Copa América 2024: Breve crónica del ocaso del fútbol
18.07.2024
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18.07.2024
Que en la reciente competencia continental primó el negocio (y el espectáculo) por sobre el deporte, ha sido un comentario recurrente en las últimas semanas. Con diversos ejemplos, la siguiente columna para CIPER enumera las sospechas de una edición que «sugiere que otras fuerzas están tomando el control, desdibujando la frontera entre evento deportivo y espectáculo comercial.»
La reciente Copa América 2024 no ha sido sólo un torneo de fútbol; sino que se ha transformado también en un preocupante ejemplo de cómo, a nuestro juicio, el deporte más popular del mundo está perdiendo su esencia, sentido y autonomía [ver columna en CIPER-Opinión: «Corrupción en el fútbol (más allá de Roldán)» ]. Estamos siendo testigos de una erosión de las fronteras que separan al fútbol de los intereses económicos, políticos y mediáticos. Cuando el presidente de la CONMEBOL anunció hace un mes que ésta sería la Copa América «más competitiva de la historia» —y recordemos que su primera versión fue ya hace más de un siglo (1916)—, pocos imaginaron la serie de polémicas que se aproximaban.
Como aficionados, esperamos que el fútbol se rija con sus propias reglas y lógicas, centradas en el juego y la competencia deportiva. Sin embargo, lo visto en esta edición sugiere que otras fuerzas están tomando el control, desdibujando la frontera entre evento deportivo y espectáculo comercial . El campeonato ha sido acusado de una serie de irregularidades, dando lugar a diversas hipótesis sobre la integridad del torneo, incluyendo sospechas sobre favorecer a ciertos equipos o intereses comerciales. Por ahora, se trata de comentarios e hipótesis sin investigaciones de respaldo, pero de todos modos rodeadas de pruebas que van más allá de la simple especulación.
Desde un inicio, este torneo 2024 estuvo marcado por controversias. El acuerdo entre CONMEBOL y CONCACAF para organizar el evento en Estados Unidos despertó sospechas, ya que por rotación le correspondía a Ecuador, cuya federación declinó sorpresivamente ser anfitriona. La decisión de que la Argentina de Lionel Messi inaugurara el torneo, en lugar del país sede (contraviniendo la tradición de que los anfitriones se clasifican, integran el grupo A e inauguran la competición), respondió claramente a intereses económicos y mediáticos. La presencia selectiva del presidente de la FIFA, quien solo asistió a ese partido, no hizo más que alimentar las teorías de favoritismo. Fueron las primeras señales de que se estaban transgrediendo los criterios futbolísticos, y la hipótesis de que la copa estaba «armada» para maximizar ganancias comenzó a fortalecerse (y, ojo, no solo en redes sociales ni mediante comentarios informales).
Las irregularidades en la organización se evidenciaron rápidamente, revelando una incapacidad del fútbol para procesar adecuadamente los intereses externos. La escasa cultura futbolística de EE.UU. se hizo evidente. No sólo se desafió la tradición de que el anfitrión inicia el torneo, sino que también se violaron abiertamente las regulaciones de la FIFA. Durante el acto inaugural se incluyó un mensaje religioso con pastores. El presidente Joe Biden ni siquiera se presentó al partido inaugural, limitándose a aprovechar la Copa para acercarse al voto latino. Los problemas de infraestructura tampoco tardaron en aparecer: campos de juego desastrosos que no respetaban las dimensiones reglamentarias, perjudicando la integridad física de los futbolistas y cámaras de televisión mal ubicadas que no permitían revisar las jugadas controversiales. Ni siquiera en la selección local había conformidad, al declarar que el torneo carecía de «atmósfera» y «buenas canchas».
Estos problemas son sintomáticos de una organización que priorizó los criterios y rendimientos económicos por sobre los deportivos.
A medida que avanzaba la competencia, las controversias se multiplicaban. Los errores arbitrales y un VAR deficiente generaron más dudas que certezas. En unos casos hubo polémicas decisiones arbitrales a las que CONMEBOL desistió referirse (e.g., EE.UU-Uruguay y Ecuador-Jamaica), mientras que en otros se pronunciaron para desestimar el criterio adoptado durante el partido (e.g., Canadá-Chile y Colombia-Brasil). Además de irregularidades deportivas, también presenciamos transgresiones de los intereses de otras esferas sobre el fútbol. Por un lado, la comercialización alcanzó niveles absurdos. Los organizadores del torneo maximizaron los ingresos, llevando los patrocinios y la publicidad a cada rincón del estadio y momento del partido. Vimos a autos de control remoto con logos de una empresa de entregas llevándole el balón al árbitro [imagen superior], e incluso a las hijas de un jugador vistiendo camisetas publicitarias. La organización celebró más la presencia de influencers que la de figuras deportivas; y hasta vimos a una periodista incomodar a los árbitros para participar de la publicidad de una famosa marca de bebidas.
En medio de estas irregularidades, algunas voces se alzaron para defender al fútbol. Marcelo Bielsa criticó las polémicas arbitrales y habló de un fútbol en decadencia. Sus palabras resonaron con fuerza cuando denunció el doble estándar de EE.UU. en la administración de justicia deportiva, recordando que fue ese país el que «abrió el FIFA Gate con el FBI» cuando vio afectados sus intereses (su fallida postulación para la Copa del Mundo 2022). El DT de Canadá respaldó tales críticas, denunciando malos tratos hacia su selección y poniendo en evidencia la falta de profesionalismo en la organización del torneo. Estas evaluaciones también hicieron eco en otros técnicos y futbolistas con menor palestra. Lejos de ser quejas aisladas, son reflejo de un torneo deportivo que iba perdiendo su esencia.
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Las polémicas continuaron hasta el término de la Copa. Si en semifinales presenciamos escenas de violencia entre la parcialidad colombiana y futbolistas uruguayos, quienes acusaron fallas de seguridad en el estadio, la final reservaba aún más sorpresas, cuando cuarenta mil personas con entrada quedaron fuera del estadio. Esto retrasó el inicio del encuentro en más de una hora. Si esto ya no perturbaba suficientemente el partido, la situación se agravó aún más en el entretiempo. La interrupción de la final para dar lugar a un show musical alargó el descanso del entretiempo a veinticinco minutos. Esta modificación es quizás la más gravosa de todo el torneo, pues no solo rompió el ritmo natural del juego y violó el reglamento, sino que demostró la imposición del espectáculo sobre el deporte. Hasta ahora, más allá de los fallos arbitrales, habíamos visto cómo los intereses de otras esferas habían afectado a la organización y desarrollo del torneo «fuera de la cancha», pero el alargue del entretiempo transgrede directamente la práctica del fútbol cuando el balón ya está en juego. El campeón terminó siendo la selección más rentable, aquella que llevó más público en promedio a cada partido.
Nos quedan muchas más situaciones que resaltar, como la creación del Día de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) y la apertura de una oficina de ésta en Miami (actual residencia de Messi); o el fixture (que incluso repitió partidos) y la distribución geográfica de los partidos en beneficio de Argentina, pese a que otras selecciones debieron recorrer miles de kilómetros. Estuvo, también, el cruce de árbitros en cuartos de final con la designación de un juez argentino para el crucial partido Brasil-Uruguay, y de un uruguayo para el Argentina-Ecuador.
Es importante entender que estas situaciones no son responsabilidad de una selección en particular, sino que reflejan la interacción de múltiples intereses comerciales, políticos y mediáticos (entre otros) que siempre han tenido influencia en el fútbol, pero que hoy parecen dominarlo por completo, operando sin siquiera mostrar sutileza ni disimulo.
¿Qué nos queda después de esta Copa América, entonces? Un sabor amargo, y la certeza de que el fútbol, tal como lo conocíamos, está amenazado. La comercialización desmedida, la falta de transparencia, y la priorización del espectáculo sobre el deporte están erosionando los cimientos de nuestro fútbol.