CARTAS: Día de los Patrimonios
24.05.2024
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24.05.2024
Señor director: Según la información oficial entregada por el Consejo de Monumentos Nacionales (CMN), en su listado (actualizado hasta marzo pasado), existen alrededor de mil monumentos históricos, categoría en la que podemos encontrar: equipamiento (409), infraestructura (165), vivienda (145), residencia (145), sitios de memoria y conmemorativos (65), industrias (64), entre otros. Son monumentos que, pese a su innegable valor patrimonial, no tienen necesariamente asegurada su conservación.
Si bien es cierto que el que un edificio tenga decretada su declaratoria es un paso relevante y complejo, también debe tenerse en cuenta que esto está lejos de ser un movimiento único y total capaz de asegurar su conservación. La protección de un edificio patrimonial depende de varios factores, como que el inmueble sea reconocido como valioso por un grupo relevante y ojalá diverso de la sociedad. Según esa narrativa, se acuerda que antiguos valores y formas de vida son reflejadas y contenidas en ciertos inmuebles, y esto no lo asegura un decreto.
Pero, además, la conservación depende de la existencia siempre escasa de incentivos, mecanismos de compensación y, en especial, de canales de financiamiento expeditos y prolongados que aseguren su restauración y posterior mantención. En palabras de Rafael Moneo, “la vida de los edificios” desde que estos se valoran, restauran, conservan y se transforman en otra cosa, no se puede prometer. Se corre el riesgo paradójico de que la declaratoria —y, con ello, el espíritu que anima a la ley— sea una pesada capa burocrática que termine por inmovilizar y generar un deterioro progresivo (en muchos casos, irreversible).
Desde el 18 de octubre de 2019, y por un periodo de tiempo prolongado, nuestros edificios urbanos se vieron expuestos a rutinas de daño sistemático; algunos de ellos, comandados por componentes ideológicos, y, otros, vaciados de todo sentido. Fue un fenómeno que no representa el espesor ni los múltiples vínculos que hoy se establecen entre ciudadanía y patrimonio. El interés masivo ante este nuevo Día de los Patrimonios da cuenta del cuidado y especial interés por parte de un público cada vez más diverso, interesado en conocer, valorar y con ello, proteger.
En esta línea, me parece muy destacable lo desarrollado por el Teatro Municipal de Santiago o, por ejemplo, lo desarrollado en una ciudad tan rica como Buenos Aires, en donde se ha invertido en potenciar narrativas patrimoniales en niñas y niños en edades tempranas, sin infantilizar, y haciéndolos parte de los procesos. Se han dedicado recursos y nuevas tecnologías para presentar el patrimonio como una figura viva, cambiante, cotidiana y vibrante. Una postura frente al patrimonio más cercana a la noción de cuerpo en movimiento que a colecciones de piezas intocables y distanciadas. Por ello, parece ser que entre antes se enfrente a las nuevas generaciones a las diversas hebras patrimoniales, el sentido de pertenencia e identificación se fortalece y estrecha, lo que podría asegurar en alguna medida el cuidado ya no solo basado en normativas punitivas sino más bien cimentado sobre espíritus críticos, más conscientes respecto del valor central que tiene para nuestra sociedad la construcción y reconocimiento colectivo de nuestros valores.
Actividades como el Día de los Patrimonios son clave para visibilizar y sensibilizar, pero no podemos esperar que un día al año logre calar de manera profunda en la relación siempre tirante entre historia e identidades. En esta línea, y tal como sucede en otros países, abrir la ciudad de forma periódica —potenciado por un financiamiento mixto público/privado que enfrente la dificultad de costos y mantención—, parece ser un mecanismo capaz de continuar en el esfuerzo de tejer y, en algunos casos restituir, los lazos siempre dinámicos entre ciudadanía y patrimonio.