CARTAS: Primarias y candidatos independientes
13.06.2024
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13.06.2024
Sr. director,
Siempre los procesos preeleccionarios de cualquier elección popular ayudan –o, por lo menos, debieran hacerlo– a reconocer inconsistencias o incongruencias de los candidatos variopintos entre sus dichos y sus acciones presentes y pasadas. “Obras son amores, y no buenas razones”, dice la sabiduría popular.
Si ya a un potencial elector con el paquete neuronal más o menos intacto y capaz de mantener la concentración en la lectura de un texto que exceda los 240 caracteres le es difícil poder discriminar entre el trigo y la paja en materia de candidatos, me imagino el desafío que tendrá un potencial elector no militante y poco convencido del sentido de ir a votar, al que se le obligará a participar en un hito fundamental de la vida republicana de cualquier democracia occidental, para que se haga cargo activo de su sufragio entre candidatos varios, incluidos aquellos provenientes de primarias partidistas como las que se acaban de celebrar por estos pagos.
En este escenario, me llama la atención que, en tal proceso de primarias de partidos políticos para la selección de sus respectivos abanderados, existan candidatos que se ponen la chapita de “independiente” y que simultáneamente forman parte de alguno de los conglomerados instrumentales de partidos. O sea, son ideológica y afectivamente afines respecto de una visión gruesa de país (Chile Vamos, por un lado; y Contigo Chile Mejor, por el otro).
Levantar candidaturas genuinamente independientes en nuestro sistema electoral no es fácil. Cumplir con las firmas suficientes de patrocinios exigidas por nuestra institucionalidad demanda esfuerzos de años para tratar de convencer y encantar a personas sobre visiones de país que difieran sustantivamente a la de los partidos que configuran el establishment actual. Por eso, la chapita de “independiente” en procesos para elegir a los abanderados de partidos en disputas territoriales donde existan controversias que se espera resolver amigablemente entre militantes afines resulta pintoresco, pero no por eso menos engañoso.
En primarias partidarias al interior de conglomerados instrumentales de partidos políticos, la “independencia” es un concepto vacuo y de abuso retórico. Puede considerarse “publicidad engañosa” en el reino neoliberal en que vivimos. En países como el nuestro, donde los eufemismos son patrimonio nacional, el ser “independiente” en la arena política de los actuales conglomerados políticos de oposición u oficialista tiene tanta credibilidad como un billete de $3.000 pesos. Asimismo, en países como el nuestro, donde el grueso del potencial electorado no entiende lo que lee, ponerse letreros de “independiente” es la estrategia más usada por candidatos de distinta densidad intelectual para cosechar votos de incautos, ignorantes o desprevenidos. Los resultados de la reciente elección primaria de partidos políticos refuerzan la tesis antes descrita.
De los 215 candidatos que participaron en el proceso de primarias partidistas, casi un tercio (31,2%) se autodefinieron como independientes, es decir 67 candidatos. De estos, 40 integraron la lista de Contigo Chile Mejor que agrupa a fuerzas progresistas y 25 se cobijaron en la lista de Chile Vamos que reúne a las fuerzas conservadoras. Finalmente se eligió a 19 candidaturas “independientes”, las que irán en la papeleta de octubre para el cargo de gobernadores o de alcaldes. Casi la totalidad de los vencedores “independientes” de estas primarias partidista contaron con el patrocinio y soporte propagandístico de partidos políticos a los cuales pertenecieron en un pasado no muy lejano o por los que, al menos, sus corazones laten con mayor frecuencia y regocijo cuando líderes y militantes con carné del partido de sus amores emiten una opinión en medios de comunicación, escriben una columna en algún diario de la plaza o declaman airados un discurso en el hemiciclo parlamentario, el que hace mucho tiempo se transformó en escenario circense de dudosa calidad. Muchos de los “independientes” ganadores son actuales funcionarios municipales o ex funcionarios de gobiernos anteriores (como los triunfadores en las comunas de Coquimbo, Vicuña, Concón, Independencia, Isla de Maipo, Machalí, Olivar, Rancagua, Freire, Pucón, Pto. Saavedra, Mariquina, Paillaco o Punta Arenas), donde el epítome de esta independencia “jurel tipo salmón” en un país hipercentralista como el nuestro es la candidaturas “independiente” de la candidata Karla Rubilar, ex Ministra de Gobierno de Sebastián Piñera, o del candidato “independiente” Daniel Reyes, actual administrador municipal del municipio de la Florida y ex funcionario del gobierno de Sebastián Piñera. Es decir, estamos hablando de candidatos vencedores cuya cuna de independencia está enquistada racional y afectivamente a colectividades partidarias tradicionales y que por azares del destino, cálculos personales o genuino convencimiento por seguir una ruta propia (pero no solitaria), decidieron dejar el carné de lado del partido de sus desvelos y así cumplir con la feble institucionalidad electoral y poder ostentar esta “independencia a la chilena”, que tanto le gusta a la elite política, económica, militar y religiosa criolla, es decir: ni tan tan, ni muy muy. “Todo suma” y “todo cuenta” deben haber pensado los partidos políticos tradicionales cuando dieron cobijo a estas 67 almas libres con afán de servicio público en sus respectivas listas de candidatos de ambas coaliciones instrumentales. Como vivimos tiempos en los que el tejido social degradado in extremis, producto del cambio cultural neoliberal, promueve el individualismo patológico, esos mismos partidos políticos lamentan, en no pocas ocasiones, los daños y confusiones ideológicos provocados por díscolos, malabaristas camaleónicos y expertos en el camuflaje partidario.
Si se considera que al 30 de abril de 2024 el 3,2% del padrón electoral de 2022 pertenecía a algún partido político, entonces la existencia de candidatos “independientes” en el reciente proceso de elecciones primarias para definir los futuros postulantes al sillón edilicio en las comunas en disputa, representa una triste escena del absurdo con la que pretendió una de las instituciones más desacreditadas a ojos de los vecinos de a pie: la de los partidos políticos, revestir de honestidad intelectual los hitos de ejercicio democrático de una republiqueta que zozobra en el populismo farandulero de una clase política que ya no distingue entre gatos y liebres.