Libros: Gonzalo Millán en el futuro
24.07.2024
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24.07.2024
Comentario de La ciudad y otros poemas, de Gonzalo Millán (2024, Lom Ediciones): «La vigencia de este poeta prevalece y contagia a las nuevas generaciones.»
Es una mañana demasiado fría. Espero la aprobación o el rechazo de la revisión técnica de mi auto, a pasos de Carrascal, comuna de Quinta Normal. Ante la incertidumbre, leo un libro que llevo conmigo, mientras los autos rugen como animales en un matadero. Con lápiz grafito subrayo algunos versos que parecen describir la realidad de estos días: «El frío raspa los labios. / El frío enronquece. / Los dientes castañetean. / El frío agrieta la piel. / En la calle hace un frío extremo. / La miseria es extrema».
En otra página, subrayo: «La estufa se apagó anoche / después de consumir su combustible. / Cortaron el teléfono y pronto / cortarán la luz».
Los primeros versos son del libro La ciudad y los últimos, del poema Apocalipsis doméstico, del poeta Gonzalo Millán (1947-2006). Y el libro que tengo a mano en esta revisión técnica es una nueva antología: La ciudad y otros poemas, edición y prólogo a cargo de Naín Nómez (ambos poetas compartieron exilio, amistad y proyectos en Canadá), publicada hace poco por Lom, y dedicado a Sol Millán, la hija del autor.
Esta nueva antología es una muestra de la obra de un autor que a los 14 años, en el diario La Nación, publicó su primer cuento; a los 19, su primer poema (en la revista Orfeo); y que en 1987 ganó la primera edición del Premio Pablo Neruda de Poesía Joven. Lo que encontramos aquí son algunos textos de su elogiado primer libro de veinteañero, Relación personal, pero también fragmentos de obras más consagradas, como La ciudad, Virus, Claroscuro, Autorretrato de memoria. Figuran, también, algunas entradas de su «diario de vida y de muerte» Veneno de escorpión azul, que Millán redactó desde el 20 de mayo de 2006, dos semanas después de enterarse de que estaba enfermo de cáncer.
De este último libro, leemos: «Le tengo miedo al estómago de mi madre. / A ese motor visceral, a esa máquina / trabajando día y noche a mi lado».
Millán es uno de los autores más originales de la poesía en Latinoamérica. Su obra ha sido estudiada y difundida por críticos, poetas y escritores como Roberto Bolaño, Alejandro Zambra, Diego Zúñiga, Leonardo Sanhueza, Yanko González, Sergio Parra, Pía Barros, Andrés Anwandter, Kurt Folch, Jaime Pinos, Guido Arroyo, Leonidas Morales, Francisco Leal, Carmen Foxley, Jaime Concha, Grínor Rojo y Soledad Bianchi (quien definió su escritura como de «una concentrada intensidad»).
La vigencia de este poeta nacido y muerto en Santiago prevalece y contagia a las nuevas generaciones. Hace cuatro años, la Editorial de la Universidad de Concepción había presentado otra antología suya, El viajero sin vuelta. Antología personal de Gonzalo Millán (a cargo de Carlos Decap); y el año pasado se estrenó en la U. de Playa Ancha su obra Oratorio, un ejercicio performativo basado en La ciudad, acaso su poema más conocido.
Por estos días, el poeta David Bustos realiza su proyecto de tesis doctoral sobre la obra de Millán, y hasta hace poco existió en Providencia una librería bautizada en su honor (Escorpión Azul). Pero no es suficiente, y falta lo más relevante: que la poesía de Millán no deje de circular para el futuro.
En el prólogo de La ciudad y otros poemas, anota Naín Nómez: «Millán prefirió corregir en forma continua sus poemas. A contrapelo de este planteamiento del autor, hemos preferido entregar al lector las versiones originales de los poemas, por un prurito de especificar los contextos de producción de los textos, su intencionalidad cultural y estética». Esta opción por conservar las versiones originales de los poemas ha sido decisión del antologador y de sus herederos, y lo importante es que así se explica al inicio. Queda la tarea de que cada lector/a, si así lo desea, compare el desarrollo y evolución de estos textos con los que hasta ahora se conocían en otras publicaciones.
Un ejemplo concreto de lo dicho anteriormente, sucede con algunos personajes de La ciudad, como “El anciano”, que ya en la antología Trece lunas (1997, con prólogo de Waldo Rojas), tiene al personaje en su versión femenina, cambiado por Millán. «La anciana pinta monos. / La anciana dibuja monigotes. / Los monos se parecen al hombre. / La anciana remeda. / La anciana es ingenua. / La anciana juega. / La anciana se pasa el tiempo jugando. / Inventa una ciudad de juguete».
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Publicado por primera vez en 1979, durante su exilio en Quebec (Canadá), y editado en Chile recién quince años más tarde (Editorial Cuarto Propio), La ciudad es un libro fundamental para la tradición de la poesía latinoamericana. Está construido a partir de fragmentos proposicionales, a la manera de un registro de la vida cotidiana marcada por el exilio y la dictadura. Entre el paisaje y las estaciones del año, entre el calor y el frío, transcurre la miseria, la cesantía y las violaciones a los derechos humanos. Fue un libro que Millán siempre estuvo escribiendo, incluso antes del Golpe de Estado. Él mismo le comentó a revista Lar: «Empecé a escribir La ciudad en el año 1971 ó 1972 en Santiago de Chile, sin yo saberlo». En una nueva edición del libro de 2007 (editorial Norma), Verónica Jiménez comenta que Millán nunca abandonó la tarea «de abundar y reelaborar este extenso poema». El poeta mantuvo, incluso, un archivo digital con más modificaciones, bajo el título La ciudad III.
Al llegar a casa, después del frío mañanero y de la burocracia, reviso otros poemas de Millán. Leo algunos relacionados con automóviles, incluidos en el libro Vida. Así comienza Garaje: «Como un mecánico yace el cadáver / debajo del coche, arrollado / en una mortaja grasienta». Y en el poema Wheel Wrench, escribe: «En el espejo retrovisor, / las ciudades / con sus pozos emponzoñados / bajo el signo de la Calavera».
Leo el epígrafe de un poema homónimo de Bertolt Brecht: «¿Por qué miro el cambio de rueda con impaciencia?». Me quedo con la sensación que proyecta la poesía de Gonzalo Millán y su mirada aguda, relacionada con los hechos que construyen la cotidianidad, en versos que habitan el futuro y también el pasado, como en un sucio espejo retrovisor.