La prensa tradicional al banquillo: cómo reaccionó frente al Informe de Desarrollo Humano del PNUD
02.10.2024
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02.10.2024
El autor de esta columna escrita para CIPER repasa las conclusiones del Informe de Desarrollo Humano 2024 respecto de los discursos públicos, detalla las reacciones que generó en los medios tradicionales y discute los principales argumentos de columnistas en esas plataformas. Sostiene que “al inhibir la expresión de la variedad de opiniones existentes, la prensa tradicional restringe los procesos de deliberación sobre cambios anhelados por la sociedad”.
El Informe de Desarrollo Humano (IDH) del PNUD 2024, “¿Por qué nos cuesta cambiar?”, ha propiciado un intenso debate público sobre los deseos de cambio expresados por la sociedad chilena, y su malestar al no poder realizarlos. Más de 500 notas, editoriales y columnas han comentado sus resultados.
El IDH se pregunta por qué se entrampan cambios largamente demandados por la ciudadanía y cuya necesidad es avalada por el conocimiento experto. Por qué, por ejemplo, han fracasado las iniciativas de cambio constitucional, o por qué los intentos de reformar el sistema de pensiones han sido infructuosos. Propone que la dificultad principal para realizar estas transformaciones se vincula con las insuficientes capacidades de la sociedad chilena para conducir cambios sociales. Atribuye esta insuficiencia a dos factores. Uno son las relaciones disfuncionales entre los actores de la conducción, esto es, ciudadanía, elites y movimientos sociales; el otro es la predominancia de lógicas inhibidoras de la conducción a nivel de instituciones, discursos públicos y subjetividades.
Para examinar el peso de los discursos públicos para conducir los cambios sociales, el IDH analiza 472 columnas y editoriales de El Mercurio, La Tercera y El Mostrador sobre reformas en pensiones, educación y medio ambiente, 194 sobre reformas al sistema de pensiones; 50 sobre la ley de inclusión escolar, y 228 sobre la Ley del Servicio de Biodiversidad y áreas protegidas, SBAP) (PNUD 2024: Anexo 8). Basado en investigaciones sobre esfera pública, enmarcados de noticias y estudios de agenda-setting, examina las narrativas y gramáticas que utilizan columnistas y editoriales para justificar sus posiciones.
El informe concluye que en editoriales y columnas la prensa tradicional no da espacio a la diversidad de opiniones existentes en la sociedad chilena, entregando lecturas parciales sobre las reformas demandas por la ciudadanía. La prensa tradicional – El Mercurio (EM) y La Tercera (LT) – respondió con reportajes en sus ediciones del domingo (08/09/2024) y EM en editoriales (28/08/2024 y 11/09/2024). Dichas publicaciones, sin embargo, fueron sesgadas, confirmando los hallazgos del IDH: las lecturas de la prensa tradicional tienden a polarizar el debate sobre reformas y a obstruir las iniciativas de cambio social.
Los discursos públicos que circulan en los medios de comunicación son interpretaciones sobre problemas comunes que producen actores con poder e influencia, cuyo objetivo es persuadir a la opinión pública sobre los diagnósticos de estos problemas, y cuáles serían las políticas públicas más apropiadas. Los discursos públicos se expresan en disputas de enmarcado, entre actores con diversas posiciones normativas sobre la sociedad. Estos discursos condicionan la prioridad de las demandas sociales, y definen quiénes son los actores legitimados para opinar y decidir, afectando la calidad del debate. Entre los resultados del análisis, destacan cuatro:
Primero, existe una asimetría en la representación de puntos de vista frente a las iniciativas de reformas. Por ejemplo, la diversidad de opiniones sobre la Comisión Bravo en pensiones no se refleja en las editoriales y columnas de El Mercurio y La Tercera, pero sí en El Mostrador. Igualmente, las posiciones de movimientos ambientalistas y sindicatos de CONAF que se oponen al SBAP tienen menor presencia en los medios tradicionales. Esta asimetría en las posiciones frente a reformas está ligada con la concentración de los medios de comunicación en Chile (Becerra y Mastrini, 2017) y con la afinidad de las líneas editoriales de LT y EM con sectores políticos de derecha y de las grandes empresas (Mönckeberg, 2009).
Segundo, esta asimetría contribuye a que las élites dirigentes tiendan a discutir los problemas públicos ensimismados en sus propios intereses. La resistencia de las elites a reformas en educación, salud y pensiones, por ejemplo, dista de los deseos de cambio de la ciudadanía que revela el PNUD, brecha coincidente con estudios anteriores (Atria y Rovira, COES 2021). Si bien las élites son un hecho sociológico inevitable, la prensa tradicional tiende a reafirmar sus puntos de vista, que luego se encapsulan en cámaras de eco. Este distanciamiento ayuda a explicar la desafección de la ciudadanía frente a las elites políticas y empresariales, a quienes sindican como los “villanos del cambio’”.
Tercero, tres principios son recurrentes en el debate público para evaluar cambios institucionales: la eficiencia económica, los derechos individuales, y la solidaridad inclusiva. De estos, la eficiencia económica es por lejos el principio dominante. Bajo este criterio se tienden a deslegitimar las opiniones políticas, restringiendo la discusión de reformas a análisis costo-beneficio y al rol subsidiario del Estado. Los derechos individuales y la propiedad privada son otros principios dominantes – por ejemplo para evaluar reformas en pensiones o educación – donde la libertad de elegir y el mérito individual se suelen presentar como opuestos a la igualdad social. Los discursos que apelan al principio de solidaridad inclusiva – por ejemplo, para que exista solidaridad inter-generacional en pensiones – en cambio, tienen una presencia marginal en las columnas y editoriales de LT y EM.
Cuarto, la oposición entre Estado y mercado es el código predominante con que columnistas y editoriales analizan políticas públicas. Esta dicotomía expresa tipos ideales de sociedad contrapuestos. Para unos, el Estado es una amenaza para la libertad de las personas y el mercado la mejor forma de coordinación; para otros, el Estado promueve los derechos colectivos mientras el mercado crea discriminaciones y desigualdades. Estos códigos, sin embargo, tienen una presencia asimétrica. La prensa tradicional exalta la capacidad del mercado y cuestiona la del Estado al examinar reformas en pensiones, educación y SBAP. Mientras los chilenos creen que ambos sectores pueden colaborar en la conducción de cambios instituciones, los discursos públicos analizados tienden a oponer Estado y mercado.
Los medios de comunicación son una de las principales avenidas a través de las cuales conocemos el mundo. El periodismo es una de las principales formas de producir conocimiento público y tiene un rol central en el funcionamiento de la democracia, ayudando a señalar cuáles son los temas de interés público. Un periodismo de calidad reportea un fenómeno desde distintos ángulos, con diferentes fuentes, triangula datos, contrasta posiciones, y es capaz de explicar la complejidad de los fenómenos, con el objetivo que el lector se pueda formar una opinión propia.
La cobertura que La Tercera y El Mercurio ha dado al informe del PNUD dista de este ideal periodístico. El reportaje de EM (08/09/2024) “El debatido informe del PNUD: ¿Radiografía social o relato para el Gobierno?” es incompleto y sesgado. Especula conexiones entre el PNUD y el gobierno para argumentar que el informe sería un nuevo relato político para este último. Cita sólo a comentaristas que cuestionan el informe. No hay un solo comentario favorable a los resultados de esta investigación.
El reportaje de LT (08/09/2024) “El debate por el rol de las élites, los cambios y el retorno del malestar” tiene un tono similar. Resalta que el estudio lo habría pedido el presidente Boric, que el gobierno financió su impresión, y luego da voz a comentaristas que cuestionan sus hallazgos. No discute los resultados del IDH en su mérito ni los contrasta con otros estudios. Su lectura se reduce al juego político contingente.
Además, EM ha dedicado dos editoriales al informe del PNUD. La primera, (28/08/2024) “Informe PNUD: análisis desbalanceado” cuestiona sus resultados. Discrepa con que el gran empresariado sea el villano del cambio, aunque reafirma la disfuncionalidad del sistema político. Destaca, sobre todo, la valoración ciudadana por la democracia y por cambios graduales, enfatizando que el malestar social respondería al estancamiento económico.
En la editorial “Discurso público en el PNUD” (11/09/2024), EM afirma que los analistas ven al informe del PNUD como un programa de izquierda. En un acto de negación de su posición duopólica, EM apela a “la inmensa variedad de medios que existen en Chile” para cuestionar el análisis de columnas. Concluye que el informe es “una recopilación de prejuicios de la extrema izquierda chilena, que se repiten ahora bajo las banderas de Naciones Unidas”. La editorial confirma la lectura sesgada y polarizante de tiene El Mercurio sobre los deseos de cambio en la sociedad.
Los reportajes y editoriales de EM y LT sobre el informe del PNUD son parciales. Al inhibir la expresión de la variedad de opiniones existentes, la prensa tradicional restringe los procesos de deliberación sobre cambios anhelados por la sociedad.
A pesar del sesgo de EM y LT, varios columnistas en estos medios comentaron los resultados del PNUD (Isabel Pla, Jorge Correa Sutil, Oscar Contardo, Paula Walker, Daniel Matamala, Paula Escobar, Carlos Correa, Josefina Araos, Javier Sajuria), con mayor diversidad de opiniones en La Tercera que El Mercurio.
El informe 2024 ha generado un rico debate sobre el pesimismo actual. Mauro Basaure sugiere que la desconfianza sobre el futuro nos situaría frente a una sociedad impotente, en que las personas conocen sus problemas, desean una solución, pero no existen las condiciones para solucionarlos. Eugenio Tironi destaca que este pesimismo se vincula a instituciones públicas ineficaces, que trabajan para ellas mismas y a políticos que viven peleando entre sí, cobrándose revancha, lo que impediría el acuerdo y reconocer avances. Aldo Mascareño cuestiona que la distinción entre elite y pueblo tendría un uso político. Cuestiona, además, el peso dado a columnas y editoriales, pues el sistema de medios sería pluralista y los chilenos se informarían en “conversaciones con amigos”. Mascareño desconoce la evidencia: dos grupos tradicionales poseen la mayoría de los medios impresos; el debate técnico sobre reformas se expresa en esos medios; las redes sociales no producen contenido periodístico, sino que circulan opiniones – y desinformación; la prensa mantiene su rol central en interpretar los hechos.
Más allá de legítimas críticas, un aspecto saliente son las columnas de trinchera de representantes de intereses – empresariales o políticos – que comentan el IDH en la prensa tradicional. Tres ejemplos:
César Barros es un epítome del sesgo economicista. En su opinión, los villanos no serían las elites políticas y empresariales que obstruyen los cambios sociales, sino las políticas de izquierda implementadas desde 2015. El verdadero villano de Chile sería la falta de inversión y crecimiento.
Fernando Claro critica al PNUD por no resaltar la inmigración ni el crecimiento económico en el malestar ciudadano, y por destacar el carácter excluyente de las elites económicas. Argumenta que Chile es una sociedad de alta movilidad, cuya elite sería permeable. Lo que Claro ignora es que la movilidad en Chile es fluida, pero desigual: en el 10% más rico hay muy poca movilidad social. Claro termina atacando a la ONU como una institución izquierdista, reproduciendo el guion de la extrema derecha, que cuestiona a los organismos internacionales y al conocimiento científico.
En línea similar, Pablo Ortúzar descalifica el IDH 2024 como un instrumento ideológico de izquierda. Cuestiona a los sociólogos por producir más artículos científicos que ensayos políticos, y plantea que antes que un informe de investigación, este sería un relato para “recuperar el control de la narrativa política”. El columnista repite el eslogan octubrista, que el estallido fue solo violencia y destrucción, y que el malestar es una ficción de sociólogos de izquierda. (Sobre sociología, Ortúzar podría informarse sobre los debates del campo, sus innovaciones metodológicas o el ensamblaje entre ciencia social y sociedad.)
¿Qué tienen en común las columnas de Barros, Ortúzar y Claro? Primero, se sitúan en la batalla cultural, sin distinguir conocimiento científico de comentario político. La liviandad con que tratan el IDH – como un relato izquierdista – desconoce el robusto trabajo científico que hay detrás (dos años de investigación, una encuesta nacional de Desarrollo Humano, 9 grupos focales, aportes de consultores especialistas, y más de 100 académicos que debatieron sus resultados). Segundo, estas columnas no tienden a presentar datos de otras investigaciones, sino prejuicios con los cuales descalifican a quienes consideran en la trinchera del frente. Tercero, sus argumentos revelan anti-intelectualismo y sesgo ideológico, cuestionando instituciones internacionales como la ONU (Claro) o los artículos científicos (Ortúzar).
Los columnistas de la batalla cultural no son un fenómeno exclusivo de Chile, sino que actores comunes de tiempos polarizados. Lo saliente del caso chileno es la preponderancia de este tipo de columnistas representantes de intereses en LT y EM, quienes con lecturas sesgadas, acentúan el divorcio que existe entre los medios tradicionales y la ciudadanía.