Evidencia, experiencia y cartas transafirmativas: las contradicciones del programa «Crece con Orgullo»
25.06.2024
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25.06.2024
Frente a las inquietudes que niño/as y adolescentes puedan manifestar sobre su identidad de género, el gobierno de Chile ofrece los lineamientos de un «Programa de Acompañamiento a la Identidad de Género (PAIG)», también llamado «Crece con Orgullo». En columna para CIPER, un investigador y activista sobre el tema describe lo que a su juicio son alarmantes contradicciones y omisiones en ese enfoque afirmativo, en cuyo debate autoridades políticas y de salud participan sin evidencia de respaldo, según describe: «No sólo esquivan el debate de fondo sobre los efectos de los bloqueadores de pubertad y otras medidas hormona-afirmativas, sino que además —y esto es a nuestro juicio lo más grave— perturban a los propios menores de edad que dicen representar, manipulando su vulnerabilidad y estado anímico».
Como investigador e integrante de diversos colectivos que desde 2015 vienen abordando las realidades locales sobre transición de género, me interesa abordar ciertos puntos que han quedado postergados en la encendida discusión hoy en desarrollo sobre salud y acompañamiento social orientado a niños y adolescentes identificados trans. Son asuntos que van más allá del suministro de terapias hormonales y bloqueadores de la pubertad, tratamientos que adquieren justo protagonismo en el debate internacional debido a casos de menores de edad que han resultado con considerables secuelas físicas y psicológicas tras ser sometidos a estos.
Lo que observamos de parte de los defensores de las llamadas terapias afirmativas es que las consecuencias de sus métodos de tratamiento son aceptadas por sus promotores en virtud de un bien mayor, cual es mejorar la salud mental y evitar el suicidio de quienes los solicitan. Nadie podría oponerse al bienestar psicológico de ningún niño/a o adolescente, pero lo cierto es que el que ambos propósitos sean realmente conquistados con el enfoque afirmativo es una cuestión que no ha sido probada. No sólo existe falta de evidencia al respecto, sino también falencias en la calidad de seguimiento. A la luz de estudios recientes, los sistemas públicos de países como Suecia, Finlandia e Inglaterra han comenzado a restringir la promoción de este tipo de terapias, promoviendo en cambio un acompañamiento en salud mental consistente y más extenso, que el enfoque afirmativo-hormonal no ha sido capaz de proveer [RAVEAU 2024].
En medio del debate que hoy activan en Chile tanto organizaciones civiles y el gobierno, como la prensa y testimonios de familias, aportamos en esta columna algunos datos sobre las polémicas discusiones en torno a la medicalización infantojuvenil. Nos basamos para ello en el análisis de los fundamentos que sostienen el programa que al respecto proveen hoy los ministerios de Desarrollo Social y Familia y de Salud («Programa de Acompañamiento a la Identidad de Género (PAIG) – “Crece con Orgullo”»), dirigido «a personas trans y de género no conforme de 3 a 17 años de edad y a sus familias», según se lee en su sitio web.
Impulsores del modelo afirmativo, como la diputada Emilia Schneider, plantean que el PAIG no tiene «nada que ver con la hormonación». Aunque la parlamentaria no es profesional de la salud y tampoco contaría con una experiencia o trabajo social considerable en áreas de niñez y adolescencia, sí es una voz pública, y por lo tanto su declaración resulta modélica. Schneider parece desconocer que la Red de Salud Pública realiza una intervención integral que sí contempla medicalizar menores de edad: además del PAIG, existen un Programa Salud Trans (PST), policlínicos de género en diferentes ciudades y servicios en hospitales públicos que configuran una misma secuencia. La documentación PAIG, sus recomendaciones y orientación técnica [SUBSECRETARÍA DE SALUD PÚBLICA: 2021 y 2023] señalan expresamente que la dupla psicosocial a cargo del programa derivará a los adolescentes a tratamiento hormonal y quirúrgico, que la presencia de comorbilidades no es impedimento para acceder a tales prestaciones (lo cual pone en duda la calidad del soporte psicoterapéutico PAIG) y que PAIG entrega asesoramiento respecto a «afirmación corporal» a toda edad; o sea, no solo sobre bloqueadores y hormonas, sino también sobre cirugías (se ha confirmado por Ley de Transparencia que los hospitales públicos ya han realizado cirugías a menores de edad identificados trans). PST recibe la derivación desde PAIG y entrega la supresión puberal a partir de los 10 años de edad (no obstante, el debate reciente ha llevado al MINSAL a difundir una nueva circular que sugiere no iniciar nuevos tratamientos hormonales en menores de edad mientras no se actualicen los lineamientos).
El punto crítico de PAIG es su elaboración intersectorial con los ministerios de Desarrollo Social y Familia, y de Educación, más la redacción activista que lo integra, transformándolo en un programa que es promovido a lo largo de toda la esfera social y cultural: salud, escuelas, universidades, instituciones públicas y privadas de todo tipo. Más allá de las hormonas y bloqueadores, gran parte de lo/as menores de edad a partir de los 14 años (con una prevalencia notoria de las de sexo femenino) puede cambiar sin consenso familiar su nombre social y vestimenta en la escuela mediante la circular 812.
La mayor parte de los antecedentes descritos puede revisarse en profundidad en la investigación que publiqué días antes del Informe Cass de este año; el cual, tal como se ha informado en estos últimos meses, entre otras cosas advierte de la incertidumbre que persiste sobre los efectos a largo plazo de los bloqueadores de pubertad en niños/as y adolescentes. La médico pediatra Hilary Cass es una referencia internacional de alto prestigio, y las conclusiones de su trabajo y el de su equipo de investigación hacen necesario observar mucho más de cerca los fundamentos que sostienen el PAIG en nuestro país. Dejo a continuación solo tres puntos certificados en ese programa público hoy vigente y activo:
●En Chile, los padres y madres que no estén de acuerdo con el enfoque afirmativo que propone el PAIG pueden ser designados «resistentes» y denunciados judicialmente. Así, niño/as y adolescentes de entre 3 y 17 años firman un formulario de consentimiento para acceder al tratamiento, sin necesitar del consentimiento de sus padres. Resulta al menos contradictorio con un programa que en su web se presenta como una amable invitación familiar.
●La bibliografía PAIG se basa en referencias que promedian más de diez años de antigüedad. A esto se suma el inexplicable retiro de la noción de «disforia de género» entre la documentación publicada entre 2021 y 2023, donde además se constata una confusión entre los criterios «trans» y «género no conforme» (a pesar de que el propio PAIG señala que este último no es predictor de una futura identidad trans).
●El programa muestra una contradicción conceptual de sus referencias; por ejemplo, cuando en el documento n° 83 de su bibliografía («Recomendaciones» 2021), señala en su p. 18 que el bloqueo puberal es irreversible, para luego decir lo contrario en la p. 87.
Quien lea los planteamientos de dicho programa quedará impactado ante sus contradicciones y deficiencias en todo sentido, además de su dudosa y opaca implementación. Sin ir más lejos, existía hasta hace poco en el canal de Youtube «Salud Digital», del Ministerio de Salud, un elocuente video de enero de 2024 en el que, bajo el título «Lineamientos técnicos para la implementación de la terapia hormonal géneroafirmativa», el editor de contenidos y firmante de PAIG, doctor Felipe González Díaz, describía: «… Tenemos las puertas de entrada [hacia la terapia hormonal] desde el PAIG». Es llamativo que, tras críticas desde todos los sectores, el video haya sido retirado de ese canal oficial (de todos modos, puede verse aquí).
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Volvamos a la diputada Schneider, quien tiene en carpeta un proyecto de ley que busca «promover el acompañamiento afirmativo» y prohibir las terapias de conversión o de cambio identitario/orientación sexual forzada. Estamos de acuerdo: las terapias de conversión son repudiables, pero el proyecto está redactado de forma tan amplia e intencionada que deja en evidencia su verdadero objetivo: amedrentar cualquier práctica psicoterapéutica alternativa a la afirmatividad (como existen hoy en diversos países europeos). No es de extrañar, entonces, que la diputada no conozca —o, quizás, no quiera conocer— el detalle del PAIG.
Sin embargo, tampoco parecen conocerlo quienes lo firmaron: sus palabras en el debate en desarrollo suman calificativos tales como «conservadurismo», «desinformación» y «alarmismo» para quienes sí estamos al tanto de lo escrito y nos parece deficiente. Persiste la duda: ¿cuál será el motivo real por el cual los defensores del modelo afirmativo no pueden (o no quieren) ir más allá?
Entre los defensores del modelo afirmativo existen privados tales como los profesionales agrupados en el “Proyecto T” de la Universidad Diego Portales, quienes en este marco no exhiben investigación concluida alguna en sus redes de referencia. O el psicólogo Tomás Ojeda, cuyas publicaciones sobre salud en diversidad sexual no avanzan más allá de un manual de buen trato, y que recientemente publicó un pobre recorte del Cass traducido a lenguaje inclusivo. Se suman a ellos en nuestro país más firmantes del PAIG, y activistas y profesionales de la salud —como OTD Chile, Iguales, Juntos Contigo, Renaciendo, Intersex Pacífico Sur, Todo Mejora, MOVILH, MUMS, Diversidades de Convergencia Social y de Revolución Democrática, Concejalía Popular Lo Espejo, APROFA, Colectivo Trenza (psicología), Psicólogas Feministas de la Universidad de Chile, Asociación Ginecólogas Chile, Hospital El Pino, entre muchos más— quienes, en vez de aportar al debate argumentos convincentes, han optado por redactar y/o suscribir una o más cartas públicas en las que acusan que quienes buscamos alternativas al modelo afirmativo-hormonal estaríamos inspirados por «teorías conspiranoicas» (“Proyecto T” en El Mercurio); deseamos que «las personas trans desaparezcan» (OTD-Chile); y sostenemos miradas «conservadoras del avance del conocimiento científico […], opositoras a la existencia trans» (varios firmantes en carta a la Ministra de Salud). Quienes redactan, firman y apoyan este tipo de cartas son parlamentarios, docentes y profesionales de la salud, quienes no sólo esquivan el debate de fondo sobre los efectos de los bloqueadores de pubertad y otras medidas hormona-afirmativas, sino que además —y esto es a nuestro juicio lo más grave—perturban a los propios menores de edad que dicen representar, manipulando su vulnerabilidad y estado anímico, de espaldas a los testimonios suyos y de sus familias, así como del debate internacional.
Mi llamado es a la honestidad y altura de miras tanto de los impetuosos redactores de esquelas y posteos descalificadores, como de las personas trans (que estén de acuerdo o en desacuerdo con el modelo afirmativo), los profesionales de la salud que en este debate aún permanecen en apocado silencio, y la sociedad en general, pues el bienestar de los menores de edad nos concierne a todos.
Si bien se trata de una inquietud hoy al alza y cuya realidad no puede negarse, la transición social de género, objetivo central de PAIG, ha sido cuestionada no solo por la doctora Hilary Cass, sino que por el NHS inglés desde 2022, previo a la revisión final de la pediatra. El Servicio Nacional de Salud Inglés indica que «en la mayoría de los prepúberes, la incongruencia de género no persiste durante la adolescencia», y que por lo tanto se «debe ser consciente de los riesgos de un proceso inapropiado y de las dificultades que el niño podría experimentar al momento de regresar al rol de género original entrando a la pubertad».
Si este es un debate ya iniciado y orientado en muchos países desarrollados, ¿por qué en Chile no puede abrirse una discusión similar respecto a la transición social ya no solo de prepúberes, sino que también de infantes?