permitido a movimientos como el AfD y el FPÖ ganar terreno en sociedades que, durante décadas, parecían inmunes al atractivo de la retórica extremista. La persistencia y evolución de la extrema derecha en estos países no es un fenómeno aislado, sino el resultado de una compleja interacción entre factores históricos, socioeconómicos y culturales.
El ascenso de estas fuerzas políticas supone un desafío importante para las democracias europeas. ¿Cómo equilibrarán los gobiernos las demandas de seguridad y preservación de la identidad nacional con los valores de apertura y tolerancia? ¿Qué impacto tendrá este giro a la derecha en las políticas migratorias y en las relaciones con la Unión Europea?
Mientras Europa observa con atención, el triunfo del FPÖ en Austria marca un punto de inflexión en la política del continente. Sea cual sea el resultado final de las negociaciones para formar gobierno, una cosa está clara: la extrema derecha ha dejado de ser un actor marginal para convertirse en una fuerza que no puede ser ignorada en el escenario político europeo.
El FPÖ, con raíces que se remontan a la posguerra, representa un caso complejo de partido populista de derecha en el mundo germano-hablante. Fundado en 1956, inicialmente acogió a muchos exnazis y pangermanistas, lo que refleja la compleja relación de Austria con su pasado nazi. Su primer líder, Anton Reinthaller, era un antiguo oficial de las SS, lo que ilustra la visión benevolente de los primeros años del partido respecto a su pasado nazi en Austria.
La trayectoria del FPÖ ha estado marcada por varias fases ideológicas, desde una etapa nacional-liberal hasta la era Haider, caracterizada por un populismo de derecha más explícito, seguida por una fase de normalización y, más recientemente, bajo el liderazgo de Herbert Kickl, un retorno a posiciones más radicales. Anton Pelinka señala que el partido ha logrado combinar elementos aparentemente contradictorios en su plataforma ideológica, incluyendo un nacionalismo específicamente austríaco, euroescepticismo, antiinmigración, conservadurismo social y populismo económico.
La llegada de Herbert Kickl al liderazgo marca una nueva radicalización. Kickl, quien aspira a ser el «canciller del pueblo», ha intensificado la retórica antistablishment del FPÖ, cuestionando la legitimidad de las instituciones democráticas, los consensos culturales liberales, y los medios de comunicación. Ha abogado por políticas de inmigración aún más restrictivas y ha adoptado una postura más abiertamente hostil hacia la UE. Además, ha cuestionado aspectos de la narrativa histórica oficial de Austria, particularmente en relación con el período nazi.
El FPÖ ha desarrollado una aproximación distintiva a la política social que combina elementos de izquierda y derecha. Laurenz Ennser-Jedenastik define esta postura como un «chovinismo del bienestar», que implica apoyar un estado de bienestar generoso principalmente para los ciudadanos austríacos «nativos», políticas familiares tradicionales, protección de las pensiones y una combinación de proteccionismo laboral con políticas promercado para pequeñas empresas.
El impacto del FPÖ en la política austríaca ha sido profundo. Su participación en gobiernos de coalición, como socio minoritario, ha normalizado la presencia de la extrema derecha en el Poder Ejecutivo, provocando un desplazamiento general del discurso político hacia la derecha, especialmente en temas de inmigración y multiculturalismo. El FPÖ también ha influido en la política exterior austríaca, promoviendo una postura más escéptica hacia la UE y más amistosa hacia Rusia. Esa influencia, podría acrecentarse después del resultado del domingo.
Al otro lado de la frontera, en Alemania, se ha estado desarrollando un proceso similar con el ascenso de Alternative für Deutschland (AfD). El surgimiento en 2013 del AfD marcó un punto de inflexión en la política alemana de posguerra. Fundado inicialmente como una respuesta euroescéptica a la crisis del euro, el partido ha experimentado una evolución ideológica significativa que lo ha llevado desde el liberalismo económico hasta posiciones cada vez más nacionalistas y xenófobas.
Kai Arzheimer argumenta que el AfD logró lo que parecía imposible: convertirse en el primer partido populista y euroescéptico de derecha en alcanzar un éxito electoral significativo en Alemania desde la Segunda Guerra Mundial. Este logro es particularmente notable si se tiene en cuenta el contexto histórico alemán y la resistencia tradicional del sistema político a los partidos de extrema derecha.
El éxito inicial del AfD se debió, en gran medida, a su capacidad para presentarse como una alternativa «respetable» a los partidos establecidos. Liderado inicialmente por académicos y profesionales, el partido logró atraer a votantes descontentos de todo el espectro político. Sin embargo, esta imagen de respetabilidad ha sido cuestionada constantemente por las tensiones internas entre el sector económico liberal-nacional y los elementos más nacionalistas y socialmente conservadores.
Samuel Salzborn argumenta que la ideología del AfD incorpora elementos clave de la llamada «Nueva Derecha» europea. Esta corriente ideológica busca distanciarse del fascismo histórico mientras promueve una visión etnocéntrica de la sociedad. Conceptos como el «etnopluralismo», que sostiene que las culturas son distintas e incompatibles, permiten al AfD articular un discurso xenófobo más sofisticado y menos abiertamente racista.
La retórica del AfD incluye estrategias discursivas que Wodak & Pelinka describen como la construcción del miedo, la política de la identidad, la retórica contra el establishment y el revisionismo histórico. Esto ha permitido al AfD normalizar ciertos temas que antes eran tabú en el debate público. Su crítica a la política migratoria de Angela Merkel durante la crisis de los refugiados de 2015 marcó un punto de inflexión, ya que permitió al partido capitalizar los temores relativos a la inmigración y a la pérdida de identidad cultural.
Tanto el AfD como el FPÖ comparten varios elementos ideológicos clave, entre ellos el nativismo, el populismo, el euroescepticismo, la antiinmigración, el conservadurismo social y el revisionismo histórico. Sin embargo, existen diferencias significativas entre ambos partidos que reflejan los distintos contextos históricos y políticos de Alemania y Austria.
El impacto de estos partidos en el discurso político y la agenda pública ha sido significativo. Han logrado desplazar el debate hacia la derecha, cuestionar el consenso de la posguerra, polarizar el debate público y normalizar discursos antes marginales. Ambos partidos han demostrado una habilidad notable para utilizar los medios de comunicación, especialmente las redes sociales, para difundir su mensaje.
La influencia de la «Revolución Conservadora», un movimiento intelectual de derecha radical surgido en la República de Weimar, es evidente en la ideología y la retórica de ambos partidos. Armin Mohler, el intelectual de extrema derecha de habla alemana más significativo de la posguerra, describió este movimiento como una corriente de pensamiento que buscaba una «tercera vía» entre el comunismo y el capitalismo liberal, abogando por un retorno a valores tradicionales y una visión orgánica de la nación.
Estos elementos ideológicos encuentran resonancia en el AfD y el FPÖ contemporáneos. Ambos han adoptado el concepto de «etnopluralismo», una reformulación moderna de las ideas de diferencia cultural irreconciliable ya propuestas por la Revolución Conservadora. Este concepto sostiene que las culturas son entidades distintas y separadas que deben mantenerse así para preservar su integridad, lo que se traduce contemporáneamente en políticas antiinmigración y anti-multiculturalismo. De igual forma, una comprensión de la política centrada más en una guerra cultural, que en una batalla electoral.
El impacto de estos partidos en el discurso político y la agenda pública ha sido significativo. Han logrado desplazar el debate hacia la derecha, cuestionar el consenso de la posguerra, polarizar el debate público y normalizar discursos antes marginales. Ambos partidos han demostrado una habilidad notable para utilizar los medios de comunicación, especialmente las redes sociales, para difundir su mensaje.
El auge de estos partidos plantea preguntas fundamentales sobre el futuro de la democracia liberal en los países germano-hablantes y en Europa en general. Se pone a prueba la resiliencia de las instituciones democráticas, se intensifica la polarización y la fragmentación política, se desafía el consenso de la posguerra y se generan tensiones entre democracia y liberalismo. Además, los discursos xenófobos de estos partidos están forzando un debate sobre la ciudadanía y la pertenencia, con implicaciones potencialmente excluyentes para las minorías y los inmigrantes.
El futuro de la extrema derecha en el mundo germano-hablante dependerá no solo de su propia evolución ideológica y estratégica, sino también de cómo respondan las sociedades alemana y austriaca a los desafíos que estos movimientos plantean. La capacidad de las democracias liberales para abordar las preocupaciones subyacentes que alimentan el apoyo a estos partidos, sin comprometer los valores fundamentales de pluralismo y tolerancia, será crucial para determinar el equilibrio político en los años venideros.
En última instancia, el fenómeno de la extrema derecha en el mundo germano-hablante nos obliga a reflexionar sobre la naturaleza de nuestras democracias, la relación entre identidad nacional y diversidad cultural y los desafíos de la gobernanza en un mundo cada vez más interconectado y complejo. El debate que estos movimientos han provocado está lejos de concluir y su resolución tendrá profundas implicaciones, no solo para Alemania y Austria, sino también para el futuro de la democracia europea en su conjunto.